Laicos Misioneros Combonianos

Retiro misionero en Balsas (Brasil)

LMC Brasil

Retiro con el tema “Espiritualidad Comboniana y el compromiso social de la Iglesia” en la diócesis de Balsas/Maranhão – Brasil

Los misioneros combonianos dejaran la diócesis de Balsas en 2017, después de 65 años de presencia, marcada por muchas realizaciones, ya sea en la vida de las comunidades, en la formación de líderes, como en la parte social y en la propia infraestructura de la cuidad.

Dom Valentim Meneses, actual obispo que asumió la diócesis en 2020, después del fallecimiento del obispo anterior, realizó una invitación a los combonianos para que organizaran un retiro para los líderes de las comunidades, destacando el compromiso social de la iglesia.

Así, la familia comboniana presente en el Piquiá/Maranhão, con el apoyo de los grupos de espiritualidad comboniana (GEC) presentes en Balsas, ha organizado el retiro en 2 locales distintos, para posibilitar una mejor participación.

Con fecha de 17 de septiembre 2022 (sábado) se celebró el primero en la ciudad de Pastos Bons (280 km de la sed de Balsas), con la participación de cerca de 25 personas. Fue un día muy rico de compartir y memorar el camino de las comunidades, y reavivar el compromiso de fe, inspirado por el carisma comboniano.

En el día siguiente (domingo) el retiro se realizó en la ciudad de Balsas, con la participación de más de 50 personas, contando en la reflexión del tema con la asesoría del obispo diocesano. Él alentó que la espiritualidad que asumimos como cristianos, independiente de cuál sea, nos debe llevar a, más que tener fe en Jesús, que tengamos la fe de Jesús. Eso marca la diferencia, una vez que evita que podamos crear una lógica que atiende a los nuestros intereses y voluntades personales, manteniéndonos en la lógica del Reino de Dios.

En ambos momentos contamos con un video de Regimar e Valmir, compartiendo sus primeros 5 meses de presencia en Mozambique y los retos enfrentados por la población con el Ciclón Gombe.

Los GECs de Piquiá, Pastos Bons e Balsas compartieron sobre sus encuentros e invitaron a los presentes para hacer parte del camino de profundización de la fe y el compromiso misionero, como gesto concreto de este retiro.

Fue un momento rico, de animación misionera, ¡inspirada por el carisma de San Daniel Comboni!

¿Le gustó la idea de tener un grupo de espiritualidad comboniana (GEC) en su comunidad o parroquia? ¿Quieres saber cómo pode organizar uno? Entre en contacto con nosotros través de nuestro correo leigosmcbrasil@gmail.com o por el WhatsApp de los misioneros combonianos +551197956-8317.

LMC Brasil

Visita a Perú (IV): Arequipa

LMC Peru
LMC Peru

De nuevo viaje de vuelta a Lima donde pasé un par de días. Hacer noche en una cama siempre es de agradecer. También pude celebrar el cumpleaños con Mario y la familia.

Pero pronto tocaba de nuevo tomar otro autobús, esta vez para Arequipa donde se encuentra nuestra comunidad LMC internacional.

Arequipa, al sur del país, se encuentra a unas 18-20 horas de trayecto desde Lima. Esta vez no viajé solo sino que me acompañaron Rosa y Rosalía, dos LMC de Lima.

Esta vez podría estar toda una semana seguida, todo un lujo.

De nuevo nos alojamos en la casa de los misioneros Combonianos donde nos acogieron muy bien. La mayoría del tiempo estaríamos con Ewelina pero también estuvimos con los misioneros combonianos para conocer en profundidad la labor que desarrollan en la extensísima parroquia que tienen a cargo.

La semana en Arequipa también fue bastante intensa. En estos viajes el tiempo siempre es poco para poder conocer todo.

En primer lugar, destacaría la extensión de la parroquia. Nosotros en particular, desarrollamos nuestro servicio misionero en Villa Ecológica donde viven Ewelina y Rossie. Pero en Villa habría que distinguir numerosos sectores. Villa es barrio de nuevo asentamiento donde el asfalto ha quedado a las puertas y el transporte público solo entra por la avenida principal con regularidad y para llegar a uno de sus extremos debes hacerlo en hora punta o no les compensa, con lo que el resto del día quedas aislado y solo queda caminar.

