Laicos Misioneros Combonianos

Encuentro LMC América

America

El 25 de septiembre 2021, el Comité Americano de los LMC: MCCJ Padre Ottorino Poletto, Beatriz Maldonado y Mireya Soto, con el acompañamiento de Alberto de la Portilla, tuvimos el agrado de encontrarnos con los LMC de América y alguno de Europa, para tener una conferencia formativa, impartida por el Padre Dario Bossi, con el tema “la vocación de los laicos y laicas en el contexto socio-político y eclesial de América”.

America

El Padre Dario Bossi es misionero comboniano, actualmente coordinador provincial de los misioneros combonianos en Brasil. El tema se desarrolló en tres puntos importantes: Manchas de colores (paea entender la situación donde nos encontramos), Luces cristianas (luces que desde la fe y la Iglesia nos ayudan a comprender la realidad y aportan ideas) y Misión LMC (algunas ideas que como misioneros, en nuestro caso combonianos, podemos desarrollar).

Expuso que América es un continente con riqueza cultural, recursos naturales, y ante la tempestad por la que atravesamos la humanidad entera, los LMC tenemos el compromiso de dialogar y accionar a favor del pobre y el necesitado, de allí la esperanza y las luces con las que contamos como lo son las Encíclicas del Papa Francisco en las cuales habla del compromiso con la naturaleza y la necesidad de una Iglesia en salida; La misión ad gentes y nuestra relación como familia comboniana.  

La conferencia ha sido grabada y la pueden escuchar y analizar (aquí abajo) para mayor enriquecimiento de nuestros grupos.

Nuestro encuentro finalizó con la oración que Cristo nos enseñó, dando gracias por habernos reunido y compartido.

Las obras divinas nacen y crecen a los pies de la cruz”.  San Daniel Comboni.

Mireya Soto, Comité Americano LMC

Una humanidad que cree en el amor fiel

matrimonio

Un comentario a Mc 10, 2-13 (XXVII Domingo ordinario, 3 de octubre 2021)

La lectura bíblica que hacemos hoy pasa por alto el primer versículo del capítulo 10, en el que se dice que Jesús pasó “al otro lado del Jordán”. A muchos les parece que esta indicación geográfica es una referencia menor o incluso equivocada (un despiste de Lucas). Sin embargo, a mí, que no soy experto, sino solo lector habitual de los evangelios, me huele que detrás de esa nota geográfica se esconde una intención interesante, que me atrevo a compartir aquí.

El río Jordán tiene un valor profético muy importante para el pueblo de Israel, comparable quizá al Mar Rojo. Si éste fue el límite primero entre la esclavitud de Egipto y el camino hacia la tierra prometida, el Jordán fue el que tuvieron que atravesar para entrar precisamente en esa tierra de Dios. Por eso atravesar el Jordán puede tener mucho que ver con “volver a entrar” en la tierra prometida, regenerar profundamente la vida querida por Dios, perdida entre tantas traiciones y claudicaciones. Por eso el Bautista fue a bautizar al Jordán invitando a la gente a la conversión, es decir, a dejar atrás el hombre viejo y empezar de cero, con una nueva fidelidad al proyecto de Dios.

Jesús se inserta plenamente en esta propuesta de regeneración. Y por eso me suena que, después de atravesar el Jordán, se le plantea a Jesús una cuestión de gran importancia, que nos afecta a todos: el plan de Dios para el matrimonio, realidad primera y más significativa de la vida humana y de la alianza “matrimonial” de Dios con su pueblo.

Me parece que la respuesta de Jesús no tiene que ver con una casuística de derecho matrimonial, sino con una propuesta de renovación profunda; parte importantísima de esa renovación profunda es volver a los orígenes, volver a la fidelidad a Dios, tanto en el matrimonio mismo como en la vida social.

En todo caso, repito que este texto no se puede entender como una actitud moralista o canonista, un enredarse en cuestiones de hasta dónde puedo separarme y hasta donde soy libre para hacer lo que quiero. El texto es el llamado a una regeneración total de la vida, en la que el matrimonio se vuelve “sacramento”, signo y realidad de la vida entendida como amor y fidelidad.

Por eso podemos decir que la imagen más fiel de la Iglesia es una pareja que se aman y son ante el mundo imagen del amor original y definitivo de Dios, un amor fiel y definitivo. Algunos entenderán esto, otros dirán que eso es una ingenuidad. Yo he tenido la suerte de conocer parejas jóvenes y maduras que entienden esto y su experiencia de vida es una belleza. Estas parejas representan lo mejor de la humanidad y de la Iglesia. Pueden ser pocas o muchas, pero son una semilla clara del Reino, sin que eso implique desconocer las dificultades reales de la convivencia entre personas. En ese sentido, la vida en pareja es un laboratorio de la humanidad con sus caídas y fracasos, pero el modelo que Jesús propone es el de una humanidad reconciliada que cree en el amor fiel.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Tres “dichos” de Jesús

vaso
Vaso

Comentario a Mc 9, 38-48 (Domingo XXVI T.O., 26 de septiembre del 2021)

Los evangelios, además de narrar episodios de la vida de Jesús y reproducir las parábolas que contaba, recogen y organizan, cada evangelista a su modo, colecciones de “dichos” que Él seguramente pronunció en distintas ocasiones y  que los primeros discípulos recordaban de memoria, compartían entre sí y transmitían a los nuevos discípulos como un tesoro de sabiduría y una guía práctica para sus vidas. En el texto que leemos en este domingo podemos identificar tres de estos dichos, que yo entiendo de la siguiente manera:

1.- El bien no tiene fronteras religiosas o de otro tipo. El dicho exacto de Jesús es “quien no está contra nosotros está con nosotros” y lo dice porque algunos querían impedir que personas que no pertenecían al grupo de los discípulos actuasen en su nombre. Es como si hoy prendiéramos que un no cristiano no ayudase a los pobres, porque no es cristiano. Cualquier bien, venga de donde venga, es una participación de la bondad de Dios. Debemos reconocerlo, agradecerlo y alegrarnos.

