Laicos Misioneros Combonianos

Mensaje del santo padre Francisco para la jornada mundial de las misiones 2022

Francisco

«Para que sean mis testigos» (Hch 1,8)

Queridos hermanos y hermanas:

Estas palabras pertenecen al último diálogo que Jesús resucitado tuvo con sus discípulos antes de ascender al cielo, como se describe en los Hechos de los Apóstoles: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza, para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra» (1,8). Este es también el tema de la Jornada Mundial de las Misiones 2022, que como siempre nos ayuda a vivir el hecho de que la Iglesia es misionera por naturaleza. Este año, nos ofrece la ocasión de conmemorar algunas fechas relevantes para la vida y la misión de la Iglesia: la fundación hace 400 años de la Congregación de Propaganda Fide —hoy, para la Evangelización de los Pueblos— y de la Obra de la Propagación de la Fe, hace 200 años, que, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, obtuvieron hace 100 años el reconocimiento de “Pontificias”.

Detengámonos en estas tres expresiones claves que resumen los tres fundamentos de la vida y de la misión de los discípulos: «Para que sean mis testigos», «hasta los confines de la tierra» y «el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza».

1. «Para que sean mis testigos» – La llamada de todos los cristianos a dar testimonio de Cristo

Este es el punto central, el corazón de la enseñanza de Jesús a los discípulos en vista de su misión en el mundo. Todos los discípulos serán testigos de Jesús gracias al Espíritu Santo que recibirán: serán constituidos tales por gracia. Dondequiera que vayan, allí donde estén. Como Cristo es el primer enviado, es decir misionero del Padre (cf. Jn 20,21) y, en cuanto tal, su “testigo fiel” (cf. Ap 1,5), del mismo modo cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo. Y la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, no tiene otra misión si no la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar.

Una lectura de conjunto más detallada nos aclara algunos aspectos siempre actuales de la misión confiada por Cristo a los discípulos: «Para que sean mis testigos». La forma plural destaca el carácter comunitario-eclesial de la llamada misionera de los discípulos. Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia. La misión por tanto se realiza de manera conjunta, no individualmente, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa. Y si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado. Como enseñaba san Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, documento que aprecio mucho: «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia» (n. 60). En efecto, no es casual que el Señor Jesús haya enviado a sus discípulos en misión de dos en dos; el testimonio que los cristianos dan de Cristo tiene un carácter sobre todo comunitario. Por eso la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial.

En segundo lugar, a los discípulos se les pide vivir su vida personal en clave de misión. Jesús los envía al mundo no sólo para realizar la misión, sino también y sobre todo para vivir la misión que se les confía; no sólo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos. Como dice el apóstol Pablo con palabras muy conmovedoras: «Siempre y en todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Co 4,10). La esencia de la misión es dar testimonio de Cristo, es decir, de su vida, pasión, muerte y resurrección, por amor al Padre y a la humanidad. No es casual que los Apóstoles hayan buscado al sustituto de Judas entre aquellos que, como ellos, fueron “testigos de la resurrección” (cf. Hch 1,22). Es Cristo, Cristo resucitado, a quien debemos testimoniar y cuya vida debemos compartir. Los misioneros de Cristo no son enviados a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles.

Por eso, en definitiva, el verdadero testigo es el “mártir”, aquel que da la vida por Cristo, correspondiendo al don de sí mismo que Él nos hizo. «La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más» (Exhort. apEvangelii gaudium, 264).

En fin, a propósito del testimonio cristiano, permanece siempre válida la observación de san Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 41). Por eso, para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos. Por otra parte, sigue siendo necesaria la tarea de anunciar su persona y su mensaje. Efectivamente, el mismo Pablo VI prosigue diciendo: «Sí, es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal de un mensaje. […] La palabra permanece siempre actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios. Por esto conserva también su actualidad el axioma de san Pablo: “la fe viene de la audición” (Rm 10,17), es decir, es la Palabra oída la que invita a creer» (ibíd., 42).

En la evangelización, por tanto, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera. Este testimonio completo, coherente y gozoso de Cristo será ciertamente la fuerza de atracción para el crecimiento de la Iglesia incluso en el tercer milenio. Exhorto por tanto a todos a retomar la valentía, la franqueza, esa parresia de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras, en cada ámbito de la vida.

