Laicos Misioneros Combonianos

¿Qué título?

Marisa LMC¿Qué título debo usar? ¿”Ya ha pasado una semana” o “sólo ha pasado una semana” (desde que llegué aquí)?

Llegué a Londres el 3 de septiembre. Era casi medianoche cuando entré en “mi nueva casa”.  A veces (sí, a veces), esto no es sólo mi casa, que es más que eso: es mi hogar – así lo siento. [“Sólo ha pasado una semana” y me siento bien aquí, en esta comunidad.]

Normalmente, somos siete personas en casa – yo; cuatro sacerdotes (Padre Angelo, Padre Rogelio, Padre Luis y Padre Patrick); y otros dos (Paul y Amir, que se unieron a nosotros hace unos días). Pero este número cambia a menudo: a veces sacerdotes de otras comunidades o familiares/amigos vienen a pasar la noche o unos días con nosotros, en nuestra comunidad. [¡”Sólo ha pasado una semana” y he conocido a tanta gente!].

Esta comunidad me permite aprender, crecer y madurar. Empezamos el día juntos en la capilla – para las laudes y la misa. Por la tarde, antes de la cena, volvemos para las oraciones de la tarde. Poco a poco, me siento más capaz de orar sin ojear constantemente los libros (¡todos en Inglés!). [A veces pienso que “sólo ha pasado una semana y puedo decir una oración sin leerla (bueno, de vez en cuando, miro el libro…); otras veces, siento un poco de frustración por la lengua, pienso: “Ya ha pasado una semana y todavía necesito una guía. “]. Sin embargo, los sacerdotes son muy paciente y me animan a no perder la voluntad de aprender. A veces, incluso me invitan a hacer las lecturas.

Por lo general salgo de casa unos 10 o 15 minutos antes de las 9 para ir a la escuela, para las clases de inglés, donde paso el resto de la mañana. En mi clase, hay otras personas de diferentes edades y nacionalidades (turca, brasileña, argentina, mexicana, peruana, japonés y chino).

Las comidas las realizamos en comunidad, con los Padres. Es otro momento para compartir. Más que compartir los alimentos, compartimos la vida. Es también un tiempo de conocimiento y aprendizaje, un espacio privilegiado donde crecen las relaciones. [“Sólo ha pasado una semana”, pero nuestras relaciones están crecen poco a poco y cada día sabemos más de cada uno].

En mi tiempo libre tengo la oportunidad de visitar Londres (como el Museo de Historia Natural, el Museo de la Ciencia, Southbank Museum, London Eye, el Big Ben, Buckingham Palace, Portobello Road (el mercado), los parques reales (Hyde Park, la fuente conmemorativa a Diana – princesa de Gales, Lago Serpentine, los jardines de Kensington, Albert Memorial, …). [ “Sólo ha pasado una semana” pero ¡pude ver tanto!].

También dedico tiempo para leer, para conocer/hablar con alguien o para ayudar en algo en casa.
Aquí aprendo con cualquier cosa, no importa qué. Estoy observando que es importante que esté disponible, predispuesta, dejar que las cosas sucedan – cometer algunos (o muchos) errores sin miedo y, a continuación, aceptar todas las correcciones con humildad. Leer, ver la televisión, escuchar todo lo que podamos, estudiar… también es importante aprender [Inglés], pero reconozco que aprendo mucho cada vez que cometo un error y alguien me corrige. Estoy aprendiendo que la corrección tiene, de alguna manera, una dimensión relacional – porque necesita una apertura generosa, espontaneidad y empatía – y también ayuda a crecer y construir la vida entre los que corrigen y el que es corregido.

Marisa LMCAyer, domingo, ¡sucedió algo maravilloso! De acuerdo con el calendario etíope, el 11 de septiembre es el primer día del año – se llama «Enkutatash» (“regalo de joyas” – no estoy segura de la traducción o el significado…). El padre Frasa, que está con nosotros sólo por unos pocos días, me invitó a celebrar el Año Nuevo con la comunidad etíope. Fue una experiencia maravillosa. La Eucaristía, con el ritual de Etiopía nos tomó aproximadamente 3 horas (la misa se celebró en ge’ez y amárico, así que tuve serias dificultades para entender «nada» de lo que dijeron, rezamos o cantamos…).

Marisa LMCAl final, el Padre me presentó a la Comunidad que me recibió con gran hospitalidad, y me invitaron a una comida tradicional con ellos. Compartí el plato con otros 4 niños y una mamá: entendí que es un signo de la amistad, de hospitalidad, de lealtad (“los que comen del mismo plato no se traicionarán”, me dijeron). Probé injera y gursha (cuando alguien toma un trozo de injera, lo moja en wot y nos da de comer directamente en la boca es un signo de amistad (“Me gustas, así que te alimento”); recibir la comida de alguien es un signo de hospitalidad y aceptación (es como un abrazo entre amigos) [“sólo ha pasado una semana” y ya he sido bendecida con un poco de “Etiopía”!]. El próximo domingo voy a regresar allí. Es curioso reparar que uno de mis primeros contactos, en los que he tenido una experiencia de intimidad, y donde me sentí «como bautizada» a la cultura etíope y a su gente, de hecho, ocurrió en la misa y compartiendo la comida. ¡Qué bendición!

Estoy terminando. Pero no antes de señalar que no fue “sólo en Etiopía” que el nuevo año comenzó. De alguna manera, es como yo me siento también: empezar algo único, marcando el comienzo de un nuevo ciclo y hacer los primeros pasos en la misión que Dios me confía.

