Laicos Misioneros Combonianos

Aniversario de la Fundación del Instituto comboniano: 1 de junio

Sagrado corazón

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

“Uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza,
y al punto salió sangre y agua”
(Jn 19:34)

Queridos hermanos,
saludos fraternos en el Corazón de Jesús.

Este año, la celebración de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos encuentra en plena preparación de nuestro próximo Capítulo General, evento sinodal que nos da la oportunidad de crecer en fidelidad a nuestro carisma para encarnarlo en la misión particular de este momento de la historia. Un tiempo marcado por la pandemia causada por el COVID, que ha causado una conmoción a todos los niveles, con conflictos y guerras en diferentes partes del mundo, y por las tensiones en algunas Iglesias locales.

Nuestra Regla de Vida nos recuerda: “El Fundador ha encontrado en el misterio del Corazón de Jesús la fuerza para su compromiso misionero. El amor incondicional de Comboni por los pueblos de África tenía su origen y modelo en el amor salvífico del Buen Pastor, que ofreció su vida por la humanidad en la cruz” (RV 3).

El Corazón de Jesús es para nosotros el ancla que nos mantiene unidos a la fuente de la vida y de la misión; es la savia que da vida a nuestro Instituto, es sin duda un elemento fundamental del carisma, que nos ayuda a reciclar y renovar nuestro compromiso. La misión comboniana, 154 años después de la fundación del Instituto, continúa en el tiempo y en el espacio, enriquecida con matices que se concretan en nuevas formas de ser y vivir la misión. Uno de estos horizontes es, sin duda, la ecología integral, a la que estamos llamados a responder con la valentía y la creatividad propias de nuestro Fundador.

En esta fiesta renovamos nuestro deseo de seguir a Jesús en su entrega total por la salvación del mundo y de poner humildemente nuestros dones al servicio del Reino. Estamos invitados a encontrar en la contemplación del misterio del Corazón de Jesús la audacia y la energía para ponernos en camino hacia donde el Espíritu nos conduce. Nuestro compromiso misionero sólo dará fruto si emana de una experiencia de encuentro con Jesús y es expresión viva de ese amor que irradia desde la Cruz hacia todos los hombres, especialmente los más necesitados.

Celebrar el Corazón de Jesús, en el contexto de una pandemia que nos ha obligado a buscar nuevos caminos y a adaptarnos a los imperativos impuestos por una situación frente a la que somos impotentes, y nos ha hecho sufrir y llorar a las víctimas de la Familia Comboniana, de nuestras propias familias y de las personas con las que trabajamos, nos recuerda que todos pertenecemos a una única familia interdependiente. A la pérdida de vidas, se suma el tremendo aumento de la pérdida de puestos de trabajo en todo el mundo, que se traduce inmediatamente en pobreza. Que los extraordinarios gestos de solidaridad que hemos presenciado sean también signos de esperanza que nos ayuden a construir una humanidad que necesita encontrar nuevas coordenadas que permitan a todos tener vida en abundancia. La sangre y el agua que brotan del costado de Cristo son un signo de que nuestra fragilidad tiene como horizonte final la resurrección, y esto ilumina toda nuestra labor de anuncio del Evangelio. El Corazón partido de Jesús es un testimonio de la infinita compasión de Dios por la humanidad. Como Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús también hacemos nuestro este sufrimiento y renovamos nuestro compromiso con la misión que Jesús nos ha encomendado.

La renovación de nuestra consagración en esta fiesta es un acto de confianza y una invitación para seguir creciendo en la vocación que el Señor nos ha regalado como don a toda la humanidad.

Pidamos la intercesión de Santa María, nuestra Madre, que acompañó a su Hijo hasta el pie de la cruz, y la de San Daniel Comboni. ¡Feliz fiesta para todos!

Roma, 1 de junio de 2021
Día del Aniversario de la Fundación del Instituto

El Consejo General

La montaña y el nombre de Dios

Trinidad

Comentario a Mt 28, 16-20, Solemnidad de la Santísima Trinidad, 30 de mayo del 2021

Trinidad

Este domingo dedicado a la Santísima Trinidad es, de alguna manera, el punto álgido del año litúrgico. Al discípulo misionero, que trata de identificarse con Jesucristo, se le ofrece en contemplación y adoración una aproximación al misterio de Dios, una realidad que le es la más íntima que su propia intimidad (como dice San Agustín) y, al mismo tiempo, le supera por todos los lados. La Iglesia nos ofrece hoy los últimos versículos del evangelio de Mateo, en los que, casi de pasada, se nombra al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Detengámonos un poco a meditar sobre algunos conceptos que aparecen en estos últimos versículos de Mateo:

