Laicos Misioneros Combonianos

El “hijo rebelde” y el Padre misericordioso

Un comentario a Lc 15 (Cuarto Domingo de Cuaresma, 6 de marzo del 2016)

Prodigal-SonRembrantLeemos este domingo la muy conocida parábola del Hijo pródigo o, como otros dicen, del Padre misericordioso. Ya la hemos leído muchas veces, pero estoy seguro que, si la leemos una vez más con atención, encontraremos nuevos significados y, lo que es muy importante, nuevos impulsos para una vida más verdadera, más reconciliada y más plena. Se trata, sin duda, de una de las piezas más bellas de la literatura universal de todos los tiempos. Ojalá cada uno de nosotros le dedique un tiempo tranquilo de meditación a partir de nuestro actual estado, del momento vital por el que estamos pasando.

Por mi parte aportó algunos breves flashes:
1. Algunas Biblias, en vez de hablar de ” hijo pródigo ” habla de “hijo perdido”, de modo que, uniendo esta parábola a las otras dos que Lucas nos cuenta en el capítulo quince (sobre la oveja y la moneda pérdidas), estaríamos hablando de una pérdida progresiva: una moneda, una oveja, un hijo. Es difícil vivir sin cometer errores, sin experimentar alguna pérdida valiosa.

2. La parábola, más que de conceptos o teorías, está llena de sentimientos ligados a la vida de cada día: deseo de libertad, ansiedad, incertidumbre, vergüenza, ternura, humildad, generosidad, rabia…, pero, sobre todo, de alegría, la alegría del re-encuentro después de una experiencia negativa. El Evangelio es, ante todo, buena noticia, la noticia del corazón misericordioso del Padre, que facilita el regreso del hijo “perdido “.

3. El padre no lleva el asunto por vía legal (según Deut 21, el padre debería llevar al hijo rebelde ante los ancianos y “los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera”). El padre se deja llevar del afecto paternal : “se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión” (Jr 31,20), “me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas” (Os 11,8). El abrazo sella la reconciliación; el vestido nuevo, las sandalias y el anillo serán los signos externos de una nueva oportunidad de hacer de la vida una fiesta.

4. Durante mucho tiempo la Iglesia se ha visto a sí misma como defensora de la moral pública y de las buenas costumbres. Es una labor meritoria, útil a la sociedad. Pero la misión de la Iglesia no es esa, sino la de ser testigo de la misericordia del Padre, que va más allá de la moral y de las buenas costumbres. Solo la misericordia logra devolver a las personas a la dignidad de hijos.

5. Podemos hacernos algunas preguntas: En este momento de mi vida, ¿he perdido algo cuya pérdida me duele muchísimo? Puede ser algo, pero también puede ser alguien, una persona querida; puede ser el una relación filial con el mismo Dios, de quién me alejé, pero al que en el fondo echo de menos. ¿Estoy dispuesto a aplicar en mi vida concreta el principio misericordia, conmigo mismo y con los demás? ¿Soy suficientemente humilde para recapacitar, reconocer mis errores y acogerme a la misericordia de Dios, de mi esposa o esposo, de mis hijos o padres…? Todos estamos necesitados de misericordia, que nos abre a nuevas posibilidades de vivir el amor y de hacer de nuestra vida una fiesta.

Un abrazo amigo
P. Antonio Villarino
Madrid

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