Laicos Misioneros Combonianos

No necesitamos tantas cosas

Comentario a Mt 6, 24-34 (8º Domingo ordinario, 26 de febrero del 2017)

Este es el último domingo de los seis dedicados al “sermón del monte” de Mateo. No es que aquí termine dicho “sermón”, sino que el próximo miércoles ya empezamos la cuaresma y por cuarenta días estaremos en otro ciclo de lecturas, con otra lógica.

El tema de la lectura de hoy podría presentarse así: ¿De verdad, necesitamos tantas cosas como las que a veces queremos acumular? Es evidente que todos necesitamos un mínimo de cosas para vivir: comida, vestido, casa, dinero…Pero a veces, en un afán desmedido por estar seguros en la vida, exageramos acumulando cosas incluso innecesarias, vivimos angustiados por el futuro y nos olvidamos de lo esencial, que es el Reino de Dios.

En este caso, podemos decir que el Reino son, sobre todo, las nuevas relaciones que Jesús quiere instaurar entre nosotros y con Dios: relaciones de amor y verdad, de justicia y perdón, de confianza y colaboración, de transparencia y solidaridad, gozando de la vida, como lo hacen los pájaros del cielo o los lirios del campo.

Jesús nos dice: No anden tan preocupados por el día de mañana, confíen en su Padre celestial. Jesús mismo era un profeta itinerante, que vivía para el Reino de Dios. Me permito compartir con ustedes alguna reflexión sobre la “pobreza” de Jesús:

La pobreza de Jesús no es:
• Una reivindicación acomplejada y envidiosa frente a unos ricos a los que les ha ido mejor. Jesús tiene amigos ricos y bien situados en el sistema social, pero no parece interesado ni en las riquezas en cuanto tales ni en los primeros puestos que ellas otorgan.
• Una actitud maniquea, que declara negativa la materialidad o el goce de los bienes de este mundo. Jesús comía, bebía, festejaba… Se distancia de un Juan Bautista radicalmente ascético y escatológico.
• Una ideología fanática. No parece que Jesús tenga una elaboración teórica (ideología) de cómo es el mundo. Él no quiere resolver todos los problemas ni tiene la varita mágica para arreglar todos los conflictos.
• Una opción política para ganar adeptos o para organizar el poder de otra manera. Jesús distingue claramente los campos y pide que se dé al César lo que es del César.

La pobreza de Jesús es:
• Algo consustancial a su misma manera de ser en cuanto “rostro humano de Dios”. La pobreza de Jesús tiene que ver con su contemplación del Padre y del sueño de fraternidad que él contempla para los seres humanos. Los bienes son para compartir entre todos los hijos.
• Es un estilo de vida, que pone a Dios en el centro y, en consecuencia, escapa de las tentaciones del consumismo, de la idolatría del dinero, del afán por dominar sobre los demás.
• Es un estilo de vida libre y vivido amorosamente, equilibrado (entre austeridad y fiesta), sencillo, abierto a las bellezas de este mundo, al gusto por la amistad, al derroche en nombre del amor…

Jesús se dejaría guiar por el proverbio 30, 7-9, que dice: “No me des pobreza ni riqueza; dame solo lo necesario. No sea que saciado reniegue de ti… o que siendo pobre me dé al robo””.

Cada uno de nosotros tiene que encontrar su propio equilibrio en el uso de los bienes materiales. Jesús nos enseña a ser libres, confiados y a no confundir lo esencial con lo accesorio. ¡Qué gran Maestro!

P. Antonio Villarino

Bogotá

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