Laicos Misioneros Combonianos

Paz, alegría, perdón, misión

Jesús resucitado
Jesus resucitado

Comentario a Jn 20, 19-31: Segundo Domingo de Pascua, 28 de abril del 2019

En este segundo domingo de Pascua, seguimos leyendo el capítulo 20 de Juan, que nos habla de lo que pasó “en el primer día de la semana”, es decir, en el inicio de la “nueva creación”, de la nueva etapa histórica que estamos viviendo como comunidad de discípulos misioneros de Jesús. La presencia de Jesús vivo en medio de la comunidad se repetiría después a los ocho días, para tocar el corazón de Tomás, exactamente como sucede con nosotros cada domingo, cuando cada comunidad cristiana se reúne para celebrar la presencia del Señor.

El evangelio nos dice que Tomás no creyó hasta que puso sus manos en el costado herido de Jesús. Precisamente de ese costado herido de Jesús, de su corazón que se da hasta el final, surge, el Espíritu que permite a la Iglesia seguir viviendo de Jesús. Con el Espíritu la comunidad recibe los siguientes dones: paz, alegría, perdón, misión. Veamos brevemente:

  • “Paz a ustedes”

Jesús usa la fórmula tradicional del saludo entre los judíos, una fórmula que algunas culturas siguen usando hoy de una manera o de otra. En nuestro lenguaje de hoy quizá podríamos decir: “Hola, cómo estás, te deseo todo bien, soy tu amigo, quiero estar en paz contigo”. ¿Les parece poco? A mí me parece muchísimo. Recuerdo cuando el actual Papa Francisco, recién elegido, salió al balcón de la basílica de San Pedro y simplemente dijo: “Buona sera” (Buena tardes). Bastó ese pequeño saludo para que la gente saltara de entusiasmo. No se necesitaba ninguna reflexión “profunda”, ninguna declaración especial; sólo eso: una sencilla palabra de reconocimiento del otro desde una actitud de apertura y amistad.

Pienso en la importancia y belleza de un saludo cordial y cariñoso entre los miembros de una familia, reafirmando día a día esa cercanía amorosa que nos da vida y alegría; pienso en el saludo respetuoso y positivo entre compañeros de trabajo que hace la vida más llevadera y productiva; pienso en esa mano que nos damos durante la Misa reconociendo en el otro a un hermano, aunque me sea desconocido; pienso en el gesto de comprensión y apoyo hacia el extranjero… Pienso en una paz mundial que necesitamos tanto en tiempos de gran violencia y conflictividad. En todas esta situaciones, Jesús es el primero en decirme: “Hola, paz a ti”.

Es interesante anotar que, saludando, Jesús muestra sus manos y su costado que mantenían las huellas de la tortura que había padecido. Es decir, la paz de Jesús no es una paz “barata”, superficial; es una paz que le está costando mucho, una paz pagada con su propio cuerpo. Nos recuerda que saludar con la paz a nuestra familia, a nuestro entorno laboral, a nuestra comunidad… no siempre es fácil; más bien a veces es difícil. Pero Jesús –y nosotros con él- es un “guerrero” de la paz”, un valiente, que no tiene miedo a sufrir.

  • Alegría: “Los discípulos se alegraron de ver al Señor”.

 La llegada de Jesús, con su saludo de paz, produce alegría. Como produce alegría la llegada de un amigo; como hay alegría en una familia o en una comunidad cuando hay aceptación mutua. No se trata de una alegría tonta, que oculta las dificultades, los problemas o hasta los pecados; no es la alegría de quien falsea la realidad o se droga con el vino, la droga, los placeres de cualquier tipo o un orgullo inconsciente e insensato.

Es la alegría de quien se siente respetado y respeta; la alegría de quien se siente valorado y valora; la alegría de quien se sabe amado gratuitamente y ama gratuitamente; la alegría de quien se reconoce como Hijo del Padre. Es la alegría honda de quien ha encontrado un sentido a su vida, una misión a la que entregar sus días y sus años, aunque eso implique lucha y sufrimiento. Es la alegría de quien ha encontrado en Jesús a un amigo fiel, a un maestro fiable, a un Señor que vence el mal con el bien.

  • Perdón: “a quienes perdonen les quedará perdonado”.

