Laicos Misioneros Combonianos

Regreso de Maria Augusta a Bangui

LMC Portugal

LMC PortugalRecién llegada a Bangui (a principios de septiembre), después de haber estado de vacaciones en Portugal, la LMC María Augusta siempre nos escribe unas líneas sobre lo que va viviendo.

¡Buenos días a todos! Gracias a Dios llegué bien. Encontré al padre Fratelli, comboniano italiano, en Casablanca, ya en el avión.
Con las maletas no nos fue del todo bien… una de ellas no llegó, pero no fue sólo la mía. Una del padre tampoco llegó y eso les sucedió a muchas otras personas. Fuimos a reclamar y, en principio, las tendremos el sábado por la mañana.
Cuando llegué aquí supe que el padre Zé Carlos había muerto. ¡Estoy contenta de haberlo visitado! Él estaba sufriendo mucho porque tenía dos cánceres… ¡Que el Señor acoja su alma en Paz!
Agradezco a todas las personas con las que contacte en las parroquias, así como la buena acogida que me hicieron. Que el Señor os recompense por todo lo que hacéis por los misioneros (las oraciones y el compartir de lo que tenéis) y os conceda siempre su gracia. ¡Gracias a todos por vuestra generosidad!
Unidos por la oración.
Un gran abrazo para todos.

Maria Augusta, LMC

PS: Acabo de llegar del aeropuerto, gracias a Dios corrió todo bien. Nos dejaron salir sin abrir las maletas. Vinieron plastificadas para estar bien protegidas.
Estaba todo como lo dejamos, por lo que agradezco al Señor. ¡Todo lo que llevaba nos hace mucha falta!
Todavía me quedaré en Bangui hasta el lunes.

Un gran abrazo y besitos para todos
Maria Augusta

“Todo lo puedo en Aquel que me da fuerza” (Flp 4, 13)

LMC

LMCQue hermosa es esta África de madera que se encuentra a los pies de Cristo. Dejo que la mirada de San Daniel Comboni me penetre, dejo que me contemple. Y cuánto de mí entra en aquella mirada. Recuerdo las palabras de alguien que un día me dijo “es imposible que esa mirada no te penetre, no nos interpele“. Y lo confirmo cada vez que veo esta imagen de nuestro incansable San Daniel Comboni.

Así es la imagen sobre el altar que contemplo en la capilla de la casa de los MCCJ de Madrid (donde hoy estaré hasta alrededor de las 16h, hora en la que el LMC David me vendrá a buscar para irnos juntos el fin de semana a Arenas de San Pedro a unos 160 km de aquí) pero no me resisto a entrar para estar un momento con el Señor. A Él le pido por la misión. No sólo por la mía, sino por la de cada uno. La de los que parten. La de los que se quedan. Es en el partir que está el amor también. La partida, el dejar lo que tenemos para ganar algo mayor: la libertad de la entrega a Cristo. Y hablar de partida no es sólo hacerlo de la partida física. LMCSino también el salir de nosotros mismos. El salir de ti mismo todos los días. En cada momento. Es lo que hoy sigo buscando, pero que hoy se vuelve físicamente más “factible”. Parto de mi tierra en busca de la sabiduría y la gracia necesarias para que, en el futuro, pueda poner mis dones a rendir mejor. Así en los próximos meses estaré en Madrid junto a la familia que elegí, la familia Comboniana, en un curso de Misionología (cuyo programa desde temprano me dejó el corazón ardiente y los ojos brillantes… confieso hasta que, arde en mí aquella ansiedad propia de los niños en los días antes de regresar a clase). Es lo que hoy, ante esta África a los pies de Cristo, también agradezco: la posibilidad de crecer más en sabiduría y gracia.

En la certeza de que soy frágil pero que, en el seno de una comunidad que vive por y para el amor, me hace más fuerte. Porque “todo puedo en Aquel que me da fuerza” (Flp 4, 13).
“Todo lo puedo en Aquel que me da fuerza” – repito. Resuena esto en mí. Sólo con Él y a través de Él podré tener esta capacidad de salir de mí, ir al encuentro del amor, ser libre en la medida en que confío en Él y en sus manos, amar sin medida. “Dios no escoge a los capacitados sino capacita a los escogidos”. Hoy entendiendo tan bien esto… y rezo a Dios para que me capacite para la misión para la que fui destinada. A mí y a todos los que vienen conmigo. La familia. El novio. Los amigos. Las personas. Cada una, a su manera, es parte de esta misión y me siento responsable de traerlas también conmigo.

LMC“Tú te vuelves eternamente responsable de aquello que cautivas.”

(Antoine de Saint-Exupéry)

Así es… Rezo por cada uno, por la misión de cada uno. Rezad por mí también, os pido. Gracias desde el fondo del corazón por la confianza… Y más que en mí, en Dios. Todo esto – y toda yo – sólo somos posibles a través de Él.

Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo lo que tengo y poseo;
Tú me lo diste;
a ti, Señor, te lo devuelvo.
Todo es tuyo,
dispón de todo,
a tu entera voluntad.
Dame tu amor y gracia,
que esta me basta.
(San Ignacio de Loyola)

Estamos juntos, siempre.

LMC Carolina Fiúza

Animación Misionera… hacia Brasil

LMC Guatemala

LMC GuatemalaEstimados LMC de todas partes del mundo.  Compartimos con mucho entusiasmo las experiencias que últimamente han llenado nuestros corazones de alegría, de fraternidad, de unión y de energía:

Nosotros, la comunidad de Laicos Misioneros Combonianos Provincia de Centro América en Guatemala, estamos felices de ser testigos del proceso de envío de los primeros miembros de nuestra comunidad, fuera de nuestras fronteras.  Se trata, como quizá ya varios de ustedes saben, de nuestros hermanos Alejandro y Ana Cris Camey Figueroa,  quienes con sus cuatro hijos pequeños viajarán próximamente hacia Brasil.

LMC GuatemalaHa sido toda una aventura para toda la comunidad en Guatemala, es nuestra primera experiencia de este tipo.  Lo significativo es que todos nos sentimos también enviados y últimamente hemos participado activamente en la búsqueda de bienhechores, animación misionera en comunidades y parroquias, y sobre todo, hemos unido creatividad, talentos y esfuerzos para la elaboración y venta de artesanías hechas por nosotros mismos utilizando materiales reciclados.

Estamos elaborando canastos, porta botellas, maceteros, muñecas, joyeros, dulceras, crucifijos, y otras cosas, reciclando papel periódico,  cartón, latas y bolsas plásticas.

Como comunidad damos gracias a Dios por toda esta oportunidad a partir del viaje de misión de la familia Camey, pues ha sido motivación para unirnos y ponernos en marcha, descubriendo que juntos somos fortaleza y apoyo de los unos con los otros.  Nos hemos hecho más conscientes también del amor que existe en nosotros por la misión al estilo de San Daniel Comboni.

Queremos que Jesucristo sea anunciado en todas partes,  especialmente allá  en donde nadie quiere ir!!!!!!

Bendito sea Dios!!!

San Daniel Comboni, ruega por nosotros

LMC Guatemala

LMC Guatemala

Después de un año en Mozambique…

LMC Mozambique

LMC MozambiqueHace un año que llegué a la Misión de Carapira, en el norte de Mozambique. Pero a veces, a menudo, parece que acabo de llegar y que todavía estoy dando los primeros pasos, como si estuviera empezando. Hay momentos en los que siento que el viaje entre Portugal y Mozambique no fue el mayor viaje que hice, a pesar de que el número de kilómetros sugieren lo contrario. Los grandes y mayores viajes son aquellos en los que tengo que transitar entre mi mente y mi corazón; el salir de mí y ponerme en el lugar de quien está a mi lado y, a veces, me parece tan lejano. La verdad es que la misión no es un lugar físico. Es antes un lugar imposible de circunscribir y que pide esta actitud permanente de humildad, de audacia, de voluntad.
La misión es también una escuela de amor, un lugar donde se aprende o reaprende a amar. Aquí he conocido bastantes misioneros y voluntarios. Personas que vienen con el deseo de hacer el bien, y que descubren progresivamente su vulnerabilidad.

La experiencia más fuerte que podemos hacer pasa por amar y sentirnos amados. Pero cuando todo a nuestro alrededor parece extraño, este aprendizaje se vuelve agotador. Porque aprender a amar significa aprender a acoger lo que yo soy, con mis deseos, mi fe, pero también con mis dificultades, mis compulsiones, mi necesidad de tener razón. Ahora bien, en los encuentros y en la vida cotidiana, rápidamente se descubre la fragilidad de que somos tejidos. Sin embargo, tengo para mí que, en la medida en que lo descubrimos, tal vez seamos capaces de mirar la vulnerabilidad de Jesús y de amarle.

Es también una escuela donde se aprende que la proporción de las cosas es distinta. Pero no se aprende a medirlas (mucho menos la paciencia). El espacio es vasto, y es fácil perder el horizonte de vista.

El tiempo se dilata en el propio tiempo. Todo, y quiero decir todo, sucede con un ritmo bastante singular, a un suave (suavísimo) compás. Entonces, el tiempo llega siempre a todo lo que queremos, realmente, hacer, porque la lentitud enseña a superar nuestra rigidez y supera lo que sería sólo funcional y útil.

Sin embargo, es en estos momentos que germinan experiencias auténticas. No es necesario consultar boletines meteorológicos. No se abre el GPS para simular cuánto tiempo tarda un viaje de aquí para allá, hasta porque el “de aquí para allá” es de una inmensidad tan grande que no ha sido captada y descifrada por mapas de satélite – nos metemos dentro del coche y que sea como Dios quiera. Si el número de agujeros es razonable, y el coche no se avería, llegaremos más rápidos.

