Hola. Quiero platicarles de mi experiencia personal con los niños en la montaña de la sierra Andina, en mi trabajo de Misión que duro 6 años. Esos niños pastorcitos que desde pequeños son responsables de diversas tareas y que decir de las niñas quienes están encargadas de cuidar de los pequeñitos y hasta los atan a sus espaldas con su mantita cuando salen a jugar, son ingeniosas pues de unas piedritas y una canica hacen un juego de matatena.
Los niños llevan los borregos a pastar cerca del río, antes de ir a la escuela (que muchas veces se encuentra lejos de su poblado), también ayudan en la parcelas de la familia y en la de la escuela, a sembrar, limpiar el surco y cosechar. El principal alimento es la papa y varios tipos de tubérculos como la zanahoria, oca, olluco, camote, yacón y maca, ya que por ser montañas tan altas solo germinan vegetales bajo tierra.
La vida de los niños no es fácil, pues la mayoría no viven dentro de una familia integrada, algunos papás salen a la selva a trabajar (donde se siembra la coca) y no se sabe de ellos en 10 y/o hasta 15 años, ya que se unen con otra mujer con la que tienen más hijos y solo vuelven cuando los hijos están grandes y los llevan para que les ayuden a trabajar, (esto causa graves heridas y resentimientos en los jóvenes); Por la necesidad la mama se va a la ciudad para trabajar como empleada doméstica y deja a los niños con la abuelita y ellas (las mamás) también en la ciudad se hacen de ¨compromiso con otro hombre¨, la mayoría de las abuelitas hablan quechua y su actividad es cuidar animales, sembrar para poder comer y no es prioridad para ellas mandar a los niños a la escuela porque es mejor que les ayuden en el campo. Conocí a una profesora, que una vez iniciado el calendario escolar, se la pasa quince días visitando casa por casa de sus alumnos para convencer a las abuelitas que permitan a los niños ir a la escuela.
Les comparto que mi padre falleció estando yo en misión y me avisaron al tercer día de que esto sucedió y ya lo habían sepultado, yo estaba trabajando con los niños y lo único que pensé fue en dar gracias a nuestro Señor por haberme concedido un buen padre, cariñoso atento y respetuoso con todos sus hijos (fuimos 10) y que yo contaba con su bendición y apoyo moral en este trabajo; (ya que con los niños que estaba en ese momento la mayoría difícilmente disfrutaron de un papa).
Hay momentos desesperantes y tristes como cuando Susy, una niña que por ayudarle a su mama a cocinar se quemó con el agua hirviendo detrás de la rodilla y en la posta médica le disminuyeron el número de curaciones, porque solo con ella se iban a terminar las gasas que tenían en existencia y no tenían la pomada que necesitaba. Esto me permite reflexionar y solicitar capacitación y preparación en primeros auxilios. Conocer sus cultivos y/o plantas que se dan es esa población y ver si algunas de ellas son medicinales.
En la misión me toco conocer a una pequeñita que de antes estaba infestada de hongos en el pecho y falleció por las condiciones insalubres de su vivienda. Dormía en el suelo sobre pieles de borrego, su casa muy oscura estaba ubicada por donde bajaban todas los canalitos de agua sucia del pueblo y por lo tanto muy húmeda, todo esto favoreció a que empeorara su salud. Y posteriormente falleciera. El pudor y la falta de confianza, así como la ignorancia fue motivo para que su enfermedad no fuera atendida en tiempo.
En otra ocasión tuve la necesidad de llamarles la atención a los niños por jugar futbol con una naranja, ya que el suelo está infectado por las heces del puerco y en cuanto termina el recreo levantan la naranja, la pelan con sus manitas sucias y se la comen entre los que participaron en el juego. ¡Pero es que no conocen de pelotas!
Los niños o niñas, cuanto acompañan a sus mamitas al río a lavar la ropa es cuando aprovechan para tomar un baño.
Son niños acogedores, ya que cuando llegamos las misioneras al pueblo corren a preparar una bebida caliente para ofrecernos con un panecito. Y cuando les ayudas, como gesto de amistad te invitan de sus habas tostadas que guardan en la bolsa del pantalón, ello en señal de agradecimiento
También un día en que íbamos caminando por la plaza, una pequeñita de 5 años nos gritó desde el otro extremo de la plaza ¡Dios te bendiga misionera! Imagínense que sentimiento tan lindo nos transmitió a nosotras como misioneras, que iniciábamos el trabajo del día.
Como ellos no tienen juguetes, televisión ni celulares, conviven con sus amigos y hermanos, se cuidan entre ellos. Les gusta participar en la fiesta del pueblo a donde asisten personas de los caseríos y poblados de alrededor del pueblo. Hay una danza que celebran en muchos pueblos y le llaman Auquidanza donde hacen una representación de la muerte del Inca, por el conquistador Pizarro y las mujeres cantando ruegan por la vida del inca Es una bonita experiencia.
En varios pueblos el 25 de Diciembre los niños acuden a adorar al niño Jesús danzando y cantando.
Me admira la firmeza de sus convicciones, ya que cuando invitaron a Luis, un niño que asistía a la Iglesia, a participar de una broma con mentiras, él se negó diciendo que no podía mentir, ya que iba a recibir a nuestro Señor Jesucristo en su primera comunión.
