Laicos Misioneros Combonianos

Lévantate, no te dejes derrotar

Un comentario a Lc 7, 11-17 (X Domigo ordinario, 5 de junio del 2016)

viuda-de-naimLa liturgia nos presenta hoy un texto del capítulo séptimo de Lucas, en el que se nos narra la historia de como Jesús encuentra al hijo de una viuda que llevaban a enterrar. Se trata de una escena bastante común entonces y ahora. Como dirían en Costa Rica, ¡pura vida!
Quisiera compartir alguna reflexiones que me provoca la lectura de este texto:

1.- Jesús vive en medio de las personas, compartiendo la vida con sus gozos y con sus penas, con sus triunfos y fracasos, sus manifestaciones de vitalidad y su experiencia de la muerte. La espiritualidad “jesuánica” no es una espiritualidad, si me permiten la expresión, “espiritual”, en el sentido de “etérea”, abstracta, alejada de los problemas de la vida. La espiritualidad de Jesús está muy ligada a la vida concreta, que afronta el hambre y el exceso de comida, el amor de la familia y los conflictos que genera, la vida que nace y la vida que muere.
Para ser discípulo de Jesús, no tengo que alejarme de la realidad y de sus luchas; no tengo que aislarme en una especie de mundo “perfecto” e “ideal”, pero irreal, que solo existe en la imaginación. Tengo que asumir la realidad con todas sus consecuencias, positivas y negativas, aceptando, por ejemplo, las imperfecciones de mi familia o comunidad; reconociendo mis propios fallos o los límites de los demás; confrontando realísticamente las injusticias de la sociedad o el pecado de la Iglesia.

2.- Jesús se interesa y se involucra. Ante la realidad del sufrimiento y la muerte que amenazan la vida de aquella viuda de Naín, la reacción de Jesús es, en primer lugar, de acercarse (no mirar para otro lado ni desentenderse, como hicieron el sacerdote y el levita ante el herido en el camino de Jerusalén).
Un discípulo de Jesús se involucra, no permanece indiferente ante los problemas que ve en la sociedad, en la Iglesia o en las personas que le son vecinas. Ciertamente, Jesús no invade la esfera privada de la viuda, pero tampoco permanece indiferente: “¿Por qué lloras?”, pregunta. “¿Qué te pasa?”, podemos decir nosotros ante alguien que sufre.

3.- Jesús se com-padece. Jesús hace suyo el problema de la mujer. Como en el caso del Buen Samaritano, que encuentra a aquel herido en el camino, lo monta sobre su animal, lo lleva a adonde lo pueden ayudar y se hace cargo de su curación.
El discípulo de Jesús es una persona de corazón abierto, que ayuda cuando puede. Gracias a Dios, la Iglesia de Jesús ha transformado esta compasión en miles de estructuras de ayuda a los pobres, a los ancianos, a los enfermos, a los necesitados. La pregunta para mí puede ser: ¿Participo en alguna de estas iniciativas de ayuda a los necesitados o prefiero vivir tranquilo en mi propia comodidad?

4.- Jesús dice al muchacho: “Levántate”. Me impresiona mucho la de veces que Jesús usa en los evangelios esta expresión: “Levántate”, ponte en pie y camina; no dejes que la muerte se apodere de ti. Ciertamente, sabemos que, al final, todos tenemos que morir y ésa es una realidad que debemos asumir. Pero no se trata tanto de la muerte física cuanto de la “personal”. Aquella muerte que nos destruye como personas, que nos hace sentirnos derrotados y desconfiados, que nos lleva a perder la fe y la seguridad de ser hijos amados del Padre. ¡Cuántas personas circulan por la vida como si fueran muertos vivientes!: sin fe, sin esperanza, sin amor. Jesús les dice: “Levántate, no te dejes dominar por la muerte”.

El discípulo no es alguien que ha aprendido algunas verdades o conceptos. El discípulo es aquel que ha escuchado la palabra de Jesús que le dice: “Levántate”. Y con fe se levanta, deja atrás sus fracasos, sus enfermedades y sus pecados; se pone en pie y camina con confianza sabiendo que “Dios ha visitado a su pueblo”, que Dios camina con él en las duras y en las maduras, en los éxitos y en los fracasos, en los momentos de entusiasmo espiritual y en los de pecado.

En este domingo, me quiero levantar una vez más y ser para otros portavoz de la palabra de Jesús: “Levántate”, no te dejes derrotar.

P. Antonio Villarino
Quito

Deja un comentario

Acepto la Política de privacidad