Laicos Misioneros Combonianos

LMC al servicio de las personas en la misión

Isabel¡Hola! Yo me llamo Ma. Isabel Buenrostro Barbosa, tengo 39 años, soy LMC “Laica Misionera Comboniana” y también soy “Médico Cirujano y Partero”. Yo nací en una población pequeña del Estado de Jalisco en el País de México, mi pueblo se llama: Santa Cruz de las Flores, pertenece al Municipio de San Martín Hidalgo y se encuentra a 2 horas de la Ciudad de Guadalajara. Estudié en la Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara.

Conocí a las Misioneras Combonianas a finales del año 2004, en el 2005 ingresé a su congregación, primeramente me enviaron a mi primera experiencia misionera al País de Ecuador, donde estuve los meses de febrero y marzo, acompañando a la Familia Comboniana en comunidades de Afroecuatorianos e Indígenas, ahí es donde comencé a conocer las misiones y me di cuenta de esa gran sed de Dios que tienen nuestros pueblos hermanos, pues están muy abandonados, discriminados, sufren de gran pobreza material, pero son muy ricos en valores y tradiciones que todavía conservan. Cursé un año en la formación del Postulantado, pero en el año 2006 egresé de la Congregación de las Misioneras Combonianas, pues la disciplina religiosa me limitaba a ejercer como yo quería mi profesión, y fue que descubrí a los Laicos Misioneros Combonianos y vi que ahí era el lugar que yo buscaba para ejercer la medicina con los pobres y para realizar plenamente mi vocación misionera.

Mi trabajo con los enfermos es una de mis mayores pasiones, pues ahí es donde veo el rostro de Cristo y donde he encontrado una gran satisfacción y crecimiento humano al ser instrumento de Dios ayudando a sanar cuerpos y almas…. Escuché el llamado de Dios a mis 20 años, estuve en discernimiento unos años en la Congragación Religiosa de Vida Activa “Esclavas del Divino Corazón de Jesús”, pero desde que comencé a trabajar en mi servicio social como médico en unos pueblitos rurales, descubrí que mi vocación era puramente misionera. Y aquí estoy, sigo adelante cultivando y luchando por mi vocación. Porque es el regalo más grande y maravilloso que me ha dado Dios y ahí es donde veo mi verdadera y plena realización como ser humano, creo que la misión a la que he sido enviada a este mundo, es ir a los pueblos elegidos de Dios, especialmente a los más pobres y abandonados. Porque así como San Daniel Comboni, siento que debo consagrar toda mi vida al servicio de mis hermanos como Doctora Misionera Laica.

Desde que conocí a la Familia Comboniana, todo ha sido muy bonito, Dios me ha dado la oportunidad de realizar algunas misiones cortas, especialmente como voluntaria; después de mi primera experiencia misionera en Ecuador en el 2005 y de salir del Postulantado en el 2006, ya he realizado campos misión: En el 2006 en la Sierra Andina de Perú, en Huancayoc, Región Warás, con indígenas Quechuas; en el 2010 en Ecuador en la Selva de Pambilar, Provincia de Esmeraldas, con los indígenas Awás; en el 2013 en Guatemala en la Clínica Parroquial de los Combonianos, en San Luis Petén, con los indígenas Quec”chís.

Y, en este tiempo último, he concluido mi Experiencia Comunitaria y Formación Misionera como LMC, ya que es parte de nuestros estatutos que los LMC nos formemos 8 meses intensamente y nos preparemos para salir a misión Ad Gente por un tiempo mínimo de 3 años. Esta formación la realicé junto con mi compañera Carolina; los primeros 3 meses en el Estado de Guerrero, México, en las Montañas de Metlatónoc, donde tenemos cede de misión los LMC junto con los Misioneros Combonianos, es una región de comunidades indígenas Mixtecos. Realmente ha sido un tiempo fuerte y muy especial, hemos compartido la misión en las comunidades de Huexoapa, Atzompa y Cocuilotlazala. Ahí realizamos pastoral religiosa y social, especialmente atendiendo enfermos. Ya que como Laicos, combinamos nuestra vida profesional, familiar, social, espiritual y religiosa, eso es lo bello de la Vocación Laical. Los LMC según nuestra profesión y oficio podemos apoyar a las misiones en diferentes proyectos sociales. Los otros 5 meses, de febrero a Julio hemos estado estudiando en la Ciudad de México, donde estuvimos en el Seminario de los Combonianos, ahí recibimos diferentes talleres, ya que aparte de nuestros estudios profesionales, tenemos que recibir preparación religiosa, espiritual y humana para ser buenos misioneros.

