Un comentario a Mt 20, 1-16 (25 Domingo ordinario, 20 de septiembre de 2020)
Seguimos avanzando en la lectura de Mateo, que nos acerca cada vez más a la figura de Jesús, a sus enseñanzas y valores. Hoy leemos la primera parte del capítulo 20, que nos transmite la parábola de los trabajadores que llegan a distintas horas a trabajar en la viña, recibiendo todos la misma paga.
De esta lectura yo saco tres lecciones principales:
1.- “Vayan ustedes también a mi viña”
En la viña del Señor, que es el amplio mundo, hay trabajo para todos y a todas las horas del día. Al leer este texto me acordé de una famosa frase del escritor peruano, César Vallejo: “Hay, hermanos, tanto por hacer”. Realmente, en nuestro mundo hay mucha tarea pendiente: tanta hambre que alimentar, tantos niños que educar y ayudar a crecer sanos en el cuerpo y en el espíritu, tantos jóvenes que orientar hacia los grandes ideales, tantas familias que construir en un amor gratuito y sólido, tanta justicia que instaurar en el trabajo y en la vida pública, tanta comunión que favorecer en la Iglesia, tanta palabra de luz que compartir… ¿En qué parte de la viña trabajas tú? Mira a tu alrededor y verás que el Señor te llama a comprometerte un poco más, a dar un poco más de tu tiempo, a amar con más generosidad.
2.- “Los últimos serán primeros”
En el trabajo por el Reino no cuenta la herencia recibida sino el tiempo aprovechado cuando uno es llamado. No vale decir: en la juventud yo era muy generoso, mi familia ha sido siempre católica, como si eso te diese algún privilegio; no vale decir: en mi pueblo siempre hemos celebrado las fiestas religiosas, como si un pasado fiel pudiese justificar un presente infiel… En el trabajo por el Reino no hay privilegios adquiridos y todos son bienvenidos, sea cual sea su historia precedente. Cada generación, cada tiempo tiene su propia misión que cumplir, sus desafíos que afrontar, sus valores que proteger. No podemos “dormirnos en los laureles”, como si lo hecho ayer fuera lo mejor, ni desesperar de que mañana pueda ser mejor. Siempre hay una nueva oportunidad para empezar a hacer el bien y a mejorar nuestra vida.
3.- Trabajar por el Reino es un gozo gratuito
El trabajo por el Reino es en sí mismo la paga que se nos debe. Amar a Dios, servir al prójimo, trabajar por la felicidad de la familia, colaborar en una parroquia, ayudar a unos niños necesitados… todo eso no requiere paga, eso se paga en sí mismo, porque eso nos hace ser verdaderos hijos de Dios, que ama generosa y gratuitamente, sin exigir nada a cambio.
Aprovechemos la celebración del domingo para preguntarle al Señor: ¿A qué parte de tu viña me llamas?
Y peguntémonos a nosotros mismos: ¿Hago algo gratuitamente, por amor puro y simple o estoy buscando siempre una compensación, un reconocimiento, una paga?
P. Antonio Villarino
Bogotá