Laicos Misioneros Combonianos

Misión con los LMC de México en Metlatonoc

Experiencia misionera en Semana Santa en México (Tlapa – Metlatónoc), un pueblo indígena con costumbres, tradiciones, con otro idioma (el Misteco), con su doctrina de Fe Católica, pero con unos ritos diferentes pero un mismo Dios y su alabanza y gloria para nuestro Señor Jesucristo.

Una Misión con gran bendición para nosotros y el pueblo de Metlatonoc. Vivir y compartir con niños, adolescentes, adultos y adultos mayores, ver la sonrisa, la alegría, la felicidad en cada rostro de nuestros hermanos. Me doy cuenta de que llevar la Palabra, Yo soy el camino la Verdad y la Vida, se hizo vida en las diferentes actividades religiosas realizadas: la Procesión del encuentro, la Institución de la Eucaristía en vivo, con sus costumbres, la entrega de Jesús y la crucifixión de Cristo.

El convivir en las diferentes comunidades con todos los miembros, desde los niños hasta los adultos, fue muy hermoso; donde evangelizamos y disfrutamos de diferentes dinámicas, cantamos y bailamos, se coloreó, jugamos y bailamos, cantamos con los adultos.

Esta experiencia misionera vivida, es una oportunidad de involucrarnos en la vida de otros, compartir el evangelio y servir a los necesitados. Se trata de una vivencia solidaria donde se forjan relaciones, se colabora en soluciones comunitarias y se vive en comunidad intercultural, buscando la transformación personal y la evangelización.

Implica prestar ayuda, colaborar en soluciones y estar presente en la vida cotidiana de la comunidad donde se desarrolla la misión. Se enfoca en anunciar la Buena Noticia, compartir la fe y hacer discípulos de Jesús, a través de la Palabra y el testimonio. La misión se vive en comunidad, compartiendo la experiencia y aprendiendo juntos, tanto de los demás como de la situación que se vive. Puede representar un antes y un después en la vida del misionero, fortaleciendo la fe y generando un cambio positivo.

Y lo viví de ese modo especialmente en cada actividad a lo largo de esa semana: desde la primera oración de la mañana, la salida a las casas, el compartir en los encuentros con los niños, celebrar la eucaristía, hasta terminar compartiendo en la noche con mis hermanos ya no tan desconocidos compañeros de comunidad, me empezó a embarcar en esta “Misión”.

Ahí empezó la misión. Ahí empecé a intentar mirar un poco con la mirada de Cristo: cada entrada a una casa era motivo de alegría y de agradecimiento, que se me permita palpar con la escucha, con las charlas, con las sonrisas, con las lágrimas del tesoro más preciado de Jesús que es el corazón de cada uno de esos rostros con los que nos fuimos encontrando. Los encuentros con los más chicos fueron el motor de cada día, un momento para olvidarse de las preocupaciones, las estructuras, las “cosas de los grandes” para entrar en ese mundo sencillo y tierno de jugar y reír sin importar tiempo ni lugar, simplemente hacerse como niños.

Karol Chacón, Candidata a LMC, Costa Rica

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