“¿Qué les parece? continuó Jesús. Había un hombre que tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le pidió: “Hijo, ve a trabajar hoy en el viñedo.” “No quiero”, contestó, pero después se arrepintió y fue. Luego el padre se dirigió al otro hijo y le pidió lo mismo. Éste contestó: “Sí, señor”; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería? “El primero,” contestaron ellos. Mateo 21, 28-31
Después de la lectura de esta parábola en la misa dominical de la misión rural de Dadim, el Padre Anthony, un misionero nigeriano, se zambulló en su homilía con confianza. Un viñedo es inimaginable en medio de la tierra roja árida del sur de Etiopía, por lo que el Padre cambió algunos detalles de la parábola por algo que la gente pudiera comprender. Dadim es una región de pastores cerca de la frontera de Kenia, donde el ganado y los camellos andan libres y la vida de las personas semi-nómadas Borana gira en torno a su ganado. Así que el padre Anthony rehízo la historia y habló de unos hijos a los que se les pidieron que llevaran al rebaño a beber agua. A pesar de este cambio, la historia seguía en esencia siendo la misma: el primer hijo dijo “No” y luego fue; el segundo hijo dijo ” Sí “, pero no fue. Y preguntó a la asamblea “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?” Los feligreses fueron unánimes: el segundo hijo. El padre, un poco confundido, explicó nuevamente y de manera minuciosa la historia. Y otra vez recibió la misma contestación.
En la cultura Borana, la palabra “no” nunca se pronuncia. Ni en voz baja. Es el insulto más grave y más si se le dice a un padre. Es la más grave falta de respeto. La única respuesta que se puede dar siempre es ” Sí”. Pero este “Sí” ¿implica siempre la afirmación? La respuesta parece ser que no. Uno puede ponerse de acuerdo en una hora de y en el lugar de una reunión y nunca presentarse; se puede estar de acuerdo para realizar un trabajo y nunca hacerlo; uno puede decir que se queda pero se marcha; decir que se marcha pero se queda.
Puede ser que realmente digan ” Sí” con muy buena intención, pero luego hay tantos factores en su vida que pueden hacer cambiar su plan inicial que la mayoría de las respuestas afirmativas de hecho nunca se cumplen. Pero decir “No” es tan grave que incluso haciendo la acción apropiada después no se puede corregir el error inicial.
Aquel día no se llegó a un consenso entre el sacerdote, quien había llegado hace poco, y los feligreses. Para el pueblo Borana fue la actitud inicial del primer hijo el que lo hizo mal. Qué audacia para él decir “No” a su padre.
La misión está llena de este tipo de situaciones perplejas. Y esto nos hace recordar acerca las diferencias que nos encontramos en las culturas y los desafíos de comunicar el mensaje del Evangelio en esas culturas. Tal vez el padre Anthony también aprendió una lección importante para su futuro trabajo con la comunidad Borana, aunque seguramente él mantiene la esperanza de que un ” Sí ” en realidad va a convertirse en una acción y compromiso.
– Maggie
Maggie, Mark, Emebet, Isayas y Therese Banga, Laicos Misioneros Combonianos, Awassa, Etiopía