En estos barrios la gente llega del interior procurando una vida mejor, un trabajo en la ciudad con el que salir adelante. Al llegar uno debe buscar un lote (pedazo de tierra) que se pueda permitir, pagar por él y construir una pequeña casita para mostrar que es de su propiedad. Este dinero va a la comunidad que lo usará para trabajos comunes. Los sábados o domingos son el día de trabajo comunitario porque si la comunidad no hace este trabajo las cosas no se harán. Toca hacer terrazas en las laderas del monte, abrir calles, procurar que el agua llegue a todas partes, hacer muros de contención que prevengan de derrumbes cuando hay algún seísmo o alguna lluvia fuerte…

En estos barrios la vida durante la pandemia ha sido muy dura. La mayoría de sus habitantes viven del pequeño comercio. Lo que venden en un día les da para comer el siguiente pero cuando toda posibilidad de salir a vender se cerró la situación fue muy difícil. En esos momentos comenzaron a proliferar las ollas comunes (lo mismo vimos en Lima y en otras ciudades). Dos o tres mujeres cocinado para 50, 60 o 70 familias. Muchas de esas olas todavía se mantienen pues la población la sigue necesitando. Y en la organización y apoyando estas ollas siempre estuvo la parroquia, recogiendo ayuda y apoyando con alimentos para paliar esta difícil situación.

Para nosotros el trabajo tiene mucho de visitar las familias en sus casas, de conocer sus necesidades y acompañarlas en ellas. Desde el trabajo de la cuna (escuelita para niños de 2 a 5 años) también se apoya y se hace un trabajo importante, no solo con los niños y niñas, sino también con sus familias.

La educación es motor de desarrollo y dignidad de todos los pueblos.

Una mañana fuimos con el P Conrado y el P Valentín a visitar la parroquia en coche y necesitamos 3 o 4 horas para recorrer y acercarnos a algunas partes de ella, ni siquiera a todas, para conocer los diferentes sectores, los retos que se van abriendo conforme la gente sigue ocupando y llegando a nuevos terrenos. La última capilla será a casi a 3000 msnm a los pies del Misti (volcán emblemático de 5800 msnm que custodia toda la ciudad de Arequipa).

Durante la semana pudimos acompañar a Ewelina en su trabajo en la cuna, en los grupos de catequesis, donde se confirmaron 50 adultos y siguen abriéndose nuevos grupos. Su trabajo con los jóvenes, con los ancianos no pudimos pues no coincidió.

También pudimos estar en su casa en Villa donde junto con Rossie (que esa semana se encontraba en EEUU por necesidad para arreglar unos asuntos jurídicos y médicos) comparten el día a día con sus vecinos y los numerosos perros que ocupan las calles de Villa. Hubo mucho tiempo para conversar y entender el día a día de la comunidad.

Igualmente sacamos algún rato para visitar la ciudad, especialmente el centro, con la catedral, la Plaza de Armas, los Jesuitas, etc. Un centro histórico muy bonito, de carácter colonial, que hace de Arequipa un lugar cada vez más turístico.

En Arequipa también está la posibilidad de abrir un nuevo grupo de LMC locales, que de momento animarán Rossie y Ewelina pero al que asistieron en la presentación Rosa y Rosalía para presentar como se organizan en Perú y establecer un primer vínculo con los candidatos y una toma de conciencia de que estando en un lugar u otro todos pertenecemos a la misma familia LMC y tenemos un cometido común.

Sin duda una semana intensa y de la que traigo numerosa imágenes y saberes que poder compartir con aquellos que se preparen en un futuro para dar continuidad a nuestra presencia internacional en Perú.

Les dejo aquí otro video de la realidad en Arequipa, ya tiene algunos años pero también nos orienta en la realidad arequipeña).

De regreso a Lima y tras 20 horas de trayecto salí a comprar alguna artesanía para regalar a mi regreso y sobre todo para hacer animación misionera en España.

Para terminar el viaje tuve un encuentro con todos los LMC de Perú, los de Lima presencialmente y los de Trujillo o Arequipa por internet, para conversar de lo que ha supuesto el encuentro continental y para ver cómo seguir avanzando.

El último día lo pase con el P Joselín, provincial de Perú, y poder conversar de mi estancia durante el mes, conocer algo más del Perú y la presencia comboniana y pasear un rato.

Un mes que se ha ido volando entre encuentros y viajes. Ahora toca digerir y rezar todo lo experimentado y espero que sea de provecho para todas las personas con las que he podido compartir este tiempo.

Un cariñoso saludo

Alberto de la Portilla, coordinador del Comité Central LMC

Visita a Perú (III): Trujillo

LMC Peru

Después de 15 horas de viaje en autobús desde Pangoa regresé a Lima donde Mario (el coordinador de los LMC de Perú) me estaba esperando pacientemente en la estación a pesar de las 3 horas de retraso que sufrió el viaje.

