Comentario a Jn 18, 33-37 (Jesucristo, Rey del Universo, 22 de noviembre del 2015)
Estamos ya en el último domingo del año litúrgico, en el que celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
Para entender el sentido de esta celebración, la liturgia nos ofrece cinco versículos del capítulo 18 del evangelio de Juan, en los que se nos narra una de las siete escenas que constituyen el juicio a Jesús de Nazaret. Leamos con atención e inteligencia este interesante diálogo entre Pilato, aquel representante de un poderoso Imperio (con ejército, funcionarios, leyes y dinero a sus disposición), y el manso Maestro de Galilea, encarcelado, “entregado por los suyos”, sin más poder que su propia persona desnuda, sin falsas decoraciones ni máscaras, sólo con la verdad de su ser Hijo de Dios.
Mientras Pilato representa un mundo que defiende los propios intereses, fundado en la violencia y en la mentira (el arma más característica de Satanás, “padre de la mentira”, con la que engañó a Adán y Eva haciéndoles creer que eran lo que no eran), Jesús, humilde e indefenso, se proclama testigo de la verdad, “a pecho descubierto”, sin más poder que el de esa misma verdad, que consiste en que Él es Hijo de Dios y que cada ser humano es también infinitamente amado por el Padre. Jesús, desde su verdad de Hijo, confronta el mundo de Pilato, hecho de mentira, violencia e injusticia.
Ante este cuadro que nos pinta Juan, todos estamos llamados a escoger nuestra manera de estar en el mundo: ¿Yo, de qué lado me pongo, del lado de Pilato o del de Jesús? ¿Quiero construir mi vida sobre la mentira y la arrogancia de quien se cree “dios” o sobre la verdad de quien es, en verdad, hijo amado de Dios?
Es verdad que, si uno escoge a Jesús, corre el riesgo de que se rían de él, como se rieron de Jesús. Incluso dentro de la Iglesia, o entre los cristianos, hay bastantes que piensan que hay que aliarse con el poder de este mundo, aunque sea corrupto o injusto. Jesús, sin embargo, no quiso que su reino fuera “de este mundo”.
Al celebrar la Eucaristía hoy, le digo a Jesús: Tú eres mi rey, tú eras el modelo sobre el quiero construir mi vida. Quiero ser parte de tu reino de verdad y de amor, de justicia y fraternidad.
P. Antonio Villarino
Roma