Seguimos transitando este tiempo pascual, descubriendo el paso del Señor resucitado que camina junto a nosotros. Hoy, Mª Carmen Tomás, LMC de Sevilla, nos comparte la historia de vida de JJ, una verdadera historia de Pascua y resurrección.
Vivimos en un mundo en el que las personas migrantes solo encuentran barreras físicas, políticas, relacionales… Nos cuesta mirar más allá de lo que vemos, de lo que creemos, de lo que juzgamos…
Hoy me gustaría compartir el proceso migratorio de JJ, un chico colombiano de 25 años. Tuvo que salir de su país y se vino a España, con las manos en los bolsillos, huyendo de situaciones de violencia, de miseria, rompiendo lazos con su familia de origen sin saber cuándo y cómo los podría recuperar.
Llegó a Madrid, y ahí “no tuvo suerte”, no encontró ninguna puerta, ventana o resquicio, y como había sido militar en su país, se fue a Ucrania, a unirse al ejército, buscando una solución desesperada. Pero la realidad de la guerra, la destrucción, el dolor que veía a su alrededor, le hizo tomar conciencia de estar arriesgando su vida y tuvo que salir de allí, pues la seguridad que le proporcionaba un alojamiento y un salario (que poder enviar a su familia) no compensaba.
Así llega a París, deshecho, y se encuentra con otros tres chicos (también latinoamericanos), que como él estaban viviendo en la calle, sin recursos, sin conocer el idioma…, y crean una nueva familia, de esas que unen más que la sangre. El invierno allí es muy duro, con temperaturas muy bajas, así que deciden venir a España, donde al menos conocían el idioma, y acaban llegando a mi ciudad, donde los inviernos son muy suaves, hace siete meses. Desde la entidad en la que trabajo, mis compañeros del proyecto de personas sin hogar los atienden en calle y los animan a acudir por la mañana a una cita en nuestra oficina. Y ahí poco a poco, con mucho esfuerzo y perseverancia por parte de mis compañeros se van consiguiendo pequeñas cositas, y sobre todo ellos va recuperando poco a poco la esperanza y la ilusión.
No os quiero cansar, pero desgraciadamente los recursos para personas sin hogar están bastante saturados, y no es fácil encontrar plaza para una persona, así que menos para un grupo de cuatro. El recurso no era el adecuado, pero les permitía tener una cena, cama y ducha. Se le pudo solicitar el empadronamiento en calle y la asistencia médica, que son la base para poder acceder a los recursos más básicos.
Allí otras personas, en su misma situación, les ayudaron a buscar trabajo en el campo, a pesar de lo difícil que es trabajar cuando estás en situación irregular administrativa. Y ellos no dudaban en levantarse a las 5 de la mañana para llegar a los puntos de recogida de trabajadores, como ya ocurría en los tiempos de Jesús…
La relación con los otros jornaleros, les ayudó también a ir sanando heridas, a recuperar su autoestima, … a sentir que la vida les empezaba a dar una oportunidad y a luchar por ella y no abandonar.
La campaña de frío acababa, y tenían que salir del recurso. Durante todo ese tiempo se había trabajado con ellos, acompañándolos en sus procesos. JJ empezaba a tener una vida más regulada, trabajando, pero sin posibilidad de pagar la fianza para meterse en una habitación… Se le ayudó pagándole un mes de alquiler, dándole la oportunidad de ahorrar durante ese mes y así poder continuar en la habitación. Y lo consiguió.
Ahora lleva ya tres meses autónomo, sigue trabajando en el campo, tiene su habitación de alquiler, ha recuperado el contacto con su familia, mantiene su amistad con sus compañeros, de los que uno volvió a su país, pero los otros dos también están bien. Y sigue viniendo a ver a mi compañero, para contarle como está, como le van las cosas….
Esta mañana me acerqué a su mesa y le pedí si me podía contar alguna historia de esperanza y de resurrección que compartir con vosotros, y me dijo, pues mira, te voy a contar la historia de JJ, que acaba de salir ahora mismo de aquí….
Mª Carmen Tomás, LMC