 La alegría del discípulo, como decíamos, no es la del inconsciente ni la del “perfecto”, que pretende hacerlo todo bien. Es la alegría de la persona que acepta ser perdonada y sembrar semillas de perdón. Jesús infundió en su Iglesia el Espíritu del perdón, de la misericordia y de la reconciliación. El Papa Francisco ha recuperado para nuestro tiempo este “principio misericordia”. La Iglesia no es el espacio de la Ley o de la condena; la Iglesia de Jesús es el espacio de la misericordia, de la reconciliación, el lugar donde siempre es posible comenzar de nuevo. Sin misericordia, la humanidad se hace “invivible”, “irrespirable”, porque, al final, no somos capaces de vivir de solo ley. Necesitamos la misericordia, la paz, la alegría de la fraternidad.. y eso solo viene realmente como fruto del Espíritu.

  • Misión: “Como el Padre me envió, así les envío yo”.

 La comunidad de discípulos, pacificada, perdonada, convertida en espacio de misericordia, se hace comunidad misionera, enviada al mundo para ser en el mundo precisamente eso: espacio de misericordia, de reconciliación y de paz. ¡Cuánto necesita nuestro mundo este espacio! ¡Cuán necesario es extender por el mundo estas comunidades de discípulos para que humildemente creyentes sean lugares de saludo pacífico, de perdón y de alegría profunda!

P. Antonio Villarino

Bogotá

Retiro de Pascua de los LMC en Portugal

LMC Portugal

Los pasados ​​días 6 y 7 de abril tuvimos en Viseu el retiro de la Cuaresma, orientado por el P. José Vieira. Comenzamos la mañana escuchando una canción de Aline Barros, llamada Renuévame Señor Jesús, para empezar a entrar en el espíritu de retiro. Un momento de parar, de crear espacios vacíos para escuchar a Jesús y hacerlo habitar en lo más íntimo de nuestro ser.
El momento de la mañana tuvo por tema “la misión: santos y capaces”, como pide Comboni. Tuvimos una pequeña introducción por el P. José Vieira, como líneas orientadoras para un momento posterior de reflexión y oración individual. Hemos seguido algunos puntos de la Gaudete et exultate del Papa Francisco para ayudarnos a ver nuestra misión en Cristo y cómo debemos ser santos y misioneros en todos los aspectos de nuestra vida. “Ser Santos porque Dios es Santo”. Entender en el corazón de una vida unida a Dios, en la que nos dejamos moldear por Él y así caminar hacia la Santidad.
Hicimos después el via crucis, guiados por el evangelio y San Daniel Comboni, que nos llevó a revivir las últimas horas de Jesús, teniendo presentes a aquellos en quienes Él continua sufriendo hoy en Mozambique, Malawi, Sudan del Sur, República centroafricana e en tantos otros lugares

Durante la tarde reflexionamos sobre el tema “el corazón misionero”, nuevamente con una pequeña introducción del P. José Vieira antes de nuestra reflexión y oración individual. Este tema surge porque el corazón es el verdadero destinatario de la misión. En este sentido, no podemos huir de nuestro corazón, de ahí que sea muy importante entender lo que lo hace palpitar. Para ayudarnos en la reflexión, pudimos meditar sobre varios puntos de los escritos de Comboni donde surge la palabra corazón. Es curioso saber que esta palabra surge más de mil veces en los escritos de Comboni, todo un signo de la importancia del corazón en la misión y en el misionero.

Os dejo aquí tres citas que marcaron mi reflexión:

  • “Nosotros los cuatro formamos un solo corazón, una sola alma. Cada uno se esfuerza por hacer bien a los demás. “- Escrito 1507 – Veo en este sentido a la comunidad, unidos en un solo corazón.
  • “El corazón de Jesús es nuestro centro de comunicación” – Escrito 4764 – Vi este escrito muy ligado a la reflexión de la mañana, esta unión con Jesucristo que se convierte en nuestro centro de comunicación, unos con otros, y que nos encamina hacia la santidad.
  • “Cuando se tiene la plena certeza de estar haciendo la voluntad de Dios, todo sacrificio, todas las cruces y la propia muerte son el más dulce confort de nuestros corazones.” – Escrito 3683 – Resuena en mí la búsqueda que he hecho para encontrar esta voluntad de Dios en mi vida, esta certeza plena del camino a seguir. Me levantó dudas e inquietudes que pude rezar y entregar al Señor en este retiro.