2. «Hasta los confines de la tierra» – La actualidad perenne de una misión de evangelización universal

Exhortando a los discípulos a ser sus testigos, el Señor resucitado les anuncia adónde son enviados: “a Jerusalén, a toda Judea, a Samaría y hasta los confines de la tierra” (cf. Hch 1,8). Aquí surge evidente el carácter universal de la misión de los discípulos. Se pone de relieve el movimiento geográfico “centrífugo”, casi a círculos concéntricos, de Jerusalén, considerada por la tradición judía como el centro del mundo, a Judea y Samaría, y hasta “los confines de la tierra”. No son enviados a hacer proselitismo, sino a anunciar; el cristiano no hace proselitismo. Los Hechos de los Apóstoles nos narran este movimiento misionero que nos da una hermosa imagen de la Iglesia “en salida” para cumplir su vocación de testimoniar a Cristo Señor, guiada por la Providencia divina mediante las concretas circunstancias de la vida. Los primeros cristianos, en efecto, fueron perseguidos en Jerusalén y por eso se dispersaron en Judea y Samaría, y anunciaron a Cristo por todas partes (cf. Hch 8,1.4).

Algo parecido sucede también en nuestro tiempo. A causa de las persecuciones religiosas y situaciones de guerra y violencia, muchos cristianos se han visto obligados a huir de su tierra hacia otros países. Estamos agradecidos con estos hermanos y hermanas que no se cierran en el sufrimiento, sino que dan testimonio de Cristo y del amor de Dios en los países que los acogen. A esto los exhortaba san Pablo VI considerando «la responsabilidad que recae sobre los emigrantes en los países que los reciben» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 21). Experimentamos, en efecto, cada vez más, cómo la presencia de fieles de diversas nacionalidades enriquece el rostro de las parroquias y las hace más universales, más católicas. En consecuencia, la atención pastoral de los migrantes es una actividad misionera que no hay que descuidar, que también podrá ayudar a los fieles locales a redescubrir la alegría de la fe cristiana que han recibido.

La indicación “hasta los confines de la tierra” deberá interrogar a los discípulos de Jesús de todo tiempo y los debe impulsar a ir siempre más allá de los lugares habituales para dar testimonio de Él. A pesar de todas las facilidades que el progreso de la modernidad ha hecho posible, existen todavía hoy zonas geográficas donde los misioneros, testigos de Cristo, no han llegado con la Buena Noticia de su amor. Por otra parte, ninguna realidad humana es extraña a la atención de los discípulos de Cristo en su misión. La Iglesia de Cristo era, es y será siempre “en salida” hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, hacia lugares y situaciones humanas “límites”, para dar testimonio de Cristo y de su amor a todos los hombres y las mujeres de cada pueblo, cultura y condición social. En este sentido, la misión también será siempre missio ad gentes, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, porque la Iglesia siempre debe ir más lejos, más allá de sus propios confines, para anunciar el amor de Cristo a todos. A este respecto, quisiera recordar y agradecer a tantos misioneros que han gastado su vida para ir “más allá”, encarnando la caridad de Cristo hacia los numerosos hermanos y hermanas que han encontrado.

3. «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza» – Dejarse fortalecer y guiar por el Espíritu

Cristo resucitado, al anunciar a los discípulos la misión de ser sus testigos, les prometió también la gracia para una responsabilidad tan grande: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza para que sean mis testigos» (Hch 1,8). Efectivamente, según el relato de los Hechos, fue inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús cuando por primera vez se dio testimonio de Cristo muerto y resucitado con un anuncio kerigmático, el denominado discurso misionero de san Pedro a los habitantes de Jerusalén. Así los discípulos de Jesús, que antes eran débiles, temerosos y cerrados, dieron inicio al periodo de la evangelización del mundo. El Espíritu Santo los fortaleció, les dio valentía y sabiduría para testimoniar a Cristo delante de todos.

Así como «nadie puede decir: “¡Jesús es el Señor!”, si no está movido por el Espíritu Santo» (1 Co 12,3), tampoco ningún cristiano puede dar testimonio pleno y genuino de Cristo el Señor sin la inspiración y el auxilio del Espíritu. Por eso todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración. Es más, especialmente cuando nos sintamos cansados, desanimados, perdidos, acordémonos de acudir al Espíritu Santo en la oración, que —quiero decirlo una vez más— tiene un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él, fuente divina e inextinguible de nuevas energías y de la alegría de compartir la vida de Cristo con los demás. «Recibir el gozo del Espíritu Santo es una gracia. Y es la única fuerza que podemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor» (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020). El Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado.

