El pueblo Borana son un grupo de pastores seminómadas en el extremo sur de Etiopía, cuyas vidas giran en torno a sus rebaños de ganado – vacas, camellos, cabras y ovejas – viajan con ellos en busca de pasto y agua. Su patrón de vida es muy similar a lo que hubiera sido hace cientos de años. En los últimos años, yo (Maggie) he visitado la zona Borana varias veces, incluyendo el trabajo allí, por cortos plazos, en los programas de extensión de la salud con las Hermanas de la Caridad (SCCG) que sirven entre los Borana en el puesto rural de Dadim. He encontrado mi tiempo en Dadim a la vez hermoso y poderoso, y a menudo pienso en la gente Borana que he conocido y la experiencia que allí he tenido. Hay algo mágico acerca de los pastores, su estilo de vida y el terreno accidentado de sus tierras que realmente llama la atención.
Tal vez el ser testigo de momentos como este:
Una vez, cuando estaba trabajando en Dadim, fui con Sor Annie Joseph (una hermana misionera de la India) un viernes por la noche a la clínica para ver una madre y su hija de 9 meses, que habían ingresado ambas con neumonía. Cuando entramos en la habitación, la madre estaba sentada sosteniendo a su hijo con torpeza en el borde de la cama. Sor Annie me pidió ayuda para mover el colchón al suelo, donde la madre podría estar más cómoda. Después de mover el colchón, la madre se sentó en el borde de la misma tan torpemente como antes. Es probable que nunca hubiese visto una “cama” antes (tal como la conocemos nosotros). Un momento más tarde, dos chicos paseaban con pieles de animales bajo el brazo. Sor Annie les miró y luego volvió su cara hacia mí y susurró: ‘no hay problema, que lo hagan a su manera’. Observamos en silencio, como la madre tomó las pieles de animales, las tendieron en el suelo junto a la cama y luego se acostó en ellas con su hijo. En un momento ambos estaban pacíficamente dormidos.
¡Una forma tan diferente de vida!
Todos nos podemos adaptar a muchos lugares y personas diferentes, pero nos encontramos cómodos con lo que nos resulta familiar, alimentos, lenguaje y hábitos que siempre llenan nuestros corazones de paz. Compartí esta historia con una amiga y ella comentó qué regalo es poder hacer una pausa y dar un paso atrás – de esa manera, realmente, uno llega a ver el mundo desde otro punto de vista y no desde suyo propio. Con cuanta facilidad a menudo saltamos con afán de hablar o compartir algo de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, de nuestras ideas, pero cuánto podemos perder haciendo eso.
-Maggie & Mark Banga
Laicos Misioneros Combonianos en servicio en Awassa, Etiopía
Fotos de personas Borana en Dadim: