Laicos Misioneros Combonianos

Jesús y la pecadora

Piedras

Un comentario a Jn 8, 1-11 (V Domingo de Cuaresma, 3 de marzo de 2022)

Piedras

Este texto emblemático que leemos hoy tiene muchas dimensiones. Me detengo en la actitud de Jesús hacia aquella mujer pecadora. Es interesante que Jesús no hace grandes discursos. Sus palabras son muy escuetas.  Podemos detectar tres niveles:

-Un gesto que reconoce el pecado como una experiencia universal.

A veces cuando pecamos, tenemos un sentido exagerado de la enormidad de lo que hemos hecho. Nos abruma el orgullo herido de que precisamente nosotros hayamos hecho eso. ¿Cómo es posible que hayamos caído tan bajo? ¡Qué vergüenza tener que confesarlo!

Es curioso que esta experiencia es la misma que nos transmite la parábola del Hijo pródigo: El muchacho pecador se avergüenza de lo que ha hecho, sólo cuando se ve reducido a una piltrafa humana reconoce su fallo, cuando no tiene más remedio. Entonces, deseoso de vivir a pesar de todo, está dispuesto a humillarse, reconocer su pecado ante el Padre.

Éste, como ha hecho Jesús en este episodio, no dice nada: Simplemente le echa los brazos al cuello.

Más que el pecado mismo nos duele el hecho de que se sepa, de que nuestra imagen sufra a los ojos de los otros. Nos pasa a casi todos. Lo que nos duele en la experiencia del pecado es el sentirnos particularmente malos, el perder la propia estima y la de los demás. Jesús, con su simple gesto, dice: Ella no es tan diferente de nosotros. Por eso invita a no juzgar y a no abrumarse. Simple realismo: ni soy inocente, ni me he convertido en la personificación del mal.

-Una palabra liberadora: Yo tampoco te condeno.

Es difícil decir una frase más corta y más liberadora, una palabra que acompaña al gesto para reafirmar su valor liberador. ¿No les pasa a ustedes que uno va a confesarse, siempre un poco avergonzado, y no tiene ninguna gana de que el cura le eche un sermón? Si uno ya sabe todo eso que le dicen…. Uno sólo espera que le digan: Tus pecados son perdonados. Y a otra cosa.

-Una palabra de futuro.

Puedes irte y no vuelvas a pecar. Hay que situarse en la experiencia de la pecadora. Su pecado llevaba acarreada la muerte física. No tenía ningún futuro. Jesús le dice: La vida no ha terminado, se puede empezar de nuevo. En ella se cumple la promesa bíblica: Haré surgir ríos en el desierto y labraré surcos en el mar. El perdón se convierte en alegría y compromiso, tal como lo expresa una vez más el bello salmo 50:

“Hazme sentir el gozo y la alegría,

y exultarán los huesos quebrantados…

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,

Renueva dentro de mí un espíritu firme…

Devuélveme el gozo de tu salvación,

Afirma en mí un espíritu magnánimo;

Enseñaré a los malvados tus caminos,

Los pecadores volverán a ti….

Mi lengua proclamará tu fidelidad”.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Castel Volturno: ¡¡¡aquí también hay MISIÓN!!!

Simone

Hola, soy Simone y soy Laico Misionero Comboniano (LMC). Volví el 10 de septiembre de 2020, después de 1300 días de experiencia misionera en Mongoumba, en la República Centroafricana, con el pueblo pigmeo, apoyado por “mi” grupo territorial LMC de Venegono Superiore, de acuerdo con la coordinación nacional del LMC, el Consejo Provincial Comboniano de Italia y la comunidad comboniana presente, el 21 de enero de 2022 llegué a Castel Volturno y… ¡¡¡aquí también hay MISIÓN!!!