Y si es verdad que Mozambique tiene lugares deslumbrantes, es también verdad que aquellos que existen dentro de las personas son los más increíbles y preciosos. He tenido la delicia de conocer a personas que me enseñan mucho. Personas sencillas y capaces de mantener una actitud de confianza incluso en la escasez, en la pobreza. Que miran al día de mañana con la esperanza de que todo correrá bien, Inshallah [si Dios quiere, como es costumbre oír]. A veces me pregunto: confianza, ¿en qué? Confianza, ¿por qué? La confianza. Confianza en la vida. Son las personas que me enseñan sobre la fe. Confiantes en la protección de Dios y muy agradecidas. Dotadas de un cúmulo de confianza que me invita a mirar la vida con más serenidad.

Es una escuela donde se aprende también a mirar a los ojos de quien nos mira. Porque, en realidad, es cuando observamos que empezamos a ver. Muchas veces, cuando miro a mí alrededor, puedo sentir que no estoy preparada para ver todo lo que encuentro. Pero hasta en eso y para eso, Dios me ha capacitado.

Se aprende también a ver a Dios en las cosas pequeñitas. Recuerdo muy bien que, antes de venir aquí, me había propuesto escribir más: tenía la idea de hacer un diario de a bordo o, al menos, registrar con más regularidad las cosas que iban a suceder, como me sentía, … En fin, de compartir sobre la misión a fin de sentirnos, también, más cercanos (sentir que “estamos juntos”, como aquí se dice). Muchas veces me pregunto: ¿pero sobre qué voy a escribir? Es mucho más fácil hacerlo sobre las cosas extraordinarias. Está claro que no he cumplido la intención que me propuse. Porque, de algún modo, cuando me lo propuse, tal vez ingenuamente pensé que en la misión habría un millón de cosas extraordinarias para contar. Y, en realidad, la misión se hace de momentos y días ordinarios. Los instantes extraordinarios pueden ser más coloridos y melódicos, pero son los cotidianos los que mejor rodean y sedimentan nuestra vida. Esos mismos, los momentos simples y ordinarios, aquellos que encontramos en el servicio y en la relación con las personas que llenan de sentido y hacen la misión especial, sin necesitar que vengan los días extraordinarios, pedir entrega y donación.

La misión es cada día un mapa por descifrar y por conocer. Por eso, a cada momento me siento comenzando un tiempo nuevo, no el del calendario, sino el de la oportunidad de la vida y el de la salvación que puede suceder siempre que Dios nos visita en las cosas más pequeñitas y aparentemente insignificantes.

Llegué a Mozambique hace un año. Pero continúo empezando y caminando hacia el Señor de las bendiciones cada día.

LMC Mozambique

Marisa Almeida, LMC

Ver, sentir, escuchar, tocar, experimentar y anunciar – el anuncio de la Buena Nueva por nuestra Cristina Sousa

LMC RCA

LMC RCAHola amigos.  🙂 ¡Espero que todos se encuentren bien!

Estoy en Bangui, ciudad de soldados y militares, donde el bien y el mal se mezclan.

La visita a la capital es siempre una aventura, que comienza al salir y termina a la llegada de Mongoumba.

En la confusión por la búsqueda del marche (mercado) más barato, en las visitas al hospital para ver a los niños que vinieron con nosotros – uno para operarse una hernia inguinal, otro por malnutrición -, pude parar un momento parar para reflexionar sobre lo que mis ojos realmente ven… o ¡tal vez no!

Mientras unos hacían las compras, otros, en este caso yo, me quedé en el coche a cuidar (sí, porque si no es así, pueden robar todo lo que compramos).

En el caminar de las personas que pasan, un niño orienta a un anciano hacia la ventana de nuestro coche, él me hace una señal con la mano para darle dinero. ¡No puedo resistirme y le ofrezco un envoltorio de monedas pequeñas que transportamos siempre en el cenicero del coche! Después de un singila (gracias), ellos se alejan… ¡Pasados ​​unos cinco minutos el mismo niño reaparece con otro viejito también este ciego!

En ese momento pienso ¡Si le doy algo, vuelve con otro viejito...! Me cuestiono de qué forma el envoltorio de las monedas en algo que se parece al anuncio de la Buena Nueva que me trajo aquí. Dice el proverbio “¡es más ciego quien ve y no quiere ver!”

En realidad esto me hizo reflexionar en ¡¡la forma que debemos ver, sentir, escuchar, tocar, experimentar y anunciar…!!

(Si tengo otra oportunidad, seguro que no me falta, voy a darles un abrazo y decir que soy del país de Cristiano Ronaldo)…! todos me conocen así! Incluso me llaman “Cristiano”. (LOL) ¡¡Estoy segura de que me ganaré una sonrisa…!!

Besos a todos

PS: Disculpen mi texto, pero escribir correos electrónicos por teléfono móvil es difícil…

Un gran abrazo en Jesús

Les quiero mucho…

Cristina LMC, Portugal

Mongoumba, RCA