También queremos leer a la luz de la acción del Espíritu Santo los aniversarios misioneros de este año 2022. La institución de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, en 1622, estuvo motivada por el deseo de promover el mandato misionero en nuevos territorios. ¡Una intuición providencial! La Congregación se reveló crucial para hacer que la misión evangelizadora de la Iglesia sea realmente tal, independiente de las injerencias de los poderes mundanos, con el fin de constituir las Iglesias locales que hoy muestran tanto vigor. Deseamos que la Congregación, como en los cuatro siglos pasados, con la luz y la fuerza del Espíritu, continúe e intensifique su trabajo de coordinar, organizar y animar la actividad misionera de la Iglesia.

El mismo Espíritu que guía la Iglesia universal, inspira también a hombres y mujeres sencillos para misiones extraordinarias. Y fue así como una joven francesa, Paulina Jaricot, fundó hace exactamente 200 años la Obra de la Propagación de la Fe; su beatificación se celebra en este año jubilar. Aun en condiciones precarias, ella acogió la inspiración de Dios para poner en movimiento una red de oración y colecta para los misioneros, de modo que los fieles pudieran participar activamente en la misión “hasta los confines de la tierra”. De esta genial idea nació la Jornada Mundial de las Misiones que celebramos cada año, y cuya colecta en todas las comunidades está destinada al fondo universal con el cual el Papa sostiene la actividad misionera.

En este contexto recuerdo además al obispo francés Charles de Forbin-Janson, que comenzó la Obra de la Santa Infancia para promover la misión entre los niños con el lema “Los niños evangelizan a los niños, los niños rezan por los niños, los niños ayudan a los niños de todo el mundo”; así como a la señora Jeanne Bigard, que dio vida a la Obra de San Pedro Apóstol para el sostenimiento de los seminaristas y de los sacerdotes en tierra de misión. Estas tres obras misionales fueron reconocidas como “pontificias” precisamente cien años atrás. Y fue también bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo que el beato Pablo Manna, nacido hace 150 años, fundó la actual Pontificia Unión Misional para animar y sensibilizar hacia la misión a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, y a todo el Pueblo de Dios. El mismo Pablo VI formó parte de esta última Obra y confirmó el reconocimiento pontificio. Menciono estas cuatro Obras Misionales Pontificias por sus grandes méritos históricos y también para invitarlos a alegrarse con ellas en este año especial por las actividades que llevan adelante para sostener la misión evangelizadora de la Iglesia universal y de las Iglesias locales. Espero que las Iglesias locales puedan encontrar en estas Obras un sólido instrumento para alimentar el espíritu misionero en el Pueblo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, sigo soñando con una Iglesia totalmente misionera y una nueva estación de la acción misionera en las comunidades cristianas. Y repito el deseo de Moisés para el pueblo de Dios en camino: «¡Ojalá todo el pueblo de Dios profetizara!» (Nm 11,29). Sí, ojalá todos nosotros fuéramos en la Iglesia lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos y misioneros del Señor. Con la fuerza del Espíritu Santo y hasta los confines de la tierra. María, Reina de las misiones, ruega por nosotros.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2022, Epifanía del Señor.

Francisco

Hacer causa común con los pobres y con la casa común

Encuentro Amazonia

Carta del Encuentro Comboniano de Ecología Integral

Cerca de treinta miembros de nuestra Familia misionera (LMC, Seculares, Combonianas y Combonianos, entre los cuales tres provinciales), provenientes de África, América y Europa, nos reunimos los días 27 de julio al 03 de agosto de 2022 en Belém do Pará, Brasil, en ocasión del X Foro Social Pan – Amazónico (X FOSPA) y del Encuentro Comboniano de Ecología Integral.

Abrimos oídos, corazones y mentes ante los gemidos de la Madre Tierra, de los pueblos amazónicos y de las comunidades que acompañamos, que claman por la plena regeneración de las hijas e hijos del Dios de la Vida (Cf. Rom 8,19-23), presente en toda su Creación.

Lo hicimos en continuidad con el largo camino de los Foros Combonianos y con el mapeo de la ministerialidad social en nuestra Familia y misión.

Nos inspira la mística de los pueblos originarios y su fuerte interligación con los elementos primarios del cosmos, con las aguas, los ríos, las florestas, la tierra y todos los seres.

A través de ellos, Jesús de Nazaret nos sigue invitando a “contemplar a las aves del cielo y a los lirios del campo” (Cf. Mt 6,26.27) para aprender y asumir, juntos, el Buen Vivir.

A partir de la ESCUCHA atenta, respetuosa y compasiva de la realidad de muchos pueblos:

1. CONSTATAMOS que la crisis climática, socioambiental y política, derivada del modelo económico dominante e insustentable, que separa, excluye y mata, pone en serio riesgo la sobrevivencia humana y la vida plena de toda la Creación, en los territorios donde vivimos nuestra vocación y misión a servicio del Reino.