La parroquia de los Misioneros Combonianos en Castel Volturno lleva 25 años funcionando de forma estable, comenzó el 1 de enero de 1997 con el P. Giorgio Poletti, ahora están el P. Daniele Moschetti y el P. Sergio Agustoni que me introducen en la vida de la misión con paciencia y tranquilidad, contándome la historia de la comunidad y presentándome a las personas que trabajan con ellos. Es una novedad la presencia de un LMC en una comunidad de Padres Combonianos, pero aún más, es una novedad estar en misión dentro de los límites geográficos de Italia, porque, como repite a menudo el Papa Francisco, la misión ya no debe entenderse en sentido geográfico, sino que es salir a las periferias existenciales de la humanidad así que… ¡¡¡también aquí hay MISIÓN!!!

Por el poco tiempo transcurrido, no puedo decir mucho, pero la realidad de Castel Volturno es compleja y presenta dinámicas propias de África, debido a la fuerte presencia en la zona de hombres y mujeres de ese continente, pero también de chicos y chicas afrodescendientes, nacidos en Italia, no reconocidos por la ley, que van a las escuelas de la zona y hablan italiano, incluso con una cadencia típicamente napolitana, a lo que se suman todas las dificultades de una zona herida por la ilegalidad de la Camorra, por la degradación social y medioambiental. La mañana comienza con una misa en la parroquia a las 7 de la mañana con las tres Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón: la Hna. Liberty, la Hna. Nelly y la Hna. Joselyn, que vienen de Filipinas y sirven en el Centro de Migrantes con los huéspedes. ¡¡¡Si las mañanas son a veces un poco lentas, las tardes, como se dice, pasan volando!!! Todos los días lo paso en el Centro Blanco y Negro de Destra Volturno con los cerca de 50 niños que acuden a las actividades extraescolares de 15 a 19 horas. No nos limitamos a hacer los deberes, porque los martes tenemos que empezar a hacer teatro, los miércoles ya hacemos deporte, los jueves arte con Dory y los viernes vemos una película. En pocas semanas, ya he conocido a muchas personas que gravitan en torno a la comunidad comboniana de Castel Volturno: los educadores de Blanco y Negro, el equipo del Centro Misionero Diocesano de Capua, el director del Centro de Migrantes y los jóvenes acogidos, los jóvenes y adolescentes de la parroquia Santa Maria dell’Aiuto, el grupo SUAM de Campania, los chicos y chicas de la redacción de la revista INFORMARE, la comunidad ucraniana que celebra la misa dominical con su propio rito, los sacerdotes de la Forania del Basso Volturno, los escolásticos Daniel y Jerry que vienen de Casavatore el fin de semana, los voluntarios del Banco de Alimentos de la parroquia, los jóvenes del Servicio Civil… toda esta miríada de gente te da una idea del gran fermento de Castel Volturno, porque. … aquí también está la MISIÓN!!!

Se me ocurrió contar esta experiencia misionera en Castel Volturno con unos vídeos cortos llamados VOLT CAST, el nombre nos recuerda a los famosos podcasts para escuchar que están ganando terreno en el mundo de la comunicación, pero los VOLT CAST son para verlos, mirarlos y volverlos a mirar, la intención es mostrar las caras de esta realidad, porque detrás de una cara hay una historia, hay una persona, hay toda una vida, con todas sus alegrías y dificultades, contar y mostrar esta realidad de periferia existencial de la humanidad, porque… ¡¡¡aquí también hay MISIÓN!!!

Simone, LMC Italia

“El Vía Crucis en los escritos de San Daniel Comboni”.

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La cruz es ” una locura ” para los que no la entienden… decía San Pablo (1 Cor 1,18). Aquí publicamos un Vía Crucis con 14 frases de San Daniel Comboni sobre el camino de Jesús hacia la cruz. Comboni comprendió profundamente el “escándalo” que suponía ver a Jesús en la cruz: lo consideraba como un medio necesario para la evangelización y como una realidad que sus misioneros debían abrazar para continuar la obra salvadora de Dios en el mundo. Lo que dice Comboni es muy fuerte y hasta escandaloso en nuestros días, pero en sus palabras podemos encontrar luz y sabiduría para nuestra vida misionera. [comboni.org].

