Laicos Misioneros Combonianos

En tiempos de crisis, perseverancia

Un comentario a Lc 21, 5-19 (XXXIIII Domingo Ordinario, 13 de noviembre del 2016)
Estamos prshutterstock_120558928-420x281ácticamente en el penúltimo domingo del año litúrgico y los textos bíblicos nos llevan a reflexionar sobre lo que se conoce como tiempos “escatológicos”, es decir, los “últimos tiempos”. La expresión puede referirse a los últimos tiempos de la historia, pero también a los “últimos tiempos” de una determinada época o de un determinado ciclo en nuestra vida personal o social. El texto de Lucas que leemos hoy me suscita, entre otras las siguientes reflexiones:

1. “Un mundo se derrumba”
Se anuncia hoy que el maravilloso Templo de Jerusalén, tan admirable y tan significativo para los judíos, será destruido. “¡Impensable! ¡No puede ser!” -pensarían los habitantes de aquella ciudad. Y, sin embargo, sucedió. No quedó piedra sobre piedra de aquella maravilla arquitectónica ni de la civilización que representaba. Esta profecía evangélica me recuerda una famosa novela nigeriana, que, con el significativo título (en español) de “Todo se derrumba”, habla de la crisis de las culturas africanas cuando llegó el colonialismo europeo en el siglo XIX. Algo parecido se podría decir de la llegada de los colonizadores a América: el impacto fue brutal, todo un mundo se derrumbó y otro mundo empezó a nacer en medio de convulsiones y “dolores de parto”… Pongo el ejemplo de estas dos grandes crisis históricas para ayudar a entender el alcance de aquella gran crisis del siglo I de nuestra Era, cuando el Templo fue destruido, acabando con muchas certezas.
Por otra parte, me parece que esas “convulsiones” se repiten regularmente en diversas épocas de la historia. Muchos dicen que ahora estamos viviendo una de esas grandes crisis epocales, en la que parece que muchas cosas “se derrumban” y lo nuevo no acaba de nacer. Al mismo tiempo, crisis similares se pueden producir a nivel personal o comunitario. Pasamos por momentos en los que parece que todo se nos viene abajo, que los valores se nos quiebran, que la familia nos falla, que “Dios está muerto” y que nosotros mismos no sabemos dónde estamos ni qué hacer.

2. Falsos profetas y falsas esperanzas
Jesús nos previene que en circunstancias como las descritas arriba tenemos la tentación de agarrarnos a cualquier falsa esperanza; aparecen muchos falsos profetas y líderes “carismáticos”, que aparentemente tienen la solución mágica y definitiva para nuestros problemas, con actitudes “radicales”, “fanáticas” y “milagrosas”. Jesús nos dice simplemente: “No se dejen engañar”, son usurpadores, como los falsos pastores que entran en el redil para aprovecharse de las ovejas, no para servirlas. No corramos detrás de los múltiples “magos” que aparecen en épocas de crisis. Más bien confiemos en el Espíritu de Jesús que nos dará “una sabiduría a la que no podrán resistir los adversarios”.

3. La inevitable lucha
Los tiempos de crisis y de cambio histórico (en la sociedad o en nuestra vida personal) son tiempos de sufrimiento, de conflicto y de lucha. No hay que asustarse por ello; es parte de la vida y del crecimiento, como el dolor es parte del proceso de dar a luz una nueva vida. Dolor habrá, pero no será el fin, más bien tenemos la esperanza que, como le sucede a la mujer que da a luz, también nosotros veremos una nueva vida. Atravesamos las tinieblas y la oscuridad, pero veremos de nuevo la luz.

4. La perseverancia
El texto de hoy termina precisamente con una inyección de esperanza y confianza, que es propia del discípulo de Jesús en los momentos de zozobra y conflicto: “No perecerá ni un cabello de su cabeza. Con su perseverancia salvarán sus almas”. Esa es la última palabra en los “últimos tiempos”, en tiempos de crisis: Confianza y perseverancia. No desesperar, saber resistir y ser fieles.

P. Antonio Villarino
Quito

“¡La misión no se hace sin amor!”