  • Andar a la montaña:

Jesús encuentra a sus discípulos en una montaña de Galilea. Parece una anotación geográfica casi sin importancia, pero no creo que sea así. De hecho, todos nosotros estamos marcados por la geografía. En mi vida personal, hay muchas montañas que han dejado huella. Pienso, por ejemplo, en los majestuosos picos del Sinaí que me han ayudado a intuir como Moisés y Elías pudieron experimentar allí la presencia inefable de Dios (Ex 19, 20; 1Re 19,8); pienso en la montaña del Machu Pichu (Perú), donde tuve la impresión de estar en el centro de la Tierra y entrar en comunión con las tradiciones de los antiguos peruanos… Para muchas religiones y culturas, la montaña es el lugar de la manifestación de Dios. Y se entiende, porque la montaña me ayuda a ir más allá de mí mismo, a salir de la rutina y la superficialidad, a buscar el más alto nivel de la conciencia personal… Y es precisamente ahí, en el nivel más alto de mi conciencia, que Dios se me manifiesta, con una presencia que difícilmente se puede encerrar en palabras, pero que uno percibe como muy real y auténtica.

Por su parte, Jesús subía continuamente al monte, solo o con sus discípulos, logrando unos niveles de conciencia y comunión con el Amor Infinito, que son un regalo para nosotros, sus discípulos y seguidores. También nosotros necesitamos, más que grandes elucubraciones, subir constantemente la “montaña” de nuestra propia conciencia, con la ayuda de un lugar geográfico que nos invite a apartarnos del ruido y de la rutina superficial.

  • Adoración y duda

Ante un Jesús que se manifiesta en la “montaña”, en la que se identifica con la Divinidad, los discípulos experimentan un doble movimiento: de adoración y de duda. Por una parte, sienten la necesidad de postrarse y reconocer esta presencia de la Divinidad en el Maestro, porque sólo con la adoración uno puede acercarse al misterio de Dios. Las palabras sobran o casi parecen a veces como una “blasfemia”, ya que nunca las palabras pueden contener la realidad que uno apenas alcanza a vislumbrar desde lo hondo de su conciencia. Por eso los discípulos experimentan también la duda, porque, por una parte, parece casi imposible que Dios se nos manifieste en nuestra pequeñez y, por otra, somos conscientes que todas nuestras palabras y conceptos se quedan cortos y, en alguna medida, son falsos. Nuestros conceptos sobre Dios son siempre limitados y deben ser constantemente corregidos, con la ayuda de la duda, que nos obliga a no “sentarnos” en lo aparentemente ya comprendido.

  • El nombre de Dios

Los pueblos, culturas y religiones intentan acercarse, como pueden, al misterio de Dios, dándole nombres según sus propias experiencias culturales. Israel ha preferido abstenerse de darle nombre, porque comprendió que es innombrable. Cuando uno da nombre a una cosa, de alguna manera, toma posesión de ella y la manipula. Pero de Dios no se puede tomar posesión ni se lo puede manipular. De hecho, Jesús tampoco le da un nombre. Lo que Jesús hace es hablarnos del Padre, de su experiencia de identificación y comunión con Él y del Espíritu que ambos comparten. Y manda a sus discípulos bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu”. Al bautizar, no damos nombre a Dios, sino que somos nosotros quienes, en su nombre, somos consagrados, para ser parte de esta “familia” divina. Nosotros –y toda la humanidad–estamos llamados a ser parte de este misterio divino, uno y múltiple.

  • Dios-Comunión

Las religiones más importantes se han esforzado por llegar a la elaboración del concepto de un Dios único. Y ese es un dato importante. Pero Jesús, desde su experiencia en la “montaña” de su conciencia, nos manifiesta que Dios, siendo único, no es “monolítico” sino plural; no es “individualista” sino comunitario. De la misma manera nosotros, creados a imagen de Dios, somos llamados a vivir en comunidad. Ninguno de nosotros es completo en sí mismo, sino que necesita de los otros para parecerse a Dios Padre, Hijo y Espíritu. Cuando uno niega a un miembro de su comunidad está negando a Dios. Por eso adorar a Dios es acogerlo, al mismo tiempo, en el santuario de la propia conciencia y en la realidad concreta de cada ser humano, en su maravillosa singularidad y diversidad.

