Laicos Misioneros Combonianos

Retiro de los Laicos Misioneros Combonianos de Bolonia y Florencia

LMC Italia

LMC ItaliaAcompañados por el P. Giorgio Padovan (de pie, en la foto), comboniano llegado recientemente de Brasil, cerca de veinte Laicos Misioneros Combonianos (LMC) de Bolonia y Florencia se reunieron el 13 y 14 de junio, en la casa de Pax Christi en Florencia, para rezar y reflexionar juntos sobre el tema “Discípulos, misioneros y combonianos en camino”. Estos días, según algunos laicos”, animaron a algunos de nosotros para compartir, para continuar el camino misionero con más entusiasmo y alegría, y para renovar nuestro corazón, a veces cansado ​​y herido”.

La alegría y la belleza de ser cristianos y misioneros es la frase que puede resumir lo que se ha vivido en este retiro de dos días en Florencia. Guiados por el lema “Discípulos, misioneros y combonianos en camino”, la imagen del camino acompañó a los laicos en las reflexiones, en el compartir y en la oración. Un camino que no es fácil, comentaron, porque a veces es de subida y muy cansado, pero que da “sentido y sabor a nuestra vida y vocación”.

LMC ItaliaEl P. Giorgio Padovan, que regresó hace unos meses de la misión en Brasil, ayudó al grupo con mucha sencillez, para profundizar desde el punto de vista misionero el camino de los laicos y laicas, la vocación bautismal, las decisiones personales, el amor a la misión y el carisma comboniano.

“Las reflexiones y el compartir experiencias – comentan los laicos – anima a algunos de nosotros a repartir, para continuar el camino misionero con más entusiasmo y alegría, y para renovar nuestro corazón, a veces cansado ​​y herido. Las semillas fueron sembradas para que cada grupo LMC puede programar, con renovada creatividad, el camino a hacer en el próximo año”.

¿Cómo ser LMC donde vivimos y trabajamos? ¿Cómo ser cristianos y misioneros en el mundo de la migración, entre los excluidos, en el compromiso a través de actividades de justicia y la paz, en las parroquias e iglesias poco misioneras, cerradas y con miedo a salir? Estas son algunas de las preguntas a las que los LMC de Bolonia y Florencia intentaron responder, para regresar a casa iluminados y dispuestos a hacer un “buen viaje misionero”.

LMC Italia

LMC Bolonia y Florencia

Aspirantes LMC en Ghana reflexionan sobre la fe de Comboni

GhanaSegún lo acordado en nuestra última reunión en Abor, este 13 de junio, nos reunimos en Dadome, una subestación de Mafi-Kumase. Esta vez, el tema de reflexión fue “la Fe de Comboni”.

Comboni se dice que tiene muchas “fes”. Tiene fe en Dios, en su vocación, en la Iglesia, en su Institución. Pero por encima de todo está su fe en Dios, en la que el resto se basa. Él tuvo una duda en el momento de dejar a sus padres. Pero, confirmado por su director espiritual acerca de la veracidad y claridad de su vocación, fue derecho hacia adelante. En su afán de evangelizar África, se dirigió al Papa Pío IX e incluso corrigió una concepción equivocada sobre los africanos. Su fe en la Iglesia lo empujó para decir: “Todo lo que desagrada a la Iglesia me desagrada a mí“. Él declaró: “He vendido mi voluntad… Soy totalmente obediente a la Iglesia” A pesar de estar tan comprometido con la misión en África, estaba dispuesto a dejarlo si la Iglesia lo ordenaba. Comboni recibió su fuerza de la oración. Él dijo: “Sin la oración, morimos“. Su tiempo de oración también se dedicó a la mortificación. Comboni tiene una comprensión pragmática de la fe, porque pensaba que “la fe es un antídoto contra la esclavitud.”

Después de esta discusión, nos fuimos a pensar en algunas cuestiones. La primera es acerca de nuestra presencia en la Junta Directiva de “En la casa de mi Padre” (IMFH), una institución comboniana que testimonia la Buena Nueva a los más pobres y vulnerables. La segunda es la creación de un Centro de Formación en la misma Institución. Hemos pospuesto cualquier decisión sobre estas dos cuestiones para nuestra próxima reunión el día 11 de julio en Abor.

Justin Nougnui, coordinador.

