Cristina Sousa, de 51 años, tiene ya una enriquecedora experiencia de dos años de voluntariado en la República Centroafricana para mostrar en sus fotos.
Como Laica Misionera Comboniana, no quería dejar de registrar en fotos, como aficionada, a un pueblo que la acercó a lo mejor que hay en el mundo. Ahora está organizando, junto con el Ayuntamiento de Maia, una exposición de la que pronto tendremos noticias.
Cristina Sousa es de Gueifáes, Maia (de ahí maiata), y en enero de 2018 fue a misión como voluntaria a la República Centroafricana, a la región de Mongoumba, donde entró en contacto con el pueblo pigmeo. Cuando regresó a Portugal dos años más tarde, sintió la necesidad de compartir los registros audiovisuales que recogió a lo largo de este tiempo para dar más visibilidad a la vida cotidiana de este “maravilloso pueblo”.
Cristina Sousa es Laica Misionera Comboniana y, según ella, ser misionera es una vocación, algo que nos acompaña por dentro”. Cristina afirma que para ser misionera tuvo que pasar tres años de formación. “Nos preparamos espiritualmente, esperamos y luego nos envían”, explica. Este envío lo realiza el equipo responsable de los Laicos, pero para Cristina “es algo interior, donde sentimos que es Dios quien nos envía”.
La misionera lleva unos cinco años en este camino y, según ella, “no necesitamos ir al extranjero para ser misioneros”. La necesidad de salir al encuentro de “nuestro hermano”, como explica Cristina, “es algo que nace y hierve dentro de nosotros” y si esta necesidad no se alimenta “no vamos bien”.
El pueblo pigmeo es “extraordinario”.
Su primera y única misión hasta la fecha ha sido en África Central, “justo en el corazón de África”, donde ha compartido su vida con los pigmeos. Según Cristina Sousa, los pigmeos son “extraordinarios y muy especiales”. Tienen una humildad y una sencillez que sólo he experimentado allí. Por ello, considera un “privilegio convivir con estas personas, ser acogidas, conquistada y conquistarlos a ellos también”.
Los pigmeos viven en campamentos “poco poblados” y dispersos por la selva, y el objetivo de los Laicos Misioneros Combonianos es ayudar a la integración en las aldeas. “Casi nunca son bienvenidos, porque viven en el bosque y son bastante discriminados”, explica Cristina. “Son explotados y no tienen acceso a la escuela o al hospital”. Así, el papel de los laicos es servir de “puente en esta integración”.
Actualmente, gracias a la labor hecha por misioneros como ella, hay muchos niños escolarizados y más acceso a la sanidad, sin embargo la discriminación sigue siendo bastante visible entre la población. Cristina dice que una de sus mayores preocupaciones es el hecho de que no hay registros de estas personas “como personas, es casi como si no existieran”.
En el intento de otorgar alguna identidad a estas personas, Cristina Sousa se encontró con su realidad, porque “son nómadas, sus casas no están protegidas de la lluvia y no tienen forma de guardar los documentos en sus ropas”. Así, la existencia de documentos de identificación personal es casi imposible.
Según la Laica Misionera Comboniana “el proceso de inculturación requiere mucho cuidado”, pues “nosotros vamos con nuestros ideales y tenemos que entender que ellos tienen los suyos. Nuestro principal carisma es Salvar África con África. Es decir, ayudar a la formación del africano para que camine por sí mismo”. Así, la función de los laicos es “ser, testimoniar y transmitir la Buena Noticia”. El compartir de conocimientos con el pueblo africano es, según Cristina, “bastante difícil, porque luego nos vamos y puede que ni siquiera hayan entendido muy bien lo que hemos querido transmitir”.
Cristina Sousa regresó de la República Centroafricana justo al límite del primer confinamiento.
Cuando Cristina Sousa regresó a Portugal, en febrero de 2020, dice que fue una cuestión de suerte que no la “cogieran en los aeropuertos” porque, dos semanas después, el país entró en su primer confinamiento. Para recibir noticias de África, Cristina intenta establecer contacto con “compatriotas portugueses que están en la capital, sacerdotes y hermanos”.
La pandemia de la Covid-19 es “incontrolable en la República Centroafricana”. Según Cristina, debido a la falta de recursos económicos y a la “falta de lugares adecuados, la gente no tiene acceso a las pruebas y, por lo tanto, nunca se conoce la verdadera causa de la muerte”, pero “debido a que la esperanza de vida media es de unos 40 años, el número de personas mayores es extremadamente reducido y, por esta razón, creo que allí la Covid-19 no será tan agresiva y resistente”.
En cuanto a las medidas de prevención “a veces me mandan fotos o vídeos y se ve a la gente con mascarilla”. Lo que para ella “no tiene mucho sentido, porque a la hora de dormir están todos juntos”.
Para ella, hablar del covirus en estos escenarios es aún más difícil, entre otras cosas porque hay otras enfermedades más graves que llevan varios años matando, como la malaria, el ébola y la lepra, por ejemplo, en las que mueren miles de personas cada día. “Esto lleva mucho tiempo ocurriendo y todavía no hay vacuna”, añade.
Las desigualdades entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo “se mantienen muy presentes” y Cristina Sousa explica que no entiende “la falta de manifestaciones sobre los derechos de los pueblos africanos”.
A Cristina le gustaría que se luchara más por los derechos de los africanos.
“Veo muchas manifestaciones por los derechos humanos y los derechos de los animales, pero ¿qué pasa con esta gente? Es importante que salgamos a la calle para demostrar la desigualdad”.
Sin embargo, Cristina reflexiona que no todo es malo: “Quizás también hemos desequilibrado un poco a esta gente, porque fuimos a mostrarles una realidad diferente a la que conocen. Viven de la naturaleza, y no podemos quitarles la naturaleza”. Según ella, “hay aquí una paradoja que requiere reflexión”.
La Laica Misionera Comboniana dice también que ha visto “morir a niños por mordeduras de serpiente y otras cosas sencillas”. Si estas cosas hubieran ocurrido en Occidente, no habrían provocado la muerte. Es difícil gestionar las emociones, porque uno siempre piensa que si estas personas hubieran nacido en otro lugar, no les pasaría esto”.
Durante su misión, Cristina Sousa utilizó su cámara para capturar los momentos que pasó con el pueblo pigmeo. De forma amateur, esta maiata grabó la vida cotidiana de este pueblo sui generis con el propósito de “difundir el mensaje que la imagen transmite, es decir, dar a conocer este maravilloso pueblo”. Nuestro deber como misioneros es traer su realidad aquí y de alguna manera hacer que la gente sea un poco más consciente de otras realidades”.
Actualmente, Cristina Sousa está negociando con el Ayuntamiento de Maia para que sus fotografías puedan ser expuestas y compartidas con su comunidad de origen. Cristina Sousa espera poder compartir la vida cotidiana de los pigmeos con sus compatriotas, con lugar y fecha aún por definir.
La misionera cree que “compartir lo que tenemos y lo que otros pueden darnos es lo que nos desarrolla como personas”. El intercambio de experiencias de diferentes realidades es, en definitiva, lo que nos enriquece y nos hace crecer”.