“Lo esencial es invisible a los ojos”! Nunca le encontré tanto sentido a esta frase como después de Mozambique … Cuando nos atrevemos a abrir el corazón a la llamada de Dios, corremos el riesgo de descubrir el verdadero significado de la felicidad. De hecho, fueron tantas las gracias recibidas, tanto el amor vivido y compartido, que esta experiencia ha dado forma a mi vida, me lleno el corazón de tal manera que mis pensamientos, deseos y sueños se dirigen todos ellos a Mozambique.
A lo largo del año que preparamos estos meses de misión en Mozambique, nos fuimos preparando con obras de caridad, formaciones intensas, encuentros íntimos con Dios por medio de la oración y por tanto las expectativas eran altas e inmensa la ansiedad. La verdad, sin embargo, es que nunca pensé vivir este mes tan intensamente, con tanta entrega, con tanto amor… ¡Débil era mi fe, lo reconozco! Después de todo fueron muchas las personas que rezaron por nosotros, fueron muchos los corazones sinceros que han dirigido sus oraciones a Dios.
Los siete miembros del grupo Fe y Misión que llegaron a la misión Carapira, en Mozambique, solo tenemos razones para dar gracias a Dios por todo lo recibido.
En Carapira, acogidos como familia por los varios miembros de la familia comboniana presente allí desde el principio, nos sentimos bienvenidos, integrados. La primera noche tuvimos una reunión para presentarnos entre todos, lo que nos permitió conocer un poco del trabajo que se realiza, y para afirmar nuestra voluntad de trabajar intensamente este mes. Sí, fue siempre una preocupación de todo el grupo entregarse por completo, o en palabras de Fernando Pessoa, poner todo lo que somos en lo más pequeño que hagamos. Y no nos quedamos sin respuesta. Al día siguiente tuvimos una reunión donde nos hicieron varias propuestas, ya sea en la Escuela Industrial de Carapira, en la pastoral, en el internado de las hermanas, así como junto a la comunidad. Recuerdo que después de esta reunión, el grupo comenzó a dividirse las tareas, especificamos las tareas de cada uno, con una intensidad que llenó rápidamente el cuadrante en el que siempre anotábamos todas nuestras actividades. Me sentí siempre contento de ver el cuadro completo. Soy muy consciente de que esto sólo fue posible por la confianza que han depositado en nosotros desde el principio, pero también sé que a lo largo del mes hicimos todo lo posible para cumplir con las expectativas. Para ser honesto, a pesar de querer dar el máximo de mí y trabajar duro, siempre tuve conciencia de que un mes sería muy poco para poder entregarnos sin reservas. La verdad es que yo estaba equivocado. Por supuesto, la dificultad de la lengua y la adaptación complicaban las cosas, pero también las sonrisas, la simpatía, la confianza depositada en nosotros y la fantástica acogida que se nos presentó, hizo todo mucho más fácil. Desde el principio, el hermano Luis permitió que participásemos sin reservas en la escuela, ya sea en el trabajo administrativo, ya sea en actividades con los estudiantes; el padre Firmino permitiendo que lo acompañásemos en sus visitas a las comunidades; las hermanas permitiéndonos que las ayudásemos con las explicaciones a las niñas en el internado así como al visitar a los enfermos y ancianos de la comunidad y los Laicos Misioneros Combonianos que siempre nos han seguido de cerca y con los que trabajamos muy a gusto. Del trabajo de las hermanas, hermanos y sacerdotes sabía mínimamente por los diversos testimonios que había escuchado. Pero confieso que no sabía el gran trabajo que realizado por los Laicos Misioneros Combonianos. Su dedicación en la Escuela Industrial de Carapira, en clase, en la administración, la enfermería, en el comedor, así como el seguimiento de las actividades extracurriculares es impresionante. Pero más allá de eso, el trabajo pastoral en las comunidades, el trabajo en la parroquia, en la formación de los animadores, el papel de la Justicia y paz en favor de las comunidades me dejaron deslumbrado. Honestamente, por primera vez, desee ser Laico Misionero Comboniano.
A nivel personal, este mes fue muy importante para mí. Encontré muchos de mis límites cuando la fatiga quería vencerme, fui desafiado a aprender a vivir en comunidad, cómo ser tolerante, a tratar de resolver los problemas a través del diálogo, a examinarme internamente. Ahora que lo pienso todo, me alegro de lo que pude crecer. Pero aparte de todos estos retos he sido tan feliz… Las Eucaristías me llenaron el corazón, con canciones y danzas que expresaban tanto, las sonrisas de los niños, la alegría de la gente de las comunidades, la familia Comboniana en Carapira a quien ahora llamo amigos y amigas, las niñas del internado que tanto me hicieron sonreír, los jóvenes de la escuela, los jóvenes … Oh, Dios mío, como lo echo de menos! Tengo ganas de llorar de alegría …. Me apetece volver… quiero volver !!!
¡En Mozambique sentí el sol en mi mano! ¡El sol de la alegría, el sol que ilumina nuestra vida, el sol que nos calienta, que calienta nuestros corazones, el sol que nos permite intercambiar miradas, el sol nos hace vivir intensamente el día! ¡En Mozambique tuve el sol en mi mano!
Pedro Nascimiento