Laicos Misioneros Combonianos

Primer encuentro de formación de los LMC en Mozambique en 2016

CarapiraTuve la oportunidad de participar en la primera reunión de formación permanente de los LMC en Mozambique, fui invitado como candidato en formación para dialogar con el coordinador y compartir mi realidad personal. Durante esta reunión tuve la gracia de escuchar el tema de Misericordia de Dios como Padre nuestro; este tema me ayudó a reflexionar sobre mi situación actual e iluminó en mi mente los puntos que vamos a tratar en adelante.

Después de este día de reflexión personal, de oración y de compartir, experimentando la misericordia de Dios y un buen descanso, continuamos el encuentro con la evaluación del 2015. Primero hablamos sobre los proyectos, nuestro espacio de huerto comunitario, la cantina de la escuela, la venta de artículos de artesanía y el anteproyecto de Cabaceira. Después hablamos de la formación (inicial y continua). También sobre la Animación Misionera, actividades pastorales, Economía, salidas y llegadas.

Después de escuchar a nuestra evaluación y nuevas sugerencias el hermano Luis (MCCJ asesor del grupo de LMC en Mozambique) nos hizo ver la importancia de nuestra vocación de laicos, ya que nuestro trabajo es importante en la misión sin tener que reemplazar la tarea del sacerdote, hermano o hermana, como muchas personas piensan. San Daniel Comboni también llevó laicos a la misión.

Completamos nuestra reunión con el almuerzo, donde experimentamos los tomates verdes (que se come en México como salsa picante) lo que motivó una bonita conversación sobre los platos tradicionales de diferentes partes del mundo.

LMC

Arnaldo Inasio Sualehe

Mañana de Resurrección

Un comentario a Jn 20, 1-18, Domingo de Pascua, Misa del día, (27 de marzo de 2016)

DSC02091La liturgia nos ofrece muchas lecturas el Sábado Santo y el Domingo de Pascua. Yo me fijo solamente en el capítulo 20 de San Juan, del cual se lee una pequeña parte en la Misa del Día del Domingo. El texto es muy rico, pero, como siempre, ofrezco apenas unas breves anotaciones:

1. “El primer día de la semana”. Comienza una nueva “semana” (como la primera “semana” del Génesis), un nuevo tiempo, una nueva creación. Jesús vino para hacerlo todo nuevo, superando la experiencias negativas. Él es el testigo de que Dios es siempre nuevo, de que es posible comenzar en nuestra vida un camino nuevo. Claro que, para que se produzca una nueva creación, es necesario saber morir a la vieja creación, al egoísmo, al orgullo. “Si el grano de trigo no muere, se queda solo; pero si muere, da fruto en abundancia”.

2. “Al amanecer, cuando todavía estaba oscuro”. María Magdalena busca a Jesús, no en la vida, sino en la muerte, sin darse cuenta de que el día ya “amanece”; “cree que la muerte ha triunfado”, comenta el biblista Mateos; por eso su fe está todavía en la oscuridad. Ya clarea, ya hay nueva esperanza, pero no se ha abierto camino en el corazón y en la conciencia de María. ¡Cuántas veces nosotros vivimos en el claroscuro, sin saber reconocer los nuevos signos de esperanza que Dios nos regala en nuestra historia personal o comunitaria!

3. La losa removida. A este respecto comenta el escritor Anselm Grün: “La primera señal de la Resurrección es la piedra que ha sido retirada del sepulcro. La piedra que preserva del sepulcro es el símbolo de las muchas piedras que están sobre nosotros. .. Esta piedra puede ser la preocupación por nuestro porvenir o por el futuro en nuestro mundo. El miedo que gravita sobre nosotros puede ser la angustia de fallar, el miedo de decir lo que sentimos porque podríamos desacreditarnos, porque podríamos perder el afecto y la confirmación de los otros…. Cuando una piedra yace sobre nuestra tumba, nos pudrimos y nos descomponemos dentro….”.

