Laicos Misioneros Combonianos

Corregir, pedir ayuda y acoger la presencia divina

Comentario a Mt 18, 15-20, XIV Domingo, 10 de septiembre de 2017

El evangelio de Mateo, que leemos hoy en la liturgia, nos da tres indicaciones muy valiosas para la vida en cualquier comunidad de discípulos de Jesús, incluida la familia. Veamos:

1.- “si tu hermano, te ofende, ve y repréndelo a solas. Si te escucha habrás ganado a tu hermano”. ¡Qué importante es esta enseñanza! Cuando uno vive en comunidad –y todos los hacemos de alguna manera- es imposible no ofender alguna vez o no recibir ofensas. Todos los seres humanos somos limitados y cometemos frecuentemente errores que nos dañan a nosotros mismos y hacen mal a otros. ¿Cómo reaccionamos ante esta realidad? ¿Con indiferencia? ¿Con orgullo herido e irritación? ¿Con impaciencia? ¿Con insultos o palabras humillantes? La propuesta de Jesús es que tomemos en serio al compañero o compañera que, a nuestro juicio, ha fallado. Y, tomándolo en serio, dialoguemos sinceramente con esa persona. Dialogar, no insultar, ni acusar altaneramente, no proceder a un desahogo que eche por la boca más amargura que verdad, más fastidio que interés por el otro, sino con humildad ayudar al hermano o hermana a corregirse. Así le habremos ayudado a salvarse, a madurar, a crecer humana y espiritualmente.

2.- “Si no te hace caso, toma contigo uno o dos”, es decir, acude a la comunidad, pide ayuda. En las familias o en las comunidades es frecuente que las ofensas se enquisten, que las personas, por miedo a perder su autoestima, se resistan a reconocer sus errores y a cambiar. Quizá es el momento de acudir a la comunidad más grande de pedir ayuda, antes de que las cosas se vuelvan peores. ¡Cuántas familias –o miembros de grupos apostólicos- se dañan por no pedir ayuda a tiempo, por no acudir a la comunidad. Cuando hay algún problema serio, es muy importante pedir ayuda.

3.- “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo”. Dios se manifiesta en la soledad de cada uno, en la interioridad, pero también en la comunión; allí donde hay comunión, allí está Dios. Pero se trata de “comunión”, no de una simple reunión. No siempre cuando las personas se reúnen abren espacio a la presencia de Dios. Se trata de reunirse “en su nombre”, es decir, reconocer humildemente su amor, su grandeza, su palabra y obedecerla. Y en esa obediencia Dios se manifiesta como comunión, que supera las ofensas y los límites, haciendo nuestra relación más fuerte, realista y enriquecedora.

Corregirse humildemente, pedir ayuda y acoger la presencia divina es una manera segura de que nuestra experiencia de amor y comunión crezca y supere todas las dificultades.

Antonio Villarino

Bogotá

Visita del General de los Combonianos a Piquiá (Brasil)

LMC Brasil

LMC BrasilEl 31 de julio recibimos aquí en la misión de Piquiá, en Maranhão, la visita del general de los misioneros combonianos, P Tesfaye Tadesse, acompañado del provincial de Brasil, p. Dario Bossi. Se unió a nosotros para este momento la comunidad comboniana de Balsas, que también se encuentra en Maranhão.

Siento que fue un momento importante para el general “tocar con las manos” la realidad de esta misión, sobre todo del pueblo de Piquiá de Baixo, que busca el reasentamiento del barrio.

¡También fue un momento importante de convivencia y compartir como familia comboniana! Hemos tenido la oportunidad de compartir sobre nuestras actividades y perspectivas.

La visita concluyó con una misa solemne el día 02 de agosto por la noche, con gran participación de las comunidades, no sólo de la parroquia de Santa Lucía, sino también de San Juan Bautista, antigua parroquia comboniana. Después de la celebración, hubo un momento de convivencia entre todos.

Fue hermoso ver el cariño de las personas por la presencia e historia de los misioneros combonianos en esta misión.

¡Recemos siempre por las vocaciones, combonianas y de toda la iglesia!

LMC Brasil

Flávio Schmidt, LMC Brasil

Escuela de Verano en Etiopía

CLM Ethiopia¿Cuál es la mejor manera de pasar las vacaciones? Esta pregunta no estaba en la cabeza de los niños que viven en el barrio de la clínica en la que trabajo. Vienen principalmente de familias pobres y grandes y sus padres no pueden permitirse ninguna actividad de vacaciones para ellos. El tiempo pasa mientras se aburren. Nosotros decidimos sacarlos de este verano ocioso.

