Laicos Misioneros Combonianos

Juan: Saber reconocer a Dios en la historia

Juan Bautista

Un comentario a Jn 1, 6-8,19.28 (III Domingo de adviento, 13 de diciembre del 2020)

La liturgia nos presenta hoy de manera contundente el testimonio de Juan (el Bautista), tal como lo presenta el evangelista Juan en su primer capítulo. El evangelista introduce en el contexto del grandioso prólogo-himno de inicio sobre el “Logos-Palabra” que “estaba junto a Dios”, la figura carismática de un Juan muy humano, casi como un modo de conectar la eternidad con la historia concreta del pueblo de Israel.

Juan (el Bautista) apareció en el momento de confusión y desorientación que vivía su pueblo como un vigía, como un profeta que llamaba a reconocer la realidad y a reaccionar buscando un cambio radical, aunque reconociendo su incapacidad para producir dicho cambio.

Él “no era la luz, sino testigo de la luz”. No era el Mesías, tampoco era el profeta esperado. Era

                “La voz del que clama en el desierto:

                Allanen el camino del Señor”.

Desde su retiro en las orillas del Jordán, desde su deseo profundo de que se produjese un cambio radical en la vida de su pueblo, desde su absoluta humildad, desde la confianza de que Dios no abandonaría a su pueblo, el Bautista mantenía las “antenas” de su espíritu abiertas y alerta para descubrir los signos de Dios en la historia. Por eso, cuando oyó hablar de Jesús de Nazaret, reconoció en él al Mesías, al que bautizaría en espíritu y verdad, al “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

El reconocimiento del Bautista llevaría a otros a seguir las huellas de Jesús y sembrar las semillas de un nuevo pueblo de Dios, un pueblo guiado por la Palabra eterna del Padre que se hizo persona concreta en Jesús de Nazaret.

Al contemplar la figura profética y lúcida de Juan el Bautista, también nosotros tratamos de comprender de qué manera Dios se nos hace presente hoy entre nosotros en su Palabra eterna hecha temporal, concreta, personalizada en la Palabra escuchada cada domingo en la Eucaristía. En eso consiste precisamente la Navidad: en que acojamos la Palabra eterna en la precaria historia concreta de nuestra vida temporal.

P, Antonio Villarino

Bogotá

Una noticia que merece un titular de prensa

evangelio

Un comentario a Marcos 1, 1-8 (Segundo domingo de adviento, 6 de diciembre del 2020)

El evangelio de Marcos no empieza, como Lucas o Mateo, con el evangelio de la infancia, sino que nos propone, desde las primeras palabras, un titular de prensa, un anuncio importante que resume todo su libro: Nos va a hablar “del evangelio de Jesús de Nazaret, el Mesías, el Hijo de Dios”.

Déjenme que me detenga un poquito en la palabra “evangelio”, que usamos con mucha frecuencia aunque quizá sin comprender todo su significado y profundidad.

“Evangelio” es una palabra que viene del griego y que se usaba en aquel tiempo de “globalización” greco-romana para referirse a una “buena noticia”, sobre todo, en referencia al mundo de los que gobernaban; por ejemplo, era “evangelio” la noticia del nacimiento de un hijo del rey o de una victoria militar, que se suponía importante para todos. Ciertamente, los pobres no lograban hacer noticia, no eran “evangelio”.

Si nos fijamos bien, no es que las cosas hayan cambiado mucho hoy. De hecho, ¿qué hace “gran noticia”, noticia de primera plana en los medios de comunicación de hoy? Generalmente son las “buenas noticias” de los poderosos que, por otra parte, todos asumimos como importantes. Por ejemplo, es primera plana que un príncipe inglés se case, que un equipo de futbol gane la copa, que un dictador lance un poderoso misil, que anuncie una probable guerra… Pero uno podría preguntarse si esas son las buenas noticias que los pobres realmente esperan.

Frente a las falsas “buenas noticias” del emperador y de los triunfadores de la época, Marcos nos anuncia que la verdadera buena noticia, el evangelio verdadero, es la aparición de Jesús de Nazaret, en quien se cumplió la promesa de un Mesías, un “hijo de Dios”. Y a lo largo de su evangelio Marcos nos irá explicando como esa buena noticia se fue confirmando en favor de los enfermos, de los pobres., de los pecadores, de las personas sencillas y abiertas a la presencia de Dios.

Juan el Bautista fue el primero en intuir esta presencia salvadora de Dios en Jesús de Nazaret, en quien habitaba la plenitud del Espíritu, y se convirtió en su mensajero.

Celebrar la Navidad hoy es darse cuenta de que en Jesús de Nazaret Dios nos revela su amor, su victoria sobre el mal. Jesús es el Maestro que nos enseña a vivir como hijos, digna, libre y amorosamente. No son los triunfos militares ni deportivos los que son “buena noticia” para nosotros; es la seguridad del amor de Dios, que nos da la victoria sobre el mal.

Esa buena noticia se confirma en nosotros cada vez que, como Juan el Bautista, nos fijamos en Jesús y seguimos sus pasos.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Llega la Navidad: No se distraigan

Escuchar

Un comentario a Mc 13, 33-37 (I Domingo de adviento, 29 de noviembre del 2020)

Escuchar

Iniciamos el nuevo año litúrgico (I domingo de adviento) con un texto parecido al del penúltimo domingo del año: un texto que nos invita a la vigilancia, es decir, a estar atentos, porque cada momento que vivimos es único y no vuelve nunca más.