LMC PortugalElia María Cabrita Gomes nació el 29 de enero de 1955 y es natural de Paderne (Albufeira). Es enfermera, ya jubilada. En 2006 tuvo su primer contacto con el continente africano en un proyecto de siete meses con la Asistencia Médica Internacional (AMI) en la República Democrática del Congo. En 2011 se fue con los Laicos Misioneros Combonianos (LMC) durante dos años a la República Centroafricana. Terminó quedándose cinco años en esta misión.
Cuando sólo tenía 16 años de edad se presentó la oportunidad de hacer una experiencia de dos meses en Angola que ella considerada como “el click para cumplir un sueño.” Por desgracia, su padre no estaba de acuerdo y no salió. Mientras está estudiando enfermería seguía pensando en salir, pero en 1976 al terminar su formación comienza a trabajar en el Hospital de Faro, donde permaneció hasta la fecha de su retiro, se casó y tiene una hija. En 2006, finalmente, tiene su primera experiencia cuando parte por siete meses para la República Democrática del Congo con la AMI. “Fue una experiencia de sólo siete meses que me sirvió de estímulo y aumentó mi deseo de volver a África, de salir de mis comodidades e ir al encuentro de otros pueblos”, compartir.

Empezó como voluntaria en el Hogar de la Parroquia de Paderne, su parroquia natal, y descubrió los LMC por la revista Além-mar que encuentró en sus primeros días de trabajo. “Hice la formación con los LMC (2008 – 2010), conocí a Comboni, su lema” Salvar África con África” tenía todo el sentido para mí, así como salir, salir a los más pobres y abandonados, contribuir a la mejora de la calidad de la vida y el desarrollo humano”, nos dice.

¡Fue por dos años y permaneció cinco!
En febrero de 2011 llegó a Bangui (capital de la República Centroafricana – RCA, a Mongoumba, por un período de dos años, “sin expectativas, preparada para a aceptar y dar lo que la misión me pidiese”. Terminó quedándose cinco años “con experiencias de vida muy intensas. Los primeros momentos fueron de aprendizaje: ver y oír, aprender a estar, aceptar y respetar, en fin, dar los primeros pasos en una cultura y costumbres tan diferentes de los nuestros “, nos dice. Acerca de su destino en Mongoumba nos comenta que es la sede de uno de los diez municipios del distrito Mbaiki: “es un pueblo de unos 8.000 habitantes, situada a 190 km de Bangui, en plena selva ecuatorial, haciendo frontera con la República Democrática del Congo y Congo Brazzaville. El municipio de Mongoumba tiene una población de 25.000 personas de diferentes grupos étnicos contando entre ellos los pigmeos Aka. Los pigmeos son discriminados por el resto de la población que los utilizan como mano de obra barata, son los más desfavorecidos de la sociedad, que viven en diferentes campamentos dispersos en la selva, casi todos viven en casas de hoja, son pocos los que hacen casas de barro y ladrillo, se alimentan de lo que recogen en la selva. Sus bienes se reducen a lo que pueden llevar cuando cambian de campamento y se adentran en la selva, para las temporadas de pesca, recolección de miel, orugas… productos que venden o cambian por sal, telas para cubrirse y pequeños adornos. Rara vez tienen dinero y lo poco que tienen no es suficiente para pagar la atención médica.

La prioridad de la misión de Mongoumba es la evangelización de los pigmeos y la mayor parte de nuestras actividades están dirigidas a la mejora de las condiciones de vida de las personas y su integración social. En una pastoral de proximidad y trabajando en la sensibilización y promoción de la salud me permitió visitar muchos campamentos, visitar a los enfermos, desparasitar niños y en los dos primeros años, con la colaboración del ejército francés, hicimos varias campañas de tratamiento del pian (enfermedad contagiosas e incapacitante). Hice muchos kilómetros a pie en la selva… En una dura realidad que no se puede cambiar, sólo retocar con un poco de creatividad y esperar que las semillas sembradas den frutos. Después de varios años de trabajo, donde la Misión sirvió como puente entre el pueblo y el centro de salud pública, el resultado empieza a ser visible y gratificante, los pigmeos siguen siendo los últimos en ser atendidos en las consultas, pero son atendidos y cuando necesitan ser hospitalizados lo hacen en la misma sala que el resto de la población. Durante cinco años, una de mis actividades vigilar a los pigmeos hospitalizados, para que no sean olvidados, ¡porque es muy fácil olvidar el tratamiento o dar la inyección a los que no tiene voz! Ayudándome en este trabajo siempre conté con la valiosa colaboración de los dos trabajadores de la salud que trabajan en el centro de rehabilitación física de la Misión. Gran parte de nuestro trabajo es despertar conciencias porque todo el mundo es persona en Sango “Zo Zo kwe” y como tales deben ser tratados y respetados”.

