Laicos Misioneros Combonianos

Misión, Muerte y Resurrección

“La misión nos permite entender la resurrección como el milagro de la vida no se deja destruir por el egoísmo y la ambición sin límites, sino que se impone como alegría que brota del corazón divino que llevamos en la fragilidad de nuestro corazón humano. Por esto no hay misión verdadera que no implique muerte en nosotros; muerte no como sinónimo de destrucción sino que se transforma en oportunidad para renacer finalmente a la vida verdadera que sólo el Señor puede ofrecernos como don del Padre.”

Con estas palabras termina el mensaje de Pascua enviado por P. Enrique Sánchez G. a todos los misioneros combonianos.

A continuación publicamos el mensaje.

Feliz Pascua de Resurrección.

Jesus

MISIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN

“Las grandes obras de Dios sólo nacen al pie del Calvario”

(Escritos 2325)

Celebración de la Pascua, misterio por excelencia, que nos hace entrar en la muerte que marca nuestra humanidad y en la vida sin límites, don de Dios, que en la resurrección del Señor Jesús nos hace vivir en el tiempo de la esperanza y de la fe.

¿Cómo vivir este misterio de manera que sea fuente de vida en este tiempo de contrastes, tiempo en el que la aridez de nuestras fragilidades se confronta con la invitación a vivir la alegría del Evangelio redescubriendo la presencia siempre nueva del Señor quien, desde el fondo de la tumba vacía, nos recuerda que está vivo entre nosotros? Vida y muerte, pasado y futuro, dolor y alegría, tinieblas y luz, guerra y paz, odio y amor. ¿Cuántos binomios más, además de éstos, marcan nuestra existencia, nuestro peregrinar humano por los caminos divinos que nos conducen a la eternidad que no lograremos definir y menos pronunciar, con las pobres palabras de nuestro actuar cotidiano? Sumergidos en la frenética carrera de nuestras empresas y de nuestros esfuerzos por cambiar el mundo, cada uno transcurre la jornada entera con su visión, sus intereses, sus ideas y sus programas, pretendiendo poseer toda la verdad, saber y poderlo todo; incluso más que los otros. Vivimos con una arrogancia convertida en enfermedad contagiosa, que no distingue entre pobres y ricos, pequeños y grandes; todos nos sentimos con derecho de criticar, señalar los límites, los defectos, los pecados de los otros. Los criterios de la desconfianza, de la sospecha, de la ventaja, de la competencia intentan imponerse y la confianza, el compartir, el apoyo al otro, la misericordia y el perdón suenan como música que molesta el oído y no penetra el corazón. ¿No es quizá éste el escenario en el que nos toca vivir la misión como propuesta siempre antigua y siempre nueva que impide perderse en la visión trágica, pesimista y deprimente del hoy de nuestra historia? ¿No es la misión vivida en el silencio, en el escondimiento, en el anonimato la que nos hace ser “piedras escondidas” que hablan de una vida que no hace ruido, que no necesita publicidad? ¿No es ésta la misión que nos hace vivir desde dentro el misterio que se convierte en vida?

