Con gran alegría escribo este pequeño texto para contaros cómo están siendo estos primeros 15 días de misión en Mozambique.
Estamos en Anchilo y nos quedaremos aquí hasta finales de febrero.
Pero tuvimos la alegría y el privilegio de ir a Carapira para visitar la parroquia y la escuela técnica donde se ubicará nuestra misión.
Allí también conocimos al matrimonio de Laicos Misioneros Combonianos de Mozambique, papá Martinho y mamá Margarida, dos personas maravillosas que sin duda nos ayudarán mucho.
Caminamos mucho entre la gente, hablamos con algunas personas del barrio, de la comunidad.
Y vemos la alegría y la sonrisa de la gente cuando saben que estaremos en misión junto a ellos.
Pero lo que más me llamó la atención fue ver la cantidad de niños que hay aquí, que a los primeros buenos días que les damos se muestran recelosos y con la mirada fija en nosotros, pero después, cuando empezamos a jugar y a hablar, se les abre una bonita sonrisa.
Sabemos que la misión aquí será un gran desafío.
Pero con las oraciones de todos y la intercesión de San Daniel Comboni, el Dios de la vida nos fortalecerá, nos iluminará y tendremos una hermosa y bendita misión aquí.
Un comentario a Lc 4, 14-21 (III Domingo de tiempo ordinario, 23 de enero 2022)
A veces pensamos que la vida de Jesús era todo “amor, bondad, paz”, entendiendo estas palabras como si su vida fuera un lago de aguas siempre serenas y plácidas. Pero no, la vida de Jesús estuvo llena de conflictos hasta que terminó en el conflicto final de la cruz.
Según Lucas, el incidente que nos cuenta en su capítulo cuarto es el primero de los seis que sucedieron en un sábado, día sagrado para los judíos; el séptimo sábado será el de la resurrección. De este modo la vida de Jesús misma, no sólo sus palabras, representa una propuesta de “año jubilar”, es decir un tiempo de perdón y renovación, tiempo de un nuevo comienzo.
El año jubilar era una institución judía; se celebraba cada 50 años y, en esa ocasión, los campos se dejaban en barbecho, las deudas eran perdonadas y los esclavos liberados. Jesús dice en Nazaret que él ha venido a anunciar este año de perdón y restauración en favor de los pobres, de los que se han equivocado en la vida y han caído en deudas y esclavitudes.
Eso, que es una buena noticia para muchos, parece que no todos lo reciben con alegría, quizá porque están anclados en los privilegios o porque les falta fe.
Para nosotros que leemos este texto hoy, es una invitación a acoger el perdón, a dejar atrás nuestros errores del pasado y renovar nuestra vida, guiados por el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús. Acoger el perdón es un gran camino de renovación.
De la misma manera, nosotros, discípulos misioneros de Jesús, estamos llamados a ser anunciadores e instrumentos de perdón y renovación para otros.
Esperemos que en ningún caso seamos personas de corazón duro que, por desconfianza o enrocamiento, nos neguemos a la novedad de Dios, una novedad que se hace perdón, renovación, restauración, nuevo comienzo.
Habiendo escuchado esta llamada de Jesús, le he seguido. Y es con gran alegría que te lo digo. Estoy en África. El África tan amada por Comboni y tan soñada por nosotros, los combonianos.
El viaje fue muy bueno. Tuve algunos problemas de comunicación debido al idioma en los aeropuertos y en el avión, pero nada que me quitara el aliento.
En el primer vuelo se hablaba inglés y árabe. Y no entendía ninguno de los dos idiomas, lolrsrs. Pero Dios siempre pone ángeles en nuestro camino. Había muchos brasileños en el vuelo y tuve la ayuda de una mujer y un joven llamado Bruno, Bruno fue un ángel de Brasil a Maputo. Me ayudó mucho, especialmente en Qatar, me orientó en el aeropuerto, para llegar a la puerta de embarque que estaba lejos y era difícil de encontrar.
En el segundo vuelo conseguí comunicarme con el poco español que había aprendido.
Cuando llegué a Maputo sentí la presencia de Comboni con mucha fuerza, era como si estuviera allí, guiándome.
Hora de comer, hora de buscar comida. Uy, me faltan cinco meticais… añadió el asistente, otro ángel.
En la puerta de embarque, sorpresa, la maleta con sobrepeso, como varía según el país, pesaba 3 kg más. Resultado: una multa de cuatro mil meticais que el chico renuncia milagrosamente a cobrar. ¿Otro ángel? No hay duda de ello. Y Comboni seguro.
En el avión a Nampula, un niño se pone a jugar con nosotros, para mí la bienvenida estaba allí.
Finalmente aterrizamos en Nampula. Massimo nos estaba esperando en el aeropuerto. Otros dos misioneros, sacerdotes, estaban con nosotros.
Nos vamos a casa, cenamos y descansamos.
Estamos en el Centro Catequético Misionero, en Anchilo, tramitando los documentos mientras esperamos que comience el curso de inculturación.
Nos encontramos con muchos padres aquí, ya que están en asamblea. Fuimos muy bien recibidos por todos.
