Laicos Misioneros Combonianos

“No el muncho saber aprovecha, sino el mucho amar”

Un comentario a Mt 2, 1-12 y Mt 3, 13-17 (8 de enero del 2017)

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La Navidad concluye con la Epifanía, que significa “manifestación”. En algunos países, la Epifanía coincide con la fiesta de los “Reyes magos” (6 de enero) y el domingo próximo se celebra el Bautismo del Señor; en otros lugares, la fiesta de los “Reyes Magos” pasa al domingo, desplazando la del Bautismo al día siguiente. En este comentario me refiero a los dos textos evangélicos, destacando algunas consideraciones:

Los sabios de Oriente
Los sabios de Oriente (“reyes magos”) observaban la naturaleza y en ella descubrieron una estrella, algo que para ellos fue un signo de la nueva presencia de Dios en el mundo.
De hecho, la naturaleza es el primer libro que los seres humanos tenemos para entendernos a nosotros mismos y nuestra relación con los demás y con Dios. El mundo técnico y urbano, llevado por una prepotencia exagerada, quiso alejarse durante un tiempo de esta naturaleza, lo que está trayendo bastantes problemas a la humanidad. Ahora ha vuelto un cierto respeto a la naturaleza. Ojalá eso nos ayude a integrarnos mejor con la naturaleza y en esa integración encontrar a Dios, como fuente de vida, de armonía, de luz y de paz.

Juan Bautista
Por otra parte, Juan, iniciador de un gran movimiento de cambio radical, manifestado en el bautismo, supo percibir en la masa de “convertidos” la presencia de Uno, una persona especial sobre la que se abría el cielo, es decir, que tenía una relación especial con Dios del que era el “hijo amado”. A nosotros se nos invita a identificarnos con este Jesús de Nazaret y con él sabernos hijos amados, perdonados y renovados. No se trata tanto de que seamos moralmente perfectos cuanto de que tomemos conciencia de ser hijos amados. No cambiamos para amar, cambiamos porque somos amados.

Herodes y los adormecidos
Frente a los sabios de Oriente y al profeta del Jordán, nos encontramos con las personas endurecidas, que se encierran en sus privilegios y son incapaces de comprender los caminos de Dios en su tiempo. Herodes no era capaz de percibir los signos de Dios, porque estaba cegado por sus intereses políticos. Lo único que le interesaba era conservar su poder y todo lo demás, no sólo no existía, sino que “no podía existir”. Cualquier amenaza contra su poder debería desparecer por las buenas o por las malas. Lo que no sabía Herodes es que, a pesar de su poder, el amor de Dios terminaría por triunfar. Los seguidores de Jesús sabemos que el mal existe, pero el Bien de Dios termina triunfando.

Junto a Herodes había también los “expertos” (sacerdotes y escribas) que conocían las tradiciones y la sabiduría acumulada en las Escrituras, pero esos conocimientos no le servían para “ver” el paso de Dios por sus vidas. Se miraban demasiado a su propio ombligo, estaban demasiado pagados de sí mismos. “No el mucho saber aprovecha, sino el mucho amar”, dijo San Ignacio.

La Epifanía es un buen momento para mirar alrededor (al mundo, a los demás) y al interior de nosotros mismos para percibir los signos del paso de Dios por nuestra vida. Ojalá nuestro corazón sea humilde y abierto, de manera que nuestros ojos puedan “ver” a este Dios que se nos revela y como, los sabios de Oriente, lo reconozcamos y lo adoremos.

P. Antonio Villarino
Bogotá

Tener un nombre, vivir en familia

Un comentario a Lc 2, 16-21 (Solemnidad de Santa María, 1 de enero del 2017)

sagrada-familia-natividad-nativity-jesus-maria-y-jose-navidad-5Dentro de su “evangelio de la infancia”, Lucas narra lo que los pintores más tarde captaron como una escena familiar en dos cuadros, que se prestan a una contemplación tranquila, sosegada y un poco maravillada, como cuando vemos a un bebé en brazos de su madre o de su padre. Imaginen que están en uno de los grandes museos del mundo, en los que se exponen algunos de los muchos cuadros en los que estas escenas se reproducen o, si lo prefieren, bajen una reproducción de internet y mediten conmigo un poquito.

Primera escena: la visita de los pastores

En primer lugar contemplamos la visita de los pastores, con lo que Lucas nos quiere recordar que aquel niño, en brazos de María y José, será el Mesías esperado por los pobres y sencillos. Pero este Mesías no nace en un palacio ni es bajado de una estrella, sino que nace en el seno de una familia. José y María son indispensables para que el proyecto de salvación querido por Dios se realice.