Muerte que no tiene la última palabra

Hoy más q1216025250_448544202_de7945fb21_mue nunca, nos enfrentamos a situaciones que van más allá de lo imaginable, las noticias se transforman en crónica amarilla, roja; de todos los colores. La violencia y la guerra destruyen enteras poblaciones y condenan a millones de personas a huir ya no se sabe hacia dónde, como refugiados, prófugos, migrantes o prisioneros en sus propios países. Estas imágenes se han vuelto coreografía de capítulos televisivos que hacen de dramas humanos episodios de una película que tiene lugar en la realidad pero a nosotros se nos presenta como si fuese obra ganadora del premio Óscar. Por suerte, la misión nos permite narrar la historia de otra manera: se vuelve imposible callar el testimonio de cuantos han visto la destrucción y la muerte no a través de una pantalla sino en el rostro y en los cuerpos de hermanos y hermanas con quienes hasta poco tiempo antes se trabajaba, se celebraba la eucaristía, se estudiaba en las pequeñas escuelas con los techos de paja y se festejaba la vida y la alegría de estar en este mundo. La muerte de Cristo no la vemos más sobre la cruz de madera. Como misioneros hemos descubierto, con los ojos y el dolor del corazón de tantos de nuestros hermanos, que el Señor sube a la cruz de la indiferencia de los poderosos de nuestro tiempo, del olvido de los pobres, de la exaltación del poder y de la idolatría del dinero. Las revueltas, las protestas, las contestaciones, recogen el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas que no logran ir adelante, que no saben cómo hacer para sobrevivir en una realidad que parece negar las condiciones mínimas necesarias para llamar vida a la existencia. La gran tentación es caer en la trampa de pensar que la sombra de la muerte se haya adueñado de nuestro tiempo y se haya impuesto como criterio para gobernar nuestra historia. ¿Pero cuántas otras muertes descubrimos más cercanas a nosotros? ¿No es acaso la muerte la destrucción de las misiones en las que estamos presentes en Sudán del Sur o la violencia interminable en Centroáfrica, donde hay todavía tantas personas obligadas a abandonar sus casas por miedo de ser asesinadas? ¿No es quizá la muerte, la disminución del número de misioneros en nuestro Instituto? ¿O tener que renunciar a ciertas presencias misioneras donde vemos claramente que podrían hacer todavía tanto bien? ¿Y no es cierto quizá que vivimos como un verdadero funeral el hecho de tener que cerrar comunidades porque no tenemos nadie a quien enviar? ¿No sentimos morir cuando nos niegan el permiso para entrar en determinado país o se nos niega la posibilidad de continuar nuestro servicio a los pobres, a la Iglesia local sólo porque los políticos de turno viven de ideología? ¿No es muerte la mediocridad que nos amenaza cada vez que intentamos organizar nuestra vida según nuestros intereses personales, cuando buscamos pretextos para justificar nuestra falta de disponibilidad a salir, a obedecer, a aceptar la misión como un don que debería ser acogido sin poner condiciones? La misión nos introduce y nos acompaña en el misterio de la muerte, porque cuando es vivida con toda honestidad, no podemos decir otra cosa que aquello que el Señor ha gritado desde el profundo de su espíritu: Padre, que se haga tu voluntad. San Daniel Comboni lo dice con palabras que describen el escenario contemplado en el corazón de África: “Ante tantas aflicciones, entre montañas de cruces y de dolor… el corazón del misionero católico se ha resentido por estas enormes complicaciones. Sin embargo, él no debe perder el ánimo por esto; la fuerza, el coraje, la esperanza nunca pueden abandonarlo” (E 5646).

catedral_064La misión nos introduce en el misterio y en la belleza de la resurrección

Hay un más allá de la muerte que para la misión es fundamento de todo, la garantía de un futuro que se constituye no en la base de nuestros recursos, capacidades o fuerzas. La misión nos permite tocar con mano y contemplar con nuestros ojos aquel proyecto siempre actual de Dios que no descansa, tratando de construir una humanidad en la que todos puedan descubrirse como hermanos y hermanas. Dios está siempre en acción y, a pesar de nuestro ir por caminos que no conducen a la vida, él no renuncia a su sueño de ver un día a todos sus hijos e hijas reunidos en una sola familia, donde no sea ya necesario poner etiquetas de religiones, ideologías, preferencias políticas, razas, culturas o colores. Cristo resucitado nos recuerda que para Dios el tiempo ha llegado, pero él no tiene prisa, siempre estará dispuesto a esperar nuestra llegada, esperando que, en este tiempo de la espera, no haya vidas sacrificadas por causa de nuestra incapacidad de razonar menos con la cabeza y más con el corazón. La misión nos permite entender la resurrección como el milagro de la vida no se deja destruir por el egoísmo y la ambición sin límites, sino que se impone como alegría que brota del corazón divino que llevamos en la fragilidad de nuestro corazón humano. Por esto no hay misión verdadera que no implique muerte en nosotros; muerte no como sinónimo de destrucción sino que se transforma en oportunidad para renacer finalmente a la vida verdadera que sólo el Señor puede ofrecernos como don del Padre. “Él llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados” (1Pe 2,24).

Feliz Pascua de Resurrección a todos.

P. Enrique Sánchez G., mccj Superior General

El Plan de Comboni y la ministerialidad

ComboniHaciendo una lectura actualizada del Plan de Daniel Comboni – a partir de los desafíos misioneros de hoy – descubrimos dos intuiciones proféticas cuyo valor que el paso del tiempo no ha hecho sino acrecentar su valía:

1. “La regeneración de África con África misma” (Escritos 2753).