Un día toca a nuestra puerta un niño de 5 años llevando de la mano a su amiguito de 7 años que lloraba inconsolable, ya que se colgó del autobús que iba llegando y se cayó golpeándose la frente de donde emergía un gran chipote, esto para que lo atendiéramos, nosotros dimos la instrucción de que acudiera con su mamá para que lo llevara a atender a la posta médica, el niño lloraba más fuerte del miedo al castigo de la mama, (Existe mucha violencia intra-familiar y en el ambiente, ya que al entrar a cada salón, se encuentra el cinturón o un palo encima del escritorio del profesor para establecer la disciplina). Mi querida compañera misionera Josefina, le aplico una rebanada de cebolla sobre la frente y el niño lloraba inconsolable, le ofrecimos una taza de chocolate y al tomar la bebida se le resbalo la cebolla en la taza lo que provoco la risa de los presentes y del niño accidentado, esto lo hizo olvidar el incidente. Todos quedamos impresionados de la solidaridad del pequeñito que nos trajo a su amigo para que lo curásemos.
Es muy lindo trabajar con los niños, ya que asimilan muy rápido las novedades y muchas veces lo que aprenden quieren implementarlo en su hogar.
Intentar darles felicidad a los pequeñitos, no es difícil, ya que no son exigentes y son muy agradecidos.
Y que te digo de mis “patas” los jóvenes, que sufren tanto por ir a buscar trabajo en la ciudad, durmiendo en los parques, sin que comer y solo adquiriendo enfermedades.
Una vez llegaron unos ingenieros al pueblo que iba a abrir una brecha por la montaña, atrajeron a los jóvenes invitándolos a comer a la fondita del pueblo y ofreciéndoles trabajo y buena comida durante el periodo de trabajo, ellos se entusiasmaron y aceptaron, caminaron lejos por un gran cañón y los obligaban a andar por laderas muy empinadas para medir los tramos, con peligro de caer de la montaña, pero como era época de lluvias se les mojaron las cobijas y la leña, solo comían papa cruda y fideos remojados, a media noche del tercer día escaparon y uno de ellos lloraba diciendo, que pecado habían cometido para merecer ese castigo, otro de ellos llevaba una taza de aluminio y la llenaban de agua de los manantiales para beber y eso les ayudo a regresar a su casa.
Son chicos entusiastas y sensibles, pero también su trabajo es muy pesado.
Ellos te esperan para que les comuniques la Buena Noticia.
Con cariño
Laica Misionera Comboniana de Guadalajara, Jalisco, México
Adriana Margarita Salcedo Cabello
Hola, querida Margarita, soy Gonzalo, LMC-España que participé en la misión comboniana en Arequipa hasta el 2014. Es un gusto saber de ti, leer tu testimonio tan sencillo y claro.
Supongo que estabas por tierras de Rondos, Huánuco, no sé si coincidiste con Leticia (si la ves, todo nuestro cariño para ella). ¿En qué años estuviste? Yo estuve un mes en Lima con Alma Rosa, cuando recién llegábamos en el 2008.
Dices muchas cosas en tu carta, todas esas situaciones de injusticia, que todas están relacionadas. ¡Qué poco vale la vida de una niña en la montaña!, se puede ir al cielo por falta de medicamentos. Las abuelas que sacan la familia adelante, como pueden. Los padres ausentes, las madres tan trabajadoras. Los jóvenes con un futuro muy difícil, que además son engañados por sus propios compatriotas. Los ingenieros que buscan riqueza pasando por encima de la vida del pueblo. Y después de todo eso, la alegría de los niños, su acogida cariñosa, la solidaridad entre ellos, el esfuerzo de tantos profesores que cuentan con muy pocos medios…
La misión de Arequipa acogía a muchos habitantes de la sierra que bajaban a la ciudad, a los conos, en busca de una vida mejor. Cuando yo llegué a Arequipa, mi primera experiencia en un país del sur, no entendía por qué tanta gente venía a vivir en cuartitos de calamina, en medio de un desierto sin agua ni saneamiento, sin electricidad, habiendo dejado esa tierra de los cerros, tan verde, tan linda. Una joven de la parroquia me explicó que en sus hogares de la sierra no había doctores, ni escuelas, y que por eso preferían emigrar a la ciudad, aunque fuera al asentamiento humano.
Es un gusto compartir este camino misionero que el Señor nos regala. ¿Cómo estás ahora? ¿Cómo fue el retorno a tu casa?
¿Vas a estar en el encuentro americano de LMC? Rezaremos por su trabajo misionero.
Dios les bendiga a todo el grupo, con cariño
Gonzalo-ISabel
Que rico testimonio!
Muchos saludos!
Que Diós bendiga a tod@s l@s missioner@s!
Estamos juntos!
Hola mi gran amiga Adi, no te imaginas cuánto te admiro por tu valor y grandeza como persona, Dios me bendice con una amistad como la tuya y te bendice más a tí por el trabajo que hiciste.
Te agradezco que mientras estabas en tus misiones nos contabas tus vivencias tal y como las comentas ahora.