El primer domingo aquí, mientras los sacerdotes celebraban la misa en el centro, yo preferí ir a la celebración en la iglesia con la gente. Fue muy bueno ver la sonrisa, la alegría de la gente. El pueblo Macúa es muy alegre y acogedor.
Poco a poco empecé a conocerlos, a convivir con la gente, un buen día, una charla rápida, una sonrisa, y así vamos construyendo el día a día, lentamente para no asustar.
Consciente de la misión que tengo, de los retos ya conocidos y de los que surgirán, llego a la tierra de la misión. Soy consciente de la situación inicial. Ya es posible sentir que los desafíos serán grandes, pero confiando en el Señor seguiré, su palabra es mayor, y si la misión es de Dios, es santa, es segura.
Mi viaje acaba de empezar y me siento feliz de estar logrando lo que siempre quise.
Cada día me doy cuenta de que el trabajo de Comboni se concreta cada vez más. ” Yo muero, pero mi obra no morirá”.
Me gustaría compartir con vosotros un poco de lo que está pasando y una vez más agradeceros a todos vuestra ayuda, cariño y oraciones. Sin vosotros no sería posible.
Seguid rezando por la misión y por todos los misioneros. Desde aquí sigo en oración por cada uno de vosotros.
Estoy muy contenta y le pido a Jesús que bendiga esta nueva misión que se presenta.
Que Comboni, la Virgen y Jesús misionero os bendigan a todos.
Soy Tito, Laico Misionero Comboniano de la Diócesis de Balsas, Maranhão (Brasil).
Después de un largo tiempo de formación y misión y de esperar por causa de la Covid, finalmente pude partir para la misión ad gentes en Mozambique, África.
Salí de Brasil el día 5 y llegué a Mozambique el 7 por la noche.
El viaje fue largo y agotador, pero nada me impidió seguir hasta llegar a mi destino final, donde Dios me llamó y me envió para esta misión.
Aquí fui bien recibido y poco a poco voy conociendo y adaptándome a esta nueva realidad de vida y misión.
Por la intercesión de San Daniel Comboni, que el Dios de la vida me bendiga con una hermosa y bendecida misión.
Recen por mí, por el pueblo mozambiqueño y por la misión.
Rezaré por vosotros.
Abrazos a todos.
Tito, Laico Misionero Comboniano.
Y como dice la gente del pueblo Macua, Salama salama Koxukuru Ampwene Muluku.
(un comentario a Lc 3, 15-22; Solemnidad del Bautismo del Señor, 9 de enero de 2022)
La imagen del Bautismo es sintomática: Jesus baja con los pecadores al río, para ser parte de ellos. De allí sale escuchando la voz: “Tú eres mi hijo amado”. La experiencia del Bautismo fue la experiencia fundante de Jesús, cuando se supo “hijo amado”. De ahí volverá a Galilea y anunciará la gran Buena Nueva del año jubilar (de perdón y renovación) para los humillados: Lc 4, 14 y ss. Esa experiencia fue como la de Pablo en Damasco: “me amó y me envió”. El ser humano Jesús de Nazaret experimentó, al compartir su suerte con los pecadores, el amor gratuito y total del Padre.
Otros textos útiles para meditar sobre este reconocimiento de Jesús como Hijo:
Mt 14, 33: después de la pesca milagrosa, “verdaderamente eres hijo de Dios”;
Mt 26, 63: en el sanedrín, “dinos si tú eres el hijo de Dios vivo… Tú lo has dicho”;
Mt 27, 40: “si eres hijo de Dios, baja de la cruz”;
Mt 27, 54: en la cruz, el centurión dijo: “verdaderamente este era hijo de Dios
Les invito a meditar con calma este pasaje, identificándose con Jesús que desciende en el río y allí recibe la confirmación de su filiación. Frecuentemente nos preguntamos por nuestra identidad como personas, como miembros de una familia y de una Iglesia: ¿Quién soy yo? Para encontrar mi identidad verdadera es indispensable hacer las paces con la parte más débil de mí mismo, con mi realidad de creatura limitada, con mi realidad de hijo rebelde, que no acepta la soberanía de Dios sobre mi vida.
¿Dónde está el río de mi miseria? Allí esta Jesús conmigo, tomándome de la mano, compartiendo mi miseria.
¿Dónde está mi pequeñez? Allí esta Jesús para hacerse pequeño conmigo.
¿Dónde está el hijo rebelde y amargado que soy? Allí está Jesús conmigo para hacerme hijo amado.
Dios me dice, como a María: NO TEMAS, Dios está contigo, quiere hacerse carne de tu carne, pecado de tu pecado, pequeñez de tu pequeñez… para que escuches con él “Este es mi hijo amado, en quien me complazco”.
No tener miedo de ir hasta el río de nuestra pobreza humana, de nuestra miseria.
Contemplar a Cristo a mi lado, descendiendo conmigo
Juntos, tú pobre con Cristo pobre, descender en la miseria del mundo: la miseria de tu comunidad, de la Iglesia, de la parroquia, del mundo…
Sin juzgar, sintiéndose hermano/hermana de cualquier ser humano en sus luchas, éxitos y fracasos.
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