Daniel Comboni está convencido, a través de su experiencia y la de otros grandes apóstoles, que no hay camino posible para dicha “regeneración” sino involucrando al mismo pueblo africano como auténtico protagonista de su historia y constructor de su propia liberación.

2. “[Encontrar] un eco de aprobación y un impulso favorable y de ayuda en el corazón de los católicos de todo el mundo, identificados y fundidos con esa sobrehumana caridad que abarca la totalidad del universo, y que el Divino Salvador vino a traer a la tierra” (E 2790).

Todavía con mayor audacia, Daniel Comboni declara que la realización de este Plan para la regeneración de África exige la colaboración incondicional de todas las instancias de la Iglesia y de la sociedad civil, superando cualquier clase de frontera o prejuicio o argumento mezquino.

En estas páginas nos ocuparemos de este último aspecto: la urgencia de sumar el compromiso de todos los “católicos” a favor de una única misión. El término “ministerialidad” (ministerium = diakonía = servicio) nos ayuda a traducir mejor el pensamiento y la praxis de Daniel Comboni, aunque somos conscientes que en el Plan nunca utiliza esta palabra y que se trata de un concepto que no corresponde ni al lenguaje barroco ni a la teología tridentina de su época. Por “ministerialidad” entendemos la responsabilidad misionera por parte de todos los bautizados sin excepción para hacer emerger el Reino de amor y de justicia (fraternidad universal) que ha instaurado la persona y el acontecer de Jesucristo en medio de nosotros. Daniel Comboni no proponía simplemente una estrategia organizativa sino una manera de ser Iglesia en madurez.

Vayamos directamente al texto del Plan, a fin de darnos cuenta de la amplitud de su horizonte (cfr. la última edición fechada en Verona en 1871 – E 2741-2791):

A) ¿Cuál es el soporte teológico que Daniel Comboni coloca a la base de su Plan?

Se trata de un fundamento cristológico y una respuesta martirial:

  • El católico mira a África “no a través del miserable prisma de los intereses humanos, sino al puro rayo de su Fe” y descubre allí “una miríada infinita de hermanos pertenecientes a su misma familia, por tener con ellos un Padre común arriba en el cielo…” Entonces “llevado por el ímpetu de aquella caridad encendida con divina llamarada en la falda del Gólgota, y salida del costado del Crucificado para abrazar a toda la familia humana…” siente que se hacen más frecuentes los latidos de su corazón “y una fuerza divina [parece] empujarle hacia aquellas bárbaras tierras para estrechar entre sus brazos y dar un beso de paz y de amor a aquellos infelices hermanos suyos…” (E 2742).
  • Y precisamente por la fuerza de esa caridad que emana del costado de Cristo, Daniel Comboni está dispuesto a “derramar la sangre hasta la última gota” (E 2753) por sus hermanos más pobres y abandonados. Digamos por tanto que la motivación que mueve toda la vida de Comboni es el reflejo de una fe sólida en la redención que el misterio pascual de Cristo nos ha ganado y que constituye el principio de toda acción misionera. En otras palabras, la “ministerialidad” (servicio misionero) que pide Daniel Comboni en su Plan dice relación a Jesucristo, el servidor por excelencia del Padre para realizar su Plan de salvación, y a Iglesia que es enviada como servidora de la humanidad para continuar la misión misericordiosa de su Señor.

B) ¿Qué visión de Iglesia tiene Daniel Comboni al atreverse a pedir un compromiso de tal magnitud a los católicos sin distinción?

El reto en aquella época, como también hoy, se antoja casi  imposible, sobre todo cuando se piensa al desánimo y frustración que se anida en muchos de los líderes eclesiásticos.

El amor que Comboni alberga por la Nigrizia lo lleva a pedir en concreto:

  • la ayuda y cooperación de los Vicariatos, Prefecturas y Diócesis ya establecidos alrededor de África (E 2763);
  • la creación de Institutos para chicos y chicas de raza negra, en lugares estratégicos alrededor de toda África (E 2764-65);
  • que las Órdenes religiosas y las Instituciones católicas masculinas y femeninas aprobadas por la S. Congregación de Propaganda Fide dirijan dichos Institutos (E 2767);
  • fundar en Europa pequeños Colegios para las misiones africanas para abrir el camino del apostolado de África a todos los eclesiásticos seculares de las naciones católicas que fuesen llamados por Dios a tan sublime e importante misión (E 2769);
  • establecer Institutos religiosos femeninos de Europa en los países del interior de África menos letales, ya que la mujer europea ha dado evidencias de mayor resistencia que los misioneros debido a la adaptación de su físico, la índole de su moral y los hábitos de su vida doméstica y social (E 2780);
  • para coordinar todo este proyecto se construya una Sociedad compuesta de personas inteligentes, magnánimas y muy activas que sean capaces de tratar con todas las Asociaciones que puedan asegurar los medios pecuniarios y materiales (E 2785) y convoquen a todas las fuerzas del Catolicismo a favor de Africa, (E 2784-88).