Segunda escena: circuncisión y nombre

En segundo lugar, podemos contemplar la escena en la que esta pareja, responsable de este niño, lo acompañan al templo para una ceremonia con la que el niño se hace formalmente miembro de un pueblo y recibe el nombre que le dará una identidad para toda la vida. Las dos cosas (pertenecer a un pueblo y tener un nombre) son importantísimas para el sano crecimiento de una persona. Sin familia, sin nombre y sin pueblo de pertenencia un ser humano sería como una hoja seca que el viento lleva de un lado para otro sin sentido alguno.

La importancia de la familia

Me parece que los psicólogos está de acuerdo en que todos nosotros somos, en buena parte, lo que hemos recibido en nuestra familia, incluso antes de ser conscientes de ello. Por eso hoy, día que la Iglesia dedica a la familia, es una buena ocasión para dar gracias a Dios por haber sido acogidos, protegidos, nutridos, enseñados en una familia que, no sólo nos alimentó, sino que nos dio un nombre y una pertenencia, nos hizo ser “alguien” con experiencia de ser amados y capaces de amar. ¡Qué gran don! Sobre esa base podemos realizar el proyecto personal al que Dios nos llama.
Por otra parte, es una buena ocasión para que todos los miembros de la familia descubran o fortalezcan el don recibido y contribuyan a hacer la familia más acogedora y estable. Defender y proteger a la familia es defender a la humanidad; hacer familia es vivir el amor, fuente primera de la felicidad humana y de nuestro acercamiento a Dios. Además, vivir la familia es la mejor manera de contribuir a la paz en el mundo.

¡Feliz año 1017, en una familia feliz y en un mundo justo y pacificado!
P. Antonio Villarino
Bogotá
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Postdata: Familia en la cotidianidad
“Ante cada familia se presenta el icono de la familia de Nazaret, con su cotidianidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas, como cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes, experiencia que se repite trágicamente todavía hoy en tantas familias de prófugos desechados e inermes… Como María, son exhortadas a vivir con coraje y serenidad sus desafíos familiares, tristes y entusiasmantes, y a custodiar y meditar en el corazón las maravillas de Dios (cf. Lc 2,19.51). En el tesoro del corazón de María están también todos los acontecimientos de cada una de nuestras familias, que ella conserva cuidadosamente. Por eso puede ayudarnos a interpretarlos para reconocer en la historia familiar el mensaje de Dios”. (Francisco, Amoris Laetitia, n. 30)

La Palabra que nos hace hijos/as

Un comentario a Jn 1, 1-18 (Navidad, 25 de diciembre de 2016)

palabraLas lecturas a las que estamos más acostumbrados en Navidad son las que corresponden a los llamados “evangelios de la infancia” de Lucas y Mateo, con sus relatos tan coloridos y al mismo tiempo tan llenos de referencias bíblicas y resonancias teológicas. Pero hoy no me quiero detener en esos relatos que bien conocemos y a los que se refieren con admirable sencillez los villancicos que cantamos en estos días. Un poco contra corriente, me detengo en la lectura del evangelio de Juan, que leemos en la Misa del Día de Navidad. Se trata del famoso texto que habla de “la Palabra que planta su tienda entre nosotros”. Les ofrezco una breve reflexión al respecto.

Palabras que construyen y palabras que destruyen
Piensen un poco. ¿Cuál es la primera palabra que han escuchado esta mañana al levantarse? ¿Era una palabra “buena”? ¿Le ha causado alegría o tristeza, ánimo o desánimo, claridad u oscuridad? ¿Les ha levantado el ánimo o más bien ha sido como una piedra que les ha hundido un poco más de lo que ya estaban?
¿Se han dado cuenta? “Las palabras vuelan”, decía un antiguo proverbio latino. En efecto, las palabras parecen no valer nada, se asemejan a una pluma de ave que vuela sin tener peso propio… Y, sin embargo, las palabras pesan, tienen su fuerza para el bien y para el mal, pueden ayudarnos a seguir adelante o pueden resultar un peso que nos dificulta seguir el camino, llenando nuestro espíritu de dolor y pesantez. Sí, hay palabras buenas que nos construyen como personas y hay palabras malas que nos destruyen.

San Juan: La Palabra primigenia
San Juan no fue el único que reflexionó sobre la importancia de la Palabra. Muchos otros pensadores antiguos y modernos lo han hecho. Alguno ha dicho que la naturaleza toda ha crecido hasta producir al ser humano y el ser humano ha crecido o hasta producir la palabra. Pero San Juan aprovecha esta reflexión filosófica y bíblica para descubrirnos el sentido de Jesús como Palabra del Padre, encarnada en la historia. Al inicio de todo, dice Juan, está la Palabra de Dios, Palabra que ilumina las tinieblas, Palabra que consuela, Palabra que crea vida…

Esta gran Palabra originaria se manifiesta y se concreta en muchas pequeñas palabras: la palabra de la mamá que consuela al niño que llora, la palabra del papá que anima al muchachito a arriesgarse sobre la bicicleta, la palabra del maestro que enseña a leer y entender el universo, la palabra de las personas sabias, de los profetas y santos… palabras de tantas personas que nos ayudan a entender el mundo y a organizar nuestra propia vida y vivirla con provecho y lucidez.

