Comentario a Mc 12, 38-44 ( XXXII Domingo del T.O., 8 de noviembre del 2015)
Jesús está ya en Jerusalén, centro de la vida social de Israel en todas sus dimensiones (política, económica, cultural, religiosa), y en el Templo, centro del centro, si se me permite la expresión. En Jerusalén, como en muchos lugares de poder de hoy, abunda el lujo, el derroche, la búsqueda del prestigio y de los honores, los vestidos brillantes y la apariencias. En esos lugares, lo importante no es ser, sino aparentar: vestir con marcas de gran renombre, ser nombrado mucho en los periódicos, aparecer en la televisión, incluso dar grandes limosnas en público y presentarse como una persona generosa y solidaria. Todo eso, no por bondad, sino para ganar fama, prestigio y reconocimiento.
Gracias a Marcos, que nos ha conservado la reacción de Jesús ante estos fenómenos de ayer y de hoy, nosotros, sus discípulos de hoy, podemos aclarar nuestros criterios y evitar algunas tentaciones o trampas que el mundo nos presenta y en las que podemos caer, incluso con buena voluntad. Yo entiendo las observaciones de Jesús de esta manera:
1.- ¡Ojo con líderes de pacotilla!
En el tiempo de Jesús había personas –escribas, doctores, fariseos, sacerdotes, reyes y gobernadores–, que buscaban ser considerados como guías de la sociedad y reverenciados casi como si no fueran mortales. Para ello se paseaban con vestidos brillantes, “de marca”, participaban solemnemente en los actos religiosos y hasta daban limosna…
Ante ese fenómeno, más vivo hoy que en el siglo I, Jesús nos dice dos cosas:
-No se fíen; en algún momento hasta les llama “sepulcros blanqueados”. Son pura apariencia, puro afán de protagonismo. No se dejen engañar por ese tipo de gente que aparece constantemente en la televisión, en los periódicos y, a veces, hasta en los templos o con “cara de buenos”.
-Ustedes mismos nos caigan en la tentación de las apariencias. Busquen la sinceridad de corazón y de las actitudes. ¡Que bella es la vida de quien no tiene nada que esconder, que no pretende ser más de lo que es, que es transparente y fiable en su grandeza o en su pequeñez!
2.- No den algo, denlo todo.
Jesús pone como ejemplo a la viuda pobre, no porque es pobre o porque da poco, sino porque “da todo lo que tenía”. Esto es lo que Jesús pide de nosotros: no que hagamos algún acto de bondad, que seamos generosos alguna vez, sino que entreguemos toda nuestra vida en todo lo que hacemos. Que entreguemos todo en la familia, en el trabajo, con los amigos, en la Iglesia, siempre, con sencillez y autenticidad.
Cierto que ninguno de nosotros es un discípulo acabado, sino que todos estamos en camino. Como dice San Pablo, hay dentro de nosotros como dos personas: el “viejo”, que es como los líderes de pacotilla y el “nuevo”, que quiere identificarse con Jesucristo. Y esa es nuestra tarea como discípulos: ir creciendo hasta parecernos lo más posible Él, de tal modo que desaparezca de nuestra vida todo asomo de falsa apariencia, de doblez e hipocresía y seamos como la pobre viuda que, es pobre ciertamente como nosotros lo somos, pero da todo lo que tiene.
Precisamente, la participación continua en la Eucaristía, compartiendo Pan y Palabra, es un alimento para crecer hasta alcanzar la medida de Cristo, que, como la viuda, entregó todo lo que tenía, incluso su propia vida.
P. Antonio Villarino
Roma