Laicos Misioneros Combonianos

Noticias desde Kinshasa

Congo

Os dejamos aquí un email que nos llega desde Congo sobre la situación actual en el país.

Buenas noches Alberto,
No conseguí el documento que pedí y no pude devolverte la llamada porque aquí el fin de semana del 31 ha sido complicado para los católicos debido a la marcha de los laicos contra la situación política del país.
En nuestra parroquia, durante la misa de las 6 en punto en la que participé, los soldados entraron en la iglesia a las 7 a.m. justo en el momento de la homilía. Arrojaron gases lacrimógenos y se colocaron frente a las salidas de la iglesia y luego dispararon con munición real. Estuvimos atrapados en la iglesia durante 30 minutos. Entonces los sacerdotes se organizaron para ayudarnos a refugiarnos en la sacristía.
Luego, una hora después el sacerdote retomó la misa, terminamos alrededor de las 11 de la mañana y luego comenzamos nuestra marcha, a pesar de la situación.
En cada barrera que pasábamos, los policías nos intentaban intimidar con brutalidad para intentar que nos dispersásemos. Cuando se acercaban nos arrodillábamos o tirábamos al suelo y cantamos canciones a María. Ellos intentaban llevarse a parte de las personas y golpeaban al grupo. Después de 45 minutos de marcha, llegaron dos autobuses militares, comenzaron a disparar gas lacrimógeno y el aire se hizo insoportable. El shock fue terrible. El sacerdote permaneció de pie, sosteniendo el crucifijo en su mano. Ellos estaban fuertemente armados y no se inmutaron. Luego rezamos el Magnificat, cuando terminamos el sacerdote dio media vuelta y terminamos la marcha en la parroquia st Charle Lowanga a las 13h.
Hubo varios heridos y algunos muertos. Yo misma estoy herida en las piernas y, por tanto, en reposo médico desde el lunes.
Gracias por orar por nuestro país, tenemos esperanza en vosotros.

Congo
Les manifestants devant la police le 31/12/2017 à Kinshasa lors de la marche initiée par le Comité laïc de coordination (CLC). Radio Okapi/Ph. John Bompengo

Primeras navidades en Mozambique

LMC Mozambique

LMC MozambiqueEn las vísperas de Navidad casi que sólo me apercibí de su cercanía cuando iba a rezar y ‘por mi cuenta’ hojeaba la Liturgia en las páginas de Adviento.
Sé que, muy probablemente, si no estuviera aquí, todo a mí alrededor evocaría la Navidad. La proliferación de anuncios navideños tratarían de centrarme en estas fiestas a partir del tercer trimestre del año, prácticamente, en un juego astuto y paulatino.
Entre los juegos de luces, las decoraciones interiores y exteriores, sugerencias tanto para los Menús cada vez más exquisitos como para el “dress code” de la Noche Buena y del almuerzo de Navidad, la magia que se siente en las calles de las ciudades, los típicos villancicos (…) entre una y otra cena entre amigos y grupos de esto y de aquello, nada dejaría escapar la atención, ni siquiera de los más distraídos, para ‘Lo que está para llegar’…
Aquí, no hay nada – de eso. En las ciudades se ven algunos signos “navideños importados”. Pero aquí, no. Los sentidos no son invadidos por esta avalancha de estímulos. No hay el frío ni vidrios empañados que dejen ver las luces parpadeando. No se oyen las canciones típicas. No se siente, ni uno se une, a la bulimia de las compras ni de los regalos – y, mucho menos, de las compras y las necesidades de última hora. No se asiste a ‘solo en casa’ en televisión. El calor es demasiado para pensar en sustituir las zapatillas, las faldas o pantalones cortos y las camisetas por ropa más calientita. No se publicita el bacalao ni el aceite virgen extra. No hay el bolo-rey, las rabanadas, polvorones o dulces de esto y de aquello. No se sueñan con juguetes ni se envuelvan promesas de pequeños paraísos instantáneos y de corta duración.
Confieso que, en la semana de Navidad, me sentí un poco aprensiva: por ser m primera navidad en misión, por añorar a la familia, por ser todo tan diferentes de lo que estoy acostumbrada, y hasta por no haber tenido ni luz ni agua en esos días, dificultando la comunicación y desafiando la creatividad…
Pero, este año, el Niño Jesús me ha traído este aprendizaje: la Navidad no es ornamento. A nuestro alrededor puede parecer Navidad, pero nunca lo será si no está ya dentro de cada uno de nosotros. La Navidad es, también, movimiento, itinerancia. Siempre tenemos que estar en camino para encontrarlo. Si queremos ver una ‘gran luz’ tenemos que levantarnos y partir; tenemos que ir al encuentro de los pesebres donde se encuentra el sufrimiento humano; tenemos que volver al establo donde nos encontramos con la sencillez; tenemos que regresar al pesebre donde la esperanza de Dios y la esperanza de la humanidad se encuentran – pero, con la confianza de que, entre el silencio y la palabra que buscamos, una estrella nos guiará siempre.
La Navidad, creo, nos despierta para volver a nuestras verdaderas raíces, hacia el primer sueño de Dios para cada uno de nosotros. La infancia de Jesús es, también, nuestra infancia. Es por eso que, después de una larga espera encontramos paz cuando, finalmente, reposamos en Dios.