Aproveché ese día para compartirlo con él en su trabajo, ver el día a día y las otras muchas ocupaciones que tiene.

Esa misma noche tome otro autobús par Trujillo donde me estaban esperando las LMC que hay viven.

En Trujillo estuve alojado con la comunidad comboniana, donde como siempre me sentí en familia. La primera mañana fui a pasear al centro con el P Luis, comboniano alemán con décadas de experiencia en el Perú. Fue un rato muy agradable donde conversar y escuchar la evolución del país, los nuevos retos y algo de historia misionera comboniana.

En la tarde, y tras concluir la jornada laboral, me recogieron las LMC y pudimos compartir. Fue un fin de semana intenso donde pude visitar el barrio en la periferia donde ellas realizan su servicio misionero, las escuelitas, las visitas a las familias, la catequesis de jóvenes y niños…

También tuvimos un buen rato para compartir como es la vida en Trujillo, y cómo va el grupo LMC. Dedicamos tiempo para compartir lo vivido en Lima así como las dudas que pudieran tener, preguntar por otras realidades LMC en el mundo y demás.

Uno de los días lo dedicamos a hacer algo de turismo, a conocer otra de las muchas culturas prehispánica que han pasado por el Perú e incluso tuvimos otro momento para visitar la playa y los caballitos de Totora.

Pasear y conversar fue nuestra actividad principal. Ayudar a entender nuestra vocación, los retos que tenemos por delante y animar…

Es siempre un momento privilegiado acompañar nuestros LMC en los lugares donde están presentes y realizan su misión. Ver de primera mano las realidades que acompañan y el cariño que pone en ello.

Os dejo otro video de Pueblo de Dios donde se ve la realidad de Trujillo (es un video más antiguo pero nos ayuda a ver la realidad del trabajo comboniano en Trujillo).

Un cariñoso saludo

Alberto de la Portilla, coordinador del Comité Central LMC

Mensaje del santo padre Francisco para la jornada mundial de las misiones 2022

Francisco

«Para que sean mis testigos» (Hch 1,8)

Queridos hermanos y hermanas:

Estas palabras pertenecen al último diálogo que Jesús resucitado tuvo con sus discípulos antes de ascender al cielo, como se describe en los Hechos de los Apóstoles: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza, para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra» (1,8). Este es también el tema de la Jornada Mundial de las Misiones 2022, que como siempre nos ayuda a vivir el hecho de que la Iglesia es misionera por naturaleza. Este año, nos ofrece la ocasión de conmemorar algunas fechas relevantes para la vida y la misión de la Iglesia: la fundación hace 400 años de la Congregación de Propaganda Fide —hoy, para la Evangelización de los Pueblos— y de la Obra de la Propagación de la Fe, hace 200 años, que, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, obtuvieron hace 100 años el reconocimiento de “Pontificias”.

Detengámonos en estas tres expresiones claves que resumen los tres fundamentos de la vida y de la misión de los discípulos: «Para que sean mis testigos», «hasta los confines de la tierra» y «el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza».

1. «Para que sean mis testigos» – La llamada de todos los cristianos a dar testimonio de Cristo

Este es el punto central, el corazón de la enseñanza de Jesús a los discípulos en vista de su misión en el mundo. Todos los discípulos serán testigos de Jesús gracias al Espíritu Santo que recibirán: serán constituidos tales por gracia. Dondequiera que vayan, allí donde estén. Como Cristo es el primer enviado, es decir misionero del Padre (cf. Jn 20,21) y, en cuanto tal, su “testigo fiel” (cf. Ap 1,5), del mismo modo cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo. Y la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, no tiene otra misión si no la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar.

Una lectura de conjunto más detallada nos aclara algunos aspectos siempre actuales de la misión confiada por Cristo a los discípulos: «Para que sean mis testigos». La forma plural destaca el carácter comunitario-eclesial de la llamada misionera de los discípulos. Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia. La misión por tanto se realiza de manera conjunta, no individualmente, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa. Y si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado. Como enseñaba san Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, documento que aprecio mucho: «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia» (n. 60). En efecto, no es casual que el Señor Jesús haya enviado a sus discípulos en misión de dos en dos; el testimonio que los cristianos dan de Cristo tiene un carácter sobre todo comunitario. Por eso la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial.