Pasar a la otra orilla

Comentario a Mc 4, 35-41 (Duodécimo domingo del T.O., 21 de junio 2015)

DSC00962Superar fronteras
El domingo pasado veíamos a Jesús junto al lago de Galilea conversando con una multitud de personas hambrientas de verdad sobre las cosas del Reino de Dios en un lenguaje cercano e inspirador. Hoy vemos como, terminada su conversación, al atardecer de aquel mismo día, invita a sus discípulos a atravesar el lago e ir “a la otra orilla”. Para mí esta expresión tiene un valor que va mucho más allá del primer significado literal. Sabemos que “en la otra orilla”, habitaban personas de otra cultura y otras prácticas religiosas, con las que Jesús quiere rencontrarse y compartir su cercanía. De hecho, varias veces, en los evangelios Jesús empuja a los discípulos a no permanecer estáticos, a caminar hacia otras aldeas y ciudades, a salir al encuentro de samaritanos, pecadores y paganos.
Esta actitud misionera de Jesús fue asumida por la Iglesia ya desde los primeros tiempos, inmediatamente después de la Resurrección, hasta nuestros días. Pablo fue empujado por el Espíritu a superar la frontera entre Asia y Europa, pasando a Macedonia; Francisco Javier expandió el Evangelio hacia las fronteras de China; Daniel Comboni contribuyó a abrir las fronteras de África a La Iglesia… Y así tantos otros.
También hoy la Iglesia no puede permanecer anclada en lo de siempre. También hoy el Espíritu de Jesús la invita a ir hacia otras orillas, cruzar otras fronteras: para compartir el Evangelio con la humanidad del siglo XXI en los cinco continentes: con los refugiados y emigrantes, con los jóvenes sin futuro, con los ancianos abandonados, con las personas sin un sentido para sus vidas… Togalileados debemos preguntarnos: ¿Cuál es la orilla hacia la que Jesus me invita a remar? ¿Cuál es la frontera que mi familia, mi parroquia, mi comunidad debería cruzar, para no quedar anclados en un pasado ya superado?

Lanzarse al mar y afrontar la tempestad
Sabemos que el mar en la Biblia representa muchas veces una imagen del mal que hay en el mundo, con sus peligrosos oleajes y tempestades, que pueden destruir nuestra pequeña embarcación personal o la misma Iglesia, muchas veces frágil y temerosa.
De hecho, si uno sale de su pequeño mundo protegido, en el que tiene todo controlado, seguramente va al encuentro de obstáculos y problemas, cuya dificultad no está seguro de poder superar. Cuando uno sale de los muros de la parroquia o de su comunidad (donde nos conocemos y nos protegemos en un ritmo estable de vida y de actividades), puede encontrarse con un mundo hostil, que no acepta nuestro modelo de vida, que se opone o hasta lo ridiculiza. A veces el mundo exterior puede desatar verdaderos vendavales que amenazan con destruir nuestra débil fe o nuestra frágil comunidad.
En esos momentos, los discípulos no actuaron como si nada, no se fingieron súper-héroes, reconocieron su miedo y oraron, como quizá pocas veces lo habían hecho. Era el momento de volverse hacia el Señor y gritar con sinceridad y convicción: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”.

Aunque no parezca, el Señor va con nosotros
La narración de Marcos nos transmite la experiencia de los miembros de la primera comunidad que, siendo zarandeados por las persecuciones y otras dificultades, dudaron y pasaron miedo, pero al final experimentaron que el Señor estaba con ellos, a pesar de su poca fe.
Para ello es importante que, para cualquier iniciativa misionera que emprendamos, llevemos al Señor “en nuestra barca”. No vayamos en misión sólo con nuestro entusiasmo o nuestro ingenio y creatividad. Si la misión es solo una iniciativa nuestra, cuando llegue la tormenta, nos hundiremos. Pero, si llevamos al Señor con nosotros (en su Palabra, en sus sacramentos, en su Espíritu, en su comunidad), cuando llegue el momento, sentiremos su presencia, podremos gritar, él nos responderá… y llegaremos a la otra orilla de la misión.
P. Antonio Villarino
Roma

Mineral de hierro, viaje sin regreso

Brasil“Mineral de hierro, viaje sin regreso: de la amazonia brasileña a las industrias automovilísticas alemanas” es el título de una producción cinematográfica, promovida por la “Rede Justiça nos Trilhos” y financiada por Misereor, una organización de los obispos católicos alemanes que desde hace cincuenta años trabaja para combatir la pobreza en África, Asia y América Latina. El film cuenta, en 28 minutos, la cotidianidad de las comunidades que sufren el impacto del “Programa Grande Carajás”, el más grande proyecto de extracción del mineral de hierro del mundo, en los estados brasileños del Maranhão y del Pará.

Misereor apoya los proyectos llevados adelante por la “Rede Justiça nos Trilhos”, una red de comunidades afectadas por los proyectos mineros del norte del Brasil: organizaciones, grupos pastorales, movimientos sociales y grupos de investigación que buscan la justicia ambiental en aquella región. Esta Red es apoyada también por los Misioneros Combonianos.
El documental reflexiona sobre el proceso de extracción y exportación del mineral de hierro de la Serra de Carajás, en el estado de Pará, al puerto de São Luis, en el estado del Maranhão. Son cerca de cien las comunidades que sufren los impactos y las consecuencias de este recorrido del hierro, como la expulsión de las familias de sus tierras, la contaminación del aire y del ambiente y los accidentes. Más del cincuenta por ciento del mineral de hierro de Alemania proviene de Brasil, pero las industrias automovilísticas no se interesan por verificar si las materias primas para la producción llevan consigo una serie de violaciones de los derechos humanos y de justicia ambiental.
Este documental suscita interrogantes, provoca e indica nuevas estrategias de acción conjunta en la cadena de producción del acero.