Y bueno, lo que más he aprendido en este tiempo es que: Toda la humanidad somos la familia de Dios, tenemos un Padre común y todas las Naciones, Pueblos y Culturas del mundo somos hermanos. Según el contexto donde hemos nacido y crecido, todas las personas tenemos un conocimiento y experiencia de Dios, porque Dios ha ido sembrando las semillas de su Verbo en la historia de todos los pueblos. Aprendí que nuestra Iglesia Católica es Universal y tenemos que ser también hermanos de todas las religiones y en especial debemos de respetar y conservar las culturas de nuestros pueblos indígenas, Afroamericanos y Africanos. Como misioneros vamos a acompañarlos, a caminar con ellos, a vivir nuestra fe y compartir la vida con ellos; y trabajaremos con ellos para que recuperen su dignidad de hijos de Dios y sean protagonistas de su propio desarrollo humano. Ese es el Carisma Comboniano que nos enseñó nuestro fundador San Daniel Comboni. Porque el mensaje de la Buena Noticia que Jesús nos vino a traer a la tierra y nos sigue gritando cada día a través de su Palabra, de los acontecimientos del mundo y de la belleza de la naturaleza y de la vida misma, es que todos seamos felices en esta Tierra y después esa felicidad alcanzará su plenitud en el vida eterna. La oración y la vida espiritual es nuestro mayor alimento como misioneros. La Familia Comboniana hemos celebrado en Acción de Gracias a Dios, por la conclusión de nuestra formación misionera el día 6 de Julio 2014, en la Capilla del Seminario Comboniano en el DF, donde el Asesor de los LMC de México (P. Laureano Rojo), el Provincial de los Combonianos de México y los Padres Formadores del Seminario, han presidido la MISA DE ENVIO MISIONERO a las Laicas Misioneras Combonianas: Ma. Isabel Buenrostro y Carolina Carreón. Que Dios con la fuerza de su Espíritu Santo, nos siga dando su paz y su luz a todos sus hijos, y que todos seamos misioneros, y anunciemos y hagamos vida las enseñanzas de Jesucristo.

Misa de clausura de la experiencia comunitaria en México

Envío Isa y Caro¡Hola a la Familia Comboniana y amigos!

En este día los saludo con gran alegría de corazón, y unida al Sagrado Corazón de Jesús, al Corazón de María nuestra madre del cielo y a San Daniel Comboni, les envío un fuerte abrazo a cada uno de ustedes, deseando estén muy bien en la misión que a cada uno de ustedes les tiene en este momento nuestro Dios.

Aquí les comparto algunas fotos del día de nuestra misa de envío de Caro y mía, fue la Eucaristía de Acción de Gracias y Envío Misionero por terminar la Experiencia Comunitaria de Formación como LMC “Laicos Misioneros Combonianos”.

Le damos gracias a Dios por este tiempo, por todas nuestras experiencias de vida, amistades y conocimientos recibidos. Un saludo a cada uno de ustedes, los recuerdo con gran cariño, afecto y respeto, y con mi oración y espíritu misionero sigo unida a esta familia que Dios me ha dado. Que Dios los bendiga a todos y a cada uno de sus familiares carnales y amigos personales y también a nuestros pueblos y nuestra gente donde trabajamos. También les anexo algunas fotos de nuestro periodo de formación y misión de la Experiencia Comunitaria.