2.- Un vaso de agua puede tener un valor infinito. Jesús dice exactamente: “Quien dé un vaso de agua en mi nombre, no perderá su recompensa”. A veces hace falta poco para alegrar la vida de una persona, para hacer que se sienta respetada, para darle esperanza ante las dificultades. Dar un vaso de agua es signo de acogida, de respeto, de disponibilidad a “echar una mano” si hace falta. El que da un vaso de agua al que lo necesita, está abierto al otro y quien se abre al otro se abre a Dios. ¿Cuál es el “vaso de agua” que yo puedo ofrecer a las personas que encuentro e mi alrededor?

3. ¡Ojo con ser un tropiezo para los pequeños! Marcos recoge aquí varias sentencias que tienen como elemento común una referencia al “escándalo”. Sabemos que esta palabra significa, en realidad, “tropiezo”, es decir, “zancadilla”, hacer que una persona indefensa caiga. Jesús, que es bondadoso y lleno de ternura, se vuelve serio y duro cuando alguien profana la casa de su Padre (el templo) o cuando alguien quiere hacer tropezar a los pequeños, a los “pobres de Yahvè”, a los que sólo tienen a Dios en quien confiar. Con los “pequeños” de Dios no se juega.  Al mismo tiempo, Jesús nos dice algo así como: “No te hagas trampas a ti mismo”; si algo te está haciendo daño, no pactes con el mal, córtalo de raíz, escoge el camino del bien con decisión y claridad.

Como cada domingo, al celebrar la Eucaristía y escuchar estas palabras de Jesús, le decimos: Amén, gracias, quiero que estas palabras iluminen mi vida de hoy y de siempre. Ayúdame a hacer que sean verdad en mí.

P. Antonio Villarino

Bogotá

El secreto de Jesús

Manos
Manos

Un comentario a Mc 9, 30-37 (XXV Domingo del T.O.; 19 de septiembre 2021)

Marcos sigue presentándonos a Jesús como un profeta itinerante que peregrina por los pueblos de Galilea, encontrando multitudes, pronunciando palabras luminosas y realizando acciones liberadoras, que son signos del amor de Dios a los pobres, los enfermos y los pecadores.

Pero algunas veces Marcos nos dice, como en el texto que leemos hoy, que Jesús “no quería que ninguno supiese” de su presencia en algún lugar; en esos momentos, Jesús se dedica, más bien, a “instruir a sus discípulos”, a los que habla de cosas que muchos (incluidos los más íntimos) no son capaces de entender.

Efectivamente, en el texto de hoy Jesús anuncia, por segunda vez, su “secreto”: “Que el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres y lo matarán, pero al tercer día resucitará”.  Nosotros hemos oído tantas veces estas palabras que ya no nos impresionan y seguramente no las entendemos, como no las entendieron los apóstoles hasta que no experimentaron la muerte y la resurrección del Maestro.

Jesús no es un profeta brillante, pero superficial, como tantos. Jesús afronta la muerte y la vence, desde una confianza radical en el Padre. Este es su gran secreto. Y quien sigue a Jesús de cerca recorre el mismo camino. De hecho, después de Jesús, muchos de sus discípulos hicieron la misma experiencia, afrontando la cruz y la muerte desde una actitud de confianza radical en el Padre: Pienso, por ejemplo, en San Maximiliano Kolbe que, en la Segunda Guerra Mundial, se ofrece a ser asesinado en el lugar de un padre de familia; pienso en San Daniel Comboni que, agonizando en África derrotado por las enfermedades y contrariedades, afirma: “Yo muero, pero mi obra no morirá”. Pocos le creerían en aquel momento, pero la historia le dio la razón.

En esta lógica se inscribe la segunda parte del texto de hoy: “Si alguno quiere ser el primero sea el servidor de todos”. También esta frase la hemos oídos muchas veces y no acabamos de creérnosla. También éste es un secreto que pocos entienden. En todos nosotros hay una tendencia a ser protagonistas, a luchar por los primeros puestos, como si tuviéramos miedo de ser relegados y despreciados, a no ser tenidos en cuenta. Ante esta “angustia” por ser siempre los primeros, Jesús nos dice, si me lo permiten expresarlo a mi manera: “Calma, relájense, miren a este niño, vivan la vida como un don, sean agradecidos, piensen primero en el Reino de Dios y su justicia, den con generosidad y recibirán con generosidad”. Pienso que, en el fondo, todos intuimos la verdad de este “secreto” de Jesús, pero no acabamos de fiarnos.

Pidamos al Señor que, al celebrar la Eucaristía, nuestro corazón se abra y, compartiendo el secreto de Jesús, haga de nosotros personas confiadas, generosas y dispuestas a dar la vida, sabiendo que sólo quien da la vida la ganará.

P. Antonio Villarino

Bogotá