Son los pueblos indígenas, las comunidades tradicionales, las mujeres y los jóvenes que todavía alimentan la esperanza, a partir de su resistencia, ¡en defensa de la Amazonía!

2. COMPRENDEMOS que la gravedad de la situación exige urgentemente, de la Iglesia y de nuestros Institutos, desencadenar procesos de conversión ecológica.

Sentimos que es preciso:

  • revisar y desaprender muchos de nuestros conceptos y vivencias en relación con Dios y la Naturaleza, entre hombres y mujeres, sobre inculturación, prácticas pastorales y liturgia;
  • integrar, en nuestra acción misionera, la defensa de los cuerpos de quienes luchan por el respeto al medio ambiente y de los territorios donde estamos presentes;
  • cultivar y compartir la eco – espiritualidad, relecturas bíblicas y la conexión fe y vida;
  • adoptar una metodología misionera que nos posibilite una mayor conexión y una efectiva inmersión en los valores, las lenguas, las culturas y la sacralidad de los pueblos y territorios con los cuales nos relacionamos;
  • revisar y corregir, en nuestros proyectos y estructuras, los estilos de vida y de consumo incompatibles con la sobriedad ecológica y evangélica;
  • invertir en una formación de base y permanente que integre, en la teoría y en la práctica, los principios de la ecología integral;
  • informar y animar a las Iglesias locales y a nuestra Familia, sobre los eventos, medios y procesos que nos ayuden a asumir y profundizar la experiencia de la sinodalidad y ministerialidad social en clave ecológica;
  • reforzar la solidaridad, la participación, el acompañamiento y el trabajo en redes con los pueblos originarios, los laicos, las congregaciones, los movimientos sociales y los organismos intereclesiales y extra – eclesiales.

3. PROPONEMOS, a las coordinaciones de nuestros Institutos, a los consejos de las circunscripciones en todos los continentes, a los responsables de los sectores y a todos los miembros de nuestra Familia:

  • asumir, como inspiración común, la adopción del Pacto Comboniano para la Causa Común y, como eje transversal de toda nuestra actividad y presencia misionera, la Ecología Integral;
  • favorecer el intercambio permanente de reflexiones, aprendizajes y prácticas entre los miembros de la Familia Comboniana;
  • intercambiar personal entre las comunidades y circunscripciones que actúan en un mismo territorio;
  • cualificar nuestros procesos formativos con investigación, el compartir metodologías de intervención y transformación social y la definición e integración teórico – práctica de la ecología integral, en sintonía con la Laudato Si’ y la Querida Amazonía;
  • participar en la discusión y elaboración de planes de pastoral en las diócesis y parroquias que asuman los principios de la Ecología Integral;
  • promover nuestra cualificación y participación en las instancias de advocacy y de decisión política en defensa de la Casa Común;
  • apoyar y apostar en los mecanismos y prácticas de economía inclusiva;
  • acoger y defender a personas en riesgo o amenazadas por causa de sus luchas.

4. ASUMIMOS, como participantes de este Encuentro de Familia y de esta rica experiencia de escucha, el compromiso de:

  • divulgar y apoyar la Declaración Pan – amazónica de Belém, que integra los Saberes y Sentires compartidos en el X FOSPA;
  • Dar continuidad a la reflexión y al compartir de las intuiciones que han emergido en estos días;
  • traducir y vivir, en los diversos contextos de nuestra misión, la inspiración carismática de Comboni (regenerar a África con África) y la consigna “Amazonízate”, que ha ecoado fuertemente entre nosotros en estos días, respetando y promoviendo siempre el protagonismo de los pueblos originarios.

5. CONFIAMOS todo este camino que queremos recorrer a la intercesión y protección de las y los mártires de la Amazonía, quienes nos animan a la radicalidad y a la fidelidad en el seguimiento de Jesús y en la vivencia de nuestro carisma común.

Desde el fluir de la vida, a orillas del Río Guamá, en Belém do Pará, 03 de agosto de 2022.

Los participantes en el Encuentro Comboniano de Ecología Integral

Fiesta de San Daniel Comboni: 10 octubre 2022

Comboni

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en él, lleva mucho fruto” (Jn 15,5).

“Animo; tened ánimo en esta hora difícil, y más todavía para el futuro.
No desistáis, ni renunciéis nunca jamás. Enfrentad sin miedo cualquier borrasca.
No temáis. Yo muero, pero la obra no morirá”.