En segundo lugar, a los discípulos se les pide vivir su vida personal en clave de misión. Jesús los envía al mundo no sólo para realizar la misión, sino también y sobre todo para vivir la misión que se les confía; no sólo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos. Como dice el apóstol Pablo con palabras muy conmovedoras: «Siempre y en todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Co 4,10). La esencia de la misión es dar testimonio de Cristo, es decir, de su vida, pasión, muerte y resurrección, por amor al Padre y a la humanidad. No es casual que los Apóstoles hayan buscado al sustituto de Judas entre aquellos que, como ellos, fueron “testigos de la resurrección” (cf. Hch 1,22). Es Cristo, Cristo resucitado, a quien debemos testimoniar y cuya vida debemos compartir. Los misioneros de Cristo no son enviados a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles.

Por eso, en definitiva, el verdadero testigo es el “mártir”, aquel que da la vida por Cristo, correspondiendo al don de sí mismo que Él nos hizo. «La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más» (Exhort. apEvangelii gaudium, 264).

En fin, a propósito del testimonio cristiano, permanece siempre válida la observación de san Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 41). Por eso, para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos. Por otra parte, sigue siendo necesaria la tarea de anunciar su persona y su mensaje. Efectivamente, el mismo Pablo VI prosigue diciendo: «Sí, es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal de un mensaje. […] La palabra permanece siempre actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios. Por esto conserva también su actualidad el axioma de san Pablo: “la fe viene de la audición” (Rm 10,17), es decir, es la Palabra oída la que invita a creer» (ibíd., 42).

En la evangelización, por tanto, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera. Este testimonio completo, coherente y gozoso de Cristo será ciertamente la fuerza de atracción para el crecimiento de la Iglesia incluso en el tercer milenio. Exhorto por tanto a todos a retomar la valentía, la franqueza, esa parresia de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras, en cada ámbito de la vida.

2. «Hasta los confines de la tierra» – La actualidad perenne de una misión de evangelización universal

Exhortando a los discípulos a ser sus testigos, el Señor resucitado les anuncia adónde son enviados: “a Jerusalén, a toda Judea, a Samaría y hasta los confines de la tierra” (cf. Hch 1,8). Aquí surge evidente el carácter universal de la misión de los discípulos. Se pone de relieve el movimiento geográfico “centrífugo”, casi a círculos concéntricos, de Jerusalén, considerada por la tradición judía como el centro del mundo, a Judea y Samaría, y hasta “los confines de la tierra”. No son enviados a hacer proselitismo, sino a anunciar; el cristiano no hace proselitismo. Los Hechos de los Apóstoles nos narran este movimiento misionero que nos da una hermosa imagen de la Iglesia “en salida” para cumplir su vocación de testimoniar a Cristo Señor, guiada por la Providencia divina mediante las concretas circunstancias de la vida. Los primeros cristianos, en efecto, fueron perseguidos en Jerusalén y por eso se dispersaron en Judea y Samaría, y anunciaron a Cristo por todas partes (cf. Hch 8,1.4).

Algo parecido sucede también en nuestro tiempo. A causa de las persecuciones religiosas y situaciones de guerra y violencia, muchos cristianos se han visto obligados a huir de su tierra hacia otros países. Estamos agradecidos con estos hermanos y hermanas que no se cierran en el sufrimiento, sino que dan testimonio de Cristo y del amor de Dios en los países que los acogen. A esto los exhortaba san Pablo VI considerando «la responsabilidad que recae sobre los emigrantes en los países que los reciben» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 21). Experimentamos, en efecto, cada vez más, cómo la presencia de fieles de diversas nacionalidades enriquece el rostro de las parroquias y las hace más universales, más católicas. En consecuencia, la atención pastoral de los migrantes es una actividad misionera que no hay que descuidar, que también podrá ayudar a los fieles locales a redescubrir la alegría de la fe cristiana que han recibido.

La indicación “hasta los confines de la tierra” deberá interrogar a los discípulos de Jesús de todo tiempo y los debe impulsar a ir siempre más allá de los lugares habituales para dar testimonio de Él. A pesar de todas las facilidades que el progreso de la modernidad ha hecho posible, existen todavía hoy zonas geográficas donde los misioneros, testigos de Cristo, no han llegado con la Buena Noticia de su amor. Por otra parte, ninguna realidad humana es extraña a la atención de los discípulos de Cristo en su misión. La Iglesia de Cristo era, es y será siempre “en salida” hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, hacia lugares y situaciones humanas “límites”, para dar testimonio de Cristo y de su amor a todos los hombres y las mujeres de cada pueblo, cultura y condición social. En este sentido, la misión también será siempre missio ad gentes, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, porque la Iglesia siempre debe ir más lejos, más allá de sus propios confines, para anunciar el amor de Cristo a todos. A este respecto, quisiera recordar y agradecer a tantos misioneros que han gastado su vida para ir “más allá”, encarnando la caridad de Cristo hacia los numerosos hermanos y hermanas que han encontrado.

