Comentario a Lc 3, 1-6 (II Domingo de Adviento, 5 de diciembre de 2021)
Leemos en este segundo domingo de adviento los primeros versículos del capítulo tercero de Lucas. Si miramos hacia atrás en este evangelio, podemos comprobar que los dos primeros capítulos están centrados en la infancia del Bautista y de Jesús.
Ahora Lucas da un salto y nos sitúa en otro tiempo de la historia, tanto civil (el tiempo del emperador Tiberio), como religiosa (el tiempo de Anás y Caifás), para anunciarnos un importante evento de salvación: “La Palabra de Dios – afirma el evangelista- descendió sobre el Bautista”. Esta “venida” de la Palabra se da con las siguientes características:
-Siete personajes históricos. Lucas cita a siete personajes, romanos y judíos: Tiberio, Pilato, Herodes, Filipo, Lisanio, Anás y Caifás. Como sabemos, el número siete significa en la Biblia “plenitud”. Lucas nos sugiere que lo que nos cuenta es un hecho de gran trascendencia histórica. No es la única vez que sucede. De vez en cuando la historia humana parece dar un salto cualitativo y hace “surgir” personajes que iluminan la humanidad y la hacen progresar decididamente. Juan el Bautista –nos dice Lucas- es uno de estos personajes. Al leerlo hoy, nosotros nos preguntamos: ¿Qué personaje histórico –del mundo, de la Iglesia, de mi familia- es hoy para mí alguien que me impulsa a un salto de calidad?
-En el desierto. Esa venida de la Palabra no acontece en los palacios de los gobernantes, ni en los centros de estudios, sino en el desierto, un lugar vacío, donde el ser humano puede liberarse de todo lo accesorio, lo superfluo y banal para abrirse a la verdad de Dios sobre sí mismo y sobre el mundo. El desierto permite escuchar los susurros del Espíritu, darse cuenta de algo que el ruido del mundo habitado no nos deja percibir. Para nosotros hoy es importante encontrar lugares de desierto, de soledad, que nos permitan cuál es la voz de Dios para nosotros en este momento de nuestra vida y del mundo.
-La conversión. Esa es la llamada del Bautista, que Jesús confirmará más tarde, una llamada a cambiar de vida. No se trata de cambiar de religión, de cambiar un sistema de oraciones por otro, sino de un cambio de vida, sean cuales sean nuestros rituales religiosos. Lo importante es que cambie mi manera de vivir: en una relación sincera y honesta conmigo mismo, con los demás y con Dios.
-la salvación de Dios. El objetivo final no es que nos sintamos culpables, que nos volvamos arrugados y obsesivos de nuestros pecados, sino que experimentemos el perdón y la alegría de escuchar “la voz que suena en el desierto”. Jesús insistirá precisamente en esto: Dios no quiere condenar a nadie, sino salvar a todos.
Buen Adviento
P. Antonio Villarino
Bogotá