Laicos Misioneros Combonianos

Mensaje del Papa Francisco para la jornada Mundial de las Misiones 2017

PapaFrancisco

La misión en el corazón de la fe cristiana

Queridos hermanos y hermanas:

Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?

La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida

1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.

2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).

La misión y el kairos de Cristo

3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276).

4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).

5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.

La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio

6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.

7. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (ibíd., 49).

Los jóvenes, esperanza de la misión

8. Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado […]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.

El servicio de las Obras Misionales Pontificias

9. Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.

Hacer misión con María, Madre de la evangelización

10. Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí» en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.

Vaticano, 4 de junio de 2017
Solemnidad de Pentecostés

Francisco

Noticias de los LMC Liliana y Flávio – Fiesta de la cosecha en Piquiá, Brasil

LMC PiquiaEl pasado domingo 9 de junio se realizó la Fiesta de la Cosecha en la comunidad San José del asentamiento João do Vale de la parroquia Santa Luzía de Piquiá (Brasil), que contó con la presencia de más de 1000 personas de las diferentes parroquias de la ciudad de Acailândia y del Obispo de la diócesis de Emperatriz D. Vilson Basso.

El objetivo de esta gran fiesta, que ya llegó a su 10ª edición, es celebrar el don de la cosecha y reflexionar sobre la tierra como lugar de trabajo y medio de subsistencia de las familias, recordar sus luchas y reclamar la justicia en el derecho a la tierra y en el respeto de la creación.

LMC PiquiaEl tema de este año fue “Agricultura familiar en defensa de la vida” y el lema “Cultivar y guardar la creación” Gn 2: 15.
La fiesta se inició con la acogida en la cancha deportiva del asentamiento y con un desayuno especial preparado en base a los productos retirados de la tierra (mandioca, calabaza y diversas frutas) provenientes del compartir las diferentes comunidades que se hicieron presentes. Después, siguió la celebración de la eucaristía, donde el obispo D. Vilson Basso habló de la importancia de la agricultura familiar y del deber de luchar por la tierra y denunciar a aquellos que la quieren usurpar. Reforzó la importancia de no desistir por tratarse de una lucha justa y de la necesidad de que todos estén unidos. Recordó a los 10 trabajadores rurales asesinados en una hacienda en el Estado de Pará (https://www.cptnacional.org.br/index.php/publicacoes-2/destaque/3794-chacina-em-redenca-pa-deixa-pelo-menos -10-posseiros muertos) y de todos aquellos que son perseguidos y presionados para dejar sus tierras.

En el momento del ofertorio las diferentes comunidades presentaron algunos de sus productos agrícolas en el altar del Señor en señal de agradecimiento y con la esperanza de una relación más respetuosa entre la humanidad y la creación.

Después de un almuerzo compartido siguieron varias presentaciones culturales, desde teatro, danzas tradicionales y juegos, terminando con la entrega de una muda de Ipê a cada comunidad y el anuncio de la comunidad donde se celebrará la fiesta de la cosecha el próximo año.
LMC Piquia

Liliana Ferreira y Flávio Schmidt LMCs en Brasil

La acogida de los nuevos paradigmas y desafíos de la misión

Paradigma-missione

Paradigma-missioneRetomando la visión del Concilio Vaticano II, el Papa Francisco ha elegido el paradigma de la “Iglesia en salida” en el programa misionero de nuestro tiempo. Esta recuperación es importante en el contexto del mundo de hoy, que está en fuerte discontinuidad con el pasado. “No vivimos en una época de cambio sino en un cambio de época”: con estas palabras el Papa nos recordaba que los viejos patrones con los cuales interpretamos el mundo y la misión ya no son eficaces para enfrentar los desafíos de hoy. La nueva realidad global requiere de una “misión global”, considerada en toda su complejidad y con suposiciones, estilo e instrumentos renovados respetan la tradición del pasado (EG, 33).

El esquema clásico que veía las iglesias del Norte enviar misioneros al hemisferio Sur está superado por los cambios en décadas, con la globalización y movilidad humana que han alcanzado niveles nunca antes vistos. También las circunscripciones combonianas reflejan este cambio en la composición del personal, enviando misioneros a otras provincias, en el hecho de la animación misionera que es un empeño presente en todas partes y ya no es un campo de servicio exclusivo de las provincias del norte del mundo.