Al final de la tarde, tuvimos la celebración penitencial, que nos ayudó a renovar nuestros corazones arrepentidos y a revisar lo que nos aleja de Dios y de su amor. Por la noche, hicimos una Lectio Divina con adoración del Santísimo, con base en el Evangelio del Domingo, el de la mujer adúltera. Fue un momento de abrir nuestros corazones plenamente ante Jesucristo allí presente y de meditar la Palabra y aquello que nos hablaba a cada uno en nuestras vidas y nuestras dificultades. Fue para mí un compartir hermoso y un encuentro verdadero con Cristo.

En la mañana del domingo meditamos, sobre la base del mensaje del Papa Francisco para esta Cuaresma, escuchar el clamor de los pobres y el clamor de la tierra. Mirando hacia los problemas ambientales y mirando esta cuaresma como una forma de conversión plena, no sólo en nuestras acciones hacia los demás, sino también en nuestras actitudes hacia la obra de la Creación “que se encuentra en expectativa ansiosa, aguardando la revelación de los hijos de Dios “(Rm 8, 19).

Y terminamos nuestro encuentro con la Eucaristía, un momento de alegría y comunión fraterna.

LMC Portugal

Para mí fue muy importante y muy bueno poder vivir este retiro. Me ayudó a parar, a desacelerar y a romper las rutinas de esta vida tan llena de preocupaciones y trabajo. Me ayudó a encontrarme con Jesucristo, a mirar su cruz, a escuchar lo que habla a mi corazón. Me ayudó a tranquilizar temores y dudas que tantas veces agitan mi corazón, con la certeza de que cuando camino con él, todo tiene sentido.
Ana Sousa

Primeros momentos por Etiopía

LMC Etiopia

Queridos amigos y amigas,
Salí de Portugal el 6 de marzo de 2019 y llegué a Etiopía el 6 de marzo de 2011. Soy más joven.
Gracias a todos y todas por las manifestaciones de cariño y de amistad. En mis oraciones me pongo en el corazón de Dios porque Él, que nos ama a todos y cada uno de nosotros en particular, sabe lo que es mejor para cada uno de nosotros.
Por eso estoy aquí en Etiopía. Porque Él, que me ama, sabe lo que es mejor para mí. No sé hasta cuándo. Sólo sé que estoy y cada día es una aventura nueva, un deseo sincero de vivir la misión hacia donde me envió.
¡Estoy bien! ¡Mejor que eso, estoy feliz! Me encuentro en la casa provincial de los MCCJ de Etiopía, en Addis Abeba. Esta será mi casa durante los próximos meses, mientras estoy aprendiendo el amárico.
El amárico es una lengua difícil. Pero, gracias a Dios, hasta ahora, aún no caí en la tentación del desánimo. Me fortalece el deseo de estar cerca de las personas, de hablar con ellas, de hacer comunión. Y, sin saber amárico, eso es casi imposible o incluso imposible.
Estoy enamorado de Etiopía. Sé que voy a tener momentos difíciles y duros, de duda y de desesperación. Pero ahora estoy enamorado. Y quiero vivir este momento con intensidad, porque es único.
Vivo en comunidad con los MCCJ en Addis Abeba y me siento comunidad. Desde el principio me han acogido maravillosamente. Nuestro día comienza con la Eucaristía y las laudes a las 6:30; después del desayuno, voy a las clases, que empiezan a las 8:30 y terminan a las 12:00 y, después de almorzar, inicio el tiempo de estudio. A las 18:45 rezamos vísperas y, después de cenar, normalmente, convivimos un poco.
Nuestra casa está casi siempre llena. Por aquí pasan muchos misioneros camino a sus misiones en África. Ya tuve la oportunidad de conocer a algunos sacerdotes y hasta obispos. Ya encontré historias lindas y escalofriantes. Cuán dura es a veces la misión… Pero siempre bella. Nuestra vida está en manos de Dios.

Ya tuve la oportunidad de estar unos días en Hawassa con los LMC aquí en misión. Qué bonito fue. Hasta tuvimos un pastel para conmemorar mi llegada. En la formación aprendemos que debemos recibir bien a los nuevos LMC. Pero recibir esa calurosa acogida y cariño es, de hecho, extraordinario. Estoy agradecido a nuestros LMC en Etiopía por eso.
En Hawassa, durante un paseo en bicicleta, pinché las dos ruedas. Fue un buen bautismo. Este fin de semana participé en un retiro de los Comboni Friends. Fue muy bonito.
La celebración de la Pascua, aquí, será una semana después de la celebración de la Pascua en Portugal. Aprovechando una semana de vacaciones, voy a conocer la misión con los Gumuz, el pueblo con quien, si Dios quiere, voy a trabajar. Estoy entusiasmado. Después os contaré cómo fue.
A todos vosotros y a vuestras familias os deseo una santa Pascua y no se olviden de que Dios nos ama.
Estamos juntos en el amor de Dios.