4. Los discípulos
a) Simón y el otro discípulo llegan separados. La muerte de Jesús ha provocado dispersión: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Es una reacción muy normal en los momentos de dificultad. La gente se divide y se dispersa, cuando las cosas no van bien. El desánimo se acumula y reina el “sálvese quien pueda”.
b) Los dos discípulos corren al sepulcro. Movidos por la Magdalena, los discípulos recuperan la unidad, una vez más atraídos por el recuerdo y la búsqueda de Jesús. En los momentos de división, de amargura, de decepción, sólo una cosa puede devolver la unidad a la comunidad y a la Iglesia: correr en busca de Jesús, aunque nos parezca muerto, aunque nos parezca que ya no tiene la fuerza y el atractivo de una vez.
c) Encuentran signos de vida (la losa removida, los lienzos ordenados). Pero los discípulos siguen sin creer que la vida pueda superar a la muerte. No habían entendido que Dios puede hacer todo nuevo, como lo había anunciado Isaías: “ Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminosos es tu rocío, y la tierra echará de sus seno las sombras” (Is 26, 19-21).
d) El discípulo amado (el que había estado con Jesús en la cruz) cede la primacía al que lo había traicionado. El discípulo fiel ayuda al compañero, pero sin recriminaciones, simplemente corriendo más que él. A los compañeros no se les recrimina ni se les pretende forzar a la fidelidad; simplemente hay que correr más y, al mismo tiempo, saber esperar.
d) Los discípulos no comentan nada entre ellos. Siguen atónitos, sin saber qué pensar. Suele suceder. Cuando alguien se muestra muy entusiasta de una presencia de Dios entre nosotros, los demás se muestran escépticos y hasta acuden al ridículo (“cosas de mujeres”). De ahí que la gente tiende a no mostrar mucho su fe, su devoción, su entusiasmo… no sea que los traten de ingenuos, de devotos…

5. María Magdalena
a) María no anuncia que la losa está removida, sino que “han quitado al Señor”. Lo que es una señal de vida lo interpreta como una señal de desesperación. Busca a un señor muerto, no vivo.
b) A pesar de eso, sigue al pie del sepulcro, embargada por la tristeza, pero firme. Hay momentos de noche oscura en los que sólo vale el amor gratuito, incondicional, la fidelidad pura y dura, amparada en la memoria de una experiencia de amor indestructible.
c) María no es capaz de reconocer a Jesús vivo. En efecto, ella sigue pensando en él como muerto. Parece que quiere encontrar a Jesús en el sepulcro, aunque sea muerto ¿Es Jesús para nosotros alguien del pasado? María “no sabe que, resucitado, ya no se circunscribe a un lugar y que está siempre cercano, presente entre los suyos” (Mateos).
d) “Le dice Jesús: María”. Jesús vivo nos llama por nuestro nombre, de una manera concreta; nos interpela en nuestra situación de vida, con nuestras circunstancias particulares, únicas e irrepetibles. Al oír la voz de Jesús, que la identifica personalmente y la involucra, “no mira más al sepulcro, que es el pasado; se abre para ella su horizonte propio: la nueva creación que comienza. Ahora responde a Jesús” (Mateos).
e) María, representante de la Iglesia, de la nueva comunidad, escucha la voz del buen pastor que la invita al seguimiento para gozar de buenos pastos y llenarse de vida y alegría. María responde “Rabbuni”: reconoce el señorío de Jesús, maestro y Señor. Este reconocimiento surge desde la noche de la desesperanza y el sufrimiento. Es un reconocimiento distinto del momento en que se sintió amada, perdonada, comprendida en su propia vida. Ahora ya no piensa más en sí misma, sino en el Señor que pensaba perdido para siempre.

Pienso que esta experiencia se parece mucho a la de nosotros, los adultos, que, después de nuestro entusiasmo juvenil, hemos pasado por decepciones, tinieblas y amarguras. Estamos un poco decepcionados de nosotros mismos, de la comunidad, de la Iglesia, de las utopías… ¿Podemos reconocer al Señor y responderle con igual cariño, sean cuales hayan sido nuestras experiencias como personas, creyentes y consagrados?