Antonio Villarino

Bogotá

Manifestaciones del Espíritu

Pentecostés

Un comentario a Jn 20, 19-23 (Solemnidad de Pentecostés, 23 de mayo del 2021)

Pentecostés

Celebramos hoy la solemnidad de Pentecostés, en la que hacemos memoria de una experiencia que la Iglesia –y todos nosotros- hace desde los primeros tiempos hasta hoy: que el Espíritu Santo la acompaña siempre, la ilumina, la fortalece, le ayuda a ser fiel y creativa a la vez. Hoy, más que un comentario directo del texto evangélico, les comparto una rápida reflexión sobre algunas manifestaciones del Espíritu.

1.- Ebriedad: El Espíritu rompe los límites de una vida estancada y anodina, dando un entusiasmo casi embriagador; rompe las barreras étnicas o religiosas, acumuladas en siglos para crear una nueva comunión; Supera las limitaciones de la persona, como le promete el profeta a Saúl: “Te invadirá el Espíritu del Señor… y te convertirás en otro hombre”(1 Sam 10,6).
Cuando alguien tiene una experiencia de invasión del Espíritu, la gente pregunta: ¿Y a éste qué le pasó? Cuando una mujer está embarazada, se le nota en la lucidez de su rostro. Cuando uno veía de cerca de la Madre Teresa de Calcuta, uno se decía: ¿Qué tiene de especial? Me pregunto si muchas veces nosotros no nos hemos vuelto demasiado “sobrios”, previsibles, maniatados por la rutina y el escepticismo. Necesitamos que el Espíritu nos emborrache.

2.- Confianza: “No habéis recibido un espíritu que os haga esclavos, bajo el temor” (Rm 8, 14-15). El Ángel le dice a María: “No temas. El Señor está contigo, su Sombra descenderá sobre ti”. San Pablo afirma: “Sé de quien me he fiado”.

3.- Interioridad: El Espíritu nos hace conocer a Dios desde dentro, no como una imposición externa: 1Cor 2, 10-12. -María guardaba todo en su corazón.
En este tiempo vivimos muy preocupados por la imagen de nosotros mismos, de nuestra comunidad, de nuestra patria. ¿Vivimos desde fuera o desde dentro de nosotros mismos? El ejemplo de Benedicto XVI fue precisamente el de quien tiene una riqueza interior tan grande, que le permite ser libre y sereno en las más grandes dificultades.

4.- Sensibilidad: El Espíritu nos hace sensibles en dos direcciones aparentemente opuestas, pero que son parte de la misma realidad: por un lado, sensibilidad a los bello en todos sus sentidos (la naturaleza, la música, la poesía, un gesto elegante…); y, por otro, sensibilidad al dolor del otro: “vuestras alegrías son las mías y vuestras penas también son las mías” (Comboni en Jartum). El Buen Samaritano se para ante el desventurado y se pone a su servicio (Lc 10, 30.37).

5.- Libertad-Parresía (coraje lleno de libertad): Dónde hay Espíritu hay libertad (2 Cor 3, 17-18). San Francisco tuvo el coraje de desnudarse y descalzarse como signo de libertad. Comboni tuvo la audacia de lanzarse a una misión casi imposible… Pero esta audacia no es fruto del voluntarismo, sino del Espíritu que habita en la persona. (Hech 4,13; 5,20, 27-32);

6.- Dinamismo misionero: El Espíritu mueve a los Apóstoles a dejar Jerusalén (Hch 8, 26-39), a la comunidad de Antioquía a escoger a Pablo y Bernabé y enviarlos; a Pablo a romper con las tradiciones y a fundar una Iglesia universalista, más allá de las estrecha cultura judía… Hoy necesitamos un nuevo dinamismo, que nos lance a los nuevos desafíos del mundo de hoy, pero no será fruto de planificaciones, sínodos, encuentros… será fruto del Espíritu.

7.- Diálogo: Cuando estamos movidos por el Espíritu podemos entrar en diálogo profundo, yendo más allá de las apariencias y superficialidades. El Espíritu produce hombres inspirados, capaces de hablar lenguas (Hech 2, 4), es decir, de entenderse, más allá de las diferencias lingüísticas y culturales;

8.- Alegría: La alegría del Evangelio. “Les comunico una buena noticia, les ha nacido un salvador”.