Curiosidad…
Después de la independencia Mozambique se convirtió en un estado laico. Sin embargo, el día de fiesta del día 25 de diciembre fue preservado, no por ser día de Navidad, sino como el Día de la Familia. Así, en este día, independientemente de la religión que profesen, las familias se encuentran y celebran el don de la Familia (claro que, para la comunidad cristiana, este día es más que eso, es el día del nacimiento de Jesús, en que la Salvación y la verdadera Paz descienden a la Tierra). Así, deseablemente, se reúnen para confraternizar y recuperar fuerzas para el año que está por venir – pero, después de todo, ¿no es, también, esto la Navidad? En la Navidad, cada vez que celebramos la esperanza conseguimos decir en nuestro corazón “la Humanidad tiene futuro”.

Dejo parte de un poema de José Tolentino Mendonça (“El pesebre somos nosotros”) que me acompañó en las últimas semanas:

El Pesebre somos nosotros
Es dentro de nosotros que Jesús nace
Dentro de cada edad y estación
Dentro de cada encuentro y de cada pérdida
Dentro de lo que crece y de lo que se derrumba
Dentro de la piedra y el vuelo
Dentro de lo que en nosotros atraviesa el agua o atraviesa el fuego
Dentro del viaje y del camino que sin salida parece
LMC MozambiqueEsperando que hayan tenido una buena Navidad,
Votos de un Feliz Año Nuevo,
Marisa Almeida. LMC en Mozambique

El custodio de la familia

Un comentario a Mt 2, 13-15.19-23 (31 de diciembre, domingo de la sagrada familia)

En este día, dedicado por la Iglesia católica, a reflexionar y orar por la familia, leemos un pasaje de Mateo, el único evangelista que narra la huida de la familia de Jesús a Egipto y regreso a Nazaret.
Los expertos nos dicen que este texto de Mateo pone en relación la historia de Jesús con la historia del pueblo de Israel: ambos tienen que escapar a Egipto –tierra extranjera y difícil- para salvar la vida; ambos regresan a la tierra prometida, después de superar muchas dificultades y contrariedades; ambos son guiados por un José, que, en ambos casos, representa la providencia del Señor que protege a su escogido y lo guía por los borrascosos meandros de la historia.
En el texto se repiten varias veces una serie de verbos de acción, que llaman a José a ponerse en marcha, en actitud de defensa de la vida de María y Jesús:

“Levántate, toma al niño y a su madre, parte, porque el niño está en peligro, regresa”

Para mí estos verbos expresan una actitud de custodia, que evoca resonancias entrañables, propias de toda familia. En este sentido, podemos decir que la familia de Nazaret es una parábola de toda familia, que debe ser constantemente protegida y custodiada.

Gracias a Dios son muchas las familias, en las que la vida es custodiada y protegida. ¡Cuántos padres y madres se levantan una y otra vez para atender a su hijo que llora en la noche, que necesita urgentemente ir al hospital o que lo acompañen a un evento escolar o deportivo, con el objetivo claro de que el hijo o hija se sientan seguros de un amor que no falla, imagen del amor eterno de Dios!