3. «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza» – Dejarse fortalecer y guiar por el Espíritu

Cristo resucitado, al anunciar a los discípulos la misión de ser sus testigos, les prometió también la gracia para una responsabilidad tan grande: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza para que sean mis testigos» (Hch 1,8). Efectivamente, según el relato de los Hechos, fue inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús cuando por primera vez se dio testimonio de Cristo muerto y resucitado con un anuncio kerigmático, el denominado discurso misionero de san Pedro a los habitantes de Jerusalén. Así los discípulos de Jesús, que antes eran débiles, temerosos y cerrados, dieron inicio al periodo de la evangelización del mundo. El Espíritu Santo los fortaleció, les dio valentía y sabiduría para testimoniar a Cristo delante de todos.

Así como «nadie puede decir: “¡Jesús es el Señor!”, si no está movido por el Espíritu Santo» (1 Co 12,3), tampoco ningún cristiano puede dar testimonio pleno y genuino de Cristo el Señor sin la inspiración y el auxilio del Espíritu. Por eso todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración. Es más, especialmente cuando nos sintamos cansados, desanimados, perdidos, acordémonos de acudir al Espíritu Santo en la oración, que —quiero decirlo una vez más— tiene un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él, fuente divina e inextinguible de nuevas energías y de la alegría de compartir la vida de Cristo con los demás. «Recibir el gozo del Espíritu Santo es una gracia. Y es la única fuerza que podemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor» (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020). El Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado.

También queremos leer a la luz de la acción del Espíritu Santo los aniversarios misioneros de este año 2022. La institución de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, en 1622, estuvo motivada por el deseo de promover el mandato misionero en nuevos territorios. ¡Una intuición providencial! La Congregación se reveló crucial para hacer que la misión evangelizadora de la Iglesia sea realmente tal, independiente de las injerencias de los poderes mundanos, con el fin de constituir las Iglesias locales que hoy muestran tanto vigor. Deseamos que la Congregación, como en los cuatro siglos pasados, con la luz y la fuerza del Espíritu, continúe e intensifique su trabajo de coordinar, organizar y animar la actividad misionera de la Iglesia.

El mismo Espíritu que guía la Iglesia universal, inspira también a hombres y mujeres sencillos para misiones extraordinarias. Y fue así como una joven francesa, Paulina Jaricot, fundó hace exactamente 200 años la Obra de la Propagación de la Fe; su beatificación se celebra en este año jubilar. Aun en condiciones precarias, ella acogió la inspiración de Dios para poner en movimiento una red de oración y colecta para los misioneros, de modo que los fieles pudieran participar activamente en la misión “hasta los confines de la tierra”. De esta genial idea nació la Jornada Mundial de las Misiones que celebramos cada año, y cuya colecta en todas las comunidades está destinada al fondo universal con el cual el Papa sostiene la actividad misionera.

En este contexto recuerdo además al obispo francés Charles de Forbin-Janson, que comenzó la Obra de la Santa Infancia para promover la misión entre los niños con el lema “Los niños evangelizan a los niños, los niños rezan por los niños, los niños ayudan a los niños de todo el mundo”; así como a la señora Jeanne Bigard, que dio vida a la Obra de San Pedro Apóstol para el sostenimiento de los seminaristas y de los sacerdotes en tierra de misión. Estas tres obras misionales fueron reconocidas como “pontificias” precisamente cien años atrás. Y fue también bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo que el beato Pablo Manna, nacido hace 150 años, fundó la actual Pontificia Unión Misional para animar y sensibilizar hacia la misión a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, y a todo el Pueblo de Dios. El mismo Pablo VI formó parte de esta última Obra y confirmó el reconocimiento pontificio. Menciono estas cuatro Obras Misionales Pontificias por sus grandes méritos históricos y también para invitarlos a alegrarse con ellas en este año especial por las actividades que llevan adelante para sostener la misión evangelizadora de la Iglesia universal y de las Iglesias locales. Espero que las Iglesias locales puedan encontrar en estas Obras un sólido instrumento para alimentar el espíritu misionero en el Pueblo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, sigo soñando con una Iglesia totalmente misionera y una nueva estación de la acción misionera en las comunidades cristianas. Y repito el deseo de Moisés para el pueblo de Dios en camino: «¡Ojalá todo el pueblo de Dios profetizara!» (Nm 11,29). Sí, ojalá todos nosotros fuéramos en la Iglesia lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos y misioneros del Señor. Con la fuerza del Espíritu Santo y hasta los confines de la tierra. María, Reina de las misiones, ruega por nosotros.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2022, Epifanía del Señor.

Francisco