El criterio geográfico de la misión ya no es el principal punto de referencia. Permanece la idea de frontera pero ésta ahora califica las periferias humanas y existenciales. Es un gran desafío para los institutos misioneros, cuya mayoría de miembros ha unido probablemente al Instituto mediante la identificación de la misión con un área geográfico particular. Hay un vínculo emocional con la geografía y la historia; la noción de “misión global” genera cierta incomodidad, temor a verse “bloqueados” en el hemisferio norte o en su provincia de origen por la idea de que “la misión está en todas partes”, o también “en Europa”. De hecho, esta preocupación comprensible y justificada –refleja aún el patrón geográfico, que es aquel que se decía superado. ¿Cómo pensar, entonces, en una alternativa, más sensible a la realidad de hoy?

El Papa Francisco nos invita a partir desde las fronteras, las “periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG. 20). Estos no son simplemente un dato geográfico, sino el resultado de un sistema financiero que genera la exclusión, la cultura de usar y tirar que produce el empobrecimiento y la violencia. Llevar la luz del Evangelio a estos suburbios implica la primera inserción, es decir:

  • una presencia arraigada en el territorio;
  • un compromiso en la vida cotidiana de las personas;
  • una solidaridad con sus sufrimientos y necesidades;
  • un acompañamiento a esta humanidad a lo largo de todos sus procesos, por cuánto tiempo y dificultades presenten.

Ahí radica la clave de este enfoque ministerial: este acompañamiento no es genérico, no es una Pastoral ordinaria llevada a las periferias. En el Capítulo General de 2015 ha surgido que estamos presentes en algunos barrios muy significativos por nuestro carisma, como entre los afrodescendientes y los pueblos indígenas en América Latina, o entre los nómadas y habitantes de suburbios de África. Pero a menudo no hay una atención pastoral específica que tenga en cuenta las peculiaridades del contexto, situaciones, cultura local, la singularidad de las personas. Una pastoral que, en la complejidad del mundo actual, requiere la articulación de diferentes ministerios y la evangelización como comunidad. Comunidades apostólicas que no sólo trabajan en conjunto identificando y compartiendo sus dones, sino que atestiguan el Reino viviendo la fraternidad y comunión en la diversidad.

Todos estos elementos no son “nuevos”; tomados en sí mismos ya pueden estar presentes en las diferentes experiencias del Instituto y ya se han expresado en varios Capítulos. Pero estamos llamados a asumirlos en una nueva perspectiva o paradigma, un punto de vista acerca de la misión que reorganice todos los aspectos fundamentales. La imagen de la “Iglesia en salida” es un icono que indica una idea de misión y metodología pastoral (tomar la iniciativa, comprometerse, acompañar, fructificar, celebrar, EG 24). Es paradigmática, porque también requiere que otras dimensiones fundamentales, como la formación y la organización del Instituto a diversos niveles, sean coherentes y dirigidas hacia esta misión.

En este punto, ¿cómo podemos acoger en práctica este paradigma y qué retos debemos afrontar? El capítulo nos sugiere que partamos de la misión, a partir de la identificación de las prioridades continentales, compartidas por otras circunscripciones y vividas en una mayor colaboración, a nivel interprovincial o continental. En el contexto de estas prioridades, estamos llamados a desarrollar pastorales específicas como la recualificación de nuestra presencia y servicio misionero. Manteniendo este punto central, tenemos un punto de referencia para repensar la formación y reorganización del Instituto.

  1. Desarrollar las pastorales específicas

Desarrollar una pastoral específica es una tarea eclesial, no puede realizarse en solitario. Exige diálogo, participación, colaboración, diversidad de conocimientos y experiencias. Sobre todo, necesitamos un método que mejorará todas las contribuciones, aceptar experiencias y perspectivas diferentes y crear comunión en la diversidad. Una atención pastoral específica se da cuando, a pesar de la variedad de opiniones, perspectivas teológicas, sensibilidad y ministerios, todos pueden reconocerse sin tener que anular la propia identidad. Es un punto de fundamental importancia, especialmente en una Instituto que está creciendo en el internacionalidad y que comienza a experimentar el desafío de la interculturalidad.

Todo esto es posible a partir del compartir la base de las experiencias más transformadoras en relación a la pastoral específica tomada en consideración, con un enfoque de “indagación apreciativa” (Appreciative Inquiry). La reflexión común sobre estas experiencias regeneradoras hace surgir nuevas intuiciones  y comprensiones de lo que hace un ministerio fructífero en ese contexto.

Para entender mejor por qué de la efectividad y para profundizar las dinámicas, estas experiencias se confrontan entonces con un análisis socio-cultural de los contextos de la pastoral específica, para captar en el panorama general, las dinámicas y las tendencias.

Asimismo, una reflexión teológica y ministerial específica sobre esa realidad nos ayuda a enfocar mejor nuestros ministerios y a identificar los instrumentos operativos más adecuados.

