La ida de Jesús, contada en el Evangelio del domingo XXIII del tiempo ordinario, a un territorio fuera de la tradición judía nos dice que la preocupación de Dios está con todos, no dejando a nadie fuera. Un sordo es llevado ante Jesús porque al no escuchar no sabe nada de él y, lógicamente, no podía buscarlo por propia iniciativa. A quién no conoce a Jesús no lo tenemos que censurar, sino más bien conducirlo hasta él.
En el camino que hicimos para el viaje a Mozambique íbamos al encuentro de los olvidados por la sociedad, hablo de las personas sin hogar y los más pobres, porque, por mucho que la gente es solidaria, se nos olvida el sufrimiento real de estos nuestros amigos, la soledad. ¿Cuántas veces nos han dicho que éramos diferentes, que llevábamos una sonrisa, un abrazo, una palabra amable…? fue ese el sentimiento que quería llevarme a Carapira. Yo no sabía lo que iba a encontrar, pero llevé el corazón abierto, alegre, lleno de amor para dar. Tenemos que aprender de Jesús a sentir los problemas de los demás e involucrarnos en su solución. Fue ese sentimiento y propósito que tratamos de lograr, y el grupo Fe y Misión realizó. Nos abrimos, escuchamos, miramos, nos involucramos y comprometimos con los estudiantes de la Escuela Industrial de Carapira, con la familia misionera (padres, hermanos, hermanas, laicos), así como con la comunidad de Carapira. Donde me encantó el hermoso trabajo de todos, especialmente de los Misioneros Laicos, que se encuentran cerca de las personas, comunidades y de sus problemas cotidianos, así como de los estudiantes de la Escuela Industrial de Carapira.
Todos los días íbamos al encuentro de la comunidad de Carapira, después de haber rezado Laudes (06:00), después del “mata bicho”, la expresión divertida que significa tomar el desayuno, iba entre 1:30 a 2:00 a estar con los niños, a jugar con ellos, llevaba una sonrisa, ayudaba a sacar agua del pozo a las mamás… estar con la gente, darle un abrazo y una palabra amable a todos los que encontraba. Aprendí que los que no tienen nada de bienes materiales, son los más felices, que no se preocupan por la apariencia física del otro, con la forma de vestir y de estar, pero sí la alegría de vivir y ser capaces de compartir lo poco que tenemos el uno con el otro.
Destaco algunos momentos importantes de mi estancia, un viernes visité con el Padre Firmino la comunidad de Caserna, era el día de los bautismos, me encantó participar en esta hermosa celebración y de una cultura especial, mientras que el P. Firmino confesaba a los jóvenes que iban a ser bautizados, me fui a dar un paseo por la comunidad, y en una de las casas, estaba un joven de 12 años, David, tendido en la entrada, gimiendo de dolor. Habiendo preguntado qué estaba pasando y no obteniendo respuesta del joven apareció la mamá de David, que me informó de que fue mordido por un animal. David tenía la mano muy hinchada, por lo que me asusté y traté de advertir a la mamá para ir al médico, pero ella me dijo que no podía, que estaba muy lejos del centro de salud, y no tenía dinero para ir en transporte público, el único transporte que podría tomar. No podía escapar de esta situación, sin embargo, tomé de la mochila agua potable para limpiar la mano del joven y le ofreció un trozo de pastel, que lleva para comer si tenía hambre, David le encantó comer algo dulce y tan bueno.
Cuando llegué a la escuela de Carapira, fui a la casa de los Laicos Misioneros Combonianos, y pedí ayuda a Marcia, una de las laicas que trabajan en esta misión, portuguesa y del Distrito de Aveiro, que se ofreció de inmediato para ayudar a David.
La semana siguiente me encontraba con un grupo de cinco jóvenes de Carapira hablando en la calle, cuando de repente veo a un hombre que lleva en su espalda a una mujer, que estaba enferma de malaria, y no podía caminar mucho. Pedí ayuda a los jóvenes para ayudar al señor, pero la respuesta fue negativa, como era normal, la señora estaba con malaria… pero no pude soportar ver esta situación sin hacer nada, así que le ayudé, el hombre llevaba a la mujer en la espalda e iba apoyado en mis hombros… que sin ser gran ayuda, pero creo que fue útil. Son pequeños gestos que pueden cambiar el mundo.
Lo que menos me gustó de vivir y ver en Mozambique fue la falta de condiciones en relación con la salud, la educación y la igualdad de derechos pues las mujeres son consideradas inferiores a los hombres. Pero la alegría, la amistad, la sencillez de esas personas consiguen superar cualquier negatividad existente, quiero hacer hincapié en “la educación del pueblo”, son muy educados (les gusta saludar a la gente), incluso sin tener derecho a la educación que muchos otros pueblos tienen.
Todos teníamos varias responsabilidades, unas más costosas, otras más ligeras, pero todas muy importante y con sentido de misión. Vivimos y trabajamos como una comunidad. Agradezco a todas las personas que nos recibieron, nos dieron la bienvenida, que confiaron en nosotros… pero sobre todo a los jóvenes de la Escuela Industrial de Carapira, al tercero B, de los que me sentí más próximos y todos los días me acuerdo de ellos, rezo para que estudien, luchen por un futuro mejor y no se olviden que no pueden ser lo que quieran, no son inferiores a nadie.
He vivido un sueño que nunca olvidaré. Puedo decir que “Olí la Misión”, que me ayudó a crecer como hombre y como cristiano. ¡¡Quiero volver!!
Por eso y para eso, le pido al Señor que nos cure de la sordera y la ceguera, y nos coloque en comunión sincera con su amor y con el mundo que nos rodea.
¡Hasta pronto Carapira – Mozambique!
Germano Ferreira