Ayer, domingo 4 de noviembre, en las instalaciones de Casa Comboni, ciudad de Guatemala, vivimos el día tan esperado…..después de tiempo de preparación, animación misionera, ventas, fiesta, bulla, gozo, servicio, dificultades, cansancio, trámites legales, después de tantas inquietudes, inseguridades, pero también confianza, amor, oración, entrega……..los LMC de Guatemala, vivimos un grandioso día, para toda la comunidad, pero especialmente, por supuesto, para Alejandro, Ana Cris, Esteban, Isabel, Agustín y Lucia.
Voy a citar palabras de la homilía hermosa que escuchamos de parte del Provincial de Centro América, P. Víctor Hugo Castillo, quien Inició el mensaje de esta manera:
“Toda obra de Dios nace desde lo pequeño. Así como un niño primero es pequeño e indefenso…poco a poco crece.
Así ha sido el camino de los Laicos Misioneros Combonianos de Guatemala”.
“La misión transforma: La manera de pensar, la manera de vivir nuestra fe. La manera de acercarnos a los demás.
La decisión de partir es una decisión que se forja en el tiempo”.
Dios realiza milagros todos los días, y no parte de la perfección, ni de lo grandioso, parte de lo sencillo, lo pequeño, es su estilo de amor. Nosotros en Guatemala, somos pocos, sencillos, con dificultades económicas, pero aún así, cuando Dios quiere llevar a cabo su obra…….y nosotros ponemos nuestra disposición, simplemente…..como sin saber……como sin poder…..sólo confiando….dejándose llevar…..poco a poco, descubriendo el plan de Dios…..caminando juntos….tropezando y levantándonos……así, llegamos como comunidad a este día.
La Primera Lectura que Alejandro y Ana Cris eligieron nos habló de este proceso, para nosotros como comunidad, y especialmente para ellos como matrimonio:
Jeremías 1:4-9
“El Señor me dijo: “Antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del seno te consagré; como profeta de las gentes te constituí”. Yo dije: “¡Ah, Señor Dios, mira que yo no sé hablar; soy joven!”. Pero el Señor me respondió: “No digas: ¡soy joven!, porque adonde yo te envíe, irás; y todo lo que yo te ordene, dirás.
No tengas miedo de ellos, porque yo estoy contigo para protegerte, dice el Señor”. El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca”.
Continúo con palabras de la homilía:
“Somos llamados para algo grande. Para recibir bendición. Somos bendición para los demás. Hacer misión es hacer de la vida un riesgo. La vida vale la pena vivirla cuando tenemos proyectos. Un proyecto se construye constantemente. Crece mientras nosotros también crecemos.
En el proyecto de vida hay confianza… Sacrificio”
Estas palabras, resumen el camino recorrido, y el camino por recorrer. Es maravilloso vivirlo en comunidad. Todos con el mismo sentir, el mismo deseo, de que la misión Adgentes se lleve a cabo, de que el carisma y la identidad comboniana crezca y sea el medio para anunciar a Jesús muerto y resucitado a todas las naciones, como dice la escritura. Unos, no saldremos de nuestras fronteras, por circunstancias diversas, pero sí colaboramos para que quienes estén con la posibilidad, lo hagan. Reflexiono, y agradezco el hecho de ser una comunidad generosa, sin egoísmo, sin envidia, somos familia y queremos lo mejor para cada uno de nuestros hermanos. Alejandro y Ana Cris, han sido valientes al disponerse generosamente a partir…..los amamos….los admiramos y nos sentimos orgullosos de ellos. Mientras ellos estén allá en donde Dios los ha enviado, nosotros aquí trabajaremos fuerte y confiados para que nada les falte.
“Aquella misión doméstica, la que nos hace mirarnos sólo al ombligo. No es una misión que crece. La única manera de crecer es a través de la experiencia.
El camino hacia la misión conlleva un proceso: sentirse llamado. Rezar. Dialogar Discernir. Pedir Consejo, todo para ponerse en camino…..para partir.
Llevamos este tesoro de la misión en vasijas de barro. Tengamos presente el hecho de que no hay misión sin cruz”. Agregó a su mensaje P. Víctor Hugo.
Fortalecidos por el amor, deseamos crecer, abrirnos, tanto a nuevos miembros, como a espacios distintos…hoy será Brasil, mañana, Dios ya lo sabe, y ya destinó a quienes irán. Nosotros oramos por discernimiento, por luz por seguir caminando. Sin conformidad cómoda, todo lo contrario, en movimiento, con dinamismo, mientras hay vida, hay misión, hay proyectos, hay trabajo, hay sentido, hay razón para vivir. ¿Qué más se puede pedir al cielo? Todo está allí desbordándose, así es el amor de Dios.
María, ejemplo de servicio:
“Sólo cuando se acoge el llamado se es capaz de ir en una actitud de servicio”.
Dijo P. Víctor Hugo acerca del Evangelio, María se puso en camino, sin pensar, solo quiso servir a su prima Isabel. Salió….de sí misma, de su casa, de su pueblo….para ir y servir. A eso estamos llamados todos los bautizados, y este carisma hermoso, el comboniano que une a un montón de “locos”, locos por el amor recibido y experimentado. Locos por que todos se enteren y lo experimenten…locos por la pasión de la misión. Locos por Jesucristo. Esta locura nos hace ir y servir, pocos lo comprenden, varios lo critican, pero Dios conoce el corazón del misionero y regala los medios para vivir su vocación particular.
“La misión es una locura, cuántas veces escuchamos: ¿para qué te vas tan lejos?, ¿acaso no hay aquí tanto por hacer? Sí, es la respuesta, solo que mi vocación me llama a ir más allá. Y la vocación, no se explica, no se comprende, sencillamente allí está como don de Dios”.
Dichosos nosotros Combonianos por esa herencia de nuestro fundador, San Daniel Comboni. No se explica, casados, solteros, jóvenes, menos jóvenes, pero esta vocación vivida como regalo, en donde sea que estemos, como sea que seamos, es lo que da sentido a nuestra vida, sentido al regalo de nuestro bautismo. Sigue el tema del amor infinito de Dios, que no se mide en generosidad.
Para terminar, P. Víctor hizo una exhortación a todos los presentes:
“La misión también es de los laicos. El Papa Francisco insiste en que los laicos somos un gigante dormido que hay que despertar!”
El Corazón de Jesús y de María, son la causa de nuestra alegría
San Daniel Comboni, ruega por nosotros
Lily Portillo