9.- Resiliencia, capacidad de resistir: A veces parece que el Reino de Dios no llega. ¿En qué ha quedado la promesa? Para el Señor mil años son como un día (2Pe 3, 3-9).

10.- Gratuidad: Contraposición entre la lógica de los perfumes y del dinero, de la gratuidad frente a eficiencia, como en la contraposición entre la lógica de Judas y la mujer que derrama el bote de perfume en los pies de Jesús (Mc 14, 3-9).

Es el mismo Espíritu de Jesús que habita en su Iglesia. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. “Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”.
Cuando pierde el Espíritu, el discípulo divaga (inventa su propia Iglesia) o se convierte en un cadáver, supuestamente fiel, pero muerto, sin vida, sin una palabra iluminadora, sin signos de liberación, sin comunión auténtica, sin misión. La Iglesia, si es habitada por el Espíritu, no tendrá miedo a innovar, a dar respuestas nuevas a problemas y situaciones nuevas. Respuestas que ella no las daría por sí misma, como en el caso del concilio de Jerusalén, pero que, llegado el momento, se siente con autoridad para darlas.

P. Antonio Villarino
Bogotá

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre y del Hijo,
inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
como debo decirlo,
lo que debo callar,
como debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia santificación.
Espíritu Santo,
dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
dame acierto al empezar
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén

Carta circular de Pentecostés del Padre Francesco Pierli

Pentecostés
Pentecostés

Queridos amigos. Queridas hermanas y hermanos,

Este año estoy disfrutando de una tremenda experiencia de “Transformación” aquí en Castel D’Azzano, Italia. La razón es que tengo la oportunidad de acompañar la transformación de la naturaleza del invierno a la primavera, al otoño y al verano. No te puedes imaginar cómo es en Europa la diferencia entre el invierno, la primavera, del verano al otoño.

El espectáculo que tuve durante el último invierno, enero-febrero, desde mi gran ventana y el balcón, fue la visión de esqueletos, porque todos los árboles de alrededor, que son muchos, estaban desnudos como huesos sin carne ni piel. Se podría pensar en criaturas muertas, en árboles muertos. Pero después de un tiempo: Llegó una nueva vida. Magnífica. En el jardín, la hierba oscura y los arbustos muertos, empezaron a mostrar una llamativa diversidad de todos los pigmentos posibles del verde. Y fue maravilloso ver la suave transformación de los árboles desde la desnudez hasta una “vista brillante multicolor” envuelta en preciosas flores y hojas. La palabra clave de nuestro Movimiento de Transformación Social se refleja maravillosamente en la naturaleza.

Por supuesto, la transformación incluye todos los aspectos de la naturaleza, porque todo está en proceso de cambio y evolución. La palabra “social” nos lleva a reconocer que lo que trae a Europa las transformaciones que ocurren en la naturaleza, son las estaciones: Primavera, verano, otoño e invierno. Cuatro partes del año profundamente diferentes entre sí. Es sorprendente cómo se siente la naturaleza entonces. Cada estación tiene unas connotaciones únicas. La primavera: La estación del florecimiento, de la nueva vida, de las flores por todas partes y de la variedad de colores y perfumes que sobrepasan tu capacidad olfativa de disfrutar de la creación. Además, el imaginario de que muchas de estas flores se convertirán en dulces frutos. El verano es la estación de la maduración gradual de todo. Muy encantador también como alcancé a ver los rebaños de ovejas buscando su pasto. Una vez estuve en medio del rebaño, entre ellas. Precioso. El otoño es la época de la cosecha, las hojas cambian de color, lo que también es fascinante, y luego caen dejando una suave alfombra en el suelo. En esa época todos los frutos están maduros. Después llega el frío invierno, la nieve y el rocío. El invierno es el momento en que la naturaleza descansa, después de la época de la cosecha. Parece que la naturaleza está en “parada vital”, que sólo sufre, pero no es así. Allí reside su oportunidad de oro para que su poder intrínseco oculto se regenere para un nuevo círculo de vida.

Es asombroso darse cuenta de cómo la contemplación de la naturaleza acompañando a las cuatro estaciones diferentes, es una fuente de inmensa sabiduría. Es importante trasladar las estaciones de la naturaleza, a las estaciones de la vida humana, para vivirlas con deleite, pero también para asentir a las inevitables y dolorosas transformaciones que se producen en nuestra propia vida. Sin el continuo cambio de las estaciones la naturaleza debería ser realmente la muerte. La naturaleza nos muestra cómo debemos estar preparados para los cambios y las transformaciones, aunque a veces estén llenos de misterio, sean dolorosos y tal vez se resientan, como en esta época del Coronavirus.

