Después de 3 días de estancia en Bangui, capital de la República Centroafricana, para abordar los problemas de documentos para la obtención de una carta de permanencia en el país y también para acompañar a Elia y Teresa, mis colegas de la Misión, que tenían que comprar suministro de alimentos, medicamentos, combustible, etc., salimos el 24/05 a las 6:00 de la mañana, hacia Mongoumba lugar de mi destino. En la carretera fuimos encontrando soldados de la MISCA que estaban allí para controlar las entradas y salidas, y aún otros grupos de “milicias populares” que hacían autostop para cobrar “peajes”, dinero destinado a su sustento. Hicimos varias paradas para visitar algunas comunidades de Hermanas que están de camino, y en especial para saludar al Obispo de esta Diócesis de M’Baiki, principal responsable de esta porción del rebaño de Cristo, la Iglesia. Tuve una cálida bienvenida y me regalo algunas recomendaciones, sobre todo para estar a disposición de “servir” a este pueblo. Llegamos Mongoumba sobre las 17:30, donde nos esperaban los Padres Combonianos, responsables de esta misión, que acogieron con cariño y alegría, y que esa noche me ofrecieron la cena de “bienvenida”.
Mi primer día en la misión
Salí de mi parroquia, donde me hicieron el “envío misionero” en el Día del Buen Pastor (11 de mayo de 2014), y el lema era: “Para que todos tengan vida en abundancia”. Para eso Él (Buen Pastor) envía a sus colaboradores por el mundo. Y así me fui de Portugal hacia la República Centroafricana con este eco que vibra en el alma: dar vida, dar alegría, dar amor”. Pero el Señor, que no se deja nunca ganar en generosidad, quería hacerme un buen regalo en mi primer día en la Misión: “Vivir con este pueblo la alegría plena, la verdadera” vida en abundancia”. Con Elia y el padre Jesús fuimos a una comunidad cristiana en la que se celebró durante la Eucaristía, el bautismo de 11 jóvenes, 6 chicos y 5 chicas, el resultado de “Vida” que otros ya entregaran para generar estos Hijos de Dios y de la Iglesia. Me sentí como en casa, en el país de mis sueños y con el alma vibrando de alegría, para vivir la Fiesta, la verdadera “Fiesta de la Vida.” ¿Quién dijo o pensó que yo vine a hacer frente a las balas, a la muerte? ¡Aquí se respira vida por todos los poros del cuerpo y el alma!
La misa comenzó con una procesión de entrada al ritmo de un canto con cientos de voces vibrantes, de los tambores y la danza. Era la fiesta que comenzaba. En el momento oportuno fueron llamados los catecúmenos que, con decidida y poderosa voz respondían al sacerdote: “Quiero el bautismo de la Iglesia”. Fueron entonces bautizados, uno tras otro, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Seguidamente todos salen de la iglesia y dejan a un lado su ropa de calle y vestidos ahora todo de blanco, entran de nuevo en procesión hacia el altar de la iglesia, cantando y bailando, sintiendo la verdadera alegría de los hijos de Dios y de la Iglesia; de la mano de sus padres, reciben la vela encendida del Cirio Pascual para continuar cantando y bailando alrededor del altar, sosteniendo, no la espada de la muerte sino la luz de las velas de la vida que les fue entregada desde el Altar de Cristo que ellos rodeaban con entusiasmo. Realmente me conmovió y dejé rodar algunas lágrimas. Miré el reloj y eran las 10,15 horas, recordé entonces que se estaba celebrando la Misa, también en mi parroquia, en Torredeita, con la diferencia de que aquí ¡se había iniciado a las 9:00 am! Me sentí en sintonía con los que dejé, pero profundamente enraizada en el pueblo que el Señor me ofrece con tanta ternura y benevolencia.
En el momento de la consagración, ya no son los padres sino los nuevos bautizados que encienden en el Cirio Pascual sus propias velas y hacen una corona alrededor del altar, símbolo de los invitados para la boda del Cordero (Jesucristo), quien se inmoló para darles vida. La misa terminó alrededor del mediodía; 3 horas de fiesta donde todos mostraron sus caras sonrientes, señal de que todavía querían continuar.
El padre Jesús aprovechó la oportunidad para presentarme a la población como una más que viene a reforzar la Comunidad de los misioneros, de los servidores del Pueblo.
Elía fue la fotógrafa del día, y al final todos se acercaban pidiendo una foto. De regreso a casa todavía Elia (con cara de “mala”) tiene que salir al paso de todos aquellos que quieren regresar en el coche, pero eran tanto que era imposible. Llegamos a casa tres horas después. Elia me preguntó: “¿Estás cansada?”, y yo le respondí: “no, estoy muy feliz”, María Teresa había salido con otro sacerdote y llegó más tarde. Sin embargo, también vino con aire de satisfacción.
Y así comenzó mi primer día de misión en la República Centroafricana. Un abrazo misionero para todos ustedes.
Por Palmira Pinheiro