¡Hasta Siempre! Y gracias por el apoyo y amistad que me brindaron a mí y a Caro en esta Etapa especial de nuestra vida misionera.

 

😉 ISA.

Con el corazón en la misión

P._Enrique_Sanchez“Ante la cercanía de la fiesta del Sagrado Corazón –viernes, 27 de junio–, deseo compartir con vosotros esta pequeña reflexión que nos ayude a prepararnos para esta celebración clavando nuestra mirada en ese Corazón abierto del que brota nuestra vocación misionera para adquirir la fuerza que necesitamos en este momento de nuestro viaje como herederos de san Daniel Comboni”, P. Enrique Sánchez G. mccj.

Con el corazón en la misión

“No quiero ocultarle que, cuando la Santa Sede me confió esta vasta y laboriosa Misión, mi conciencia estaba un poco titubeante, porque conocía mi pequeñez ante esta tarea enorme que Dios me había confiado por medio de su augusto Vicario Pío IX, y pensaba que con nuestras fuerzas nunca conseguiríamos establecer el catolicismo en estas inmensas regiones, donde la Iglesia, a pesar de los esfuerzos de tantos siglos, jamás lo había logrado. Entonces puse toda mi confianza en el Sagrado Corazón de Jesús y decidí consagrarle todo el Vicariato el 14 de septiembre próximo. Al objeto de llevar a cabo esta gran solemnidad mandé una circular, y rogué al admirable apóstol del Sdo. Corazón, el P. Ramière, que redactara el acto de consagración solemne, lo cual ha hecho” (Escritos3318).

Queridos hermanos,
Ante la cercanía de la fiesta del Sagrado Corazón, deseo compartir con vosotros esta pequeña reflexión que nos ayude a prepararnos para esta celebración clavando nuestra mirada en ese Corazón abierto del que brota nuestra vocación misionera para adquirir la fuerza que necesitamos en este momento de nuestro viaje como herederos de san Daniel Comboni.

El 31 de julio de 1873, san Daniel Comboni escribió una carta al obispo Joseph De Girardin, de la que tomé el texto con el que comienzo mi reflexión.Lo elegí porque creo que contiene algunos elementos que se corresponden con la realidad con la que nos enfrentamos en este momento de nuestra vida y de nuestra misión y que merecen una reflexión por nuestra parte.

Igual que en aquel tiempo, también hoy se puede decir que la misión que nos es confiada sigue siendo extensa y laboriosa;a menudo parece mucho más exigente y más allá de nuestras fuerzas.Y esto – lo digo sin rodeos – no es una ayuda para vivir de manera responsable y eficaz.

Durante los últimos treinta años, el Instituto ha crecido considerablemente en su proceso de crecimiento y se ha involucrado en muchas áreas, en muchos frentes y en muchas diferentes realidades misioneras cuya magnitud es evidente.El inmenso Vicariato de África Central se ha convertido para nosotros en más inmenso todavía, con presencia en cuatro continentes y una diversidad de compromisos misioneros de tal envergadura que nos hace creer que estamos presentes en todos los frentes de la misión.Esta realidad, para algunos de nosotros, es un bien, parece responder a la necesidad de hacer valer el propio ego, nos hace creer que somos grandes misioneros porque llevamos el Evangelio a todos los rincones del planeta y a todas las periferias de la humanidad, para usar una expresión querida por el Papa Francisco.

A la inmensidad, hay que añadir el trabajo arduo, la complejidad de una misión que demanda, desafía, pasa por un cambio profundo debido a una transformación de ritmo frenético del mundo y de la sociedad.La misión está cambiando sin darnos tiempo para averiguar qué dirección hemos de tomar y, parece haber una incapacidad de nuestra parte, para anticiparnos a estos cambios.

Pero el trabajo duro que requiere la misión hoy se convierte en un desafío para nuestra creatividad, nuestra capacidad para cuestionarnos a nosotros mismos, a soñar para emprender nuevos caminos que nos pueden obligar a caminar sobre tierra desconocida, inédita – como se nos ha dicho hace algún tiempo – que nos invita a no vivir de rentas de la herencia recibida que puede llevarnos a engaño con una pretensión de omnipotencia misionera.