El objetivo que Daniel Comboni quiere alcanzar es la dignificación del pueblo africano en su integridad:

  • no solamente los negros del África interior, sino también los de las costas y de todas las otras partes de la gran isla…toda la estirpe de los negros (E 2755-56);
  • los jóvenes negros serán formados como Catequistas, Maestros y Artesanos (virtuosos y hábiles agricultores, médicos, sangradores, enfermeros, farmacéuticos, carpinteros, sastres, albañiles, zapateros, etc.(E 2773);
  • las jóvenes negras por su parte recibirán formación como Instructoras, Maestras y mujeres de familia que deben promover la instrucción femenina… (E 2774);
  • de la clase de los Catequistas se creará una sección con los individuos más distinguidos por su piedad y saber, en los que se descubra una probable disposición al estado eclesiástico (clero indígena); y esta será destinada al ejercicio del ministerio divino (E 2776);
  • del grupo de las jóvenes negras, entre las que no se sientan inclinadas al estado conyugal, se creará la sección de las Vírgenes de la Caridad, formada por aquellas que se distingan por su piedad y conocimiento práctico del catecismo, de las lenguas y de las labores femeninas (E 2777);
  • a fin de cultivar las inteligencias que pudieran revelarse más destacadas, para formarlos como hábiles y e iluminados jefes de las Misiones y Cristiandades del interior de la Nigricia se podrá fundar pequeñas Universidades teológicas y científicas en los puntos más importantes de la periferia de la gran isla africana (Argel, el Gran Cairo, St. Denis en la isla Reunión y otra hacia el océano Atlántico). En otros puntos se podrían fundar con el paso del tiempo pequeños talleres de perfeccionamiento para los Artesanos considerados más aptos (E 2782-83).

En resumen, descubrimos en esta propuesta de Daniel Comboni una visión eclesiológica tremendamente abierta e integral, que toma en cuenta todos los ministerios (desde aquel que presta el Papa hasta el que ofrece el más humilde catequista o artesano) cuando se trata de llevar adelante la misión a favor de las personas más necesitadas. Y esto no por simple filantropía o por un sentimiento romántico de un heroísmo ingenuo sino por la sólida motivación que brota del acontecimiento bautismal que nos revela existencialmente el amor de Dios y nos hace hermanos y hermanas en igual vocación de santidad y capacidad. Esta manera práctica de crear ministerialidad encontrará eco solamente un siglo más tarde en la teología postconciliar con el Vaticano II.

Aunque cada uno de los aspectos señalados hasta ahora merece un estudio más completo, por brevedad de espacio presentamos, en forma de decálogo, una serie de enseñanzas emanadas del Plan de Comboni:

1) Daniel Comboni reconoce la importancia del ministerio del Papa (con quien se entrevista personalmente en numerosas ocasiones) y de Propaganda Fide. A ellos dirige su Plan con muestras sinceras de comunión eclesial.

2) La audacia de sus “sueños” nace de su confrontación con la realidad de sufrimiento y opresión que viven sus hermanos y hermanas. Su Plan es fruto de la solidaridad dentro de un método misionero de encarnación.

3) Detrás de su planteamiento está la capacidad de interactuar con toda clase de personas con madurez humana y espiritual. La ministerialidad del Plan supone personas integradas y capaces de relaciones auténticas.

4) Existe una antropología más allá de su tiempo que apuesta por las personas reconociendo su dignidad plena.

5) En el Plan se revela un modelo de ser Iglesia en comunión y participación, nacida de la consagración bautismal y la común vocación a la vida plena en Dios.

6) El laicado encuentra su total expresión ministerial. No es piramidal sino pueblo de Dios en corresponsabilidad.

7) En particular la mujer encuentra el espacio debido para su valorización en cuanto tal y en su consagración. En esto Comboni es realmente pionero.

