Testigos de la Esperanza es un grupo que se reúne, hace cinco años, en la casa comboniana Justicia y Paz.
Se trata de un grupo de autoayuda integrado por personas con problemas de adicción al alcohol, las drogas, la depresión o a cualquier adicción que aprisiona y no permite vivir bien. Es frecuentado en su mayoría por mujeres, madres, esposas, con hijos o esposos para hacer frente a la terrible adicción al alcohol y las drogas. La herramienta de este grupo es simplemente la palabra y compartir. Narrar, hablar de uno mismo, como una forma terapéutica para compartir el dolor, para encontrar fuerza y apoyo. Aprender a aceptarlo y aprender a escuchar. Porque al compartir una persona no se siente sola, las historias descritas son historias comunes como madres, mujeres, muchas familias que luchan con la dependencia física y emocional que esclaviza. La belleza de este grupo es que se trata de una “pequeña familia”, donde las personas están unidas por la confianza y las relaciones de amistad. Todo lo que viven es compartido en el grupo, la confianza y la credibilidad son los fundamentos que lo construyen. Hace más de dos años que participo como voluntaria y yo soy parte de “esta familia”, cada martes por la noche a las 19:30 voy a conocer y escuchar. Hay momentos en que muchas personas participan otros son pocas, pero cualquiera que sea el número cada martes por la noche la Casa Comboni permanece abierta para crear un espacio donde se puede acoger y compartir no sólo el dolor, sino también momentos de sonrisas y momentos de risa. Hay pesos que es difícil cargar solos, hay que superar la vergüenza de decirlo, para esto nació Testigos de Esperanza, para ayudar a las personas que caminan juntas y encontrar ayuda con gestos simples y concretos. Regina y yo (psicóloga y voluntaria) comenzamos desde la provocación de un tema, a partir del cual se puede empezar a pensar en los problemas que la gente vive y en su propia experiencia, un trabajo que lleva al auto-conocimiento, a reconocer la propia historia y en especial a valorar a las personas, para volver a tomar la vida en sus propias manos, con coraje y determinación.
Yo salgo siempre, cada encuentro, emocionada, tanto al compartir momentos de alegría, como momentos intensos y profundos, hechos de heridas aún abiertas. Cada historia es una lectura del Evangelio del día, hecho que luchas, batallas, victorias, derrotas, decepciones, en busca del amor que cuida, ya que sólo el Amor salva: el amor a uno mismo, el amor a los demás, el amor por la vida.
En la periferia del mundo donde no hay servicios, es maravilloso ver como se organizan las personas, sin perder el corazón y simplemente en busca de soluciones, tales como dar a luz a un grupo de auto-ayuda para encontrar la fuerza y el deseo de cambiar. ¡Juntos, nosotros podemos!
Emma, LMC