Usando su tiempo, que tienen en abundancia, y con los medios económicos recibidos del grupo de los Laicos Misioneros Combonianos de Polonia, tratamos de prepararles algo divertido y útil al mismo tiempo. Organizamos una escuela de verano. 80 niños y niñas de entre 12 a 18 años participaron en ella. Los niños se dividieron en tres grupos: los niños mayores y las niñas por separado y los estudiantes más jóvenes – juntos. Cada grupo asistió a un programa de una semana.

Empezamos cada día con la oración del ” Padre Nuestro”. Durante las clases se les enseñó sobre alimentos nutritivos, higiene, protección del medio ambiente, método de planificación familiar y primeros auxilios. Se les enseñó acerca de los problemas que enfrentan los adolescentes es decir: adicciones, SIDA, enfermedades de transmisión sexual, abortos, mutilación genital femenina y matrimonios prematuros forzados.

CLM EthiopiaCon el fin de aprovechar mejor el aprendizaje de las lecciones muchas se llevaron a cabo como actividades al aire libre: ejercicios prácticos o juegos. Después de las clases sobre comida nutritiva los niños fueron a hacer un poco de jardinería, donde aprendieron cómo hacer plantones y plantar verduras. Al final de la lección de higiene se distribuyeron cepillos de dientes y dentífricos y todos los niños se cepillaron los dientes. Durante el taller de primeros auxilios, cuando se mostraban películas cortas de “qué hacer”, seguían los ejercicios prácticos, donde los jóvenes estudiantes desempeñaban el papel de personas desmayadas, quemadas y ahogadas, así como de sus salvadores. Durante uno de los juegos aprendieron a comportarse adecuadamente frente a diferentes situaciones – por ejemplo al ver a una persona blanca cómo era mejor saludarla en lugar de llamar “Tu, Tu ,Tu”. Lo que aprendieron durante toda la semana lo pintaron durante la última lección.

CLM EthiopiaUna de las clases concernía a la creación del mundo. Se mostraron imágenes que demuestran la belleza del mundo creado por Dios, como los maravillosos paisajes de Etiopía, una hermosa puesta de sol en el lago Awassa (el lado donde viven). Justo después de eso se presentaron fotos de la basura esparcida en su vecindario. Después de este breve taller fuimos todos motivados a recoger la basura del complejo de la clínica.

Durante el receso escolar cada estudiante recibió un paquete de galletas. Cada niño recibía un almuerzo diario nutritivo: injera (comida típica) con verduras diferentes, lo que podría ser considerado como un buen ejemplo de comida nutritiva que aprendieron durante estas clases. La escuela terminó con una ceremonia oficial de graduación, donde se distribuyeron los certificados de asistencia. Cada estudiante recibió como regalo un conjunto escolar compuesto de libros de ejercicios, un bolígrafo, un lápiz y un afilador, lo que para muchas familias fue una reducción significativa de los gastos del hogar. Además, doce de los estudiantes más activos recibieron un conjunto de matemáticas extra (compás, regla, escuadra y cartabón).

A todos les gustó mucho la escuela. Los maestros estaban contentos de que los estudiantes estuvieran tan interesados ​​en todos los temas. Los niños ya están esperando otra escuela de verano el próximo año.

CLM EthiopiaTobiasz Lemański, LMC Etiopía

Encuentro de “evaluación” y convivencia – 11ª unidad formativa LMC

LMC PortugalEn los pasados ​​días 7, 8 y 9 de julio tuvo lugar en la casa de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús – MCCJ – de Viseu la 11ª unidad Formativa LMC.

El sábado, día 8, pudimos realizar la “evaluación” por parte de los candidatos, o mejor dicho… una conversación entre cada uno de los formandos y el equipo coordinador sobre los pasos que se van trazando en este camino de descubrimiento de la vida LMC.

La formación de dos años que se propone a los candidatos que aceptan la invitación de conocer lo que es ser LMC no se limita a estos dos años. Es una formación que lleva a la vida. Es la vida misma. Un camino de avances y retrocesos pero que, de tanto en tanto merece una atención y una “evaluación”, de cada uno para con uno mismo o en comunidad, en el compartir sobre “puntos de situación – en qué punto estoy en el camino como LMC”. Al final del día abrazamos la maravillosa llegada de las LMC’s Neuza y Paula, recién llegadas de la comunidad de Granada. Compartieron con nosotros su experiencia en la comunidad Lisanga, que vivieron con los LMC españoles Aitana y David. También compartieron un proyecto – el proyecto que llevarán adelante durante los dos años que estarán en Arequipa en misión. Este proyecto tendrá como telón de fondo la pastoral social y donde se trabajarán situaciones de violencia familiar, aproximación de la población al nuevo centro de salud, así como la formación de líderes (aprovechando los que ya se encuentran trabajando en la parroquia).

El domingo pudimos recibir a nuestra familia y amigos y juntos celebrar la familia que tenemos. Paula y Neuza una vez más hablaron de su experiencia en la comunidad Lisanga, esta vez no sólo para los LMCs sino también para los restantes familiares y amigos. Se siguió con la Eucaristía, el almuerzo compartido y una tarde animada de música, juegos y danza.

