Algunas son hermosas victorias, pequeños logros nacidos de las batallas que tienen el sabor del esfuerzo, compromiso, esperanza, diseño, sueño, pero la mayoría están construidas en una camino largo de aquel que nunca se rindió, a pesar de las dificultades.
Estas pequeñas victorias son alegrías que se comparten en el equipo de trabajo formado por personas que creen en lo que hacen, que con confianza y humildad hacen posible día a día el trabajo diario de la pastoral penitenciaria.
Hoy, por fin, comenzamos la catequesis en la prisión de máxima seguridad de Nelson Hungria.
Nuestra alegría, junto con aquellos que participan, nace después de una larga espera, debido a los permisos necesarios, enredos burocráticos que habrían desalentado a mucho… pero ¡NO A NOSOTROS! Hemos mantenido la fe y la constancia en nuestra meta, para tratar de realizar un pedido hecho por los propios presos, mediando con la parte “institucional” que no tienen confianza en el trabajo de desarrollo y recuperación con los presos. Algunos creen que es tiempo perdido, que no vale la pena, que los que están en prisión no tienen derecho a nada, ni siquiera para buscar a Dios o a sí mismos, simplemente a estar dentro de una celda oscura. Pero es precisamente en esta oscuridad que viene el deseo de volver a “ver”, de encontrarse nuevamente, para abrazar el misterio que golpea el alma humana. Nadie tiene derecho de negar la necesidad y la búsqueda espiritual que es propia del ser humano. Por tanto, nuestra lucha fue para satisfacer una demanda que viene de una búsqueda personal, de un deseo de buscar a Dios y buscarse a uno mismo.
Hoy comienza un nuevo camino con un pequeño grupo de presos, y finalmente, en una sala donde se pueden poner en círculo libremente sin ningún tipo de impedimento por barras, esposas, divisores de espacio físico, agentes de seguridad.
Es muy emocionante lo que se comparte, fuertes, humanos, llenas de preguntas y deseos. Caminos que se construyen juntos, donde todos comparten y enriquecen al otro, donde se enseñan los unos a los otros, donde se comunican emociones, alegrías y heridas de una vida que se desea reconstruir, una vida que no quiere sentirse perdida o arruinada por el peso de la culpabilidad o la condena de las personas.
Sea bendecido este camino, sea bendecida esta sed de Dios que engrandece el corazón, que rompe fronteras y los barrotes de una prisión hecha de carne y de humanidad en la búsqueda del camino.
Viva la vida que es capaz de nacer y crecer, vivan las personas que la ayudan a crecer, viva la voluntad de colocarse en el camino y no tener miedo de hacerlo.
Entre los derechos que deben ser respetados a los prisioneros se encuentra el derecho a la asistencia religiosa.
Todos los presos tienen libertad de culto/religión, y el derecho a practicarlo en su unidad de prisión, nadie está obligado a participar si no quieres.
Emma, LMC en Brasil