El siguiente paso es el discernimiento participado de ciertos principios que puedan guiarnos en ese particular contexto de pastoral específico. Precisamente porque estas directrices no dan soluciones prefabricadas, pero dejan espacio para adaptarse a situaciones específicas y para la creatividad. Sobre esta base se podrá construir un camino de comunión para experimentar, descubrir, aprender, compartir, intercambiar experiencias y personal, documentando hallazgos y resultados, y así sucesivamente en posteriores ciclos de acción-reflexión (Action Learning).

  1. La reorganización

Para desarrollar con éxito y apoyar pastorales específicas es necesario llegar gradualmente a una reorganización de nuestra presencia y manera de operar. Hasta ahora nuestra presencia misionera se ha basado principalmente en criterios geográficos: los hermanos se asignan a una provincia y luego, dependiendo de las necesidades, se asignan a una comunidad. Esta estructura refleja la suposición de que – más allá de algunos servicios especiales – generalmente el trabajo misionero consista en fundar o llevar a la maduración las comunidades cristianas o parroquias. Pero esta no es la única forma posible de pensar la organización del trabajo misionero.

Por ejemplo, los jesuitas desde hace varias décadas han empezado a pensar en su servicio misionero en respuesta a las necesidades humanas de refugiados (JRS), personas afectadas por el SIDA (AJAN) y las situaciones de injusticia (centros de fe-Justicia.-. Faith-justice). El personal viene adecuadamente capacitado y asignado a estos servicios.

En los últimos años, también el Instituto Comboniano emprendió una reflexión sobre el enfoque ministerial, mirando en particular a ciertos grupos de personas que sufren exclusión y ministerios en áreas prioritarias (CA ’03 n. 43 y 50; CA ’09 n. 62-63; CA ’15 n. 45). Obviamente la característica geográfica es inevitable, ya que incluso estos grupos humanos son colocados en sitios espaciales, la inserción en la iglesia local exige también una presencia parroquial, pero el criterio guía es el ministerio específico hacia estos pueblos que requiere:

  1. Equipos pastorales. Se componen de varios ministros, con competencias específicas y una gran variedad de habilidades personales, que colaboran como un equipo. Dada la complejidad del mundo actual, es apropiado reunir habilidades de diferente género, como por ejemplo aquellas de ciencias humanas y sociales.La diversidad de habilidades ayuda en la colaboración; la diversidad de nacionalidades y culturas dentro del equipo, vivida en la fraternidad, son un signo profético en un mundo cada vez más dividido y en conflicto. Esta comunión/solidaridad es lo que distingue a un equipo de pastoral, que no sólo es un equipo de trabajo compacto y eficaz, sino una fraternidad de discípulos y misioneros.Evidentemente, las comunidades de tamaño mediano tendrán mayor probabilidad de ser significativas, pudiendo reunir habilidades complementarias y transversales (como el de GPIC), cubrirán  mejor las ausencias por razones de vacaciones o salud, desarrollarán una reflexión más rica y compartirán recursos y conocimientos con otras comunidades comprometidas con el mismo cuidado pastoral específico. Esto requiere una reducción en el número de comunidades, pero facilita la red, desde el nivel local hasta el interprovincial.
  2. Creación de redes. El equipo pastoral no funciona aisladamente, sino que ante todo se inserta y colabora con la iglesia local. Va aún más lejos mediante la cooperación con diversos componentes de la sociedad civil para la transformación social inspirada en los valores del Reino. También hay otros niveles de colaboración que la experiencia nos señala como críticos: por ejemplo el establecimiento de una red con otras comunidades y equipos ministeriales, tanto a nivel regional como a escala internacional. Sin este apoyo y estímulo continuo a la apertura y crecimiento, al intercambio y compartir de recursos, un equipo local pronto se quedará sin oxígeno. Especialmente en materia de investigación, experimentación, aprendizaje continuo y la reflexión sobre las buenas prácticas y la innovación. El mundo continúa moviéndose, mientras que el equipo está en peligro de detenerse y fosilizarse, o de reaccionar a las situaciones en lugar de responder creativamente.
  3. Estructuras de apoyo. Los diversos equipos comprometidos con una pastoral específica a nivel local necesitan estructuras de conexión y de apoyo. Este sería también el mejor contexto para ofrecer cursos de formación permanente, investigación y experiencias para acompañar mejor a las personas en su camino de inclusión y transformación. La colaboración con instituciones académicas y de investigación, por ejemplo, pueden ser un recurso útil, así como secretariados específicos y procesos de investigación y de acción participativa.También tenemos que repensar las estructuras en las que vivimos o que administramos en nuestro ministerio. Estas, en efecto, pueden poner cierta distancia entre el pueblo y los misioneros, o incluso simplemente absorben tanto para la administración que nos hacen perder el contacto directo con la gente o la disponibilidad de caminar junto a ellos. Debe señalarse también que el Fondo Común Total es una oportunidad que nos puede ayudar a hacer una programación participativa y responsabilizada en el contexto de una atención pastoral específica a nivel provincial. La dimensión económica, de hecho, se refiere a las opciones hechas del estilo de vida, medios, cooperación y programación de un sector pastoral, con las cuales interactúan proyectos comunitarios. Por último, la reducción de compromisos y la recualificación de las presencias, y servicios misioneros requeridos por el último Capítulo General se convertirá en una realidad si tenemos las herramientas y el método para alcanzarlos a través de caminos de comunión, incluyentes y participativos. En este modo se juega la efectividad de un liderazgo que no es sólo administrativo, sino que nos lleve hacia una nueva primavera.

