100 días del mayor crimen ambiental en la historia de Brasil.
17 personas muertas, una comunidad completa destruida, lodo tóxico que destruye Rio Doce, caminando 600 km hasta llegar al océano Atlántico y contaminarlo.
100 días sin ningún plan concreto para la recuperación del Río Doce.
100 días de impunidad absoluta.
100 días sin que nadie vaya a la cárcel.
El día 5 de noviembre de 2015 se presentaba un día tranquilo en la comunidad de Bento Rodrigues, un pequeño pueblo del interior de Minas Gerais, con 600 habitantes. Ese día, a las 16:30 de la tarde, los teléfonos móviles de los habitantes comenzaron sonar como gritos que venían de lejos. Gritos que advertían la rotura de la presa que contenía el barro de la minera Samarco (Vale).
Un río de lodo a una velocidad terrible, que se dirigió hacia la comunidad, y en poco tiempo, golpeó otra para entrar en el Rio Doce y luego en el océano y contaminarlo.
Un lodo tóxico con sus 15 metros de altura de violencia y destrucción.
La violencia que destruyó para siempre el río, la vegetación, la fauna, la comunidad, dejando lodos rojos que ya no permiten generar vida.
100 días han pasado y todavía permanece inmune, la noticia se dejó a un lado como si nada hubiera pasado, como algo que no importa más, para volver a una normalidad aparente y falsa.
Pero la normalidad es aquella de la injusticia, la normalidad es la que reina en las ganancias de esta multinacional, Vale y compañía, que no todavía no se ha responsabilizado por lo que cometió.
Ante esta grave situación, el gobierno del estado no trató esto como una emergencia, dejando a la empresa la tarea de resolver el problema con sus medios, abogado, sus ingenieros de control operativo y científicos… su beneficio e interés.
En 2013 una comisión denunció la irregularidad de la presa debido a un aumento en la erosión de la montaña que puso en peligro la seguridad de la misma. Un aviso de peligro causado por la explotación del territorio. En el momento de la catástrofe se descubrió que la compañía no tenía un plan de emergencia y no se tomaron medidas de seguridad.
En Minas Gerais, hay 754 presas que contienen residuos de lodo de las compañías mineras y de ellas, 42 no tienen certificación de seguridad. Dándose corrupción, balances falsos, intereses…
Estamos hablando de compañías multinacionales que hacen miles de millones.
En Minas, empresas mineras y políticos siempre fueron socios, como dos viejos amigos juntos, en un sistema que crea ventajas, ganancias, pero no para el bien común, no para el pueblo, no para nuestra tierra sagrada.
Este desastre ambiental nos involucra a todos, porque el daño es global, no sólo local, y siempre será una gran herida abierta en la historia de este país.
Daños permanentes irrecuperables, tales como la muerte de personas y de un ecosistema que nunca será el mismo.
La campaña de fraternidad de este año de la Iglesia Católica en Brasil, tiene como lema «casa común: nuestra responsabilidad”. «Scorra come acqua il diritto e la giustizia come un torrente perenne».
(Amos 5: 24). La Casa Común es nuestra Tierra, una casa tan destruida, maltratada y explotada. Tenemos que trabajar por una cultura ecológica que sepa defender, amar y sanar el mundo y donde todos somos responsables de esta curación.
Y al cuidar de la tierra, también hay que desafiar al sistema capitalista que explota, mata y crea desigualdad colocando en primer lugar el dinero y no el valor de la vida.
100 días pasaron, 100 días que no se han olvidado, y no debemos olvidar, no podemos construir el futuro con un presente cojo y enfermo, ni debemos dejar de denunciar.
La casa común: ¡nuestra responsabilidad!
La extracción de minerales por las empresas mineras destruyen las montañas de Minas Gerais, así como en otros países del mundo.
Durante el trabajo de extracción se utilizan productos químicos altamente peligrosos que contaminan la tierra, el agua y crean presas de lodos tóxicos que ponen en peligro la población y las comunidades.
Emma Chiolini LMC (Fonte: artigo de Marcus V. Polignano, revista Manuelzão, UFMG)