Comentario a Mt 5, 17-37 (6º Domingo ordinario, 12 de febrero de 2017)
Seguimos leyendo el capítulo 5º de Mateo, en el que se nos va explicando el perfil del discípulo de Jesús. Esta vez se nos habla de la relación del discípulo con la Ley, dando un principio general y tres ejemplos concretos. Veamos:
1) Un llamado a “ser mejores”
El principio general se podría enunciar de esta manera: “No se contenten con lo mínimo; al contrario, busquen siempre lo mejor”. Jesús dice: “Si no son mejores que los maestros de la Ley y los fariseos, no entrarán en el reino de los cielos”. A veces se oye decir: Yo no soy tan malo, no mato, no robo, procuro no hacer daño a nadie… Eso está bien, pero no basta para ser discípulo de Jesús. El Maestro de Galilea quiere que aspiremos a un más alto grado de vida moral. No se trata de contentarnos con no hacer el mal, sino de aspirar a hacer el mayor bien posible, incluso, a “ser perfectos como mi Padre celestial es perfecto”. Y no olvidemos que la perfección consiste en el amor. Jesús no quiere que vivamos “a la defensiva”, procurando hacer el menos mal posible, sino “a la ofensiva”, tratando de ser “lo mejor posible”.
2) Tres ejemplos
Para explicar el principio anterior, Jesús pone cinco ejemplos, de los que hoy leemos tres:
-No se trata sólo de “no matar”, sino de vivir con los demás relaciones de respeto profundo, sin lo cual hasta los actos de culto quedan falsificados. Hoy diríamos: no se trata de evitar la guerra o los conflictos, sino de tomar a los otros en serio, reconocerles sus derechos y construir un mundo mejor para todos.
-No se trata de no cometer adulterio, sino de establecer entre varón y mujer unas relaciones nuevas de dignidad, respeto y fidelidad, que superen la “cosificación” del otro o de la otra; relaciones que van más allá de las apariencias y tienen su raíz en el corazón, es decir, en lo profundo de la persona. Las relaciones varón-mujer están pasando por un período de grandes cambios y todos tenemos que esforzarnos por encontrar un nuevo equilibrio social. En esa tarea me parece que las palabras de Jesús son muy iluminadoras.
-No se trata de no jurar en falso, sino de ser sinceros y honestos en nuestra comunicación con los demás. “Que su palabra sea sí, cuando es sí, y n, cuando es no”. No se trata de no mentir, sino de ser siempre veraces y auténticos. Una sociedad (o una familia) montada sobre la mentira pronto se convierte en un “infierno”; sin embargo, donde reina la verdad, se establecen relaciones constructivas en la familia, en el lugar de trabajo, en la sociedad en general.
¡Cuánta sabiduría hay en estas palabras de Jesús! ¡Qué orgullosos podemos estar de nuestro “Maestro de Galilea”! ¡Qué suerte ser discípulos de un tal Maestro!
Ánimo, dejémonos iluminar por sus palabras sabias.
P. Antonio Villarino
Bogotá