Agradecemos a todos la presencia (física y / o en oración). Fue un día muy bueno en el que se hizo presente la unión que San Daniel Comboni propuso a todos los pueblos. Es un orgullo pertenecer a una familia así. Estamos juntos en y para la vida.

Con amor, Carolina Fiúza

El amor exige a veces endurecer el rostro

Un comentario a Mt 16, 21-28 (XXII Domingo ordinario, 3 de agosto del 2017)

Continuamos leyendo el evangelio de Mateo en su capítulo 16. Después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, que leímos el domingo pasado, leemos hoy lo que podríamos considerar la “confesión de Jesús”, es decir, una declaración de su decisión de ir a Jerusalén, donde le esperaba un enfrentamiento a vida o muerte con el sistema de poder que reinaba en su propio país.

Endurecer el rostro
Lucas, en el texto paralelo (9,51), dice que Jesús “endureció su rostro”. Es una manera plástica de decir que “ir hacia Jerusalén no fue para Jesús una elección cualquiera, sino la elección de su vida terrena, la decisión que calificó toda su misión y su obra y de la que todo dependería. Análogamente deberá estar en la vida del discípulo: El amor… nunca es solo un movimiento afectivo, sino que es también un empuje de toma de decisiones. Es la decisión que yo tomo a favor de Dios, en la fidelidad a Él y en el servicio al hombre” (M Grilli).

A Pedro, que Jesús mismo había elogiado en la lectura del domingo pasado, le costaba aceptar esto; él parecía creer en un Jesús “blando”, que hacía propuestas bonitas y fascinantes, pero que no caería en la “tontería” de dar la vida por ellas. Jesús, sin embargo, no juega a decir cosas bonitas o a proclamar verdades sin consecuencias. Jesús no se deja desviar de su propósito por las buenas y cobardes intenciones de Pedro, sino que se muestra dispuesto a ser coherente hasta el final.

¿Qué significa seguir a Jesús en su camino hacia la cruz y la resurrección?

1.- Contemplar la meta definitiva de la vida
Lucas dice que ha llegado para Jesús el tiempo de “ser elevado al cielo”, en una expresión que recuerda al profeta Elías (2 Re 2, 35). A Jesús le llegó el tiempo de “ser elevado al cielo” y de cumplir la misión para la que vino a la tierra.
“La vida se nos da gratis y la merecemos dándola”, dijo un sabio hindú. La meta de la vida es su consignación, su consumación en esperanza de que el grano de trigo que cae en tierra da fruto.

¿Cuál es la meta de mi vida? ¿Sobrevivir? ¿Ser grande a los ojos de la humanidad? ¿Amar hasta dar la propia vida por amor?

2.- Vivir como peregrinos

El camino de la vida es una “subida”. El Papa actual puso de moda la expresión “Una Iglesia en salida”. En realidad, todos nosotros somos peregrinos, llamados constantemente a salir de nuestra tierra, como Abraham: “El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que to te indicaré” (Gn 12, 1).
Para “subir”, para alcanzar la meta, lo primero es saber “salir” de nuestra comodidad, de nuestro estado actual, incluso de nuestro grado de santidad actual. Como a Abraham, como a Jesús, el Señor nos pide que nos pongamos en camino, que miremos a la meta de nuestra madurez, de nuestro encuentro con el Padre.

El famoso filósofo polaco Bauman habla de tres tipos de caminantes:
-turistas: se mueven atraídos por la belleza del mundo, sin atarse a nada.
-vagabundos: se mueven porque ya nadie los aguantan donde están.
-peregrinos hacia un santuario, hacia una meta.

¿Qué tipo de caminante soy yo? ¿Camino hacia una meta o voy escapando de las situaciones, porque no aguanto más o porque no me aguantan?

La vida humana es un caminar hacia la madurez del amor, hacia la propia entrega; en eso consiste la madurez humana, lo que implica cargar con la propia cruz, asumir la responsabilidad de nuestro amor, incluso hasta la donación total, como hizo Jesús.
La vida se vive dándola, gastándola, exponiéndola desde el amor y para el amor. Vivir consiste precisamente en eso, en gastar la vida en aras del amor. Si uno quiere agarrarse al don precioso de la vida, sin ponerla al servicio, se parece a aquel que recibió un denario y, en vez de negociar con él, lo guardó bajo tierra; terminará perdiendo lo poco que ha recibido.
No es que Jesús quiera morir, lo que quiere es vivir plenamente conforme a la voluntad de su Padre. Pero ese vivir plenamente no se logra si uno no se arriesga, si uno no se expone, si uno no es coherente y fuerte.

P. Antonio Villarino
Bogotá