Etiopía ha sido conocida por sus corredores de larga distancia desde 1960, cuando el hijo de un pastor, Abebe Bikila, sorprendió al mundo al ganar la medalla de oro olímpica de maratón corriendo descalzo en Roma. Los etíopes dominan las carreras de resistencia, lo cual es bastante sorprendente para un país bien conocido por la pobreza, el hambre y la guerra. ¿Cómo lo hacen? Algunos dicen que la genética o el entrenamiento en altura, tal vez la cultura de correr y la presencia de modelos, o patriotismo. Creo que hay algo más – una virtud que impregna no sólo el mundo atlético sino toda la vida en Etiopía: la perseverancia.
Hace unos meses vimos Ciudad de Corredores, un documental sobre los corredores jóvenes de Bekoji, un pequeño pueblo de las tierras altas de Etiopía, de donde han salido algunos de los mejores corredores de larga distancia del mundo. El personaje central es Sentayehu Eshetu, también llamado “Coach”, el hombre que ha entrenado a la mayor parte de los corredores jóvenes durante 25 años de forma voluntaria. Cada mañana, al amanecer, guía a un entusiasta grupo de 250 jóvenes a través de un estricto entrenamiento. En la película le preguntaron al entrenador: “¿qué se necesita para ser un gran atleta?” Y él respondió tres cosas:
- Comida
- Descanso
- Perseverancia
Su lista me sorprendió, porque para atletas a nivel mundial el entrenador habría debido de decir talento o habilidad natural. Los dos primeros puntos ilustran el desafío de la pobreza en Etiopía (de la que soy testigo a diario), donde la comida es a menudo escasa y la supervivencia significa trabajar muchas horas sin descanso, arando a mano y con bueyes, cuidando de los animales, acarreando agua para beber y recogiendo leña. Reflexionando sobre el tercer punto de la lista encontré la clave para entender no sólo a los atletas exitosos, sino al espíritu, al alma de Etiopía.
¿Qué es la perseverancia? Es el esfuerzo continuo para hacer o lograr algo a pesar de las dificultades, el fracaso, o la oposición. Es una virtud que forma el carácter, y nosotros hemos sido testigos aquí con nuestros colegas, amigos y en la comunidad.
Uno de los primeros proverbios amáricos que aprendimos al llegar a Etiopía fue: “Qes ser qes enkulal ser eger yihedal.” La traducción sería “poco a poco el huevo caminará con sus piernas.” O en otras palabras, “la perseverancia le permite a uno lograr grandes cosas”. Haile Gebresellasie, uno de los corredores del mundo con más medallas, creció a 10 km de la escuela más cercana. Sólo había una manera de llegar allí: corriendo. Hiciera calor, frío, viento o lluvia, él corría diez km hasta la escuela cada mañana, y lo mismo de vuelta cada tarde. Así acumuló un montón de kilómetros bajo sus pies. Como curiosidad, si nos fijamos en su postura cuando corre, lleva el brazo izquierdo torcido como si estuviera sosteniendo sus libros de la escuela. Haile es perseverante y sus 27 récords del mundo dan fe de ello.
Los etíopes, en los podios, han demostrado este rasgo al mundo. La perseverancia está presente en las aldeas, en la madre con el bebé atado a su espalda haciendo las tareas diarias a pesar de no tener electricidad ni agua, en la fuerte fe en Dios de los cristianos aquí, en el estudiante de secundaria haciendo sus deberes sentado en la tierra a la luz de las velas, en el agricultor arrancando las malas hierbas a mano con el calor del día. Es una virtud adquirida por las dificultades de la vida aquí. No hay otro camino que el de perseverar.
“Hermanos, estimen como la mayor felicidad el tener que soportar diversas pruebas. Ya saben que, al ser probada nuestra fe, aprendemos a ser constantes. Procures, pues, que esa constancia perfecta se verifique con hechos, para que de ahí salgan perfectos e irreprochables, sin que les falte nada” (Santiago 1, 2-4)
– Maggie
Maggie, Mark, Emebet, Isayas y Therese Banga, Laicos Misioneros Combonianos, Awassa, Ethiopia