Comboni, en la carta de 1873, se confesaba indeciso debido a su pequeñez.También hoy nosotros estamos siendo conscientes de nuestra pequeñez, y no sólo porque las estadísticas nos recuerdan la continua disminución de la plantilla.Creo que no es sólo una cuestión de números.Creo que esta pequeñez nos puede hacer entender que nuestras fuerzas no serán nunca suficientes para responder a las necesidades de la misión y que el Señor no hace sus cálculos usando las matemáticas.

Sagrado Corazón¿Hacia dónde dirigimos, pues, nuestra mirada, de dónde obtener las fuerzas y la luz para vivir radicalmente nuestra vocación misionera comboniana?

Creo que nosotros hoy día, la pequeñez tenemos que medirla mirando a nuestra calidad de vida, a la coherencia en el cumplimiento de nuestros compromisos y opciones personales de vida que hemos hecho, la capacidad de no ser superficiales en vivir nuestra consagración religiosa para la misión, nuestra total disponibilidad a ir a servir a los pobres, a la libertad de no dejarnos engañar por las sugestiones fáciles de nuestro mundo: el consumismo, la apariencia, la superficialidad, etc.

Sin apuntar con el dedo a nadie en particular, y sin querer regañar, creo que cada uno de nosotros debe reconocer su pobreza, su fragilidad y sus límites, la tentación de hacer de la misión algo que me es útil y no más bien una realidad que me llama a entregarme incondicionalmente y sin usar pretextos para convertirla en una “misión a medida”.

Tengo una profunda admiración por tantos hermanos que viven con enorme entusiasmo, dedicación y sacrificio en situaciones de violencia indescriptible y peligro.Son esas piedras ocultas con las cuales – Comboni nos recuerda – hay que construir la misión.Es a la luz de estos testimonios que tenemos que medir nuestra respuesta a la llamada que hemos recibido y vamos a descubrir lo grandes, fuertes y capaces que podremos ser para abrazar la misión que se nos confía hoy.

Comboni dijo humildemente: “Pensé que con nuestra propia fuerza nunca lo conseguiremos”.No es una expresión de desaliento, es la convicción de tener entre manos una misión que no depende de nosotros.“Así que deposité toda mi confianza en el Sagrado Corazón de Jesús”.Tal vez, y sin tal vez, creo que es el momento para nosotros de hacer esta experiencia de abandono y confianza, de fe y apertura a la acción de Dios en nuestras vidas, lo cual no quiere decir refugiarse en una espiritualidad que nos saque de la realidad, de la responsabilidad de participar en la construcción del Reino.

La confianza en el Sagrado Corazón de Jesús es para nosotros hoy día, el reto que nos obliga ensuciar nuestras manos en la transformación de nuestra humanidad, a través de nuestro servicio misionero, sin olvidar que el único y verdadero protagonista de la misión es y será siempre el Señor.

Si Comboni quiso consagrar su Vicariato a este Corazón, que no es sino el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y para todos aquellos a quienes somos enviados como misioneros suyos, creo que vale la pena que vivamos esta celebración, renovando nuestra disposición, para que el Señor cumpla en nosotros sus planes, reconociendo que la misión que brota de su corazón tiene un futuro brillante. Debemos vivir en la confianza de que el Señor no nos va a defraudar.
Feliz fiesta a todos.
P. Enrique Sánchez G. mccj

Necesitamos misioneros y misioneras

MozambiqueDurante este tiempo, donde he tenido la suerte de servir dentro de la organización internacional de los LMC, he contado con la fortuna de conocer y relacionarme con muchos misioneros y misioneras de todo el mundo.

