Un comentario a Mt 25, 31-46 (XXXIV domingo ordinario, 26 de noviembre del 2017)
Concluimos el año litúrgico (el próximo domingo iniciamos el camino a la Navidad, inicio de un nuevo año litúrgico), con la lectura del fascinante texto de Mateo sobre el juicio final, que se puede reducir a la famosa frase de San Juan de la Cruz
“Al final de la vida nos examinarán del amor”.
El texto no se presta a elucubraciones teóricas sobre los ritos religiosos o las teorías sobre el amor. ”. Según Jesús, al final de la vida se nos preguntará si hemos vestido al desnudo, dado de comer al hambriento, acogido al extranjero… Quien haya hecho eso lo ha hecho con el mismo Señor de la Vida.
Y los textos paralelos de la Biblia son también muy elocuentes y concretos. Por ejemplo Isaías dice algo tan claro como lo siguiente:
“El ayuno que yo quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libre a los oprimidos, que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo que proporciones vestido al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes.
Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán en seguida, tu recto proceder caminará ante ti y te seguirá la gloria del Señor” (Is 58, 5-8).
Y el libro de los proverbios dice:
“Presta al Señor quien compadece al pobre,
él le pagará su buena acción” (Prov 19, 17)
Como dice el Abbé Pierre, fundador de los Traperos de Emaús, “la vida es un poco de tiempo que se nos concede para que aprendamos a amar”.
Al terminar este año, puedo preguntarme ¿He amado durante este año? ¿He prestado ayuda a alguien? ¿He sido indiferente a la vida de los que me rodean? También puedo programar mi vida para el próximo año: ¿Cómo puedo amar más y mejor? ¿Qué puedo hacer por mi prójimo?
P. Antonio Villarino
Bogotá