Laicos Misioneros Combonianos

Solemnidad de Cristo Rey

(Un comentario a Mt 25, 31-46)

Jesús pobre

Estamos leyendo el capítulo 25 de Mateo, que recoge el discurso escatológico de Jesús en Jerusalén, inmediatamente antes de la Pasión.

Este capítulo tiene tres partes. Hoy leemos la tercera; en los domingos anteriores leímos las dos partes precedentes (sobre las diez vírgenes y los diez talentos)

Esta tercera parte, que habla de lo que se conoce como “juicio final, es la que la liturgia nos propone para este último domingo del año litúrgico dedicado a la Solemnidad de Cristo Rey.

Para una reflexión sobre este conocido texto, les propongo detenernos en cuatro títulos que se le dan a Jesucristo:

  1. El Hijo del Hombre.

Este es el título preferido por Jesús. Está tomado ciertamente del Antiguo Testamento y especialmente de la profecía de Daniel, donde, según comenta la Biblia de Jerusalén, “designa a un hombre que misteriosamente supera la condición humana”. El Hijo del Hombre es también el jefe del pueblo santo que, humilde y siervo, termina triunfando en la gloria de Dios. Así sucedió con Jesús y sucederá con nosotros, si permanecemos unidos a Jesús. A pesar de las apariencias, no estamos destinados a la destrucción, sino a compartir la gloria del Padre y de su Hijo. Hoy es un día para reafirmar nuestra esperanza en el triunfo de la muerte sobre la vida, el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira.

  • El Pastor

Jesús aparece en este texto como el pastor “que separa las ovejas de los cabritos”. Sabemos que Jesús es el Pastor bueno que se preocupa por cada una de sus ovejas. Pero eso no debe conducirnos a una falsa percepción de un Jesús “bonachón” (disculpen la expresión, “tonto”), como si para él todo fuese igual, como le pareciera igual lo bueno que lo malo, lo injusto que lo justo. De ninguna manera. Hoy se nos dice claramente que cada uno recogerá lo que ha sembrado.

  • El Rey

Jesús se presenta como el Rey que acoge a los “benditos de su Padre” para darles la heredad del Reino preparado para ellos desde la fundación del mundo. El Reino de Dios es una de las categorías usadas preferentemente por Jesús. Los judíos, que en un principio no tenían rey, se empeñaron en tener uno; y por un poco de tiempo les fue bien, especialmente con David y Salomón que quedaron en la historia como ejemplo de reyes positivos para su pueblo. Pero después la experiencia de la monarquía fue decepcionante, hasta que el pueblo comprendió que solo Dios merecía el respeto y el título de un verdadero Rey. También nosotros podemos preguntarnos: ¿Quién es nuestro rey? ¿En quién ponemos nuestra confianza? Ciertamente, tenemos necesidad de políticos, sindicalistas, filósofos… sacerdotes. Pero no nos confundamos: el único verdadero rey de nuestras vidas es Jesucristo. Es él que para nosotros es la ley, la enseñanza, la luz que ilumina nuestra vida.

  • El pequeño, el hambriento….

Jesús se presenta como el pequeño, el hambriento, el desnudo, el forastero, el enfermo, el encarcelado… Y es sobre el trato que damos a este “Jesús pequeño, hambriento, forastero…” que el Pastor, el Rey, el Hijo del Hombre darán su juicio definitivo.

La vida cristiana tiene muchas dimensiones: la oración, la escucha de la Palabra, la familia, el trabajo honesto y bien hecho, etc. Pero hoy, como en otras ocasiones, nos recuerda lo esencial: servirlo en los pequeños con los que Él se identifica. Por eso la caridad, incluso la organizada en Caritas, es una parte importantísima de la Iglesia. Una parroquia no puede contentarse con una liturgia bien hecha, tiene que organizar la caridad.

P. Antonio Villarino

Bogotá

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