Muchas cartas nos hemos cruzado de un lado a otro. En muchas comparten la alegría de una vida al servicio de los demás, de cómo en su entrega han ido viendo como su vida se llenaba y eran felices. Me cuentan los sueños y dificultades en el trabajo en las periferias de las grandes ciudades, las peripecias de dar clases en una escuela con pocos medios y con mucha ilusión. La búsqueda de una buena formación profesional para los alumnos y familias de las comunidades donde están, la atención a los enfermos en los hospitales y puestos de salud donde se encuentran.

Comparten también como viven su fe con las comunidades donde están, las responsabilidad de cada miembro de la comunidad, el llevar la Palabra a lugares remotos, andando, en bici, en todoterreno o canoa.

Son una infinidad de experiencias, de alegrías y dificultades compartidas con la gente.

Pero también me llegan muchas peticiones de personal. ¡Se necesitan misioneros! De muchos rincones se repite la llamada ¿hay personas disponibles para venir a nuestra comunidad?

Los proyectos de cooperación son importantes, las escuelas, hospitales, el trabajo de cooperativas, de denuncia de las injusticias… todo ello es central y necesita de personas que sigan animando y siendo puentes. Hay quien me recordaba que “los ladrillos no abrazan”. Y es verdad, si algo oigo siempre de la gente sencilla son las gracias por la compañía que los misioneros le ofrecen, por estar con ellos, apoyándoles en los momentos duros, celebrando las alegrías juntos… poder contar con el abrazo cercano. Hacer presente el amor de Dios a través de sus manos, que apoyan y acompañan en el camino.

Por eso, en esta celebración de Pentecostés dejemos que el Espíritu nos llene, nos saque de nuestras habitaciones cerradas y nos lleve a la plaza, al camino.

Si sentís una inquietud misionera os invito a buscar el grupo más cercano del país donde viváis. Podéis visitar también nuestra web donde encontrareis el contacto de los 20 países donde estamos en Europa, África o América. Buscar otras personas como vosotros y buscar un tiempo para discernir vuestra vocación.

No esperéis. Ahora es el momento. No retraséis la respuesta y comenzar un camino de formación que os lleve a vuestra entrega misionera.

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Comboni decía que “la misión es un plan de amor en el que no podemos ahorrar esfuerzos”.

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La visión eclesial que brota del “Plan” de Comboni

Comboni

Comboni“Comboni – creyendo en la unidad del género humano y por eso mismo en el hecho que el Evangelio deba ser anunciado a todos – se pone en una actitud de demistificación profética de esa forma cultural racista…” (Prof. Fulvio De Giorgi, Consejo de Dirección de Archivio Comboniano).

Colocación de contexto
Una reflexión actual sobre el “Plan” de Comboni que no sea puramente histórica, sino de tipo espiritual y misionológico (desde un punto de vista de fe, de pertenencia a la Iglesia católica y de “filiación” comboniana) debe, por tanto, partir de algunas colocaciones de contexto y no ponerse en una actitud de lectura directa e inmediata (es decir, sin mediaciones), como si se tratase de un texto escrito hoy. La actualización debe rehuir el riesgo de cierto ingenuo fundamentalismo actualizante. Que sería, en el mejor de los casos, una banalización que correría el riesgo de una deformación grave. Ningún texto del tiempo (no sólo de Comboni) puede leerse sin los filtros del contexto: de otra manera quien, en aquel momento histórico, era antirracista, por ejemplo, correría el riesgo de aparecer como racista en la actualidad

No se trata sólo de traducir un lenguaje del 800 en un lenguaje actual (con una operación que no es sólo de semántica histórica) aunque este simple aspecto señala un problema más vasto: el de las formas de continuidad/discontinuidad cultural (y espiritual) entre nosotros y nuestros Padres y nuestras Madres del pasado, entre nuestra visión y la visión de ellos.