(Últimas palabras de San Daniel Comboni pronunciadas poco antes de entrar en agonía el 10 de octubre de 1881)

Queridos hermanos,
¡Feliz Fiesta de nuestro padre y fundador San Daniel Comboni! Saludos fraternos a todos vosotros, donde os encontréis, para celebrar esta fiesta que es siempre fuente de gracia, de bendición y no menos ocasión para volver a la fuente de nuestro ser consagrados según el carisma comboniano.

El 10 de octubre 1881, como el “grano de trigo caído en tierra”, nuestro padre fundador moría en tierra sudanesa, pero ¡aquella “buena semilla” ha germinado y continúa todavía hoy a dar muchos frutos! En esta ocasión de su y de nuestra fiesta, no podemos no recordar las palabras de Don Francisco Oliboni, del 26 de marzo de 1858: “Pero vosotros no os perdáis de ánimo, no os apartéis de vuestro propósito, continuad la obra comenzada; y, si uno solo quedase, que no le falte la confianza, ni se retire”. Estas palabras, como bien sabemos, han dado vigor a toda una generación de misioneros de África, entre los cuales Comboni; y son las mismas palabras a inspirar la solicitud hecha por nuestro padre fundador a sus misioneros poco antes de su muerte: nos pide “ser fieles a la misión”. Es esta gracia especial de la fidelidad a la misión que queremos pedir hoy a Dios e a María, madre de la “Nigricia”.

El contexto de la festividad de Comboni de este año 2022 lleva consigo mucha gracia y bendición. Ante todo, a casi tres meses de la celebración del XIX Capítulo General de nuestro Instituto, hoy, hemos publicado oficialmente los Documentos del Capítulo. El 20 de noviembre, exactamente dentro de cuarenta días, tendrá lugar en Kalongo (en Uganda) la beatificación de P. José Ambrosoli. Finalmente, en este momento de gracia, las Misioneras Combonianas están celebrando el Capitulo General en Verona, vivificadas por el sacrificio de la Hna. María De Coppi, asesinada en Mozambique el 6 de septiembre pasado. Todas estas celebraciones son, para nosotros, ocasiones de gracia y crecimiento que contribuyen abundantemente a dar un sabor y un perfume de santidad a la fiesta de San Daniel Comboni. Al mismo tiempo, se convierten en una ocasión de recogimiento y de intensa oración para renovar nuestra identidad comboniana, construir una relación siempre más íntima con nuestro Padre Fundador y con toda la misión de la Iglesia.

El ejemplo de vida de nuestro Padre Fundador nos desafía continuamente a ir más allá de nuestros límites y fragilidades y abrazar la “santidad” como don de Dios que se transforma en estilo de vida. Hoy, Comboni quiere hablar al corazón de cada uno de nosotros con las mismas palabras con las que desafiaba, instruía y animaba a sus misioneros, a sus misioneras y a los laicos, a veces usando expresiones dulces, otras veces duras, pero, en todo caso, con palabras de un padre que ama a sus hijos. Afinemos, pues, nuestra capacidad de escucha y abramos nuestros corazones y nuestras mentes a acoger sus palabras de padre para que nuestra relación con él pueda ser siempre más profunda, estimulante y fecunda.

En este día de fiesta, dediquemos un poco de nuestro tiempo para contemplar y meditar sobre su ejemplo de vida, sobre sus opciones, sobre su determinación; pidamos humildemente su intercesión para que podamos también nosotros continuar a ser fieles a nuestra vocación de consagrados y misioneros al servicio del pueblo de Dios. Mantengamos la mirada siempre fija en el corazón de Cristo y amémoslo tiernamente para que El continúe a ser la única fuente de nuestra vida y el centro propulsor de nuestra misión. Seguros que sin una vuelta radical a Cristo y al carisma de Comboni, nuestra misión no dará frutos.

Hagamos nuestro el deseo de san Daniel Comboni para que nuestras comunidades se conviertan en pequeños cenáculos de apóstoles donde los hermanos se puedan encontrar juntos para celebrar, reflexionar y orar, en espíritu sinodal, involucrando, donde es posible, los laicos con los cuales trabajamos en las misiones y en la Iglesia local.

Pidamos la intercesión de San Daniel Comboni también para los procesos de discernimiento respecto a la elección de los superiores de circunscripción y de sus respectivos consejos, para que Dios nos conceda superiores santos y capaces, enamorados de la misión comboniana y del Instituto, para animar y acompañar los hermanos y para promover y coordinar las actividades/prioridades de la circunscripción, teniendo presente también las orientaciones del XIX Capitulo General.

María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros.
A todos deseamos una feliz fiesta de San Daniel Comboni.
El Consejo General MCCJ