Seguimos esta serie con el P Daniel Villaverde, misionero comboniano.
Durante 20 años, el P Daniel trabajó en el norte de Kenia junto con poblaciones nómadas como los Turkana. Nos habla de esta y otras tribus, de la dificultad del terreno y de la creciente (y tal vez imparable) influencia de los valores occidentales sobre las nuevas generaciones urbanas de Kenia.
Cuando nos reunimos por última vez en marzo de este año, ninguno de nosotros pensó que no podríamos reunirnos en los próximos seis meses. Habíamos hecho planes para reunirnos de nuevo en el mismo mes, e incorporar a algunos posibles nuevos miembros de Kariobangi en Nairobi y Nyeri. Como LMC-Kenia, estábamos entusiasmados por revisar las posibles actividades de solidaridad de las que formaríamos parte. Sin embargo, no sólo se descarrilaron nuestros planes con el inicio de la pandemia del coronavirus en Kenia, también lo hizo nuestra formación. También sabíamos que no éramos los únicos, ya que muchos más países se habían visto afectados, algunos más que otros. Aun así, intentamos llevar a cabo nuestras reuniones online con la esperanza de que algún día nos volviéramos a encontrar.
La partida del P. Claudio, MCCJ de Kenia de vuelta a Italia fue una noticia agridulce para nosotros. Él ha sido muy importante en nuestra formación desde el principio de la creación del grupo. ¿Cómo podría irse sin que lo celebremos y nos despidamos con nuestra presencia física? Por tanto, decidimos reunirnos el 29 de agosto no sólo para desearle lo mejor, ya que se preparaba para dejar nuestro querido país después de servir durante muchos años, sino también para reunirnos como grupo para planificar nuestro futuro.
Durante la reunión, nos esforzamos en seguir las pautas de seguridad emitidas por nuestro gobierno mientras compartíamos nuestras experiencias de los últimos seis meses. La pandemia ciertamente nos ha afectado a todos y cada uno de nosotros. Pero en general, estamos agradecidos de que por la gracia de Dios hayamos sido capaces de continuar. Fue una gran alegría vernos de nuevo cara a cara. Por un momento, todos olvidamos los miedos y desafíos que trajo la pandemia.
En el corto tiempo que tuvimos, pudimos debatir asuntos relacionados con el grupo, como los aspectos financieros, nuestro proyecto de miel, nuestra presencia en internet y los planes futuros sobre cómo progresará nuestra formación. El celo misionero dentro del grupo no se ha desvanecido en lo más mínimo. De hecho, los retos a los que nos enfrentamos parecen encender un deseo más profundo de servir al Señor como misioneros en nuestro país y más allá. Planeamos continuar nuestros encuentros de formación, aunque sea por un solo día al mes, para tratar de recuperar el tiempo perdido. Seguimos esperando el momento en el que podamos reanudar nuestra habitual formación continua. Mientras tanto, intentaremos aprovechar al máximo las oportunidades que se nos presenten. Mientras el P. Claudio se embarca en otra fase de su vida misionera, rezamos para que el Señor le bendiga y se quede siempre con él.
Los candidatos de los Laicos Misioneros Combonianos de
Kenia se reunieron en asamblea del 10 al 12 de enero de 2020 en la parroquia de
San Daniel Comboni, Utawala, en Nairobi. La asistencia de los miembros fue buena
y el moderador de la asamblea fue nuestro formador, el P. Maciek Zielinski.
Esta ha sido nuestra primera asamblea desde que el grupo fue creado en el 2017.
Por lo tanto, había mucho que discutir y evaluar.
La asamblea comenzó con la evaluación del año 2019 para
determinar nuestro progreso como grupo y corregir cuanto fuera necesario.
Luego nos embarcamos en la elección de los nuevos coordinadores
que supervisarán las actividades del grupo durante este año. El coordinador del
grupo será Martin Onyango, experto en informática, la secretaria del grupo Angeline
Njeri, profesora de profesión y la tesorera Beatrice Imali, enfermera.