P. Antonio Villarino
Madrid

Rey de Paz

Un comentario a Lc 19, 28-40, Domingo de Ramos, 20 de marzo 2016.

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El Domingo de Ramos es como un gran pórtico que abre a la Semana Santa, con su extraordinaria intensidad celebrativa, en recuerdo de la última semana que Jesús pasó en Jerusalén. Hoy se leen dos partes del evangelio de Lucas, el de la entrada de Jesús en Jerusalén, que se lee antes de la procesión con los ramos, y la Pasión, que se lee ya dentro de la Misa.
Como siempre, estas lecturas pueden dar juego mucho para meditar, si los leemos con el corazón abierto y humilde. Ojalá cada uno de nosotros dedique un tiempo de este domingo para leer estos textos con calma, relacionarlos con nuestra vida y dejarse iluminar.

Montado sobre un pollino
Yo quisiera fijarme apenas en un solo detalle, en el hecho que Jesús sube a Jerusalén, la capital de todo el sistema político-religioso de Israel, montado en un pollino o, si prefieren usar otras palabras, un asno o borrico. Parece bastante claro que con esa “acción parabólica”, el evangelista Lucas nos quiere decir que Jesús entró en Jerusalén como el Rey de Paz que el profeta Zacarías había prometido:
“Salta de alegría, Sión,
lanza gritos de júbilo, Jerusalén,
porque se acerca tu rey,
justo y victorioso,
humilde y montado en un asno,
en un joven borriquillo.
Destruirá los carros de guerra de Efraín
y los caballos de Jerusalén”.

En aquellos tiempos, el caballo (o la mula, en los usos monárquicos de Israel) era un instrumento de guerra; entonces era y sigue siendo ahora un signo de poder, de prestigio, de dominio sobre los demás, mientras que el asno era –y sigue siendo– un instrumento del trabajo cotidiano, de familiaridad, sencillez y paz.

Confianza frente a prepotencia
A lo largo de toda esta semana santa, podremos ir confirmando la imagen de este Jesús que afronta a los violentos a pecho descubierto, con la sola fortaleza de su verdad y de su confianza en el Padre. Por eso, al final de la lectura de la Pasión que escuchamos hoy, se dice que la última palabra de Jesús fue: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y El centurión afirma: “Realmente, este hombre era justo”.

En la vida hay quien se mueve con prepotencia, con orgullo, confiado en su carro grande, sus vestidos brillantes, su mucho dinero… Y hay personas que, como Jesús, prefieren ser personas “justas”, es decir, honradas, honestas, sencillas, que confían en la verdad y en el amor de Dios, frente a todas las apariencias, falsos prestigios y poderes pasajeros.

Esto me hace pensar, por ejemplo, en la muerte de San Daniel Comboni. Al final de su vida, agotado por tantos trabajos, enfermedades y luchas, alguien lo acusó en Roma de una inmoralidad. Se sintió solo y abandonado, incomprendido, fracasado. En ese momento no le quedó otra cosa que su confianza en Dios, la confianza que había aprendido de sus padres y que él siguió cultivando durante toda su vida; ahora no le falló y le ayudó a ser fiel hasta el último suspiro, sin caer en la tentación del odio, de la revancha o de la amargura.

También en nuestra vida hay momentos en los que no nos sirven los “caballos”, ni las carreras académicas, ni el mucho trabajo, ni la riqueza… Hay momentos en los que sólo Dios es la fuente de nuestra confianza. Solo Él es el juez justo que sabe reconocer nuestra verdad. Y eso nos permite afrontar la violencia con la paz, la prepotencia con la sencillez, el abuso con el servicio, el odio con el amor, la desconfianza con la fe.
Buena Semana Santa para todos y todas

P. Antonio Villarino
Madrid