Nos dice que después del golpe de estado en de marzo de 2013 “el país se sumergió en el caos viviendo bajo el imperio de las armas durante tres años. La pobreza y el sufrimiento de la población alcanzaron niveles nunca antes imaginables. A pesar de las muchas organizaciones no gubernamentales en el campo, la misión católica es casi la única institución que sigue, de manera constante, trabajando para defender y promover la dignidad de este pueblo tan sufrido, desarrollando actividades en las áreas de educación, salud, promoción humana, pastoral, justicia y paz… En los últimos dos años, mi gran dedicación fue la detección y el tratamiento de los niños desnutridos, la sensibilización y educación de los padres sobre la higiene y la nutrición. Un trabajo agotador tanto física como psicológicamente, pero con la recompensa de cada niño que se recuperó y volvió a sonreír. Tuve la posibilidad de trabajar con un buen equipo, gente de la localidad, disponible e interesada”.

Partir sin ninguna expectativa, regresar llena de sueños
Finaliza diciendo que a pesar de haber llegado en 2011 sin expectativas, vuelve en 2016 con el sueño de algún día regresar a la misión en RCA y encontrar “casas que no sean arrasadas por la lluvia, con techos que no sean llevados por el viento; niños sanos y bien alimentados que tienen libros y van a la escuela; carreteras sin agujeros (incluso los caminos de tierra) y medios de transporte que aproximen las aldeas, pueblos y ciudades; pigmeos que conocen sus deberes y son capaces de luchar por sus derechos; una nueva legislación en que las “brujas” no van al tribunal, sino las que las denuncian y atacan; centros de salud y hospitales que trabajen con médicos y enfermeras con formación, donde se hacen operaciones, análisis y pruebas, donde hay nombre y la causa de la enfermedad, dejando de existir enfermedades místicas; sueño que voy a encontrar un país donde los pilares de la educación, los maestros, van a la escuela y tienen más que el sexto o noveno grado; y, porque “Dios ama a su pueblo”, tengo fe en que el odio que todavía existe conducirá a una paz duradera en un clima de amor y tolerancia. Es un sueño y una esperanza de que la riqueza del país no sólo va a parar a los bolsillos de algunos, sino que sirvan para mejorar la calidad de vida para todos.

¡La misión no se hace sin amor! Me gusta el país y me gusta la gente, un pueblo que sufre, pero continúa riendo, canta y baila. ¡Es mi pueblo! Los más pequeños son los que guardo con más cariño en mi corazón, recordar a los niños, sus sonrisas puras y sinceras serán calor en las noches frías de invierno”.
Texto de Catherine Anthony, FEC – Fundación Fe y Cooperación

Meskel

EtiopiaLa Fiesta de la Santa Cruz (llamada ‘Meskel’) es una de las mayores celebraciones en Etiopía. Se celebra especialmente en la región Gurage donde tuvimos la oportunidad de pasar unos días y ver las celebraciones por nosotras mismas. Nuestro amigo Desalegn nos invitó, con lo que pudimos compartir la vida en su pueblo. Dormimos en una cabaña tradicional que compartimos con los parientes de Desalegn.
Durante las celebraciones de Meskel, familias enteras llegan a los pueblos para pasar este tiempo tan especial juntos. El sacrificio de un toro es una de las tradiciones más importantes donde todo el mundo está involucrado. Después de las oraciones se proclama: los hombres del pueblo de Desalegn han sacrificado el animal cortando su garganta. Entonces todo el mundo ayuda con la carne y la prepara para ser comida cruda durante la fiesta. La carne cruda es un manjar muy popular en Etiopía, sobre todo cuando es fresca.
Ese mismo día, las mujeres preparan una especialidad tradicional llamada kitfo – corte de carne cruda en trozos muy pequeños que se sirve con mantequilla y especias muy caliente. Nadie nos preguntó si queríamos – nos dieron a todos una porción por lo que no pudimos rechazarla. A Magda, mi tocaya, le gusta bastante, pero para mí fue un gran reto comer carne cruda. Comí sólo un poco.