LMC Etiopia

Pedro Nacimiento, LMC

La piedra removida

Resucitado
RESUCITADO

Un comentario a Jn 20, 1-9 (Pascua de Resurrección, 20 de abril de 2019)

Estamos en el último capítulo de Juan -si tenemos en cuenta que el 21 es considerado un añadido-. Aquí el evangelista nos transmite la experiencia de los primeros discípulos que pasaron de la decepción al compromiso, de la desunión a la comunión, del viejo Israel a la nueva comunidad de creyentes. Lo hace usando, como siempre, expresiones de gran resonancia simbólica, entre las que me permito resaltar algunas:

1.- “El primer día de la semana”

Terminada la creación (“todo está cumplido”, dice Jesús en la cruz), comienza el nuevo ciclo de la historia, el de la nueva creación. Jesús vino para hacerlo todo nuevo, superando la experiencias negativas. Él es el testigo de que Dios es siempre nuevo, de que es posible comenzar en nuestra vida un camino nuevo. Claro que, para que se produzca una nueva creación, es necesario saber morir a la vieja creación; hay que saber afrontar la muerte de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, de nuestro orgullo. Tenemos que dejar de ponernos a nosotros mismos en el centro de todo: “Si el grano de trigo no muere, se queda solo; pero si muere, da fruto en abundancia”.

2.- “Por la mañana temprano, todavía en tinieblas”

La Magdalena va al sepulcro buscando a Jesús, no en la vida, sino en la muerte, sin darse cuenta de que el día ya clarea. María cree que la muerte ha triunfado; por eso su fe está todavía en la penumbra. Ya clarea, ya hay nueva esperanza, pero no se ha abierto camino en el corazón y en la conciencia de aquella mujer que nos representa a todos.

Cuántas veces nosotros vivimos en el claroscuro, sin saber reconocer los nuevos signos de esperanza que Dios nos regala en nuestra historia personal o comunitaria.

3.- El sudario, los lienzos, la losa y el sepulcro

Se trata de cuatro objetos que, de por sí, nos hablan de un muerto y así lo entiende la Magdalena y los discípulos. El texto, sin embargo, nos habla de que la losa está removida, el sudario apartado, los lienzos ordenados y el sepulcro vacío. Ni la losa retiene al muerto, ni el sudario o los lienzos lo mantienen atado. La muerte ha perdido a su presa, aunque la Magdalena no acabe de verlo. A este respecto comenta Anselm Grün:

“La primera señal de la Resurrección es la piedra que ha sido retirada del sepulcro. La piedra que preserva del sepulcro es el símbolo de las muchas piedras que están sobre nosotros. Yace precisamente una piedra sobre nosotros allí donde algo quiere brotar en nuestra vida y nos estorba en la vida. E impide que nuestras nociones de la vida, que en cada momento emergen, lleguen a ser realidad. Nos bloquea, nos impide levantarnos, salir de nosotros, dirigirnos a los demás… Cuando una piedra yace sobre nuestra tumba, nos pudrimos y nos descomponemos dentro…”(p.98)

4.- Los discípulos recuperan la unidad

Los dos discípulos corren separados, como nos pasa cuando perdemos la fe y la esperanza.  Cuando las cosas no van bien, la gente se divide y se dispersa. El desánimo se acumula y reina el “sálvese quien pueda”. Pero después recuperan la unidad, una vez más atraídos por el recuerdo y la búsqueda de Jesús.

El discípulo amado (el que había estado con Jesús en la cruz) cede la primacía al que lo había traicionado). El discípulo fiel ayudará al compañero, pero sin recriminaciones, simplemente corriendo más que él. Buen ejemplo para nosotros: a los compañeros no se les recrimina ni se les pretende forzar a la fidelidad; simplemente hay que correr más y, al mismo tiempo, saber esperar.

