Durante los días 18, 19 y 20 de enero tuvimos el 5º encuentro de formación de este año, en Viseu. Fue la hermana misionera Comboniana Carmo Ribeiro quien nos acompañó este fin de semana tan lleno, tan rico, tan intenso, sobre el tema “Comboni: Dios, la Cruz y la Misión”. Comenzamos por una cosa que consideré muy relevante y que me hizo pronto comprender que el fin de semana sería muy bueno. La hermana Carmo comenzó por darnos un título ligeramente cambiado, más completo: Comboni: Dios, el Corazón del Hijo en la Cruz, como Buen Pastor y la Misión. Y desde ahí empezamos a ver la grandeza de Comboni y de su carisma.
Fuimos viendo a lo largo del sábado aquellos que son y que se han convertido en los grandes pilares de la vivencia de Dios en Comboni. En primer lugar la Confianza en Dios y el profundo sentido de que su vida es de Dios. Comboni siempre dio tiempo a la oración, al silencio e incluso en las tribulaciones confía plenamente y entrega su vida en las manos de Dios. Es de ahí que viene la vocación de Comboni y es siempre a Él que recurre, es siempre en Él que vive y que va haciendo luz en su camino. Esta profunda relación me fascina y me hace ver cómo todavía estoy tan lejos de esta vida entregada y de confianza.
En segundo lugar, el Amor del Corazón traspasado de Cristo Buen Pastor, que dio la identidad y el carisma Comboniano. Es desde una experiencia mística de oración que surge esta fuerte conexión con el corazón traspasado de Cristo Buen Pastor, es de este corazón que Comboni bebió y se fortaleció y fue de aquí que creció su vocación y entrega a la misión. Este corazón que moldeó la forma en que Comboni vivió y que siempre debe moldear nuestra vida. Seamos capaces de tal confianza y entrega.
En tercer lugar, el Amor a la Cruz, la cruz que nos salva. Este sentido de que la cruz, el sufrimiento, las dificultades al ser vividas ¡generan vida! Comboni experimentó el ser pequeñito, abrazó la cruz como su esposa y fue salvado por Dios, por su Amor.
Después, el Cenáculo de Apóstoles, es decir, la comunidad como centro donde la misión se realiza, dentro de sus riquezas, fragilidades y dificultades. Con lo que cada uno es y lo que cada uno es capaz de dar de sí. Y el saber que la comunidad empieza en mí y que la vulnerabilidad nos hace hacer más comunión que nuestras cualidades.
En quinto lugar, María, como Madre de la Iglesia y Madre de África. María, que preparó y acompañó siempre a su hijo Jesús, es parte del cenáculo también. En María Comboni ve a la madre de los negros y el apoyo de los misioneros. Y es en ella también que debemos buscar nuestra inspiración, nuestras dudas y poner en sus manos nuestra vida.
Después San José que es también uno de los pilares del carisma Comboniano, el que guardó el mayor tesoro, lo mejor que Dios tenía: Jesús y María. San José que siempre guardó y administró los bienes que Dios le dio y que nunca fueron de él, con silencio, intención recta y un cuidado para que nada les faltase.
Es también en la oración y en el celo que se establece otro pilar de la vida de Comboni en Dios, el sentido de la importancia y de la fuerza de la oración permanente y siempre en el sentido de velar y cuidar de la misión.
Y finalmente, y no menos importante, el sentido de Iglesia, de pertenencia, de ser uno con los demás. Y por encima de todo, obediencia y respeto por las decisiones que la Iglesia tomaba, pero sin olvidar nunca la misión que Dios le había dado, para llevar a cabo el Plan para la Regeneración de la Nigricia.
Bueno, por encima de todo guardo en mi corazón todos estos pilares Combonianos, y siento que los debo buscar también para mi vida. Fue un día intenso, de muchas cosas compartidas, muchos aprendizajes. Hay que rezar todo esto a Dios para que se ilumine el camino a la luz de Comboni.
Terminamos la tarde con una oración, con un gesto sobre alegrías y cruces, una oración comunitaria, donde sentí este cenáculo del que Comboni nos hablaba, donde nuestras fragilidades, alegrías, cruces y miedos fueron puestos en comunión con Jesús y los unos con los otros. Fue una oración muy marcada, intensa y donde conseguí ver el rostro de Jesús allí reflejado.
Por la noche vimos la película “De hombres y dioses”, sobre una comunidad de monjes en Argelia, que viven la difícil elección de huir o continuar junto al pueblo y la misión a la que fueron enviados. Es una película muy intensa, con mucha vida, sobre fe, comunidad, entrega, misión… Sobre el amor de Jesús que se hace presente en cada uno y sobre una entrega total y desmedida, dentro de las fragilidades de cada uno. Una película que ayudó en cierta forma a visualizar toda la vivencia Comboniana de la hablamos y aprendimos durante el día.
En el Domingo tuvimos el testimonio de la hermana Conceição, que compartió su vivencia misionera y comunitaria. Guardo en el corazón su intensidad a hablar de la misión, de la belleza de la comunidad, de las maravillas que Dios estaba trabajando en las misiones donde estuvo y el sentido de arriesgar en nombre de la misión. Este arriesgar que a veces parece locura pero siempre en la confianza en Jesucristo y en Comboni.
Además de todo esto, que es tanto y tan bueno, tuvimos un fin de semana muy afortunado, donde compartimos café en casa de las hermanas misioneras Combonianas, que con tanto cariño nos recibieron. Tuvimos la presencia del Padre Luís Filipe que nos acompañó en todo el fin de semana y que fue dejando su testimonio como misionero Comboniano y la hermana Conceição que nos dio su testimonio y que compartió tanto de ella misma con nosotros. Hemos tenido también la alegría de vivir la Eucaristía con Artur Valente, con el Padre Luís Filipe y con la hermana Conceição y así, de cierta forma, conmemorar los orígenes e inicios de los Laicos Misioneros Combonianos.
Podría seguir escribiendo cosas que viví, sentí y aprendí este fin de semana pero por encima de todo está la certeza de que la vida de Comboni es intensa e impactante y que su fe lo llevó por los caminos más bonitos de la vida y de la misión.
Que pueda digerir todos estos aprendizajes y rezar a Dios para aclarar el camino a seguir.