“El Amor es un fuego que arde sin ser visto…”
¡Tengo en mí este fuego que sofoca pero da vida!
¡Fuego que en lava fluye y brota en lo más escondido de mi ser…!
¡Él nos ha dado a comer Su Pan y a beber Su Vino…!
¡Y en esta sencillez nos ha hecho Sus Hijos más amados y deseados por todos los que buscan Vivir…!
Vivir de, con y para Su Amor…
Él está en mí, y yo en Él.
Mi corazón es el Tabernáculo, el Templo de la Resurrección.
Renace en las heridas más profundas de este Pueblo Hermano.
Pueblo que sufre de un Sagrario abierto a Todos.
Pueblo que clama en silencio a los oídos enfermos de ambición.
Pueblo de pies descalzos, de pies agrietados por la tierra seca y embarrada.
Cuerpos delgados, secos, fuertes, bien definidos, cubiertos por venas palpitantes cargadas de la misma lava que me sostiene.
La diferencia entre nosotros es ninguna, las lágrimas, las sonrisas, los dolores, los suspiros ahogados en las manos llenas de esperanza y deseo de Amor. Son iguales, los mismos, auténticamente los mismos…
Son muchas las veces que te veo en la carne roja y caliente de las heridas que intento cuidar con el tacto de mis manos.
Con ternura y dulzura arropo tu dolor en mi pecho y dejo que llore mi corazón, porque eres Tú quien te presentas ante mí en el rostro del papá, de la mamá, de los niños…
¡¡¡La desigualdad, la indiferencia, el egoísmo, los derechos humanos mutilados me dejan completamente desintegrada…!!!
El peso de mi realidad aumenta mi capacidad de discernimiento y resiliencia.
¡Con mucho cariño envuelvo con tela blanca impregnada de tu bálsamo de amor, tus heridas que también son mías…!
Muchas son las veces que en mi conciencia tengo presente el “No” a tu llamada.
Pero aquí estoy, Señor, a tu disposición, dame las herramientas para trabajar en la cosecha de tu vasto y gran Amor…”.
¡La misión se hace en “Cada” Lugar donde “Tú” estás…!
Cristina Sousa, Laica Misionera Comboniana en Mongoumba