La experiencia de los discípulos nos recuerda que Jesús vive, que su presencia se hace notar entre nosotros de muchas maneras y que, abiertos a esta presencia, también nosotros podemos salir de nuestros sepulcros, recuperar la esperanza, vivir el amor y triunfar sobre la muerte, la oscuridad y el caos. La muerte no tiene la última palabra. La vida, sí.

P. Antonio Villarino

Bogotá

El asno, la cena y el servicio

Comentario a Lc 19, 28-44 y a Lc 22, 14-23,56b5, (Domingo de Ramos, 14 de abril de 2019)

La liturgia nos ofrece hoy dos lecturas del evangelio de Lucas: la primera, antes de la procesión de ramos, sobre la bien conocida historia de Jesús que entra en Jerusalén montado sobre un pollino (Lc 19, 28-44); la segunda, durante la Misa, es la lectura de la “Pasión” (las últimas horas de Jesús en Jerusalén), esta vez narrada por Lucas en los capítulos 22 y 23.
Con ello entramos en la Gran Semana del año cristiano, en la que celebramos, re-vivimos y actualizamos la extraordinaria experiencia de nuestro Maestro, Amigo, Hermano y Redentor Jesús, que, con gran lucidez y valentía, pero también con dolor y angustia, entra en Jerusalén, para ser testigo del amor del Padre con su propia vida.
Toda la semana debe ser un tiempo de especial intensidad, en el que dedicamos más tiempo que de ordinario a la lectura bíblica, la meditación, el silencio, la contemplación de esta gran experiencia de nuestro Señor Jesús, que se corresponde con nuestras propias experiencias de vida y muerte, de gracia y pecado, de angustia y de esperanza. Por mi parte, me detengo en dos puntos de reflexión:

El rey montado sobre un pollino.
Hace algunos años he podido visitar Jerusalén durante diez días. Y, entre otras cosas, pude caminar desde Betfagé hasta el Monte de los olivos, desde el cual se contemplan los restos del antiguo Templo y la ciudad santa en su conjunto. Es un tramo no muy largo, pero en pendiente, por lo que exige un cierto esfuerzo. Según el texto de Lucas, Jesús hizo este recorrido montado sobre un pollino y aclamado por la gente.
Se trata de una escena que se presta a la representación popular y que todos conocemos bastante bien, aunque corremos el riesgo de no entender bien su significado. Para entenderlo bien, no encuentro mejor comentario que la cita del libro de Zacarías a la que con toda seguridad se refiere esta narración:
“Salta de alegría, Sion,
lanza gritos de júbilo, Jerusalén,
porque se acerca tu rey,
justo y victorioso,
humilde y montado en un asno,
en un joven borriquillo.
Destruirá los carros de guerra de Efraín
y los caballos de Jerusalén.
Quebrará el arco de guerra
y proclamará la paz a las naciones”.
(Zac 9, 9-10).
Sólo un comentario: ¡Cuánto necesitamos en este tiempo nuestro lleno de arrogancia, terrorismo y conflictos de todo tipo la presencia de este rey humilde y pacífico que no se impone por “la fuerza de los caballos” sino por la consistencia de su verdad liberadora y su amor sin condiciones!

La cena y el servicio
Lucas pone especial énfasis en la cena pascual, que es una cena de hermandad. Jesús, que comía con publicanos, pecadores, fariseos, come ahora con sus amigos y discípulos, fiel a la tradición e innovando un nuevo ritual que dura hasta hoy en forma de Misa. En torno a la Cena Jesús sella una nueva alianza con los más allegados, una alianza que nosotros renovamos cada vez que participamos conscientemente en la Eucaristía.
Seguir a Cristo hasta la cruz es disponerse a entregar la propia vida por amor.
Pero llama la atención que, inmediatamente después de la Cena, Lucas coloca el tema del servicio cristiano, como Juan coloca en el mismo contexto el lavatorio de pies. Me parece que el mensaje es claro: los discípulos de Jesús sellan entre sí y con Jesús un pacto de alianza cuyo sello es precisamente el servicio mutuo, no como los reyes de esta tierra. Eucaristía y servicio van juntos, son dos caras de la misma alianza.
Contemplar a Cristo en la cruz es identificarse con Él, es ponerse a caminar sobre las huellas de su entrega, confiando en que, aunque se rían de nosotros, el amor es más fuerte que la muerte.
P. Antonio Villarino
Bogotá