Según la tradición, Santa Helena, que quería encontrar la Santa Cruz para Etiopiasalvarla de profanación, la descubrió siguiendo el humo de un fuego. En memoria de este evento, la gente de toda Etiopía encienden hogueras en la víspera de Meskel. En la región Gurage, las personas de todo el pueblo se reúnen en un gran espacio abierto y luego encienden juntos la hoguera.

Tras los discursos de uno o más líderes, la gente se desea un Feliz Año Nuevo. De hecho, es el comienzo del Año Nuevo según el calendario local. A continuación empiezan a bailar una danza tradicional Gurage en círculo. Después de algún tiempo se van a casa y cada familia enciende una hoguera en frente de su casa. Muchas personas se mueven de una hoguera a otra.
Nos dimos cuenta que cuando un número de personas se reúnen en una hoguera en particular, muchos de los vecinos se unen a ellos. Luego todos juntos van de un lugar a otro bailando y cantando la misma canción tradicional. Esto duró hasta altas horas de la noche.

Al día siguiente fuimos a una iglesia para la misa. Después, otra gran hoguera se encendió. Hubo baile y canciones. Las canciones religiosas fueron las primeras en ser cantadas y luego la misma canción tradicional Gurage como en la víspera de Meskel.

Muchas personas visitan a sus familiares y amigos en el Día de Meskel. Nosotros también fuimos con Desalegn para visitar a sus parientes. En todas partes nos recibieron con comida y bebida, comenzando con el café y varios aperitivos y terminando con kitfo.

EtiopiaEn resumen, puedo decir que fui testigo de las tradiciones Gurage asociadas con la fiesta de la Santa Cruz. Es un momento muy especial de la familia de esta tribu. Al igual que en Polonia que pasamos la Navidad con nuestros parientes cercanos y amigos, compartiendo comidas especiales juntos, comiendo comidas típicas de Navidad. La gente Gurage pasan la mayor parte del tiempo sentados, hablando y comiendo juntos. Por supuesto, también hay diferencias. Por ejemplo, las personas Gurage no utilizan mesas para las comidas y no pasan horas viendo la televisión.
Durante nuestra breve visita, tuvimos una visión privilegiada de una familia Gurage. Nos permitieron entrar en su vida, sentir la atmósfera del lugar, conocer la forma en que saludar a los demás, compartir sus comidas, beber café y hablar unos con otros. Vimos de cerca cómo trabajan, descansan, celebran y viven su vida cotidiana. Fue una experiencia muy interesante y enriquecedora. Agradecemos sinceramente a Desalegn, a sus familiares y a las personas Gurage por este gran honor.

Magda Fiec, LMC Awassa (Etiopía)

FIESTA DE SAN DANIEL COMBONI 10 DE OCTUBRE

ComboniLo menos que podemos hacer por la conversión del África, es ofrecer nuestra vida a Jesús, sabiendo que Él murió por nosotros. (S 5822)

Queridos hermanos:
Les enviamos un saludo afectuoso hasta esos lugares donde están prestando su actividad misionera, porque deseamos estar en comunión con ustedes en ocasión de la fiesta de nuestro Fundador.

Hace pocos días, el Consejo General se trasladó a Limone sul Garda, para asistir a la clausura del Capítulo General de nuestras Hermanas, las misioneras Combonianas, y concluir de ese modo la visita canónica a las comunidades de la Provincia italiana.

Limone, como sabemos, además de ser un lugar turístico de belleza sinigual, es un lugar que habla particularmente a todos nosotros, seguidores de las huellas de San Daniel Comboni. Visitar la Iglesia parroquial en la que San Daniel celebró los sacramentos empezando con el Bautismo, entrar en aquella casita cuyas paredes oyeron sus gritos infantiles, caminar por los senderos de la huerta que siendo niño recorrió de arriba a abajo, subir por el sendero tortuoso que comunica Limone con otros pequeños pueblos y, desde lo alto, contemplar el azul del lago de Garda, permite echar a volar nuestra fantasía y entender mejor sus cartas y todo aquel escenario que, poco a poco, iba ensanchando su corazón y lo preparaba a los retos de la misión africana.