¿Qué título debo usar? Amor – Comunidad; compartir; servicio; corrección… Amor es el título (y todo lo demás).
[Nota: “Ya ha pasado una semana,” y yo he sido bendecida con tantos milagros, con tantos encuentros, tantas experiencias… estoy segura que nuevas cosas irán llegando porque, de hecho, ” sólo ha pasado una semana” -“yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia “(Juan 10:10).

Marisa Almeida, LMC en Londres

11.09 – ¡Feliz Año Nuevo 2009!

flor¡Desde hace varios días en la calle, por todas partes, se pueden ver gente con pollos! Caminando, en moto, en bajajs, en mini-buses … ¡Por todas partes! Y también el tema del precio del pollo es uno de los más comentados (que si el precio es muy caro, 250 birr, ¡que son unos 10 euros!, etc.).

Todas estas cosas son signos de que el Año Nuevo se acerca, y lo celebramos ¡hoy! Etiopía utiliza el calendario juliano, según el cual acaba de comenzar el año 2009.

Para mí, todavía es algo bastante extraño, que la celebración del Año Nuevo sea mediados de septiembre es raro, en segundo lugar, que sea el año 2009, y en tercer lugar que el año tenga 13 meses …  😀 Sin embargo, aquí es lo más natural y es una ¡gran alegría!

Todas las personas están muy agradecidas a Dios que los llevó acompañó durante otro año y le piden que los bendiga por el nuevo.

La celebración de este día es completamente diferente de la nuestra en Europa; no hay grandes fiestas de fin de año. Sin embargo, en el Día de Año Nuevo, por la mañana las chicas caminan por las calles y visitan las casas cantando una canción especial – una bendición para el Año Nuevo. A continuación, dan flores – septiembre en Etiopía es el momento de la floración muy típica de unas flores amarillas particulares, hermosas. Sin embargo, hoy en día es más común que den una flor dibujada en un papel. A la vez también esperan un pequeño regalo.

También es un día de fiesta de la familia – todas las personas preparan doro wat (un plato especial del pollo que he mencionado anteriormente), y junto con los seres queridos se reúnen para el almuerzo. Este es un tiempo de mucha alegría 🙂
Así que, ¡Feliz Año Nuevo!
Recemos para que Dios bendiga a los etíopes y les conceda paz.

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Magda Plekan, LMC en Awassa (Etiopía)

Donde hay misericordida, ahí está Dios

Un comentario a Lc 15, 1-32 (XIV Domingo ordinario,  11 de septiembre de 2016)

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Leemos hoy el capítulo 15 de Lucas, que es el centro de este evangelio y una obra literaria majetuosa, con enseñanzas de gran valor para la convivencia humana. Con tres parábolas maravillosas (la moneda perdida, la oveja descarriada, el hijo pródigo) Jesús responde a los que le criticaban por comer con pecadores y publicanos, mostrando que el gran signo mesiánico (el signo de la presencia de Dios en el mundo) es la cercanía de los pecadores a Dios. Al leer estas parábolas surge espontánea la pregunta:

¿Dónde me coloco yo? ¿Entre los necesitados de misericordia o entre los que se sienten con derecho a juzgar y condenar?

Podemos decir que Jesús es la expresión histórica de la misericordia divina, porque, como dice San Pablo, “en él habita corporalmente la misericordia de Dios”. En efecto, donde hay misericordia, ahí está Dios. Esa es la demostración más clara de que en Jesús está Dios, porque en él está la misericordia, que se hace palabra acogedora, gesto de bendición y sanación, esperanza para la pecadora, amistad para Zaqueo…

La Iglesia  es cuerpo de Cristo (presencia  de Cristo en la historia humana) en la medida en la que vive y ejerce la misericordia para con los ancianos y los niños, los pobres y los indefensos, así como para con los pecadores que se sienten abrumados por el peso de sus pecados.

En este sentido, somos cristianos y misioneros en la medida que experimentamos la misericordia y la testimoniamos hacia otros, de cerca y de lejos.

¿Cómo son nuestras relaciones familiares, por ejemplo? ¿Duras, condenadoras? ¿Sabemos mirar con ojos de misericordia a los que nos rodean? ¿Acepto la misericordia de otros hacia mí o me creo perfecto e intachable?

Pero, ¡atención!, misericordia no es indiferencia ante el mal, la injusticia, la mentira, el atropello, el abuso y el pecado en general. Misericordia es creer en la conversión del pecador.

Misericordia no es irresponsabilidad, sino creer en la posibilidad de re-comenzar siempre de nuevo, creer que el amor puede vencer al odio, el perdón al rencor, la verdad a la mentira.

La misericordia no juzga, no condena; perdona, da la posibilidad de comenzar de nuevo

Para ser misericordiosos se requiere un corazón que no se endurezca, un “yo” que no se hace “dios”, con derecho a juzgar y condenar. El juicio, la condena, la acumulación obsesiva de bienes, el resentimiento…  son armas de defensa del “yo”, ensoberbecido y auto-divinizado, que teme perder su falsa supremacía. Por eso sólo quien acepta a Dios como Señor de su vida es capaz de “desarmarse”, no necesita defensa y se vuelve generoso y  misericordioso con los demás.

Para concluir, les dejo con una breve reflexión de Juan Pablo II soibre la parábola del Hijo pródigo:

“El Padre ama visceralmente a su hijo perdido, hasta el punto de sentir la pasión humana más profunda. Hemos encontrado el mismo verbo en el desarrollo de la parábola del buen samaritano: “Sintió compasión” (Lc 10, 33; 15, 20). La compasión del samaritano por el moribundo es la misma del padre por su hijo perdido. Sin compasión es imposible correr al encuentro del hijo, echarse a su cuello y reintegrarlo en la dignidad perdida (Cfr  Dive sin misericordia, capitulo cuarto”.

P. Antonio Villarino

Quito