Más tarde, en el grupo comenzamos a preparar la Carta de
los LMC de Kenia que servirá de guía para las actividades del grupo y el
compromiso general en el trabajo misionero de la Familia Comboniana. Estamos
todavía en proceso de redacción de la carta del grupo.
En general, la primera asamblea fue un éxito. Damos toda
la gloria a Dios.
Se dice que la experiencia es el mejor maestro y para
nosotros, como candidatos en formación para convertirnos en Laicos Misioneros Combonianos,
esto fue y es parte de nuestro proceso de formación. La experiencia había sido
planeada meses antes con la selección de dos candidatas (Beatrice Imali, enfermera,
y Angeline Njeri, maestra) que han sido las primeras del grupo en experimentar
la vida misionera y trabajar en territorio de misión. La experiencia fue acompañada
por nuestro formador, el p. Maciek Zielinski. El viaje de Nairobi a la Misión de
Amakuriat en el condado de West Pokot. Comenzó la noche del 2 de diciembre de
2019 con un pequeño desvío a la parroquia de Kacheliba para el desayuno y un
pequeño descanso a la mañana siguiente. Llegamos a la Misión alrededor de la
1:30 p.m. con una cálida bienvenida de toda la comunidad (tanto MCCJ como HMC)
y el Superior Provincial MCCJ de Kenia, el Padre Austin Radol.
Con el P. Austin en nuestra primera noche en la misión
Después de un buen descanso esa noche, nos embarcamos en
nuestras tareas al día siguiente según lo programado en el calendario de la
Comunidad MCCJ en Amakuriat antes de nuestra llegada. Beatrice comenzó a
trabajar en el dispensario de la misión, dirigida por una asombrosa y trabajadora
sor Gabriella. Angeline se embarcó en un viaje de formación juvenil y trabajo
pastoral en Amakuriat y otras comunidades dentro de la parroquia. La
experiencia misionera que debía durar unas tres semanas ya había comenzado.
Esto fue seguido por el intercambio de comidas y carcajadas con la comunidad
más tarde en el día. Incluso en nuestros primeros días allí, sabíamos que la
experiencia sería maravillosa.
Angeline dirigiendo una formación juvenil en Chelopoy, una comunidad remota
Josephine (se unió a
nosotros más tarde) dirigiendo la formación de jóvenes en Kaakow, otra comunidad
remota de la parroquia de Amakuriat.
Era importante no solo participar plenamente en el trabajo
de la familia comboniana en la parroquia de Amakuriat, sino también observar e
interactuar con las personas y tratar de aprender todo lo que pudiéramos sobre
ellas. El intrincado funcionamiento de una sociedad y su cultura sirven como un
gran maestro para un aspirante a misionero. En nuestros compromisos con ellos,
no solo pudimos captar algunas palabras aquí y allá, sino que también pudimos
experimentar su fe y comunidad enriquecedoras como pueblo. La misa se celebró
con canciones alegres y sentimos como si todos nos conociéramos.
Sin embargo, nunca faltan los desafíos que uno observa incluso
en el día a día. Debido a las limitadas instalaciones de salud, el dispensario
siempre tiene pacientes que les van llegando. Algunos pacientes están tan
enfermos que sor Gabriella tiene que llevarlos rápidamente a Moroto, Uganda. El
peso de la carga de trabajo se podía ver en la cara de Beatrice, quien, aunque
cansada, siempre expresaba la alegría que siente al servir a los enfermos.
La formación con los jóvenes no solo te permite relacionarte
con ellos, sino que también abre los ojos a la necesidad de sensibilizar a los
jóvenes sobre el crecimiento y el desarrollo personal, especialmente a través
de la educación y la espiritualidad. Sin embargo, la sociedad todavía ha
producido grandes hombres y mujeres jóvenes que han trabajado y aún están
trabajando para mejorarse a sí mismos como individuos y como comunidad. Esto
puede verse claramente en los jóvenes, hombres y mujeres jóvenes, que trabajan
en el dispensario, los jóvenes y niños pequeños en las escuelas y los diversos
profesionales dentro de las escuelas y las iglesias. El trabajo de los
Misioneros Combonianos en esta área puede verse claramente y continúa creciendo
diariamente. Pero incluso entonces, queda mucho por hacer. Es como lo expresó
el Señor: “La mies es mucha pero los
trabajadores son pocos“. Esto pone en perspectiva la necesidad de laicos
misioneros combonianos no solo en la parroquia de Amakuriat sino también en
otros territorios misioneros aquí en Kenia y en el mundo en general.