Cada año celebramos, por ejemplo, la Navidad con ritos que parecen dar la idea de algo que se repite con las mismas celebraciones, parecidos regalos, semejantes palabras bien intencionadas… Y, sin embargo, cada Navidad es distinta a las otras, porque nosotros vamos cambiando aunque sea imperceptiblemente.

El amor que estamos llamados a vivir este año es distinto del del año pasado, la herida que debo superar tiene su propio dolor, el perdón que debo pedir o conceder es único, el compromiso apostólico que debo aceptar es propio de este tiempo…, en definitiva, el paso de Dios por mi vida es algo nuevo. Si estoy atento, me enriquezco; si estoy distraído, lo pierdo para siempre.

Por eso es tan importante el llamado que Jesús nos hace en el evangelio de Marcos que leemos hoy: “Pongan cuidado, estén alerta”, es decir, estén atentos, no se distraigan. No se dejen distraer por las luces de la ciudad, ni por la avalancha de regalos, ni por las comidas excesivas, ni las copas de más.

No se dejen taponar los oídos por la bulla de los festejos ni oscurecer los ojos por el humo de fuegos artificiales. Limpien los oídos, abran los ojos, estén atentos para percibir por dónde les está llamado Dios en este nuevo año que vamos a comenzar, en qué parte de su vida quiere nacer Dios como salvador, amigo y hermano.

Vigilen para que no se les pase la ocasión de comprender algo más del misterio de Dios, de hacer un poco más de bien a alguna persona, de amar más y mejor a su familia, de ser un poco más coherentes y rectos, más humildes, más verdaderos, más poseídos por el amor de Dios.

¡Buen Adviento! ¡Buena preparación de la Navidad!

P. Antonio Villarino

Bogotá

Solemnidad de Cristo Rey

Jesús pobre

(Un comentario a Mt 25, 31-46)

Jesús pobre

Estamos leyendo el capítulo 25 de Mateo, que recoge el discurso escatológico de Jesús en Jerusalén, inmediatamente antes de la Pasión.

Este capítulo tiene tres partes. Hoy leemos la tercera; en los domingos anteriores leímos las dos partes precedentes (sobre las diez vírgenes y los diez talentos)

Esta tercera parte, que habla de lo que se conoce como “juicio final, es la que la liturgia nos propone para este último domingo del año litúrgico dedicado a la Solemnidad de Cristo Rey.

Para una reflexión sobre este conocido texto, les propongo detenernos en cuatro títulos que se le dan a Jesucristo:

  1. El Hijo del Hombre.

Este es el título preferido por Jesús. Está tomado ciertamente del Antiguo Testamento y especialmente de la profecía de Daniel, donde, según comenta la Biblia de Jerusalén, “designa a un hombre que misteriosamente supera la condición humana”. El Hijo del Hombre es también el jefe del pueblo santo que, humilde y siervo, termina triunfando en la gloria de Dios. Así sucedió con Jesús y sucederá con nosotros, si permanecemos unidos a Jesús. A pesar de las apariencias, no estamos destinados a la destrucción, sino a compartir la gloria del Padre y de su Hijo. Hoy es un día para reafirmar nuestra esperanza en el triunfo de la muerte sobre la vida, el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira.

  • El Pastor

Jesús aparece en este texto como el pastor “que separa las ovejas de los cabritos”. Sabemos que Jesús es el Pastor bueno que se preocupa por cada una de sus ovejas. Pero eso no debe conducirnos a una falsa percepción de un Jesús “bonachón” (disculpen la expresión, “tonto”), como si para él todo fuese igual, como le pareciera igual lo bueno que lo malo, lo injusto que lo justo. De ninguna manera. Hoy se nos dice claramente que cada uno recogerá lo que ha sembrado.

  • El Rey

Jesús se presenta como el Rey que acoge a los “benditos de su Padre” para darles la heredad del Reino preparado para ellos desde la fundación del mundo. El Reino de Dios es una de las categorías usadas preferentemente por Jesús. Los judíos, que en un principio no tenían rey, se empeñaron en tener uno; y por un poco de tiempo les fue bien, especialmente con David y Salomón que quedaron en la historia como ejemplo de reyes positivos para su pueblo. Pero después la experiencia de la monarquía fue decepcionante, hasta que el pueblo comprendió que solo Dios merecía el respeto y el título de un verdadero Rey. También nosotros podemos preguntarnos: ¿Quién es nuestro rey? ¿En quién ponemos nuestra confianza? Ciertamente, tenemos necesidad de políticos, sindicalistas, filósofos… sacerdotes. Pero no nos confundamos: el único verdadero rey de nuestras vidas es Jesucristo. Es él que para nosotros es la ley, la enseñanza, la luz que ilumina nuestra vida.

  • El pequeño, el hambriento….

Jesús se presenta como el pequeño, el hambriento, el desnudo, el forastero, el enfermo, el encarcelado… Y es sobre el trato que damos a este “Jesús pequeño, hambriento, forastero…” que el Pastor, el Rey, el Hijo del Hombre darán su juicio definitivo.

La vida cristiana tiene muchas dimensiones: la oración, la escucha de la Palabra, la familia, el trabajo honesto y bien hecho, etc. Pero hoy, como en otras ocasiones, nos recuerda lo esencial: servirlo en los pequeños con los que Él se identifica. Por eso la caridad, incluso la organizada en Caritas, es una parte importantísima de la Iglesia. Una parroquia no puede contentarse con una liturgia bien hecha, tiene que organizar la caridad.

P. Antonio Villarino

Bogotá