Afortunadamente, muchas de las familias que conocemos no tienen que huir para salvar la vida, pero muchas otras lo siguen haciendo hoy:

¡Cuántas familias colombianas han tenido que huir de las zonas de conflicto, cuántas familias sudanesas, sirias o iraquíes deben abandonar sus casas quemadas por personas intolerantes, cuántos emigrantes en Estados Unidos o en Europa han debido dejar sus hogares para proteger a sus hijos!… Sí, sigue habiendo demasiadas familias amenazadas en nuestro mundo, que deben someterse a un desplazamiento forzoso para proteger sus vidas.

Yo veo hoy repetida la historia de José y María, con su hijo a cuestas, en miles de familias, en miles de padres que se desviven por proteger a sus hijos e hijas, en hijo e hijas que se esfuerzan por custodiar a sus padres, a pesar de las duras condiciones del trabajo…

En este día de la familia, demos gracias a Dios por la familia que nos custodia y seamos como José fieles custodios de nuestra propia familia y de toda familia amenazada.

En el fondo todos somos llamados a custodiarnos y protegernos mutuamente. La vida es débil y frágil y necesita custodia, protección activa y dinámica. Hacerlo es ser imagen e instrumento del Dios de la vida, como José.
P. Antonio Villarino
Bogotá

Con María y José en camino a la Navidad

LMC PeruLa verdadera alegría nace del amor. Sólo cuando nos atrevemos a vivir por amor permitimos que Dios nazca en nosotros haciendo de nuestro corazón su pesebre. Sólo cuando creemos en el misterio de Jesús somos verdaderamente felices. La alegría brota de un corazón que poco a poco se ha ido y se va enamorando por Dios. Reconocer que Dios existe es tener la certeza que jamás caminamos solos y la alegría de saber que Él camina con nosotros y transforma diariamente nuestras vidas. El camino no es tan simple como las palabras que decimos, es exigente. Exige esfuerzo por nuestra parte, exige que nos coloquemos en camino, exige que salgamos de nosotras y como María y José caminemos hasta la Galilea de nuestros corazones en busca del mejor lugar para renacer junto a Jesús. Porque Jesús está vivo y viene a nosotros.
Como María tenemos muchos miedos, inquietudes y temores, pero inspiradas por su ejemplo, decimos nuestro sí cada día. María al aceptar ser madre renunció a todo lo que había planeado para cumplir la voluntad de Dios en sí. A pesar de no estar en los planes de María ser la elegida de Dios para ser madre de Jesús, ella aceptó. Como María entregamos nuestra vida en las manos de Dios.
San José nos inspira a acoger el proyecto que Dios tiene para nosotros a pesar de las dificultades y desafíos. Para San José no fue fácil comprender que María estaba embarazada del hijo de Dios. Hasta pensó en dejarla secretamente pero cuando el ángel le habló él se entregó completamente.
La familia de Nazaret nos enseña a vivir en comunidad. María y José, como comunidad, supieron vivir la encarnación de Dios en sus vidas. No es fácil seguir la voluntad de Dios en comunidad pero ellos comprendieron que cuando Dios nos llama, tocando nuestro corazón, nuestra vida nunca más será la misma. Nuestro sí abre puertas a muchas otras maravillas, no sólo en nuestras vidas sino también en las vidas de otras personas. Ellos encontraban en la oración el coraje que necesitaban para llevar la misión de forma alegre y confiada. En los momentos de oración abrimos las puertas de nuestro corazón y de nuestra casa para que Dios venga y diariamente nos diga cuál es el camino a seguir. La oración es la base de la comunidad y es a través de ella que consagramos todas nuestras vidas al Señor.
“Vivamos esta Navidad, recordemos que tal como dice José Tolentino Mendonça “el pesebre somos nosotros, es dentro de nosotros que Jesús nace”. Preparemos nuestro corazón y nuestras vidas para ser la casa donde Jesús se prepara para renacer.

Paula y Neuza. LMC en Perú.