3. Objetivo de la formación

Formación de base, incluso, debería revisarse para desarrollar habilidades ministeriales, especialmente en relación con el currículo de los escolásticos. Los programas teológicos, que típicamente ofrecen una preparación académica teológica, no necesariamente preparan para las actitudes y habilidades útiles para el enfoque ministerial, ni nos brindan apoyo, metodologías y herramientas prácticas que beneficiarían a una pastoral específica. Ni que decir tiene que un currículo será más útil cuanto más se aproxime a las opciones ministeriales específicas del Instituto. Se podría pensar, por tanto, en la posibilidad de caracterizar la formación en los escolasticados con las directrices coherentes con las prioridades ministeriales del continente donde se encuentran. Aunque si posteriormente un hermano fuera a trabajar en otros contextos, las habilidades ministeriales recibidas, serán en parte transferibles y le servirán de base para aprender otros nuevos.

En conclusión, la recepción del nuevo paradigma de misión no significa desechar el pasado para introducir cosas totalmente nuevas. Más bien, es enfocar e integrar los diferentes aspectos de la vida y del servicio misionero (pastorales específicas, personas, reorganización, economía) alrededor de la visión de misión indicada por Capítulo y a los procesos participativos de mejoramiento de nuestras presencias y servicio misionero.
Hno. Alberto Parise mccj

Preguntas

  1. Para desarrollar la pastoral específica se requiere una lectura minuciosa de la realidad. ¿Es práctica común (en las comunidades, circunscripciones, regiones y continentes) una interpretación de la realidad (por ejemplo, a través de la adopción del círculo hermenéutico) para identificar necesidades pastorales y adoptar modalidades de presencia e intervención que den respuesta a estas necesidades?
  2. ¿Qué pasos se han dado en la circunscripción para replantearse los objetivos, la estructura, el estilo y los métodos de evangelización según una perspectiva ministerial?
  3. Determinados ministerios (relacionados con, por ejemplo, los afro-descendientes y los pueblos indígenas en América Latina, los pueblos nómadas (pastoralistas) en África y los habitantes de suburbios, refugiados etc.) requieren, además de los equipos pastorales, un trabajo en redes y estructuras de apoyo que tienen perspectivas pastorales continentales. ¿Hasta qué punto nuestra planificación pastoral consigue superar los límites geográficos de la circunscripción y adoptar un enfoque continental? ¿Qué estructuras continentales deben fortalecerse para fomentar un criterio continental para las necesidades pastorales comunes?

Visita del General de los Combonianos a Piquiá (Brasil)

LMC Brasil

LMC BrasilEl 31 de julio recibimos aquí en la misión de Piquiá, en Maranhão, la visita del general de los misioneros combonianos, P Tesfaye Tadesse, acompañado del provincial de Brasil, p. Dario Bossi. Se unió a nosotros para este momento la comunidad comboniana de Balsas, que también se encuentra en Maranhão.

Siento que fue un momento importante para el general “tocar con las manos” la realidad de esta misión, sobre todo del pueblo de Piquiá de Baixo, que busca el reasentamiento del barrio.

¡También fue un momento importante de convivencia y compartir como familia comboniana! Hemos tenido la oportunidad de compartir sobre nuestras actividades y perspectivas.

La visita concluyó con una misa solemne el día 02 de agosto por la noche, con gran participación de las comunidades, no sólo de la parroquia de Santa Lucía, sino también de San Juan Bautista, antigua parroquia comboniana. Después de la celebración, hubo un momento de convivencia entre todos.

Fue hermoso ver el cariño de las personas por la presencia e historia de los misioneros combonianos en esta misión.

¡Recemos siempre por las vocaciones, combonianas y de toda la iglesia!

LMC Brasil

Flávio Schmidt, LMC Brasil