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Padre Pedro Pablo Hernández

Donde hay misericordia, ahí está Dios

hijo prodigo

Un cometario a Lc 15, 1-32 (IV Domingo de Cuaresma,  27 de marzo de 2022)

Leemos hoy el capítulo 15 de Lucas, que es el centro de este evangelio y una obra literaria magistral, con enseñanzas de gran valor para la convivencia humana. Con tres parábolas maravillosas (la moneda perdida, la oveja descarriada, el hijo pródigo) Jesús responde a los que le criticaban por comer con pecadores y publicanos, mostrando que el gran signo mesiánico (el signo de la presencia de Dios en el mundo) es la cercanía de los pecadores a Dios. Al leer estas parábolas surge espontánea la pregunta:

¿Dónde me coloco yo? ¿Entre los necesitados de misericordia o entre los que se sienten con derecho a juzgar y condenar?

Podemos decir que Jesús es la expresión histórica de la misericordia divina, porque, como dice San Pablo, “en él habita corporalmente la misericordia de Dios”. En efecto, donde hay misericordia, ahí está Dios. Esa es la demostración más clara de que en Jesús está Dios, porque en él está la misericordia, que se hace palabra acogedora, gesto de bendición y sanación, esperanza para la pecadora, amistad para Zaqueo, recuperación para el hijo perdido…

La Iglesia  es cuerpo de Cristo (presencia  de Cristo en la historia humana) en la medida en la que vive y ejerce la misericordia para con los ancianos y los niños, los pobres y los indefensos, así como para con los pecadores que se sienten abrumados por el peso de sus pecados.

En este sentido, somos cristianos y misioneros en la medida que experimentamos la misericordia y la testimoniamos hacia otros, de cerca y de lejos.

¿Cómo son nuestras relaciones familiares, por ejemplo? ¿Duras y condenadoras? ¿Sabemos mirar con ojos de misericordia a los que nos rodean? ¿Acepto la misericordia de otros hacia mí o me creo perfecto e intachable?

Pero, ¡atención!, misericordia no es indiferencia ante el mal, la injusticia, la mentira, el atropello, el abuso y el pecado en general. Misericordia es creer en la conversión del pecador.

Misericordia no es irresponsabilidad, sino creer en la posibilidad de re-comenzar siempre de nuevo, creer que el amor puede vencer al odio, el perdón al rencor, la verdad a la mentira.

La misericordia no juzga, no condena; perdona, da la posibilidad de comenzar de nuevo.

Para ser misericordiosos se requiere un corazón que no se endurezca, un “yo” que no se hace “dios”, con derecho a juzgar y condenar. El juicio, la condena, la acumulación obsesiva de bienes, el resentimiento…  son armas de defensa del “yo”, ensoberbecido y auto-divinizado, que teme perder su falsa supremacía. Por eso sólo quien acepta a Dios como Señor de su vida es capaz de “desarmarse”, no necesita defensa y se vuelve generoso y  misericordioso con los demás.

Para concluir, les dejo con una breve reflexión de Juan Pablo II sobre la parábola del Hijo pródigo:

“El Padre ama visceralmente a su hijo perdido, hasta el punto de sentir la pasión humana más profunda. Hemos encontrado el mismo verbo en el desarrollo de la parábola del buen samaritano: “Sintió compasión” (Lc 10, 33; 15, 20). La compasión del samaritano por el moribundo es la misma del Padre por su hijo perdido. Sin compasión es imposible correr al encuentro del hijo, echarse a su cuello y reintegrarlo en la dignidad perdida (Cfr  Dives in misericordia, capitulo cuarto”.

P. Antonio Villarino

Bogotá