Comboni, igual que nosotros hoy, se colocaba dentro de la Iglesia católica. Pero la Iglesia católica es un organismo vivo que crece: por eso “ha crecido” respecto al 800. Este crecimiento comprende también la autoconciencia: la misma visión eclesial. No podemos entonces colocarnos plenamente en la situación del ochocientos: ello significaría que todo se ha detenido, que el cristianismo no está vivo sino muerto, que nuestra tarea no sería histórica sino arqueológica…

Actualidad y profecía
En resumidas cuentas, es evidente que el paradigma eclesiológico de Comboni, su visión eclesial, era el del Vaticano I y no el del Vaticano II y que su cultura, en cuyo interior se definían tantos aspectos de la misma visión eclesial, era la lombardo-véneta del siglo XIX y no la del siglo XXI. Entonces ¿qué significa esta observación obvia sobre el nivel de nuestra lectura? ¿Cuáles son los rasgos de continuidad, de actualidad y de profecía y cuáles los de discontinuidad, en los cuáles ha habido una superación (es decir, un crecimiento)?

Más los elementos culturales de Comboni se acercan al Evangelio más se da la continuidad: la Iglesia anuncia el Evangelio de Cristo como una propuesta de alianza liberadora dirigida por Dios a todo el género humano (lo cual, y no era obvio entonces como ahora, implica la unidad del género humano: hay un sólo género humano y todos los hombres y todas las mujeres son hijos e hijas de Dios, iguales en dignidad personal). Así que, si a mitad del siglo XIX, se formaba en el corazón de Europa, una forma cultural nueva que era el racismo, Comboni era ajeno y hostil respecto a estos procesos culturales. El racismo implica dos puntos esenciales: 1. Existen las razas humanas (reducidas generalmente a tres); 2. Hay razas inferiores y razas superiores. Comboni – creyendo en la unidad del género humano y por eso mismo en el hecho que el Evangelio deba ser anunciado a todos – se pone en una actitud de demistificación profética de esa forma cultural racista. Sobre esto, entonces, no sólo hay continuidad, sino también una permanente actualidad de tal punto de vista, porque de forma explícita o más a menudo disimulada permanecen, también en nuestros días, visiones racistas que pueden insinuarse también en la visión eclesial.

Discontinuidad como crecimiento
Elementos culturales de discontinuidad son en cambio aquellos más ligados a las particularidades de mentalidad y de pensamiento de la época: una ignorancia “geográfica”, etnográfica, cultural de los europeos respecto a tantas partes del planeta y a amplios extractos de la humanidad; una presencia – por tanto – de fantasías míticas y de lugares comunes tradicionales (incluso religiosos como la llamada “maldición de Cam”) que colman estos vacíos cognoscitivos y pueden aparecer hoy como “prejuicios racistas” (pre-juicios, como todos nosotros tenemos, sí; racistas no, porque no participan – como he dicho antes – de los aspectos específicos de aquella forma cultural).

Entender esta diferencia es, a nivel metodológico, esencial para encuadrar la reflexión sobre el “Plan” de Comboni, sobre su visión eclesial y sobre su actualidad profética.

Unidad, utilidad y simplicidad
Si partimos de una óptica racista, consideramos entonces a la civilización europea superior y, por tanto, destinada a dominar sobre las demás: condenándolas a un desarrollo “separado” (apartheid) o civilizando desde lo alto y desde fuera algunos aspectos, para mejor dominarla y explotarla en vistas de un mayor desarrollo de la civilización considerada superior. Comboni en el “Plan” asumía en cambio un paradigma opuesto: el de la unidad del género humano. En este cuadro, es posible que algunos pueblos (históricamente han sido los europeos, pero podían ser otros) lleguen primero, por causalidades históricas, a conquistas consideradas positivas (por ejemplo: la escritura, la alfabetización, la medicina, la ciencia y la técnica). Estas conquistas entonces deben darse a conocer a todos, deben ser compartidas, puestas a disposición para “regenerar” toda la humanidad, para mejorar la existencia real, disminuyendo todas las formas de sufrimiento, de pobreza, de injusticia, para la común utilidad. Pero esta “civilización” (“compartir de conquistas de la civilización”) no puede ser impuesta desde lo alto y desde afuera: si así fuera, incluso con las mejores intenciones, se introduciría una asimetría y con ello un potencial desequilibrio y dominación. La civilización/compartición tiene que ser propuesta y realizada desde abajo y desde dentro, de modo que los beneficiados sean protagonistas en primera persona, no con astucias o mediaciones complicadas, sino con simplicidad: sólo así es re-generadora (intrínsecamente emancipadora). Los logros serían siempre generantes y generadores, es decir, creativos e innovadores, autóctonos y originales, no extrínsecamente similares (a-asimilados) a los europeos, ni tampoco hostiles a ellos porque serían fruto de un encuentro fraterno, en el que se busca el bien de todos y no de un encuentro desequilibrado (que sería en realidad un enfrentamiento de culturas) en el que se busca el bien sólo de una parte (la más fuerte).

