Comentario a Mc 10, 46-52 (XXX Domingo ordinario, 24 de octubre del 2021)
En el camino hacia Jerusalén Jesús pasa por Jericó, una de las ciudades más antiguas de Palestina y hasta el día de hoy un lugar emblemático. Marcos nos cuenta que, saliendo de Jericó para continuar su viaje hacia Jerusalén, Jesús se encuentra con un mendigo ciego llamado Bartimeo.
La postura del “mendigo ciego”
Les invito a releer este texto prestando atención a los detalles. Por mi parte, me permito llamar la atención sobre la figura de Bartimeo:
1.- Estaba “sentado al borde del camino”. La ceguera no sólo impide ver, sino que también dificulta mucho el camino. Pero pienso que el evangelista no está pensando tanto en los ciegos físicos cuanto en muchos otros que, por decirlo de alguna manera, son ciegos “espirituales”, es decir, no saben qué camino seguir en la vida; están sentados e inmovilizados porque las tinieblas les rodean y no saben qué hacer en la vida ni cómo vivir.
Quizá deba preguntarme cómo ando yo en este momento de mi vida. ¿Acaso me he “sentado”, me estoy quedando inmovilizado al borde del camino, porque no sé qué hacer ni cómo actuar?
2.- Oye que Jesús pasa a su lado. Como sabemos, Jesús no era un predicador estático, sino que caminaba por los senderos de Palestina, buscando encontrarse con las personas y transmitirles el amor del Padre. Jesús resucitado sigue caminando hoy por nuestro mundo, a través, por ejemplo, de la Palabra que escuchamos en la Eucaristía, del Espíritu que me habla en el corazón, de las personas que testimonian su presencia. ¿Lo siento pasar o estoy “sordo”, además de “ciego”? Bartimeo supo escuchar, supo dejarse ayudar para salir de su ceguera. ¿Me abro yo a la múltiple presencia de Jesús resucitado?
3.- Grita insistentemente: “Ten compasión de mí”. Bartimeo no se queda encerrado en un inútil “victimismo” (“que mal estoy”) ni en un falso orgullo (Yo me las arreglo solo), sino que supo pedir ayuda y confiar en el Caminante que pasaba a su lado. A veces, esto es una de las cosas más difíciles: nos cuesta reconocer nuestra necesidad y pedir ayuda. Dicen que muchos Santos Padres repetían constantemente la oración de Bartimeo: “Señor, ten compasión de mí”. Prueba a hacerlo tú también.
La respuesta de Jesús
Tres son las palabras que pronuncia Jesús y que hoy podemos escuchar como dirigidas a nosotros, sea cual sea nuestra situación de “mendigos”:
-Llámenlo. Jesús no pasa de largo, presta atención a cada persona. Mi situación personal no le es indiferente.
-¿Qué quieres? Es importante que sepamos reconocer nuestras necesidades y nuestros deseos más profundos, verbalizarlos y expresarlos. En este sentido, la oración es un método excelente para reconocer ante nosotros mismos y ante Dios nuestras íntimas necesidades.
-Vete, tu fe te ha salvado. Es decir, en la medida que crees, tú puedes caminar. Tantas veces Jesús dice a las personas: “Levántate y anda”. Hoy nos lo repite a nosotros, en la persona de Bartimeo: cree, levántate, camina, ven detrás de mí como mi discípulo y mi misionero.
P. Antonio Villarino
Bogotá