8) La labor evangelizadora que entrevé el Plan es integral, ninguna dimensión humana queda opacada. Todas las dimensiones humanas entran en el proyecto de Dios.

9) La inserción estratégica que plantea para que el trabajo sea posible sin mayores tragedias, supone una preocupación de planeación y evaluación encomiables.

10) Todo esto viene enmarcado en el misterio de la Cruz, sabiendo que se trata de una entrega consiente de la propia vida pero más que nada confiando en que las obras de Dios nacen y crecen al pie del calvario. Y que es el Espíritu Santo quien guía ayer y hoy la misión.

P. Rafael González Ponce mccj

No te cierres a tu propia carne

inmigrantes-papeles-Espana-rodeando-Ceuta_ECDIMA20140216_0001_16NO TE CIERRES A TU PROPIA CARNE

El pasado 6 de febrero 15 personas murieron en la playa de El Tarajal, en Ceuta. Algunos medios de comunicación dijeron que eran indocumentados, subsaharianos, inmigrantes… pero en el fondo eran 15 personas, con 15 historias, con sus 15 familias. Cada una de ellas con su dignidad, con sus derechos y sobre todo con su vida. A raíz de lo que ocurrió ese día se ha producido un gran revuelo, sobre todo porque a nivel político unos y otros se echan las culpas e intentan sacar partido del suceso.

El Arzobispo de Tánger, Monseñor Santiago Agrelo publicó una carta que no tiene desperdicio y que recogemos a continuación.

 Y el Señor dijo: Comparte tu pan y brillará tu luz

No hace falta que nadie lo interprete, pues está dicho para que lo entiendan incluso los niños: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo”.Y después del mandato al alcance de todos, por si hiciese falta, se añade la razón que lo sostiene: “No te cierres a tu propia carne”. ¡El hambriento, el pobre sin techo, el desnudo, son “nuestra propia carne”!

No te cierres a tu propia carne”: Este único conocimiento bastaría para que fuese otra la política de las fronteras, otra la lógica de nuestros razonamientos, otra el motivo de nuestras manifestaciones, otra la matriz de nuestras preocupaciones, de nuestras aspiraciones, de nuestras quejas, de nuestras opciones.

No te cierres a tu propia carne”: Si entras por el camino de esta sabiduría, “romperá tu luz como la aurora”, delante de ti irá la justicia, detrás irá la gloria del Señor, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”.

No te cierres a tu propia carne”, y el pan que compartes con el hambriento, te hará luz para el indigente, como es luz para ti el que, con su vida en las manos como un pan, dijo: “Esto es  mi cuerpo, que se entrega por vosotros”.

No te cierres a tu propia carne”: Sienta a los pobres a la mesa de tu vida, y tú serás para ellos la luz con que Dios los ilumina.

Y a cuantos una y otra vez me recuerdan que la Iglesia no es una ONG, una y otra vez les recordaré que los pobres son “nuestra propia carne”, y que nuestro pan es su propio pan, y que la Iglesia es su propia casa.

Feliz domingo

Otras Cartas publicadas por Mons. Agrelo en estos días acerca de la inmigración:

Carta Emigrantes

Opción por Dios opción por los pobres

Más información en la página web de la Diócesis de Tánger.

Y también podéis seguir a Monseñor Santiago Agrelo a través de Facebook

Poner los pies en las huellas del Fundador

ComboniSan Daniel Comboni nació el 15 de marzo de 1831, en Limone sul Garda, Italia. En la escuela del sacerdote Nicolás Mazza, en Verona, descubrió sus principios fundamentales: la santidad, la búsqueda de la verdad y el ímpetu misionero. Fundó los institutos de los combonianos y las combonianas que hoy están un poco por todo el mundo anunciando el Evangelio entre los más pobres y abandonados. Hace diez años, Comboni fue proclamado santo. Publicamos una guion que nos ayude en la celebración como Familia Comboniana a poner los pies sobre las huellas del santo Fundador.

ORACIÓN COMBONIANA

15 de marzo 2014

Celebramos el aniversario de Comboni durante la Cuaresma, donde todo en la Palabra nos llama a la conversión, a despertar del sueño, a dedicarnos a las obras de la luz. Comboni, hombre de fe, supo despertar y dejarse iluminar por Cristo, y también supo despertar el mundo que le rodeaba con su incansable y apasionada animación misionera.