Beatrice, sor Gabriella y el personal del dispensario.
Nuestro formador, el p. Maciek, siempre ha insistido en que
es importante experimentar también la vida comunitaria, aunque sea por períodos
cortos antes de que se complete la formación básica. En nuestra corta estadía,
pudimos ver la belleza de una vida armoniosa entre los miembros de la comunidad
y la alegría que aporta a la misión. Nos sentimos en casa y las interacciones
sociales entre nosotros y la comunidad de MCCJ y HMC en Amakuriat fueron algo
que vivimos como un tesoro a guardar. ¡Incluso llegamos a celebrar los
cumpleaños del Padre Maciek y de Beatrice, así como nuestro primer Día
Internacional de los LMC con la comunidad!
Celebrando la fiesta de los LMC con la comunidad MCCJ en Amakuriat
Con el final de la experiencia acercándose, sabíamos que
esta era una experiencia que compartiríamos con nuestros colegas una vez en
Nairobi. Hay nostalgia garantizada, y el deseo de servir como Laicos Misioneros
Combonianos solo se ha fortalecido con esta experiencia. Esperamos que nuestra
experiencia también inspire a otros candidatos LMC a seguir discerniendo y
aspirando a participar en un trabajo tan gratificante y bendecido. Esperamos
volver algún día. ¡Hasta entonces, a la increíble comunidad de West Pokot,
Keriama! (Hasta pronto).
No quiero cerrar esta serie de
entradas sobre mi visita a Kenia sin contaros mi corto viaje al norte a visitar
la zona West Pokot.
Iba a ser una visita más larga
pero después, por los imprevistos que nunca faltan, tuvimos que acortarla para regresar
antes a Nairobi. De todas formas fue intensa y muy interesante.
En este viaje fui con el P Maciek
y el hermano Cesar de la comunidad de Amakuriat.
Un viaje de 15 horas en la cabina
de un Land Crusier que se antojaba un poco estrecha para los tres pero que compartimos
con gusto.
Como siempre el coche estaba
cargado hasta arriba, es común en el misión aprovechar cada viaje para comprar
lo que no se encuentra en el interior, tanto para tu comunidad como para las
otras comunidades de la zona que también tienen necesidades. Y así es normal
que el coche de un misionero se llene cada vez que va de un sitio para otro.
Como no, también tuvimos tiempo para
hacer alguna visita y algún recado por el camino como visitar al Obispo. Aunque
no pudimos verle por estar en otro lugar en ese momento, al menos firmamos en el
libro de visita de la diócesis.
Salimos a las 6 de la mañana y llegamos
a la verja de la misión a las 9 de la noche. La verdad es que la carretera no estaba
demasiado mal en la mayoría del camino, pero por el mucho tráfico todo se
enlentece. Las últimas horas las hicimos por carretera de tierra que nos iba
indicando como muchas cosas quedan atrás y mucho queda aún por hacer. Hubo un tramo
especialmente complicado de una media hora donde se agradecía tener un cuatro
por cuatro pues la carretera con las últimas lluvias había quedado bastante maltrecha
de socavones y piedras. Afortunadamente no llovió mucho y no quedo cortada la
carretera con algún río de los que se forman cuando llueve fuerte y que no te
permite entrar o salir de la zona por unas horas o días.
Al día siguiente y tras cenar con
la comunidad, que me acogió y me hizo sentir como en casa, pudimos aprovechar
para visitar la zona “comercial” del pueblo y en la tarde alguna comunidad
Pokot.