Todas estas palabras son buenas y constructivas. Sin ellas no sabríamos vivir. Pero el gran milagro que celebramos hoy es que la Palabra Eterna del Padre, la Palabra que está en el origen de todo y que da sentido a todo, ha tomado carne en Jesús de Nazaret, se ha hecho uno de nosotros y camina con nosotros en la historia. Y en Jesús de Nazaret encontramos iluminación, consuelo, fortaleza, perdón, sentido…; en él recobramos el sentido de las cosas y de nuestra propia existencia en el mundo.

La Palabra Eterna, que da sentido al mundo, se ha hecho niño; no se impone, se ofrece; no es una carga sino una posibilidad de nueva vida; no es algo del pasado sino la posibilidad de un nuevo futuro. Dice San Juan que el que recibe esta Palabra se hace “hijo”. Y esta es la palabra verdadera: No somos una mota de polvo perdida en el mundo, somos “hijos” amados. Y la conciencia de ese amor hace de nosotros personas alegres, felices y creativas.

Por eso si alguien te dice que tú no tienes ningún valor, no le creas: es una palabra falsa. La palabra verdadera es la de Jesús que te dice que “tú vales mucho”, como hijo/a del Padre/Madre.

Si alguna vez sientes que andas en tinieblas, no tengas miedo; escucha la Palabra de Jesús – en los evangelios, en la Eucaristía, en la oración, en el ejemplo de las personas buenas… – y déjate iluminar.
Si alguno te dice que eres malo o inútil, no le hagas caso; la misericordia de Dios te da siempre una nueva oportunidad y hace de ti una persona siempre capaz de hacer el bien.

Cuando te sientes tentado de no amar, de dejarte llevar por la sospecha y el cansancio del amor, levanta los ojos y mira al que te ama infinitamente y atrévete tú también a amar incluso a quien no lo merezca.

No lo olvides, en Cristo se nos reveló la Palabra, es decir, el sentido de nuestras vidas y ese sentido no es otro que uno : “Eres hijo/a; eres amado”.
Feliz Navidad
P. Antonio Villarino
Bogotá

Reunión LMC Polonia para “Celebrar la Navidad”

LMC PoloniaDel 16 al 18 de diciembre tuvimos nuestra última reunión de formación en 2016.

Fue un fin de semana extraordinario. El tema principal de este fin de semana fue “La Comunidad”.

El viernes, después de la cena, tuvimos una introducción, y hablamos un poco sobre los componentes de la comunidad LMC.

Durante la mañana del sábado profundizamos sobre los diferentes aspectos por grupos animados por Alberto de Portilla, nuestro Coordinador Internacional LMC venido de España.
LMC PoloniaDurante nuestra formación bíblica con la hermana Joanna, estuvimos analizando el libro de Haggai. Israel como “pueblo exclusivo” necesitaba cooperar, vivir como comunidad y confiar en Dios para reconstruir su Templo.
Por la noche, hubo un tiempo para celebrar la cena de “Nochebuena”. Después de leer la historia sobre el nacimiento de Jesús en la Santa Biblia, compartimos una oblea mientras intercambiábamos nuestros saludos y buenos deseos de Navidad. Después de eso, empezamos a comer la deliciosa comida preparada con algunos platos típicos de Navidad: croquetas con sopa de remolacha, bolas de masa con ciruelas, un montón de pan de jengibre y algunos alimentos tradicionales de Silesia (región de Polonia) – “moczka”. También fue un tiempo para intercambiar los regalos de Navidad, fue muy divertido y una alegría para todos nosotros.

Al atardecer comenzamos con la vigilia en la Capilla rezando en numerosas lenguas y teniendo presentes a los diferentes continentes y de manera especial a los muchos misioneros repartidos por el mundo. A medianoche participamos en la Misa tradicional “Pasterka”. El domingo, durante la formación sobre Comboni, exploramos la actitud de San Daniel Comboni respecto a la comunidad y la participación de todos en la misión a través del estudio del Plan de Comboni.
LMC Polonia
¡Jesús nace todos los días, sólo necesitamos ser lo suficientemente valientes para notarlo y aceptarlo en nuestros corazones!

¡Feliz Navidad a todos ustedes!
LMC Polonia