Hoy, en el contexto de la celebración del décimo aniversario de su canonización, nos unimos en oración con la Familia Comboniana, para invocar al Dios de la luz sobre cada uno de nosotros y sobre todos los pueblos que viven en la “sombra de la muerte” debido a las guerras, la injusticia, la pobreza y la opresión. Con Comboni, le pedimos que nos despierte del sueño.

Celebración litúrgica

Canto

De la Carta de San Pablo a los Efesios (5, 8-14)

Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente.  Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.

Palabra de Dios

Carta de Comboni a cada uno de nosotros

Yo estoy con ustedes, vivo la sed de agua viva y el deseo de REGENERAR. Rezo con ustedes.

Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará”.

Sí, es el momento de despertar, de dejarse despertar por el Resucitado, que siempre se adelanta a nuestros días y nos muestra la aurora de nuevos horizontes. Despertar, abrir las puertas de nuestra vida para dejar entrar la vida de Dios a través de la vida de la humanidad.

Despertad del sueño, poned vuestros pies en las huellas que nuestros pueblos están dejando en el surco de la vida para cosechar la época de la esperanza Pascual que con sabiduría y de mil maneras continúan indicando, siendo testigos y compartiendo con nosotros.

Despertad con el canto de esperanza que tiene el coraje de cantar en la noche oscura.

Despertad del sueño de la mediocridad para hacer eco de la buena noticia de Isaías, preludio del Evangelio: ” No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas; yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa” (Isaías 43: 18-19).

Despertad con el grito de los empobrecidos, oprimidos, excluidos, olvidados, los que tienen hambre y sed de justicia, aquellos que todavía no conocieron la esperanza anunciada por Cristo Jesús.

Despertad a la brisa del viento para abrir vuestros oídos y comprender el eco de la sabiduría de vuestros pueblos que os mantienen en el día a día, el eco de vuestras Iglesias locales que vibran con la vida nueva, el eco del testimonio fiel y mártir de tantas hermanas y hermanos de ayer y de hoy. Permaneced vivos como la semilla que se pudre en el suelo, pero tiene en sí misma el poder para generar vida.

Permaneced despiertos y atentos como las mujeres en la mañana de Pascua, las únicas que fueron al sepulcro, movidas por el valor de una fe que sabe ver más allá de la piedra que bloquea la vida.

San Daniel Comboni:

“… Ahora no hay hora o momento que no piense en vosotros” (Escritos 162). Vosotros sois mi herencia…

Canto

Pregunta para la reflexión:

¿De qué apatías sientes que Comboni te pide que despiertes para llevar adelante su Obra con pasión, alegría y radicalidad?

Breve silencio

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Consagración al Sagrado Corazón de Jesús y Padre Nuestro…

Oremos juntos:

¡Gracias, Daniel!

Porque creíste en tu sueño.

Tú nos enseñas que es posible ver África a través de los ojos de Dios.

Gracias porque viste y permaneciste fascinado con los africanos viéndolos con el rayo puro de la fe, una mirada de hermano y no de imperialista o esclavista.

Creíste en las capacidades humanas de los africanos, y viste ya a África protagonista de su proceso de liberación.

Tu sueño era el sueño de Dios, tú que creíste y nos enseñas a creer.

Tu vida nos habla de dos encuentros fundamentales:

El primero con Dios y el segundo con los africanos.

Fuiste testigo audaz de la exploración de África y no permaneciste indiferente, ni te refugiaste en un conformismo desesperado mas sentiste dentro la llama de la liberación y quisiste hacer historia con los africanos. Su causa se ​​convirtió en la tuya.

El Espíritu te susurró un Plan sabio:

La regeneración de África por la propia África, y fue primavera, fue fuerza, fue pasión, fue liberación integral.

Gracias porque tu sueño nos ilumina hoy frente a los proyectos neo-imperialistas que continúan a abrir la brecha entre el Norte y el Sur del mundo.

Tu sueño nos guía y nos hacen tomar una posición frente al dios-dinero, frente al ídolo que deshumaniza a las personas.

Hoy en día estamos inmersos en una humanidad perdida y débil, y tú nos invitas a creer en la humanidad, a anunciar a Jesucristo con pasión y credibilidad.

No es fácil vivir en un mundo plural y dividido pero tú nos demostraste que el amor lo puede todo.

Te pedimos que nos mantengas unidos a ti y entre nosotros, tus hijos e hijas, para que permanezcamos fieles al sueño de Dios.