La semilla brota y crece por sí misma

                                                     Comentario a Mc 4, 26-34 : XI Domingo ordinario, 14 de Imagen 027junio

Finalizado el tiempo de Pascua (Cuaresma, Pascua, Pentecostés), y las grandes solemnidades de la Santísima Trinidad y el Cuerpo de Cristo, en cuyos domingos hemos seguido un orden especial de lecturas, volvemos ahora al tiempo ordinario, en el que se sigue una lectura continuada de uno de los evangelios, este año el de Marcos. En este XI domingo ordinario, leemos una pequeña parte del capítulo cuarto, pero yo les invito a leer todo el capítulo, para tener una idea más global de lo que el evangelista nos quiere transmitir. A partir de esa lectura les comparto dos reflexiones:

lago de galilea (jerez)1) Una multitud junto al lago de Galilea
Como sabemos, Jesús tuvo su sede por algún tiempo en Cafarnaúm, una pequeña ciudad costera del lago de Galilea. Allí su presencia causó gran entusiasmo y la gente se agolpaba para escucharle, porque tenía palabras de una claridad, de una sencillez y de una relevancia que saltaba a la vista y “calentaba el corazón”. Jesús, campesino entre campesinos, pescador entre pescadores, obrero entre obreros, se sentía sus anchas con aquella gente sencilla, sometida a tantos sufrimientos y durezas de la vida, hambrienta de verdad y de sentido, que no encontraba respuestas en unas tradiciones religiosas rutinarias, esclerotizadas y poco relacionadas con la realidad de sus luchas cotidianas. Por el contrario, desde una cercanía afectiva a sus preocupaciones y luchas, así como desde una experiencia de contemplación en el desierto y la montaña, Jesús se explaya en relatos parabólicos, que explicaban el misterio de Dios y de su “Reino” en un lenguaje ligado a las experiencias del campo, del mar y del trabajo cotidiano.
Recuerdo cuando empecé a predicar en la lengua local de mi pueblo natal, cuando en aquel tiempo los sacerdotes hablaban siempre en la lengua oficial, que era la propia de las autoridades y de las instancias oficiales. Algunas personas, emocionadas, me decían: “me parece estar escuchando al abuelo conversando junto al hogar de la cocina”. Es que entonces pasaba algo muy raro: fuera del templo la gente hablaba de sus cosas en su propia lengua, pero, entrando para el culto, a pocos metros de distancia, se cambiaba diccionario y el cura hablaba en una lengua formalizada y rígida, que se alejaba de la vida cotidiana. La verdad del Evangelio, sin embargo, tiene más que ver con la vida de cada día que con los libros. Todos los que tenemos alguna responsabilidad en la transmisión del Evangelio de Jesus (padres, maestros, catequistas, sacerdotes…) debemos fijarnos en este Maestro que habla en parábolas, que expresa la fe en las categorías de la vida ordinaria, sabiendo que nuestra vida espiritual se mide, no por las palabras refinadas que usamos, sino por nuestro estilo de vida concreta, del que las palabras son expresión.

afiche en colombia2) El trigo no necesita que tiren de él
Discúlpenme esta obviedad, pero me parece que sirve para entender bien lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy: “la semilla brota y crece… la tierra produce espontáneamente primero el tallo, luego la espiga y el grano”.
Jesús nos dice que el Reino de Dios es como una semilla que Dios siembra en nuestro corazón, en nuestra comunidad, en nuestra familia… y crece por sí solo, en la medida en que la tierra acoge la semilla y está bien cuidada. Para que el trigo produzca fruto no sirve de nada tirar de él hacia arriba, como quien quisiera estirarlo y hacerlo crecer a la fuerza, en contra de su naturaleza. No, el trigo debe crecer por sí mismo, según la fecundidad que Dios mismo le ha dado.
¿No les parece que a veces hay padres que pretenden hacer crecer a sus hijos a la fuerza, como si quisieran jalarlos hacia arriba y hacerles dar un fruto para el que a lo mejor no les ha destinado Dios? ¿No les parece que a veces, en la vida comunitaria o de familia queremos sustituirnos a las personas y obligarlas a ser como a nosotros nos gustaría que fueran? ¿No nos pasa a nosotros mismos que nos empeñamos en parecer todopoderosos, infalibles e inmaculados en un esfuerzo prometeico que nos vuelve amargos, hipercríticos y perenemente negativos?
Me parece que, con la parábola de la semilla que crece por sí sola, Jesús nos invita, no a ser indiferentes, pasivos o perezosos, pero sí serenos y confiados; confiados en la semilla de Verdad y de Amor que Dios ha sembrado en nosotros y alrededor de nosotros. Esa verdad y Amor crecen y dan su fruto de buenas obras por sí mismos. Lo que tenemos que hacer cultivar la tierra y liberarla de espinas y escombros que pueden ahogar la semilla y no permitir que brote y se desarrolle.
P. Antonio Villarino
Roma