Un comentario a Lucas 7, 36-8,3 (XI Domingo ordinario, 12 de junio de 2016)
Lucas nos cuenta la historia de una mujer pecadora que se acerca a Jesús, cuando éste comía con un fariseo. De la conversación que sigue yo me quedo con dos frases de Jesús: “¿Quién amará más?” y “Tu fe te ha salvado”. Veamos:
1) ¿Quién amará más?
Jesús cuenta la historia de dos personas a quienes se le perdonan sus deudas, pero una debía mucho y otra poco. “¿Cuál de ellas amará más?”, pregunta. Y la respuesta es la lógica. “Aquel a quien se le ha perdonado más”.
En efecto, el perdón dice relación directa al amor. Una pareja africana me decía: “Vivir en común exige aprender a perdonar y ahí es donde se manifiesta el amor más grande”. Sólo a través del perdón descubrimos el verdadero amor.
Por eso los grandes pecadores suelen ser grandes amantes de Dios. Una vez que se saben perdonados, su amor se hace inmenso. Ciertamente, uno no puede desear pecar. Pero, si ha pecado, no debe asustarse demasiado, sólo reconocerlo y saber que el perdón puede ser un camino hacia un amor más grande, más concreto, más realista.
2) “Tu fe te ha salvado”
Aquella mujer tuvo fe en que su pecado no era lo último, tuvo fe en que era posible rehacer su vida, tuvo fe en que su pecado iba a ser perdonado… Quizá esto sea lo más difícil: aceptar el perdón. La tentación más grande de nuestra vida no es el orgullo, sino la desesperación, la humillación y la vergüenza de nuestro pecado. La tentación es pensar que no merecemos ser amados. La salvación, la fe, es creer que, a pesar de nuestro pecado, somos amados y capaces de amar.
El famoso escritor de espiritualidad Henri Nowen dice lo siguiente:
“Al cabo de muchos años, he podido constatar que la trampa más peligrosa en nuestra vida no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el auto-desprecio… Me sorprendo constantemente al comprobar con qué facilidad caigo en esa tentación. En cuanto alguien me acusa o me critica, en cuanto soy rechazado, me sorprendo a mí mismo pensando: ‘Está claro. Eso prueba una vez más que soy un don nadie’”.
“En vez de enfrentarme con sentido crítico a las circunstancias, o intentar comprender mis propias limitaciones y las de los demás, tiendo a culpabilizarme, no de lo que he hecho, sino de lo que soy”. “La verdad más importante de cualquier camino espiritual es esta: saber que somos amados y emprender la marcha hasta recibir esa verdad plenamente dentro de nosotros mismos”.
La pecadora de Lucas tuvo fe, creyó que era amada, que era perdonada de verdad, y eso la convirtió en una persona capaz de amar sin límites. He ahí la gran inspiración para nuestra vida: Asumiendo nuestro pecado y nuestra debilidad, dejarnos perdonar y amar.
No dejemos que nuestro pecado se apodere de nuestra vida y nos paralice. Hay mucho que amar, hay mucho que hacer, hay mucha misión que nos espera. Entreguemos nuestro pecado al Señor, dejémonos amar y amemos, entregando nuestra vida con generosidad.
P. Antonio Villarino
Quito