Que nuestras diferencias sean fuente de riqueza y creatividad.

Gracias, Daniel, por creer en tu sueño.

Visita a la comunidad LMC de Rondos (Perú)

Pequeña crónica de una grande historia

En el mes de febrero he tenido la oportunidad de visitar a los hermanos LMC, Daniel peruano y Lety mexicana en la sierra central del Perú, en el Distrito de Rondos, Provincia de Lauricocha, Departamento de Huánuco. Es una región netamente agrícola donde se producen  principalmente papas, habas, maíz y se cría ganado. Es famosa para la producción de queso también.

Ya son unos años que está presente una comunidad de LMC, desde septiembre del año pasado están Daniel y Lety y a fines de febrero de 2014 se incorporará al equipo la hermana brasileña Scharliman.  Así se completará la comunidad internacional.

Estamos a los 3600 metros de altura, la  vegetación es escasa (eucaliptos y quinuales), y pocos cientos de metros más arriba desaparece por completo. Es temporada de lluvia en la sierra, agua por todas partes,  todo verde y lodo en abundancia. Las carreteras……un desastre y trasladarse es una aventura. Es una zona de huaycos (derrumbes) frecuentes.

La altura es cosa seria, el oxígeno es más raro, y muchas cosas se complican: la digestión, el esfuerzo físico, el descanso. Pasé 4 noches allá arriba y no son muchas las horas que he podido dormir bien…..vueltas y vueltas en la cama, uno se siente como que se está asfixiando y por muchas ovejas que se cuenten…..que larga se hace la noche. Yo ya sabía porque soy un veterano de la sierra, pero aguanté con gusto porque quería visitar a los hermanos. Mi respeto y admiración para los hermanos  que pasan por allá unos años de su vida, por amor a Dios, por amor a esa porción del pueblo de Dios, por amor a la vocación misionera que los ha llevado hasta allá.

Calle de RondosUna calle del pueblo de Rondos
El Mirador de Rondos El mirador, de una belleza imponente

He notado inmediatamente como la gente saluda a los hermanos, conoce su nombre, aprecia su presencia sencilla y solidaria. Y los niños ni hablar, aquí también como en todas partes son los más alegres y participativos…..a cada rato se escucha alguien que grita: hermano, hermana…que bonito.

La parroquia comboniana de Baños, abarca toda una provincia, compuesta por 7 distritos. Son 2 padrecitos y un hermano y a Rondos llega el P. Eliseo (Togo) para la celebración de la eucaristía. Con él están un padrecito italiano ya mayor, P. Lino y un hermano religioso español (Amancio)… vaya internacionalidad… resulta que son 6 personas de 6 países diferentes, el milagro del evangelio y del carisma comboniano.

LMC en RondosP. Sergio (el de bigote), Daniel (LMC P), Ermelinda, catequista de Rondos y brazo derecho de la comunidad LMC, y Lety (LMC Mx)

Trabajo hay de sobra: evangelización (celebraciones de la palabra, visita a los enfermos, visitas a escuelitas para dejar un mensaje de fe y esperanza a los niños, catequesis etc…..y promoción humana: biblioteca, nivelación escolar, vacaciones útiles, talleres de cocina y manualidades, ludoteca  para los chiquillos etc… van de la mano, siguiendo el ejemplo de S. Daniel Comboni.

Daniel con niñosDaniel con unos chiquillos, miren sus mejillas….es el frio de la altura.

En Rondos se está escribiendo una página de evangelio, sin tocar la trompeta. Estando allá recordaba muchas palabras de la  sagrada escritura hechas carne viva: hay más alegría en dar que en recibir… ni un vaso de agua que se da en mi nombre a alguien que tenga sed, será olvidado… gracias Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y poderosos y las has revelado a los pequeños… dejen que los niños vengan a mí… quien pierde su vida por mí y el evangelio la salvará…

Sharliman desde BrasilScharliman, LMC de Brasil, la última a la derecha

Definitivamente, es una pequeña grande historia de amor, hay tantas…en una de las tantas periferias existenciales de este mundo. Una historia que  hace de este mundo un lugar más bello, más fraterno, más solidario, para los que han sido olvidados por los grandes de este mundo pero  están muy cerca del corazón de dios, el Padre bueno de todos.

P. Sergio Agustoni (Asesor MCCJ de los LMC en Perú).