Comentario a Mt 5, 1-10; Fiesta de Todos los Santos (1 de noviembre del 2015).
Hoy, 1 de noviembre, se celebra en la Iglesia católica la Solemnidad de Todos los Santos. Por eso, la liturgia interrumpe la lectura continuada de Marcos, que estamos haciendo todo este año 2015, para regalarnos el texto quizá más emblemático de los evangelios, en la versión de Mateo.
Se trata del texto conocido como las “Bienaventuranzas”, pronunciado por Jesús ante la multitud de sus seguidores (en su mayoría pobres o heridos por las mil batallas de la vida), sentado (como un maestro de Verdad y de Vida), en la montaña (signo de la presencia divina). Estos diez versículos, unidos a lo que queda del capítulo cinco y los capítulos seis y siete, expresan lo fundamental de la propuesta de vida que Jesús hace a sus discípulos.
Es bueno que cada uno de nosotros lea estos versículos con calma, con el corazón abierto, sin anteojos ideológicos o “moralistas” sabiendo que la intención de Jesús es darnos una palabra de verdad y de vida. Desde esta perspectiva, si me lo permiten, me atrevo a reformular las famosas ocho bienaventuranzas a mi modo (no para cambiarlas, sino para entenderlas desde mi vida). Veamos:
-Si quieres gozar de una vida nueva, llena de sentido y de amor (entrar en el reino de los cielos), sé sencillo y humilde, desprendido de las riquezas innecesarias y de un orgullo que te engaña;
-Si quieres saber lo que es el consuelo y la propia estima, no tengas miedo a sufrir, a arriesgarte, a ser generoso en tu entrega, porque sólo quien se juega su vida a fondo encuentra aprecio y una vida de la que estar sanamente orgulloso.
-Si quieres “poseer la tierra” (tener un lugar en la sociedad y una vida realizada), sé manso y humilde, porque “se cazan más moscas con un poquito de miel que con un gran tarro de hiel”; no te aferres angustiosamente a tus “derechos” o privilegios; confía en Dios y confía en el triunfo de la Verdad y de la Bondad.
-Si quieres estar “satisfecho” y contento con tu vida, no escondas tu sed y hambre de justicia en tu vida y en el mundo. Sólo quien tiene hambre, aprecia el alimento; sólo quien busca la justicia, encuentra la alegría de una vida justa y honesta.
-Si quieres misericordia, practica la misericordia. Cada uno recoge lo que siembra; quien siembra prepotencia, recoge “tempestades” de resentimiento; quien tiene un corazón capaz de sintonizar con el límite de los otros, transforma sus propios límites en camino de perfección.
-Si quieres ver a Dios, purifica tu corazón. No en la línea de pretender un corazón totalmente “inmaculado”, ignorando el propio pecado, sino en la línea de un corazón sin dobleces e hipocresías, que sabe escuchar, como pedía el rey Salomón.
-Si quieres ser hijo de Dios, busca la paz, una paz que no es tanto ausencia de guerra o de conflicto, cuanto reconocimiento y aceptación de la realidad del otro. Sólo quien acepta, respeta y “adora” a los otros, puede ser llamado hijo de un Dios que se identifica con los necesitados.
-Si quieres formar parte del reino de los cielos, ama la justicia (es decir, busca la lealtad y la honestidad) y no tengas miedo a que te hagan la vida difícil por eso.
Al escuchar estas bienaventuranzas en la Eucaristía, cada uno de nosotros las hace propias en sintonía y comunión con la comunidad de sus discípulos, que en el mundo entero vive y hace suyas estas palabras santas de Jesús, verdadero Maestro.
P. Antonio Villarino
Roma