Continuadores de una herencia

Limone ha sido la cuna y crisol de un sueño. Ha sido interesante escuchar el modo como algunas personas, habitantes de allí, se expresan de su paisano misionero y obispo. Está vivo y presente en la vida de aquellos hombres y mujeres y es motivo de orgullo y bendición para todos ellos.

La fiesta que nos disponemos a celebrar puede ser la ocasión para preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa el Fundador en nuestra vida? Somos continuadores de un carisma recibido de Dios y llegado a nosotros a través de San Daniel. ¿Cómo podemos testimoniar allí donde nos encontramos esa misma pasión que sentía él por la causa misionera? Es un don que puede ser enriquecido o empobrecido. Lo enriqueceremos si ofrecemos lo mejor de nosotros, trabajando con generosidad y sin cálculos para alcanzar la utopía del Reino, como ha hecho Comboni. Lo empobreceremos si nos contentamos de lo que tenemos y no compartimos los dones que cada uno posee, más bien los escondemos por miedo a quedar mal o porque nos resulta más cómodo quedarnos donde estamos, sin ir más allá de lo conseguido.

Vivir la comunión no obstante nuestras diferencias

Limone está enclavado en las faldas de un monte. San Daniel ha sabido ir más allá, buscando nuevos horizontes; ha tenido el valor de salir de un ambiente conocido aventurándose en un nuevo continente, representado en su mente sólo por la descripción que hacían de éste los misioneros que pasaban y supo así enriquecerlo con su fantasía juvenil, iluminada por la fe en el Hijo de Dios. Comboni ha sabido descubrir otro tipo de belleza en pueblos diferentes al suyo. Se ha involucrado en la vida y la suerte de tantos hombres y mujeres a quienes consideraba hermanos y hermanas. Por tanto, también nosotros estamos invitados a descubrir la belleza de las personas, la de aquellas que viven con nosotros y aquellas que encontramos en nuestro trabajo, pese a las diferencias, seguros de que no podemos amar lo que no conocemos.

Nuestro Instituto, hoy más que nunca, es internacional, es decir católico, porque así nos ha querido San Daniel desde el inicio. ¿Cómo vivimos el reto de la internacionalidad? Comboni invitaba a todos a trabajar por la misión. ¿Nos sentimos en grado de transmitir la misma pasión misionera que habitaba en el corazón de nuestro Fundador, a la cual hace referencia el último Capítulo General? Queremos vivir una relación de comunión con Dios y compartirlo con quien está a nuestro lado. Queremos leer la vida y la historia a la luz de la fe y asumir un nuevo estilo de vida y de comunión, fundado sobre opciones evangélicas (DC 2015, 29).

Viviendo las orientaciones del Capítulo

Cuando descubrimos el don que ha llegado gratuitamente a nuestras manos, estamos invitados a vivir en actitud de constante gratitud a Dios que nos invita a ponernos en movimiento. Y, cuando agradecemos, vivimos en la alegría que brota de descubrirnos portadores de buenas noticias, como nos ha propuesto el Capítulo General, siguiendo las líneas de la Evangelii Gaudium.

En casi todos nuestros encuentros que tenemos, se ha vuelto una praxis acercarnos a la realidad en la que nos movemos para conocerla y permitir que nuestro trabajo sea eficaz, porque se inspira y contextualiza en ese lugar o situación donde nos encontramos. Vivimos momentos difíciles y desafiantes para todos, pero tenemos la promesa que no estamos solos. Evitamos de caer en el desaliento cuando tenemos presente que no sólo nos acompaña el Resucitado, como hizo con los discípulos de Emaús (Lc 24), sino también cuando descubrimos que San Daniel Comboni está presente con su testimonio misionero permitiéndonos así comenzar este tramo de nuestra vida: Yo permaneceré firme en mi lugar hasta la muerte (E 5329) no obstante todos los obstáculos del mundo (E 5584).