En esta comunidad comboniana
estuvo muchos años el P Tomás Herreros, provincial en España cuando nos
preparábamos a partir a misión y, del que había escuchado su testimonio entre
los Pokot y ahora podía ver en primera persona esta misión. Por cierto, muy
querido y recordado por todos, ha dejado una gran legado en la zona y entre sus
gentes.
El pueblecito de Amakuriat es
como casi cualquier otro pueblo africano, con sus pequeños comercios, un
pequeño hostal e incluso algún restaurante local donde comer.
Pasear por sus calles es algo
lento pues a cada 5 minutos te encuentras una persona que saluda al P Maciek,
le pregunta, cuenta algo de su vida o queda para poder conversar en otro
momento.
Esta parroquia es una de las
posibilidades donde podríamos ir si algún día tenemos personal suficiente para
abrir otra comunidad misionera en África, así que era importante verla.
En la tarde pudimos visitar un par
de poblados tradicionales Pokot. Sigue siendo impresionante ver como mantienen
sus costumbres, sus construcciones y maneras de vivir. Aunque haya escuelas en la
zona todavía queda mucho por hacer. La educación es una puerta al futuro y el desarrollo
de este pueblo que sigue viviendo como hace siglos. El ganado sigue siendo la
fuente principal de riqueza, la poligamia es algo todavía extendido y el
trabajo fundamental de las mujeres para mantener a la familia algo central.
Acceder al poblado es algo
difícil, en un camino que se adivina entre las acacias y que en algún momento
necesita que nos bajemos a colocar la tracción a las cuatro ruedas si queremos
avanzar.
Pudimos visitar algún poblado y
como siempre nos sorprenden con su acogida y amabilidad. Lo poco que tienen lo
comparten y así hicieron ofreciéndonos un vaso de leche de sus vacas. Por
cierto, ya algo fermentada ya que no tienen nevera ni nada que se le parezca y
es en una calabaza donde la conservan. Cocinar con leña, dormir encima de pieles
de vacas o en alguna cama rudimentaria, sin luz o agua potable y con el poblado
rodeado de espinos para protegerse de las hienas sigue siendo su medio de vida.
Afortunadamente me cuentan que ahora la zona está pacificada, ya no sufren los
robos de ganado por parte de los Turkana (vecinos del norte) que también traían
a veces muerte por los enfrentamientos entre ambos pueblos.
Al día siguiente fuimos a otro de
los tres sectores de la parroquia. Una parroquia con tres sectores donde 8
horas pueden separar una punta de otra, por caminos de tierra y donde el misionero
descansa a veces en un pequeño cuarto tras la capilla o al raso con su saco de
dormir.
Chelopo nos permitió descansar un
poco en nuestro camino de regreso a Nairobi. Pudimos estar un rato con el grupo
de jóvenes que nos inundaron con sus muchas iniciativas. Quieren tener un campo
de vóley, ya tienen la red y solo falta limpiar la zona y traer cemento para
los postes, también organizarán un campeonato de vóley con los grupos de jóvenes
de las comunidades vecinas. Pretende aprovechar algunos ordenadores viejos que
están en el almacén de la escuela para ponerlos en una sala e intentar aprender
cómo usarlos, hacer convivencias con otros grupos y ver cómo ayudar a la comunidad.
Ahora están de vacaciones de verano y tiene más tiempo libre.
Una juventud con iniciativas y ganas
de hacer cosas.
Después continuamos nuestro
viaje. El hermano Cesar nos acercó a un pueblo para coger un bus nocturno a Nairobi
con el cual terminar nuestro viaje relámpago al norte.
A las 5 de la mañana ya estábamos
en Nairobi y d la estación fuimos a la casa provincial donde saludar a muchos
misioneros que allá estaban de paso o reunidos, hablar con el provincial sobre
lo vivido y descansar un rato.
Fue una visita relámpago pero muy
interesante. Quién sabe si en el futuro alguna comunidad LMC estará por la
zona. Sin duda una misión muy bonita y con mucha necesidad.
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