Ahora que estamos cerca de la Celebración de la venida del Espíritu Santo, reflexionemos y relacionemos las transformaciones con la presencia y la acción del Espíritu Santo, el verdadero “Transformador”, en nuestras vidas como Servidores Sociales, Transformadores Sociales, Emprendedores Sociales.

P Pierli MCCJ y Papa Francisco

El misterio del acontecimiento de las transformaciones que se produce primero y sobre todo en Jesús, porque se convirtió en un ser humano y compartió nuestra vida humana, en muchos aspectos desde la concepción en el vientre de una mujer, en la vida del pueblo o en el taller de su padre José. Y, por supuesto, su desarrollo humano gradual por el que, como todos nosotros, pasó en su vida. Fue apartándose de sus padres. Saliendo de su pueblo. Así lo hacemos nosotros. Para poder valorar nuestra propia vida personal según nuestras propias fuerzas, nuestras capacidades, nuestros límites o potencialidades. Según el Plan que Dios tiene para cada uno de nosotros.

Lo bello para nosotros es, creer firmemente que nuestras vidas son mucho más que la realización de un proyecto humano, cuyos objetivos no son sólo el bien personal de cada uno de nosotros, sino todo visto también como humanidad en su conjunto, y del cosmos como tal. Es muy importante que tengamos esta visión tan amplia de todos nosotros. Nuestra vida no es nunca una empresa privada en beneficio personal, sino que tiene una dimensión comunitaria y una dimensión cósmica. Significa que nuestro propio crecimiento personal y nuestra santidad afectan positivamente a todo lo que existe, porque ninguno de nosotros es un individuo aislado de los demás.

Cada uno de nosotros tiene una gran contribución que dar a un plan cósmico, cuyos límites y belleza serán parcialmente descubiertos sólo al final de nuestra vida personal y globalmente percibidos al final de los tiempos cuando el cosmos tenga la connotación final que Dios Padre da a través del dinamismo del Espíritu Santo cuando todo sea recapitulado en Cristo en el Punto Omega. Seamos conscientes de esta Presencia del Espíritu Santo. Estemos abiertos a su acción en nosotros. Él nos irá transformando continuamente hasta que, por medio de su luz, su amor y su acción, lleguemos a la etapa donde el mundo se convierta realmente en el Reino de Dios nuestro Padre “Abba”.

P Pierli MCCJ y Teresita CMS

Os invito cordial y respetuosamente a manteneros en nuestra manera de pensar, en la visión y misión que significamos hace tiempo, y a construir nuestro “Movimiento de Transformación Social”. Que nacido y florecido con ustedes en África, en Nairobi, comenzó a extenderse a todos los continentes. Puedo ver cómo desde vuestras riquezas, desde vuestros talentos, desde vuestra creatividad, desde vuestra cultura estáis exportando calidad al mundo. Eso es lo que la hermana Teresita y yo llamamos de buen grado “La nueva cara de África”. Mantened siempre el “espíritu de equipo”. La “unión” es el secreto de vuestro éxito: Ser y actuar “como verdaderos hermanos y hermanas”, transformando la sociedad, cada uno y cada “equipo” en el lugar y en la comunidad de la zona, en el país, en el que todos vivan y trabajen. Por favor, manténganse en contacto, trabajando en red unos con otros y conmigo, con nosotros. Gracias.

Secuencia Dorada: Ven, Espíritu Santo, envía el rayo celestial de tu luz. Ven, padre de los pobres, ven, dador de dones, ven, luz de los corazones. Gran consolador, dulce huésped del alma, dulce consuelo. En el trabajo descansa, en el calor, templa, en las lágrimas, consuela. Cura lo que está herido. Oh luz bendita, llena el corazón íntimo de tus fieles.

“Ven Espíritu Santo, fortalece nuestro recién nacido “Movimiento de Transformación Social”, fortalece nuestros corazones y mentes”. “Danos tu gracia celestial para no rendirnos nunca”.

Yo y la hermana Teresita os apoyamos de todo corazón. Saludos y bendiciones, fraternalmente suyo en Cristo

Prof. P. Francesco Pierli MCCJ

P.D. El título de mi “Libro del Fundador” es “ÁFRICA: LA CUNA DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL” Un subtítulo es “EVENTO NO NEGOCIABLE”.