En esta fiesta, conviene que nos preguntemos, ¿cómo asegurar lo que es específicamente comboniano en lo que estamos haciendo? El Capítulo nos recuerda: Sentimos la necesidad de recuperar el sentido de pertenencia. La alegría y la belleza de ser verdadero ‘cenáculo de apóstoles’, comunidad de relaciones profundamente humanas. Estamos llamados a valorar, ante todo, la interculturalidad, la hospitalidad y la ‘convivencia de las diferencias’, convencidos de que el mundo tiene una necesidad inmensa de este testimonio (DC 2015, 33).

El pequeño pueblo de Limone su Garda, donde nació San Daniel, y la ciudad de Jartum, donde murió, nos recuerden a todos que Dios puede hacer maravillas cuando lo dejamos actuar en nosotros, como ha hecho nuestro Fundador. ¡Buena fiesta a todos!
Cordialmente,
EL CONSEJO GENERAL MCCJ

Saber pedir ayuda

Un comentario a Lc 17, 11-19 (XXIX Domingo Ordinario, 9 de octubre de 2016)

leproso

En su camino hacia Jerusalén, Jesús se encuentra con diez leprosos, que, como sabemos, además de tener una muy seria enfermedad, vivían marginados de toda vida social. Les invito a imaginar esta escena y a reflexionar sobre su significado para nosotros hoy. De mi parte, se me ocurren las siguientes observaciones:

1.– El grito de los leprosos: “¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!”
Es el grito de un grupo de personas desesperadas, que no tienen ninguna salida en la vida, pero que, al saber que el Rabí de Galilea pasaba cerca, ven un rayo de luz, se le abre una ventana de esperanza. Es una experiencia humana de mucha profundidad. ¿Nos hemos sentido así alguna vez? Sólo desde la experiencia de pobreza y necesidad total surge una verdadera oración de súplica. Y en ese caso no hace falta alargarse mucho en palabrerías y frases bien hechas. En esos momentos de necesidad profunda basta abrir el corazón y decir simplemente: “Señor, ten piedad”. En la vida es importante saber pedir ayuda.

2.- La respuesta de Jesús:”¡Vayan a mostrarse a los sacerdotes!”.
Es lo que mandaba la Ley. Cumplirlo era a la vez sencillo y difícil. Sólo requería obedecer, ponerse en camino y creer que Dios se puede manifestar en las cosas más pequeñas. Pero eso mismo se nos hace frecuentemente difícil, porque pensamos que la solución a nuestros problemas tiene que venir de alguna decisión extraordinaria, cuando la solución posible está a la mano: cumplir con los mandamientos, ponernos en camino, aceptar las humildes mediaciones que están a nuestro alcance…
Para curar nuestras heridas personales, se nos puede pedir algo aparentemente insignificante (una confesión, la visita a un santuario, una obra de caridad). Lo importante no es la pequeñez de ese gesto o de ese rito. Lo importante es la fe que me permite, a través de esa pequeñez, confiar en Dios y ponerme en marcha.

3.- La reacción del samaritano: “Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano”.
El samaritano supo reconocer el don recibido, supo ver que la curación no era algo que él había merecido, sino un don gratuito. La gratitud es una virtud que diferencia al pobre del rico (orgulloso y pagado de sí mismo) . El rico (en dinero o en otros dones) piensa que todo le es debido, se lo merce; el rico nunca está contento con lo que tiene y piensa que todo debe girar en torno a él; como decimos vulgarmente, va como “perdonando la vida” a todos, incluso a Dios. Sin embargo, el pobre sincero, el que se reconoce creatura limitada y débil, como el samaritano, sabe que lo que tiene es don recibido. Por eso está siempre pronto a a agradecer y a vivir la vida como maravillado de tanto regalo.

4.- La observación final de Jesús: Vete, “tu fe te ha salvado”.
Como decíamos el domingo pasado, el leproso tuvo fe, es decir, supo “dar el corazón”, entrar en comunión con Jesús y esa comunión lo sanó, no sólo de su lepra, sino de su aislamiento, haciendo de él un “hijo amado”.
Señor, ten piedad de mí. Creo, pero aumenta mi fe.

P. Antonio Villarino
Quito