Laicos Misioneros Combonianos

¡Familia!

Comentario a Lc 2, 41-52 (Fiesta de la Sagrada Familia, 27 de diciembre del 2015)

Natale etiopico

Lucas concluye su “evangelio de la infancia”, antes de comenzar a narrar la “vida pública” de Jesús, con una magnífica escena en la que se ve a Jesús como miembro de una familia y de un pueblo. Les invito a releer este texto desde la experiencia de su propia familia, como quien se ve en un espejo. Por mi parte destaco cinco breves reflexiones:

1.- La importancia del ritmo de la vida.  “Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de Pascua”, dice Lucas. ¡Qué importante es, para cada uno de nosotros y para la educación de los más jóvenes, esta inserción en el ritmo de una familia, de una comunidad, de un pueblo! Todos recordamos con gran cariño las celebraciones familiares de la Navidad, de los cumpleaños o de otros acontecimientos, que se repiten regularmente y a los que todos tratamos de ser fieles. Personalmente, recuerdo el hecho de ir a la iglesia con mis padres, hermanos y vecinos. Eso me daba una gran identidad y orgullo de ser lo que era: miembro de una familia y de una comunidad orante. Pienso que Jesús se sintió también así: orgulloso de sus padres y de su pueblo; la relación con sus padres, con sus vecinos y con su Dios eran parte de una misma realidad de vida que.

2.- Atención al camino de cada uno. “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?”, dijo María a Jesús.  María, como todos los padres, amaba tanto a su hijo que lo quería proteger en todo momento y controlarlo. Pero eso no es posible ni conveniente, porque Jesús (y cada uno de nosotros) no agota su personalidad y su vocación como hijo de María. Él es también Hijo del Padre (con mayúsculas). Por eso es tan importante en las familias y comunidades reconocer la singularidad y la vocación de cada uno. Los hijos no pertenecen a sus padres, pertenecen a Dios, que tiene para ellos un camino propio.

3.- El amor es más grande que las incomprensiones y las diferencias. “Ellos no comprendieron lo que les decía”, afirma Lucas. Todos los padres conocen bien esta experiencia: ¡Cuántas veces no comprenden lo que los hijos están viviendo o por qué dicen o hacen ciertas cosas! Lo mismo les puede pasar a los hijos respecto de sus padres o a los hermanos entre sí. Pero el amor es más fuerte y resiste los problemas, los fallos y las contradicciones. A veces en la familia hay ideas políticas distintas, experiencias religiosas contrastantes, gustos diversos, fracasos y ofensas… pero el amor es único y lo supera todo, como dice San Pablo en la Primera Carta a los Corintios, capítulo 13.

4.- Guardar la memoria. La frase de Lucas -“Su madre guardaba todos estos recuerdos en el corazón”- es una de las que mejor definen a María y a todas las madres. El amor puede pasar por crisis, incomprensiones, aparentes desapariciones, pero el amor verdadero nunca muere. Permanece siempre en el corazón de quien ama y allí, en la intimidad más auténtica, espera su victoria sobre el mal y la duda; espera su plenitud total cuando logre entrar en comunión con el corazón del Padre, que nos espera siempre, como el Padre del Evangelio (Lc 15).

  1. Crecer en sabiduría y en gracia. “Iba creciendo… ante Dios y ante los hombres“. La familia no es un castillo en el que nos encerramos para defendernos contra el mundo, sino la tierra fértil en la que cada uno de nosotros va creciendo en sabiduría y en gracia hasta “llegar a la plenitud de humanidad” que Dios nos tiene reservada a cada uno.

Gracias, Señor, por la familia. Ayúdanos a permanecer fieles y constructivos, creciendo siempre en sabiduría y amor compartidos.

P. Antonio Villarino

Madrid

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