Los presupuestos de la visión eclesial de Comboni en el “Plan” pueden entonces resumirse en sus palabras-símbolo: unidad, utilidad, simplicidad, actualísimas hasta el día de hoy.

El criterio del Plan
En un mundo globalizado e interdependiente (hoy más que en el siglo XIX) tal interpretación del “Plan” es más actual porque indica la única vía posible para un desarrollo unitario, aunque no uniforme, del género humano, en una perspectiva de no violencia y de condivisión siempre respetuosa del otro. El criterio del “Plan” desmitifica dos perspectivas que en la actualidad constituyen los dos riesgos mayores de deshumanización: de una parte las dinámicas de desarrollo desigual, con lógicas (como las del neoliberalismo) que tienden a aumentar la brecha de la riqueza, con una cerrazón comunitarista y xenófoba que rechaza la igualdad en derechos y en dignidad personal; por otra parte, una occidentalización cultural feroz, como macizo desbrozamiento de las cultural locales, como homologación universal o como macdonaldización del mundo.

Esta interpretación del “Plan”, que aparece en sintonía profética con la enseñanza social de la Iglesia (pensemos sólo en las actuales orientaciones del papa Francisco), aunque fue formulado en un periodo en el cual la misma expresión “enseñanza social de la Iglesia” no existía, era para Comboni, consecuencia de una visión eclesial que debía enraizarse en el Evangelio de liberación de Jesús de Nazaret. Al Evangelio entonces debe ser reconducido también hoy para comprenderlo mejor y actualizarlo en fidelidad al carisma. Es éste un criterio hermenéutico esencial en la lectura hodierna del “Plan”.

Por tanto, algunos rasgos esenciales de la visión eclesial del “Plan” (que en la época no eran para nada mayoritarios ni previstos, aunque podían ser relacionados a una tradición significativa de Propaganda Fide) aparecen proféticos y portadores de renovación evangélica incluso hoy día: la Implantatio Ecclesiae como fundación de verdaderas Iglesias locales, con un clero indígena; la paridad de género, significativa en todo ambiente, especialmente espiritual y de vida cristiana; la importancia – ad intra y ad extra – del laicado católico.

Un tema amplio, fecundo y rico de posibles nuevos desarrollos – que aquí me limitaré sólo a mencionar – es por último aquella estructura pedagógica del “Plan” que, con originalidad, combina elementos diversos: la dimensión emancipadora de la instrucción para todos; la educación como caridad intelectual; la pedagogía de los oprimidos.

Visión eclesial armónicamente unitaria
Tal estructura pedagógica permite una visión eclesial armónicamente unitaria – porque unitariamente se funda en la formación de la conciencia – de evangelización y promoción humana: “La formación que deberá darse a todos los individuos de ambos sexos pertenecientes a los Institutos que rodeen África consistirá en infundir en su alma y hacer que arraiguen en ella el espíritu de Jesucristo, la integridad en las costumbres, la firmeza en la Fe, las reglas de la moral cristiana, el conocimiento del catecismo católico, y los primeros rudimentos del saber humano de primera necesidad” (E 826).
Prof. Fulvio De Giorgi
(Consejo de Dirección de Archivio Comboniano)